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dos y Flores; y de los descendientes de los establecidos, menos antiguos los Señores Palacios, los Cevallos, Velillas, Casa Caus, Zerecedas, Arambulas, Asconas, Reyes, Rivas, Ximinianes y Espaillat.

En la Concepcion de la Vega los Contreras, Lunas, Coronados, Orbismenas, de San Miguel, Dislas, Laras, Ámezquitas, Nuñez, Carillo, Jimenez, Sotos, Valderas, Sanchez Ramirez y Carvallos.

Estas familias que tengo presente y otras que puedo haber olvidado, comprendidas en la nomenclatura que precede, se dedicaron desde aquellos dias á la crianza de ganados que absorbia enteramente su atencion. La extension ilimitada de las sabanas comprendidas en las vegas y valles é intermedios de las montañas, la abundancia y fertilidad de los pastos, la muchedumbre de los rios y abrevaderos y la copia de frutos y ramajes indígenas, eran circunstancias harto favorables para determinar la industria principal de los dominicanos y estos parecieron prever oportunamente que vendria un tiempo en que ella seria el único manantial de su prosperidad y bienestar. Formaron haciendas 6 hatos que aun existen hoy, y por muy prolijas que parezcan las noticias de sus nombres no me parece inoportuno mencionar los mas notables, para los que deseen adquirir completo conocimiento de la localidad. Los nombrados Magdalena, Esperanza, Lagunalarga, Villalobos, Guayacanes, Laguna Antona, Palmita, Laguna Verde, Toribon, Criadilla, Jinamagua, Hato mayor, Jaque, Hamina, Laguneta, Jaitabon, Melones, Maho, Higüero, el Pocito, Gurabo Arriba, Gurabo Abajo, Cercadillo, Rompino, Piloto, Guayubin, las Dos Bocas, Boca de los Rios, Yásica, Altamira, la Guasábara, el Ciruelo, el Hospital, Higuero, Arminilla, Compos, Jácuba, los Jobos, las Matas, en la jurisdiccion de Santiago. La Leiva, Magüaca, Roma, Caya, Tineo, los Arroces, Cibao, Macoris, los Pinos, el Bonao, Maimon, los Guacos, Rio Verde, Gima, Guamuta, Angelina, Yuna, Sevico, Magua, Movillero, Nicagua, en la jurisdiccion de la Vega y el Cotuy. La Isabela, Cansamancebos, Riva Plata, Cordero Quinigua, Vista al Fondo, Arroyo Blanco, Naguana, Bánica, Hincha, San Rafael, Neiva, Cao bas, Rio Salado, Langosto, Ocoa, Sabana Cruz, Jagua, la Catalina, Nizao, y Palenque en la jurisdiccion de Santo Domingo y Azua. Los Llanos, Seibo, Higüey, Yumba, Tabira, Camaguasí, la Prieta, Bermeja, Paya, Cepicepi, Biajama, Hinoba, Guaba, Lajas, Coladera, Maguana, Capotillo y demás que se destruyeron en el territorio que ocuparon los franceses; y otros que no recuerdo eran los mas célebres; cubrian la tercera parte de la isla y sus dotaciones de animales vacunos y caballares se contaban por millares. La procreacion debió de haber aumentado considerablemente despues de la época en que Gonzalo Fernandez de Oviedo escribia ponderando el número crecido de ganados. Esta reproduccion fué acrecentando de dia en dia en términos que no pudiendo ya contenerse las manadas en corrales y bajo la vigilancia de los dueños, se hicieron montaraces, propagándose en los llanos y montañas de la isla en toda la lozanía de la raza primitiva. Lo propio sucedió con la cría de cerdos; y la abundancia de estos animales tan útiles fué seguramente el alicien

te principal que atrajo á los filibusteros de varias naciones á las cos tas del norte de la Española para aprovechar sus productos segun referiré mas adelante. El Conde de Buffon hace mencion particular de los caballos de Santo Domingo en su Historia natural. (1)

En estas faenas campestres se ocuparon en adelante los españoles que no estaban obligados por sus empleos á residir en las ciudades. Conformes con su pacífico destino no ambicionaban otra suerte, ni aspiraban á las empresas tumultuosas de la política, el comercio y la milicia que los habia ocupado hasta entonces. Eran felices en medio de sus familias gozando de todas las ventajas de la medianía. Mr. Guillermin en su Historia de Santo Domingo los juzga de esta manera: "Obligados á desamparar las costas fué consecuente que su actividad económica se dirigiese á otros medios de mayor utilidad" y añade: "Que la despoblacion de los indios y la emigracion de los descubridores europeos impidió que Santo Domingo llegase al grado de opulencia á que posteriormente se elevaron otras capitales del Nuevo Mundo, y es de presumirse que la Metrópoli de las Indias Occidentales no conservó en su seno en aquella época de transmigraciones complicadas sino la parte mas sana de sus habitantes, que prefirió á las probabilidades de la guerra y de la fortuna, una vida mas apacible y las riquezas mas reales que les ofrecia el cultivo de los terrenos, y de este modo á tiempo que Santo Domingo se debilitaba en su poblacion sin renovarla, los nuevos descubrimientos eran el asilo de hombres aventureros y sanguinarios. Los vicios se acrecentaron en estos países con el aumento de poblacion, mientras que las virtudes primitivas de los fundadores de Santo Domingo se conservaron en el pequeño número de habitantes que poblaron las partes diversas de esta extensa isla.

