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movido en Francia simpatías generales, estimulando el ardor militar, provocado la codicia de los comerciantes y lisonjeado al gobierno.

Los dos departamentos de la parte española estaban mientras tanto en paz, pendientes de los extraños sucesos y repentinos cambios de aquellos dias. De la sorpresa que estos producian puede dar idea la siguiente anécdota. Con motivo de referirse la aparicion de la escuadra inglesa al rededor de la isla, el cura de la ciudad de Santiago, Don Juan Vasquez, improvisó en una reunion la siguiente quintilla:

Ayer Español nací,

A la tarde fuí Francés,

A la noche Etiope fuí,

Hoy, dicen que soy Inglés:

No sé qué será de mí.

El departamento de Samaná, en que residia el General Ferrand, estaba tranquilo, pero no creyó que allí podria resistir á Dessalines. Estimó mejor hacer su retirada con la tropa al otro departamento del Engaño para reunirse al General Kerverseau que allí gobernaba, y como aquel era mas antiguo que éste, resumió el mando y quedó establecida esta nueva colonia sujeta al imperio francés

Al día siguiente de la evacuacion del Guarico, se expidió una proclama firmada por los Generales Dessalines, Cristóbal y Clerveaux, declaratoria de la independencia de Santo Domingo. Decia así:

"En nombre de los negros y hombres de color.-Se proclama la independencia de Santo Domingo. Vueltos á nuestra primera dignidad, hemos recobrado nuestros derechos, y juramos no dejárnoslos arrebatar, por ninguna potencia de la tierra. El velo de la preocupacion está rasgado, y desgraciado quien quiera reunir sus girones sangrientos.-Propietarios de Santo Domingo, que errais en países extraños, al proclamar vuestra independencia, no os priva mos de posesionaros de vuestros bienes, lejos de nosotros tan injusto pensamiento. Nosotros sabemos que entre vosotros hay muchos que han abjurado sus antiguos errores, renunciando á sus locas pretensiones y reconocido la justicia de la causa por la que derramamos nuestra sangre hace doce años. Trataremos como hermanos á los que nos estimen: pueden contar con nuestra estimacion y nuestra amistad y venir á vivir con nosotros. El Dios que nos proteje, ese Dios de los hombres nos manda tenderles nuestros brazos victoriosos; pero con respecto á aquellos que ebrios de un loco orgu- ' llo y esclavos interesados de una pretension criminal, se creen entes privilegiados para sostener que el cielo los destiné á ser nuestros amos y tiranos, que jamás se acerquen á las playas de Santo Domingo, pues no encontrarian sino cadenas y destierros: que permanezcan donde están: que sufran los males que merecen, y que los hombres de bien de quienes han abusado tanto tiempo los abrumen con el peso de su indignacion. Hemos jurado castigar á cualquiera que se atreva á hablar de esclavitud. Seremos inexorables y aun

crueles con los militares que vengan á traernos la muerte y la servidumbre. Nada les cuesta y le es lícito á los hombres á quienes se trata de privar del primero de todos los bienes, hacer que corran rios de sangre, que incendien las siete octavas partes del globo para defender su libertad; son inocentes delante de Dios, que no ha creado los hombres para verlos gemir bajo un yugo vergonzoso. Si en los diferentes levantamientos han perecido algunos blancos inocentes, y de quienes no habia queja, siendo víctimas de la crueldad de algunos combatientes extraviados y cegados por el recuerdo de sus antiguos agravios, y que no distinguieron entre buenos y malos, nosotros llorando sinceramente su desgraciada suerte declaramos á la faz del universo que no hemos tenido en ello parte. Era imposible en semejante crisis evitar los desórdenes. Los que sabeu la historia reconocen que el pueblo mas culto se precipita en el crímen cuando está agitado por las discordias civiles, y que los jefes, no siendo secundados eficazmente, no pueden castigar á todos los culpables, sin encontrar á cada paso nuevos obstáculos; pero hoy que la aurora de la paz nos presagia un tiempo menos borrascoso, y que la calma de la victoria ha sucedido á los desórdenes de una guerra terrible, Santo Domingo debe tomar un nuevo aspecto, y su Gobierno debe ser en adelante, el de la justicia.-Dada en el Cuartel General de Bayajá en veinte y nueve de Noviembre de mil ochocientos tres.”

Así concluyó aquel año. Los negros, al recobrar la libertad, abolieron todos los nombres con que ha sido conocida la isla, sustituyéndolos con el antiguo de Haití con que la denominaban los indígenas cuando fué descubierta por Colon.

El General Ferrand organizó el país conforme á un decreto del Emperador Napoleon, y fortificado completamente en Santo Domingo, fué aquel puerto predestinado para facilitar mas adelante la conquista de Haití. Pero el departamento de Samaná y las ciudades de Santiago, Vega y Cotuy evacuadas por los restos del ejército francés, quedaron abandonadas, y desde luego el General Dessalines nombró como jefe para administrarlas al mulato José Tabares que habia sido esclavo del vicario Don Pedro Tabares y comandante de Puerto Plata á Casimiro, en otro tiempo capitan de morenos españoles; y su primera disposicion fué imponer al departamento un millon de pesos para reparar los gastos de la guerra.

