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caba. Cuando se veian dueños de alguna nave mas grande se arrojaban á alta mar á interceptar los barcos mercantes, despues de haber saqueado las haciendas y los hatos de las costas si no encontraban quien los proveyera. Eran regidos por un reglamento, que firmaba el capitan y al cual se sujetaban con el mayor rigor. (1)

Bajo aquel contrato obraban formando sociedad cada dos individuos para auxiliarse mútuamente en sus enfermedades con el pacto de que por muerte del uno seria heredero el otro, denominándose entre sí hermanos de la costa.

Por otra parte todos se sometian ciegamente á las órdenes del jefe.

El ya citado filibustero Mr. Oxmelin refiere el modo con que procedian al hacer las presas y dividirlas. Dice este que cuando los aventureros descubren algun buque le dan caza, se dispone el cañon, se preparan las armas y la pólvora, se hace oracion, particularmente si el barco es español, para pedir á Dios con fervor les diese victoria y dinero, como si fuese la suya la mas justa de las guerras. Despues se acuestan boca abajo quedando solo en pié el capitan y dos mas para atender à la maniobra, y de esta manera se dirigen á la embarcacion, haya ó no fuego, hasta apresarla. Rendido el buque curan á los heridos y se encaminan á la Tortuga, en donde se dividia la presa por partes iguales á presencia del Gobernador, á quien se pagaban los derechos que tenia impuestos. Dividida la presa se dedican al juego, los festines ú otros desórdenes, y añade el mismo autor, que uno de los puntos mas á propósito para estos asaltos eran los cayos del Sud de la isla de Cuba, porque encontrando allí buenas carnes de tortuga se mantenian abundantemente y vigilaban los derroteros de todo el comercio de Costa Firme y Méjico.

La tercera clase de aventureros se llamaban habitantes y la formaban aquellos que vinieron de San Cristóbal y las otras Antillas, entendidos en algunos ramos de agricultura. Renunciando á la peligrosa vida de sus compañeros, se dedicaron estos á las labores del campo en el benéfico clima de la Tortuga y costas de Santo Domingo que eran sumamente feraces, y escojieron con preferencia el fondo de la bahía de Cul-de-Sac como lugar mas retirado de los españoles que los inquietaban, y comenzaron desde luego el fomento

(1) "Artículo 1o Se dará al capitan el primer buque que fuese apresado. 2o Al cirujano doscientos escudos para medicinas haya ó no presa, y en el primer caso le corresponde un lote en el dividendo.

3o A los demás individuos partes iguales en la presa, dándose al que se distinga un premio ó una cuota particular.

4° El que descubre la presa tiene cien escudos.

5o El que pierde un ojo cien escudos y un esclavo.

6o Por la pérdida de ambos seiscientos escudos y seis esclavos.

7o Por la de la mano derecha 6 brazo doscientos escudos y dos esclavos.

8o Por la de ambos seiscientos escudos y seis esclavos.

9o Por la de un dedo ú oreja, cien escudos ó un esclavo.

10° Por la de un pié ó una pierna doscientos escudos y dos esclavos

11o Por ambos seiscientos escudos y seis esclavos.

de Leogane y sus alrededores. Principiaban su habitacion como los demás filibusteros, bajo el mismo órden de asociacion entre cada dos individuos y con el convenio de heredarse. Pedian tierras al Gobernador de la Tortuga, quien nombraba un oficial encargado de señalarles cierta extension de terreno. Hecho el primer desmonte fabricaban sus bohíos y sembraban legumbres, patatas, yucas, plátanos y guineos que cercaban con empalizadas y luego con los comprometidos que habian podido adquirir se entretenian en la siembra de tabaco, calculando en dos mil piés el trabajo de cada persona. Recogidas las cosechas en ranchos hechos al efecto las enviaban á Francia y con su producto conseguian en retorno las herramientas y enseres necesarios para la habitacion, hachas, machetes, azadones, ropas, licores y comestibles. Hacian el mayor empleo en hombres comprometidos que conducian para los trabajos. Estos eran vendidos á otros habitantes ó puestos bajo las órdenes de un mayoral que los gobernaba con el látigo ó bejuco, ocupándolos en todos los menesteres y sin concederles otro descanso que el del dia de fiesta. Bajo esta órden se principiaron las habitaciones de tabaco y mas adelante la de cañafístola y azúcar.

