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desde la prision del Virrei, presentó a Sucre una minuta de tra. tado que éste aceptó con lijeras modificaciones, el que fué enviado despues al jeneral Valdes, como el jefe mas antiguo de los que permanecian en el Condorcanqui, para que reuniese a los jenerales i oyese su opinion sobre él. Acto contínuo se reunió la junta de jefes i firmó un documento aprobatorio de lo hecho por Canterac, fundando la capitulacion en las razones siguientes:

que solo quedaban organizados 400 hombres;

: en la necesidad de amparar a los oficiales americanos que habian servido en el ejército español;

: en la de poner a cubierto de la persecucion del vencedor las personas i bienes de los españoles del Perú.

Agregaban a estas razones la imposibilidad de formar un nuevo ejército, habiendo perecido casi todos los europeos; la probabilidad de que llegasen nuevos refuerzos de Chile i de Colombia; la circunstancia de que el Callao solo tenia tres meses de víveres i que los buques carecian de recursos para pagar sus tripulaciones; i, por fin, que mientras discutian tenian frente de sí la division de Lara, que habria acabado fácilmente con las miserables reliquias de su ejército (23).

Los únicos puntos que produjeron alguna dificultad entre Canterac i Sucre, fueron estos:

¿Debia comprender la capitulacion al ejército de Olañeta? ¿Debia estenderse ésta al Callao, como dependiente de derecho del Virrei?

¿Alcanzaria ella a la isla de Chiloé, nido de corsarios?

¿En qué situacion quedarian los traidores que se habian entendido con el enemigo, i que Canterac queria amparar por un noble sentimiento de lealtad?

Estos cuatro puntos fueron largamente debatidos, i al fin se convino, respecto del Callao, en el documento oficial que seria entregado al ejército vencedor, pero, en prevision de una desobediencia probable de Rodil, se estipuló en un artículo secreto que Canterac no seria responsable de la desobediencia de aquel.

(23) Esta acta ha sido publicada por el Conde de Torata, Documentos, tomo III, doble, páj. 93.

En cuanto a Chiloé i el Alto Perú, Canterac reconoció que lo que se pactase seria inútil, porque ni Quintanilla ni Olañeta lo respetarian. Sucre se negó, e hizo bien, a incluir en esa capitulacion de honor entre adversarios leales i valientes, ninguna estipulacion nominativa en favor de los que habian traicionado a su patria (24).

De acuerdo con estas ideas se estendió el documento oficial de la capitulacion que puso término a la guerra de la independencia en el Perú.

Esa noche Canterac durmió en Quínoa, en la habitacion del jeneral Miller. «Canterac, dice Miller, estaba en un estado de grande ajitacion i frecuentemente repetia: «Jeneral Miller! ¡jeneral Miller! todo esto parece sueño! ¡Qué estraña es la suerte de la guerra! ¡Quién habria dicho hace veinticuatro horas que seria yo huésped de Ud.! Pero no puede ya remediarse; la guerra se acabó i, a decir a Ud. la verdad, estábamos todos cansados de ella.»

Este tratado célebre, verdadero monumento de sagacidad política i de intelijente moderacion, es para Sucre una gloria tan pura como la misma victoria de Ayacucho. A tal punto fué noble i jenerosa su conducta, que los favorecidos con ella creye

(24) Todos estos hechos están atestiguados por Sucre. En su carta a Bolívar publicada anteriormente, dice: «No he podido sacar que nos entreguen a Chiloé: dice Canterac que no obedecerán su órden, sino harian lo que les da la gana como hasta aquí, i que solo serviria esto para echarse un nuevo compromiso con su gobierno.>

Sobre el Callao, le dice en carta del 12 de Diciembre, publicada por O'Leary, Memorias, tomo I, páj. 200: «Va el tratado celebrado con el je neral Canterac i una copia de un artículo privado, porque me ha dicho que no responde de la exactitud de Rodil en entregar la plaza.»

