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a los cuerpos.» Un capitan de buque que habia estado en Concepcion en el invierno de 1822, aseguraba que en ese año ha bian muerto en aquella provincia mas de 700 personas de hambre o por escasez de alimentacion (2). El jeneral Freire, escribiéndole confidencialmente a O'Higgins, le decia: «Es imposible que Ud. crea el estado de desnudez en que están estos soldados. Hai hombres que están materialmente sin mas ropa que un pedazo de alfombra sobre el cuerpo (3).» En otra ocasion le aseguraba que el ejército se alimentaba con «yeguas, mulas, asnos, perros, gatos.» «En el pueblo no queda despensa, le decia, de donde no haya hecho sacar lo que se encuentra para el alimento de las tropas. Dias hai que cerca de las oraciones todavía andamos buscando de dónde hacerles de comer. >>

Estas informaciones que Freire enviaba al Director en són de crítica, como un reproche, por el lastimoso estado en que se encontraba el ejército de Concepcion, han sido tachadas de exajeradas, pero todo nos hace creer que eran verdaderas i que correspondian a una situacion de miseria jeneral.

El ejército del sur creia que se le descuidaba; pero la verdad era que el Director se veia obligado a dedicar de preferencia los escasos recursos que le procuraban las contribuciones estraordinarias, a atender al ejército de San Martin i la escuadra, i esto forzosamente porque es probable que si no lo hubiese hecho así, la Lojia primero i el ejército arjentino despues lo habrian puesto en graves conflictos, i la escuadra, que era la salvacion de la República, se habria disuelto.

El ejército de Santiago estaba mui léjos de vivir en la opulencia como se creia en Concepcion. La escasez de víveres en la capital llegó un dia de 1822 al punto de que hubo que dar a la guarnicion harina de trigo apolvillado. «Ha habido dias que en un solo cuartel, escribia O'Higgins, han muerto dos soldados de repente i continuamente caen como ébrios al suelo de efectos del trigo apolvillado (4).» El mal era jeneral en todas partes. Prieto le escribia lo siguiente al Director: «Me aflije que

(2) BARROS ARANA, Historia de Chile, tomo XIII, pájina 741.
(3) La guerra a muerte, por Vicuña Mackenna, páj. 253.
(4) Vida de O'Higgins, por id. id., páj. 497

no hai en esta ciudad (Chillan) un grano de trigo, un buei, una fanega de frejoles, nada, nada que dar de comer a las tropas. >

Los jefes del ejército colocados en esa situacion, echaban mano sin ningun miramiento de los recursos que encontraban. Lo primero era la vida del soldado, i en nombre de esa necesidad suprema sacrificaban toda consideracion de respeto a las personas o a las propiedades, i, como siempre sucede, el gobierno cargaba con la responsabilidad de esas medidas violentas que se realizan las mas veces con formas tiránicas.

El Director tenia la razon de su parte cuando contestaba al público que se quejaba de las contribuciones, diciéndole que habian servido a grandes fines nacionales; la tenia tambien -cuando se justificaba de las violencias que se habian cometido, escusándolas con las grandes necesidades públicas; pero cometió una falta grave aceptando que el Senado lo sustrajese a él solo de la lei comun de pobreza que rejia para todos los funcionarios. Estando reducidos los sueldos de los empleados civiles i militares en la tercera parte de su valor, el Director, que percibia ocho mil pesos anuales, aceptó que el Senado, por una escepcion hecha solamente en su favor, elevara su renta a doce mil pesos, i que le regalase de fondos nacionales ocho mil mas para pagar las deudas que habia contraido en el ejercicio de su cargo. Fuera de esto, O'Higgins habia tenido la debilidad de pedir que se le reconociese la parte que le correspondia en las presas de la Escuadra, lo que tambien le habia sido acordado.

Estos hechos debilitaron el concepto moral del Director entre sus contemporáneos i, aunque se han esplicado recordando que habia comprometido su fortuna en la revolucion, no puede negarse, aun siendo esto cierto como lo es, que el momento del esas jenerosidades fué mui mal elejido, i que su prestijio habria ganado mucho mas no aceptando esas ventajas que se arrancaban peso a peso de la miseria de los hogares. O'Higgins tuvo debilidades i faltas como todos los hombres, por grandes que sean, i es forzoso anotarlas, porque de otro modo ni su caida tendria esplicacion ni su historia enseñanzas.

III

Los enemigos del jeneral O'Higgins lo acusaban de estar demasiado sometido a la influencia arjentina que se hacia sentir en el gobierno, en el ejército i en la sociedad.

Habia en esas quejas algo de cierto, sin que esto quiera decir que importaran una falta imputable a su patriotismo. Por debajo del gobierno ostensible de la República habia otro oculto, que era la Lojia lautarina, compuesta por mitad de arjentinos i chilenos, que era el anillo de la alianza de los dos paises. Está perfectamente comprobado que la Lojia intervino en los actos mas importantes del gobierno de O'Higgins i que su intervencion fué decisiva. La Lojia tenia las riendas del gobierno. civil y militar e influia i predominaba en la voluntad de O'Hig gins. El gobierno de Chile no era libre en el sentido nacional, porque tenia que contar con ella al adoptar cualquiera resolucion, i con el ejército de San Martin, que era la espresion de ella misma.