Esta noticia alarmó extraordinariamente porque envolvia una amenaza tácita en caso de negativa, y así fué que algunas familias de las nobles del país y con bienes de fortuna aprovecharon este momento en que las autoridades eran personas conocidas que gobernaban el departamento para emigrar á la isla de Cuba por Puerto de Plata y otros puntos, no obstante la expresa prohibicion que para ello se impuso.

Al recibir el Concejo Municipal que se habia formado en Santiago semejante requisicion y vista la imposibilidad de hacerla efectiva en dinero souaute, determinaron elevar una súplica mui reverente al General Dessalines, como se referirá en el capítulo siguiente.

CAPITULO XV.

Terror de los habitantes de la parte española al ver el fin de la expedicion francesa.—Ferrand, que gobernaba en el Cibao, se retira á la Capital para poder resistir mejor á Dessalines y sus hordas.-Impone éste una contribucion de guerra de un millon de pesos al departamento del Norte.-El Concejo Municipal de Santiago pide prórroga al feroz caudillo negro, quien intima el cumplimiento de sus órdenes.-Envia una guarnicion de negros á Santiago, al mando del mulato dominicano Tabares.-Tornan los de Santiago á enviar otra comision á Dessalines, sin resultado como la primera vez.-- Resuélvense los habitantes á trasladarse á la Capital de Santo Domingo para ponerse al amparo de sus fortalezas.— Envia Ferrand á su edecan Dervaux á Santiago, quien bate y derrota á los negros que la guarnecian.-Evacua Dervaux la ciudad, y trasládanse definitivamente los habitantes á Santo Domingo y otros lugares y de la Capital se embarcan para las colonias vecinas. Los que quedan, se disponen á resistir y así lo participan á Ferrand.- Vuelve éste á enviarles al edecan Dervaux.-Por traicion del Obispo Moviell, los santiagueros se indignan y atacan en las tinieblas á Dervaux.-Autoriza Ferrand á los de Santiago á darse un jefe, y recae la eleccion en el pardo Serapio Reynoso de Orbe.-Pide paso Cristóbal para atacar la Capital, y le responden los santiagueros levantando trincheras para oponérsele.Combate desgraciado y degüello de Santiago.-Sitio de la Capital.-Forzados á levantarlo los negros, incendian de paso á Santiago y degüellan á los habitantes de Moca.-- Dessalines da una Constitucion á la parte francesa llamada Haití por los negros y se proclama Emperador.—Rasgos biográficos de este monstruo.

GRANDE fué la sorpresa que sobrecogió á todos los habitantes de la antigua parte española al ver el final desenlace de la expedicion francesa; reconociendo que de hecho volvian á quedar bajo la dominacion de los negros, y no ya mandados por el caballeroso Toussaint, sino sometidos al poder del sanguinario Dessalines. Aumentóse su temor al advertir el total desamparo en que quedaban por la retirada que efectuaba en aquellos momentos el General Ferrand, quien, habiendo gobernado hasta entonces el departamento del Cibao, iba á trasladarse con su tropa á la ciudad de Santo Domingo, donde pensaba mantener alta la bandera de Francia; y no puede expresarse con palabras la consternacion de la colonia española. Subió de punto su angustia cuando se recibió la intimacion

de Dessalines que imponia aquella excesiva contribucion de guerra al departamento.

En tan apuradas circunstancias, reunida la Corporacion Municipal y muchos vecinos pudientes, convinieron en nombrar una comision que pasase al Guarico y suplicase al General la prórroga de tres meses admitiendo en pago prendas, efectos, y animales. Recibió el General afablemente á los comisionados, pero ofició mandando cumplir sus órdenes, y seguidamente envió una guarnicion militar de doscientos negros á las órdenes de Tavares, promovido al grado de Brigadier con la Comandancia general interina del Departamento, sustituyéndolo poco despues el mulato Faubert, que fué nombrado en propiedad.

Próximo á cumplirse el plazo de la requisicion, creyó el vecindario de Santiago obtener algo por medio de otra comision; pero esta obtuvo el mismo nulo resultado que la primera, y los comisionados regresaron mustios y desconsolados.