(1) Hablando este insigne naturalista de los caballos en su estado salvaje, se refiere á Mr. Ocxmelin, testigo ocular autor de la Historia de los Flibusteros y uno de los que hicieron mayor fortuna en la Española.

Ocxmelin dice: "Que se encuentran á veces en la isla de Santo Domingo manadas de mas de quinientas yeguas y caballos que andan juntos y que cuando ven á algun hombre se detienen todos; uno de ellos se acerca hasta cierta distancia; dá algunos resoplidos con las narices, huye y todos los demás lo siguen, añadiendo que no se sabe si aquellos caballos han dejenerado desde que viven en las selvas; que los habitantes de aquel país los amansan fácilmente y luego los hacen trabajar, y los cazadores se sirven de ellos para trasportar efectos. Para cojerlos les arman lazos de cuerda, en los parajes que frecuentan los caballos, los cuales caen fácilmente en ellos y se ahogan si se prenden por el cuello y no son socorridos prontamente. Sujétanles el cuerpo y las piernas y los atan á los árboles dejándolos de esta suerte por espacio de dos dias sin comer ni beber, cuya mortificacion es suficiente para hacerlos dóciles y con el tiempo lo son tanto como si nunra hubieran sido bravos."

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CAPITULO II.

Goces pacíficos de los habitantes de la isla en los primeros años del siglo XVII.-Sistema y órden económico de los hatos.-Su manejo, educacion del ganado, cria de animales caballares, burros y cabras que los compoñen.- Varios individuos de diferentes naciones, particularmen te franceses son desalojados de la isla de San Cristóbal.--Rechazados de aquel punto se establecen en Port Margot, costa Norte de la isla Española y en la isla de la Tortuga fronteriza á aquel puerto.-Lo verifican bajo las órdenes de un inglés nombrado Willis.-Nombramiento de Monsieur Levasseur por el Capitan General de las Antillas francesas Mr. de Poinci.-Resistencia de los españoles.-Sucede en el mando Mr. de Fontenoy.-Ataque de la Tortuga por los españoles y escaramuzas en los seis años siguientes.—Invasion la plaza de Puerto Rico.-Vuelven á apoderarse los filibusteros de la isla de la Tortuga bajo el mando de Mr. de Rosey.-Es nombrado última mente por la compañía de las Indias Occidentales Monsieur d'Ogeron.-Quiénes eran los filibusteros y bucaneros y poblacion de la parte Española en aquellos dias.

REINTA años transcurrieron pacíficamente en medio de la felicidad mas cumplida, gobernando la isla como Presidentes y Capitanes generales Don Gabriel Chaves y Osorio, Don Juan de Bitrian y Viamonte y ocupando la silla arzobispal Don Fray Bernardino de Almansa y Don Fray Facundo de Torres. En este intervalo se habian ido destruyendo muchas de las antiguas poblaciones por la continua emigracion que despoblaba á la Española en beneficio de las nuevas conquistas. Lares de Guaba, Salvatierra de la Sabana, Santa María del Puerto ó Vera Paz, Puerto Real y el Bonao dejaron de existir y convertidas en haciendas de crianza preparaban la formacion de otros pueblos, que en dias mas felices continuarian llevando sus antiguos nombres, ó adoptarian el de las haciendas en que estaban situadas.

Por ser estas ocupaciones tan características del dominicano, harémos una pequeña digresion para dar alguna idea del sistema agrario que se observaba en la Española.

El hato era una posesion que comprendia el terreno correspondiente á las acciones que se obtenian llamadas derechos de tierra, en los cuales estaba el dueño facultado á criar cuantos animales quisiera y á apoderarse de los bravíos ó alzados. El ganado

manso vagaba libremente por las sabanas, montes y abrevaderos que le acomodaban, porque los pastos eran comunes y regularmente se dividian en puntos que se establecian en distintos parajes con un toro padre, que no permitia la mezcla de su vacada con otra extraña y sostenia su puesto hasta la muerte; y nada tiene de exagerada la expresion, porque tal es el celo de estos animales, que señoreados del dominio de su manada en terreno separado ahuyentan á los toros nuevos ó de otras piaras que quieren sustituirlo, y despiden á los toretes ya crecidos que se han criado á su inmediacion. Es un sultan que reina absolutamente hasta que otro toro mas esforzado pueda rendirlo. Adiestrado el toro padre en estas escaramuzas se hacía temible á los otros que le cedian el paso mugiendo, hasta el dia en que vencido por un adversario huia despavorido á ocultarse en las breñas, mientras el vencedor saboreaba la victoria y recibía los homenajes de su vacada, lo que sucede rara vez, porque era tan tremendo el formidable combate cuando se acometian con las puntas aceradas, que generalmente quedaba uno de los lidiadores muerto en el campo.