Estos habitantes eran los mas pertinaces en adelantar sus labores en los terrenos de la isla, usurpando por ambos rumbos del Norte y del Sud lo que podian; pero los españoles, tenaces y resueltos á oponerse á esta contínua invasion recorrian todos aquellos puntos y perseguian y destruian á los habitantes sin piedad. El rio Dajabon, llamado desde aquella época Massacre y todas sus inmediaciones fueron testigos de los estragos mas tremendos. En sus aguas En sus aguas fue degollada una partida de bucaneros que lo vadeaban cargados de pellejos de reses. En punta de Pino cerca de Bayajá fué destruida otra partida de bucaneros que cazaban bajo las órdenes de un M. Foré, y de ellos solo uno pudo salvarse para ser portador de la nueva. En Guaba, Leogane y otros puntos acontecia lo mismo porque eran perseguidos con indecible teson en cualquier paraje en que aparecian. Tenian entonces los españoles una poblacion que daria quince mil hombres de armas; y como en las montañas del Bahoruco existian mas de mil doscientos negros fugitivos que se habian refugiado allí desde el tiempo del Cacique Enrique, tambien se les hacia cruda guerra para reducirlos, de modo que el interior de la isla y sus costas del Norte y Oeste eran teatro de contínuos y sangrientos combates, mientras que las regiones del Este y Sur permanecian tranquilas. La capital de Santo Domingo presentaba el risueño aspecto de una poblacion pacífica y floreciente. Hasta los eclesiásticos bajo la jurisdiccion de los Arzobispos que se sucedieron en el mando, Don Francisco de la Cueva y Maldonado, Don Juan Escalante y Mendoza, Don Fray Domingo Fernandez Navarrete y Don Fray Fernando Carvajal y Rovera eran ricos con grandes haciendas y bienes considerables. Hasta la clase religiosa sustraida por su instituto de los bienes que gozaban los seculares, vivian en la isla con comodidades de que estaban privados los habitantes de la medianía.

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El viajero inglés capitan Roberto Boile, que publicó sus viajes en diferentes partes del mundo, describe la capital de Santo Domingo con los colores mas alegres, admirando las comodidades y goces de sus habitantes y ponderando sobre todo el lujo de los religiosos de los conventos. Los frailes y religiosos, dice aquel, viven en la Española con mas lujo y comodidad de la que puedan gozar otros en ninguna parte del mundo.

Es notable otro párrafo de la historia contemporánea del citado Boile, porque fija la época en que principiaron los franceses sus primeros establecimientos agrícolas. "En estos dias, dice Boile, van formando los franceses algunas plantaciones en la isla en terrenos que se han ido apropiando poco á poco, porque hasta ahora no habian sido mas que cazadores y no muy ricos." Esto prueba que durante el mando de los Mariscales de Campo Sres. Don Juan Balboa, Don Pedro Carvajal, Don Ignacio Zayas Bazan, Don Francisco Segura y Don Andrés de Robles que gobernaron desde el año de 1655 hasta el de 1690 principiaron los franceses, á fijarse sólidamente en una parte de la isla, fundando fincas rurales de que no hicieron caso al principio los españoles. Esta tolerancia envalentonó naturalmente á los habitantes que reunidos á los filibusteros y bucaneros se atrevieron luego á idear proye ctos de invasion contra la parte española. Estos fueron realizados de la maneFa que dirémos mas adelante.

CAPITULO III.