Entonces se resolvieron á trasladarse en masa á la ciudad de Santo Domingo, para acogerse al amparo y proteccion del General Ferrand, el cual despachó en el mes de Mayo á su edecan el Mayor Mr. Dervaux con el Capitan Don Domingo Perez Guerra para batir la guarnicion negra de Santiago y posesionarse del departamento. Los negros se hicieron fuertes en la plaza mayor y los invasores se apoderaron de los restantes puntos de la ciudad, acometiendo á los negros con valor extremado. Tuvieron estos que capitular el dia 15 y á las dos de la tarde evacuaron la ciudad de Santiago, despues de haber perdido mucha gente. Como las fuerzas que vinieron de Santo Domingo eran escasas y difícil llenar las bajas, y además corria la voz de que los negros que tenian tropas disponibles en la colonia, venian seguidamente á vengarse, creyó prudente Mr. Dervaux evacuar la ciudad como lo hizo á los dos dias. Entonces fué que desampararon los vecinos sus hogares y se dirigieron á Santo Domingo y otras poblaciones que creyeron mas seguras. Fueron inmensas las desgracias que experimentaron Santiago, la Vega y el Cotuy. Saquearon las casas y propiedades abandonadas los malvados y ladrones. Poco despues regresaron á Santiago aquellos vecinos que no habian podido alejarse, pero no volvieron las familias mas distinguidas del país. Convencidos de que no habia salvacion posible para la patria, la abandonaron y de Santo Domingo emigraron para las islas de Cuba, Puerto Rico y Tierra firme, quedando desde aquella fecha reducida la poblacion á los vecinos del estado llano y muy pocos individuos de las familias antiguas y nobles del país. Entre los que mas se distinguieron entonces fueron Don Andrés y Don Melchor Rodriguez, Don Diego Polanco, los hijos de Don Juan Reyes y otros que, animados por el amor de la patria, volvieron á congregarse, formaron compañías y acopiaron municiones con el objeto de defenderse, y seguidamente dieron parte al General Ferrand para que los auxiliase. Efectivamente, volvió éste á enviarles á Mr. Dervaux, y ya tranquila la ciudad, se sorprendió una carta que escribia el obispo Guillermo Mo

viell de Santo Domingo al General Clervaux exhortándole á volver á la capital. Persuadidos los santiagueses de que esto era una perfidia, y creyendo que en sus patrióticos sacrificios serian protegidos por España, á la que siempre volvian sus ojos, proyectaron sorprender la guarnicion francesa y á su jefe Dervaux y se juramentaron al efecto. Se dió el golpe; pero el edificio en que estaba acuartelada la tropa, que era la casa de Don Antonio Pichardo pudo resistir, y saliendo la gente á la plaza se trabó un combate á oscuras en que perecieron veinte y siete franceses y algunos dominicanos. Don Melchor Rodriguez sorprendió los cuarteles en donde estaban las municiones, y oyendo el tiroteo de la plaza proveyó de cartuchos á su hermano Don Andrés. La guardia del General Dervaux se defendió algun tiempo; pero al fin se entregó, lo mismo que la de otros puntos; y al amanecer vieron con indecible sentimiento unos y otros el estrago que entre sí se habian hecho los que militaban bajo una misma bandera. Quedaban detenidos el General y la tropa, que se retiró á un cuartel, lamentando la fatal equivocacion que habia ocasionado aquella desgracia; pero los heridos tomaron el camino de la Capital y denunciaron al General Ferrand que aquel atentado se habia cometido de acuerdo con los negros.

Formóse el correspondiente sumario, fundado en la consabida delacion, y se dió cuenta al General Ferrand que aprobó lo actuado. Recibió á Mr. Dervaux de mal talante y autorizó á los naturales á que escogieran por jefe al que mereciera su confianza, como lo hicieron seguidamente los oficiales y notables del pueblo, recayendo la eleccion en Serapio Reynoso de Orbe, pardo, de educacion y gran valor,que fué confirmada por el gobierno, festejándose la toma de posesion del jefe nativo. Sin demora se ocupó éste en guarnecer los cantones y acopiar municiones para el abastecimiento de las tropas, y los vecinos se dedicaron otra vez al cultivo de sus haciendas, creyendo que habia pasado la borrasca. Pero este período de tranquilidad duró sólo hasta el dia 26 de febrero 1804; en que se apareció en Santiago Don Francisco Reyes, enviado del General Cristóbal (á quien habia sorprendido en su hacienda del Hospital en el Despoblado) con un pliego para los jefes que mandaban en Santiago, en el cual les manifestaba que trataba de pasar con su ejército, en número de nueve mil hombres, por Santiago para reunirse con el General Paul Louverture que seguia por la banda del Sur para apoderarse de la capital de Santo Domingo, ocupada por los franceses; que facilitándoles el paso, serian respetados en sus personas é intereses, pero que de lo contrario pasaria á todo el mundo por la espada sin perdonar ni á los niños.

Reuniéronse los jefes para deliberar; y Reynoso de Orbe, sin embargo de las dificultades que habia que vencer para impedir el tránsito de los negros, no queriendo que los franceses vieran confirmadas las sospechas á que habia dado márgen el suceso relativo al General Dervaux y su tropa, sostuvo que era preciso resistir. Pero para ganar tiempo en los preparativos de defensa, pidieron al General Cristóbal tres dias de término para contestar. Dada la

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