Los hateros de la Española distinguian el ganado con los nombres de corralero que era aquel que se conducia sin esfuerzo en los meses de Mayo y Octubre para esquilmarlo; de manso al que posa y pasta en lugares frecuentados sin espantarse de los hombres y caballos que transitan entre ellos; de extravagante al que habita en los bosques y montes mas apartados, y al que se hacia necesario echarle perros para conducirlo á los corrales; y montaraz, gibaro ó alzado al que anda errante, orejano y sin señal de hierro, porque no ha sido reducido y es preciso matarlo para aprovechar sus carnes. Luego que se anunciaba la primavera y comenzaban las aguas de Mayo, se congregaban los vecinos y en dias determinados exploraban los montes y sabanas con perros y garrochas, reuniendo todas las puntas de ganados que conducian á los corrales construidos en las inmediaciones de la casa del propietario. Allí se separaban las clases y calidades del ganado; las reses viejas y toretes inútiles eran vendidos para las carnicerías y las vacas paridas eran encorraladas con sus becerros y sueltas para ordeñarlas y hacer quesos y mantequillas.

El manejo del hato era fácil y sencillo en todo el año. Un mulato ó negro libre ejercia por lo comun el encargo de mayoral. Habia además dos ó tres dependientes que desde el amanecer montaban á caballo y recorrian todos los lugares donde posaba el ganado, para curar los terneros recien nacidos y las reses heridas en combate ó por acaso. Tambien se cuidaba en estas fincas de los atajos de bestias. La especie caballar tambien se habia multiplicado en la isla, sin perder de su raza ni del ardor y gallardía de su origen andaluz. No se observaba en este ramo el régimen que en España, ó mejor dicho en el fomento y cría de estos animales existia siempre un abandono vituperable. Sueltos por atajos de veinte, treinta ó cuarenta yeguas, un caballo padre tenia sobre ellas el mismo dominio que el toro en su vacada. Se cria

ban los potros tímidos y espantadizos porque se les manoseaba muy poco. Cuando los potros se hallaban en estado de servir era preciso domarlos, y no era por cierto muy acertada la práctica que se observaba. Encerrado el atajo en el corral, se echaba al potro un lazo de nudo corredizo al pescuezo y otro en una de las piernas traseras. Cogido de esta manera era forzado hasta ponerlo junto al palo central de corral llamado bramadero. Estirado á la vez por el cuello y por un pié, caia al suelo, y asegurado perfectamente se le ponia una silla vaquera y una jáquima doble anudada á la cola de otro caballo manso y encillado que debia ser su guía. El batero que ha de montar el potro espia el momento de acercarse, poner el pié en el estribo y afianzarse, y entonces el conductor del caballo guía hace camino mientras el ginete opone su destreza á los corcovos y saltos del animal castigándolo con el palo ó látigo que lleva en la mano. Es natural la inferencia que este modo de domar las bestias motivaba los resabios comunes en estos animales y casi generales en la especie mestiza de los mulos de los cuales no recuerdo haber visto uno manso. Eran de hermoso pelo, alta talla, y pezuña dura los que se criaban en los hatos del despoblado del Norte y banda del Sur, á diferencia de los del Macoris, Bonao y otros lugares pantanosos mas propios para la cría de cerdos que para la caballar y de asta. Tambien se criaban manadas de burros que se utilizaban para el servicio doméstico, prefiriéndose los mas grandes y de mejores formas para padres en las crías de mulas. El ganado cabrío completaba el haber del hato: su tasajo y la leche eran los elementos principales de subsistencia para el mayoral, su familla y dependientes, á quienes ayudaba tambien un pequeño conuco, donde cultivaban plátanos, yucas y boniatos. A estas ocupaciones se dedicaban los españoles ó personalmente ó por medio de sus mayorales en toda la extension de la isla, cuyas costas del Norte y Oeste, solitarias y desiertas parecian á propósito para ser invadidas y ocupadas. Así sucedió en efecto el año de mil seiscientos treinta y dos. Habian formado un pequeño establecimiento en la isla de San Cristóbal una partida de franceses, ingleses, holandeses y portugueses que desde allí acechaban los galeones que conducian caudales y tesoros á España. El General Don Federico de Toledo que pasaba á Méjico, desembarcó en aquella isla con intento de desalojarlos, los atacó y logró derrotarlos á pesar de los esfuerzos y auxilios que tuvieron los piratas de un Almirante inglés nombrado Mr. Basinard. Fugitivos y desparramados los piratas se unieron á varios holandeses é ingleses que habian hecho el comercio en las costas de la Española, y tratando de elegir un lugar cómodo adonde conducir sus presas con menos dificultad que hasta entonces les habian ocasionado los viajes á San Cristóbal, pues gastaban de Cuba á Santo Domingo y costas del continente hasta tres meses por la contrariedad de los vientos y mareas, convinieron acercarse á las costas abandonadas y así lo ejecutaron fácilmente. Quedaron sorprendidos de la abundancia de animales que hormigueaban en aquellas inmensas prade

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