Sobre el punto relativo a Torretagle i sus cómplices, le escribia de Andaguailas el 23 de Diciembre, tomo I, páj. 205: «Me he olvidado decir a Ud. en mis anteriores, que cuando Canterac negociaba la capitulacion, quiso poner argumentos que salvasen a Torretagle i sus cómplices, diciéndome que él aseguraba que eran patriotas, i que por resentimientos con Ud. entró en la traicion que hizo; que no era culpable de las cosas del Callao, etc., etc. Le contesté que yo no manchaba este tratado con los nombres de esos pérfidos; que ellos podrian implorar la clemencia del gobierno por sus crímenes. No hicieron mas jestiones en el particular.>

Lo del Callao lo confirma Carratalá en una carta a Valdes.

ron que solo por error de la verdadera situacion en que se encontraban habia podido ofrecerles esas ventajas. Pero no fué así. La pluma que firmó aquel memorable documento, fué la misina que concedió garantías desconocidas en Sud-América a los vencidos en Pichincha. La figura moral de Sucre toma proporciones colosales cuando se la juzga en relacion con su tiempo. Abrigaba en su corazon la pasion ardiente de la independencia, i en su cabeza la de la justicia. Sucre era como los volcanes de su Patria, un depósito de fuego coronado de nieve.

Sucre quiso conocer al jeneral Valdes. Cuenta uno de sus ayudantes que al dia siguiente del combate lo invitó a almorzar a Quinoa i lo rodeó de agasajos i atenciones.

El ayudante describe así el traje que usó Valdes en Ayacucho, que era el mismo con que se presentó a la invitacion de Sucre: «Llevaba, como en toda la campaña, sobre el pantalon un par de medias gruesas, que le llegaban hasta medio muslo, i sobre ellas, botas cortas hasta la pantorrilla; su chaleco era cualquiera cosa; su gaban blanquizco le llegaba hasta los tobillos; su sombrero era de vicuña i ala mui ancha; su gorro de seda negro, como lo llevamos todos siempre por aquellas montañas; sus insignias, un poncho blanco. >>

Es preciso no olvidar estos detalles para apreciar el esfuerzo que desplegaron los últimos defensores de España. Los uniformes se les habian concluido, como los españoles del ejército, como los víveres, i no les quedaba otra cosa que un fondo inagotable de patriotismo para realizar lo que hicieron.

En la comida a que Valdes concurrió con Sucre, éste, segun la misma version, se puso de pié i le hizo a su ilustre enemigo este gran homenaje.

«Bebo, dijo, por el que si hubiera nacido en América, habria sido el primer defensor de su independencia»; i se levantó para no poner a Valdes en el compromiso de rectificarlo.

Sucre le envió la capitulacion al Libertador acompañada de

esta nota:

Al Excmo. señor Libertador. Cuartel Jeneral en Ayacucho, a 10 de Diciembre de 1824.

«Excmo. señor:

<El tratado que tengo la honra de elevar a manos de V. E.

firmado sobre el campo de batalla en que la sangre del ejér cito libertador aseguró la independencia del Perú, es la garantía de la paz de esta República i el mas brillante resultado de la victoria de Ayacucho.

«El ejército unido siente una inmensa satisfaccion al presentar a V. E. el territorio completo del Perú sometido a la autoridad de V. E., ántes de cinco meses de campaña. Todo el ejército real, todas las provincias que éste ocupaba en la República, todas sus plazas, sus parques, almacenes, i quince jenerales españoles son los trofeos que el ejército unido ofrece a V. E. como gajes que corresponden al ilustre salvador del Perú, que desde Junin señaló al ejército los campos de Ayacucho para completar las glorias de las armas libertadoras.-Dios guarde a V. E. -Antonio José de Sucre. >

<Don José de Canterac, teniente jeneral de los reales ejérci tos de S. M. C., encargado del mando superior del Perú, por haber sido herido i prisionero en la batalla de este dia el Excmo. señor Virrei don José de La Serna, habiendo oido a los señores jenerales i jefes que se reunieron despues que el ejército español, llenando en todos sentidos cuanto ha exijido la reputacion de sus armas en la sangrienta jornada de Ayacucho i en toda la guerra del Perú, ha tenido que ceder el campo a las tropas independientes; i debiendo conciliar a un tiempo el honor a los restos de estas fuerzas con la diminucion de los males del pais, he creido conveniente proponer i ajustar con el señor jeneral de division de la República de Colombia, don Antonio José de Sucre, comandante en jefe del ejército unido libertador del Perú, las condiciones que contienen los artículos siguientes:

1. El territorio que guarnecian las tropas españolas en el Perú será entregado a las ar mas del ejército unido libertador hasta el Desagüadero, con los parques, maestranzas i todos los almacenes militares existentes.

Concedido; i tambien serán entregados los restos del ejército

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