El brazo de la Lojia era el ejército arjentino que ocupaba a Chile, que lo deprimia con el peso de sus triunfos, porque sin decírselo le estaba recordando con su presencia las victorias ga nadas en Chile, i en parte contra chilenos. Todo ejército de ocupacion es una depresion de amor propio para el pais que lo soporta, i aunque San Martin fué mui cuidadoso en impedir que sus oficiales ofendiesen la susceptibilidad chilena, no podia evitar que tuviesen la pretension que es propia de un ejército vencedor en un pais libertado por él. Por otra parte, el jeneral San Martin no podia eximirse de una preferencia instintiva en favor de sus compañeros de armas de su pais natal, lo que provocaba de parte de los oficiales chilenos celos i rivalidades que sobrevivieron a su tiempo i se fueron condensando en forma de animosidad nacional entre los dos paises. El chileno creia que el jeneral tenia preferencia para el oficial arjentino, i hai en esta acusacion algo de verdad que se comprueba examinando la composicion del ejército libertador, el que siendo chileno por su masa, por su bandera i su organizacion, tenia casi todos sus cargos de confianza o de honor desempeñados

por oficiales i personajes arjentinos. El alma de San Martin tenia vuelos americanos, pero raices Mendocinas. Queria libertar a la América, pero sin perder jamas de vista a ese pueblo, que era el único que amaba con afeccion. En el curso del tiempo estos celos de nacionalidad encontraron acojida en dos hombres: Freire i lord Cochrane. Aquél tuvo aspiraciones que fueron contrariadas por la preponderancia arjentina, i lord Cochrane representó en la campaña del Perú la arrogancia de nuestro pais, su audacia, su susceptibilidad herida i ofendida.

Estudiando con cuidado la época de O'Higgins, se encuentra que realmente pesaba sobre el gobierno alguna imposicion estranjera, que no se manifestó mas porque no fue necesario, pero que habria llegado hasta el cambio del Director si éste la hubiera contrariado abiertamente (5). La alianza internacional que le servia de escusa tenia fines elevados i patrióticos que no se podian realizar sino con el concurso de la República Arjentina, i siendo esto así, el sometimiento de O'Higgins al imperio de las circunstancias da motivo para admirar su moderacion i no para censurar su conducta. Habia una imposicion que el Director debia sentir mas que nadie i a que se sometió resignadamente a trueque de realizar la espedicion al Perú. Fué un doble sacrificio impuesto a su orgullo de chileno i de mandatario, que la historia debe en parte agradecerle por los resultados que produjo.

El público, mas impaciente que él, i que no se sentia obligado por el peso de sus graves deberes, le hacia un reproche de su sometimiento, i en la medida que cundia la animosidad contra los oficiales arjentinos aumentaba contra el Director, que amparaba aquella situacion.

Ni los papeles públicos ni los documentos oficiales revelan esta malquerencia, porque el gobierno i el estado mayor arjentino se empeñaban por ocultarla, pero existia, i a consecuencia de ella ocurrian incidentes personales entre los oficiales de ámbos ejércitos. El arjentino se consideraba superior al chileno porque venia de un pais que tenia mas importancia que Chile i porque sentia el orgullo natural de sus victorias. Habia entre

(5) Véase nuestra Espedicion Libertadora, tomo I, páj. 110.

ellos algunos oriundos de Buenos Aires o que la habian visitado i que hacian resaltar el contraste de esa ciudad relativamente opulenta con el atraso i miseria de Santiago, que entonces era un villorrio invadido hasta la parte central por casas cubiertas con paja.

Obligado por una necesidad de economía, el gobierno repartió los oficiales en las casas particulares, sin esceptuar a los arjentinos. A pesar de la vijilancia que tenia el jeneral San Martin sobre la conducta de ellos, no podia evitar que algunos, jóvenes i de costumbres lijeras, incrustados en hogares respetables por lei de guerra, ofendieran con su conducta o sus palabras las susceptibilidades de aquellos hogares, pudiendo decirse que esta medida fué como sembrar en la sociedad el recelo i la malquerencia contra los arjentinos.

Todo contribuia entónces a avivar esa desconfianza: la accion de la Lojia, las simpatías de San Martin por los suyos, la esclusion indebida que se hizo de oficiales chilenos meritorios en favor de arjentinos. Uno de estos casos fué la designacion del jeneral Balcarce como jeneral del ejército del sur en reemplazo de Freire en 1818. Se envió a Balcarce porque los jefes arjentinos gozaban de mas predileccion en la Lojia, i el resultado fué que requiriendo ese cargo el conocimiento del pais que Balcarce no tenia, la guerra del sur tomó proporciones inesperadas, i lo que en un principio pudo ser fácilmente dominado, se convirtió en una conflagracion sangrienta que asoló durante varios años las comarcas de ultra-Maule.

Contribuia a fomentar esta sorda rivalidad la actitud del gobierno de Buenos Aires en lo relativo a la Espedicion Libertadora del Perú. La alianza tenia por base realizar esa campaña con igualdad de gastos i sacrificios, i en cierto modo, como garantía de la ejecucion de ese pacto, una division arjentina ocupaba a Chile, lo que le permitia al jeneral San Martin arrojar a menudo el peso de su espada en la balanza de nuestra política. Poco a poco se fué viendo que el concurso arjentino no llegaba i que sin embargo aquella doble influencia seguia haciéndose sentir. El Director apuraba al vecindario para que le proporcionase los recursos para espedicionar, i él a su vez sentia la presion de San Martin, i el público se decia con justicia que si Chi

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