Expedición al mando de Mr. Delisle contra Santiago de los Caballeros. Su rescate y retirada de los franceses.-M. d'Ogeron pasa á Paris ý regresa á la isla con nuevas instrucciones, entre ellás la conclusion del trato y comercio con los holandeses.-Comienzan las hostilidades y se alista la expedicion para la toma de Curazao.—Naufragio de M. d'Ogeron en la costa de Puerto Rico y sú atrevida resolucion para regresar á Samaná.-Restituido á su empleo forma una expedicion para salvar los prisioneros de Puerto Rico, se dispone á defender á Leogane amenazado por el Presidente de Santo Domin go, y pretende conquistar la Capital.-Prepara dos expediciones para colonizar á Samaná y Tiburon.-Se establecen los filibusteros y bucaneros en la primera, y aumentan su poblacion con mujeres europeas.-Vuelve d'Ogeron á Francia donde fallece y le sucede M. de Poinci.-Sucédele M. de Cussy y principian á regularizar los franceses la poblacion en la parte usurpada de la isla de Santo Domingo.

L primer punto á que se dirigieron los filibusteros fué la ciudad de Santiago de los Caballeros. Su bella situcion, la fertilidad de sus campos á orillas del Yaque, la hermosura de sus casas, iglesias y otros edificios, su gran comercio de sebos, carnes, cueros y tabacos, y la corta distancia de catorce leguas que median de ella al mar, fueron los móviles principales de los invasores.

Nombró M. d'Ogeron jefe de la expedicion á un capitan filibustero nombrado Delisle, hombre de valor, que se dirigió á Puerto de Plata con 500 hombres y de allí á Santiago. Los habitantes, que no estaban prevenidos, se vieron obligados á retirarse á la ciudad de la Vega, y así pudieron los filibusteros matar mucho ganado en los campos y causar otros daños en las iglesias y casas particulares, y para evitar que la ciudad fuese incendiada acordaron los vecinos rescatarla por la cantidad de $25000. Se retiraron los invasores y continuaron las hostilidades por todos los mares de las Antillas hasta que se celebró la paz de Aix la Chapelle

Entonces pasó á Francia Mr. d'Ogeron y dió cuenta al ministro Colbert de los progresos que hacia la nueva colonia; y aunque este era de parecer que se construyera un fuerte con guarnicion correspondiente, Mr. d'Ogeron le hizo ver que seria inmediatamente

destruido por los españoles, y que para defenderse de sus lanzas no habia mejores fortalezas que los montes y malezas. Se le despachó nuevo título de Gobernador y regresó á Sto. Domingo donde encontró una abierta oposicion á las órdenes de la corte relativas al comercio con los holandeses. Acostumbrados los colones al tráfico libre y franco, se les hacia muy duro sujetarse á las restricciones que la Compañía de las Indias Occidentales establecia para lo sucesivo. tal extremo llegó la oposicion que el Gobernador tuvo que ocurrir por socorros al comandante general de las islas de barlovento, y llegó á tal punto su desesperacion que propuso al Gobierno se desalojase la isla para establecerse en la Florida y las costas que ocuparon posteriormente los ingleses con el nombre de Virginia y Carolina; y con motivo de esta propuesta declara que habia entonces como doscientos cincuenta habitautes establecidos en Port Margot, Guarico, Port-Paix y Cul-de-Sac, y que la demás gente que no tenia establecimiento era aguerrida y sin hogar.

Se apaciguaron los ánimos despues de varios encuentros, y decretada una amunistía general, sobrevino la guerra entre frauceses y holandeses. A consecuencia de este cambio quiso el comandante. general de las Antillas apoderarse del peñon de Curazao, donde se habian establecido algunos holandeses que hacian el comercio con la costa firme española, y al efecto envió órden á d'Ogeron para que le auxiliase con todos los filibusteros y bucaneros de la Tortuga y costas de Santo Domingo. Salió la expedicion compuesta de cuatrocientos hombres y de su teniente M. de Poinci. Pero la empresa se desgració en la costa de Puerto Rico, á diez leguas de la capital, adonde se dirigió M. de Poinci para pedir al Gobernador de la isla medios para avisar á M. de Bas, que reunia á los expedicionaries en la isla de Sta. Cruz.

Ya tenia el Gobernador de Puerto Rico noticia del naufragio y dió sus órdenes para retener á los franceses, contestando á M. de Poinci que daria cuenta del suceso al Señor Don Andrés de Robles' Presidente de Santo Domingo, y prendiendo á los emisarios. Instruido de esta ocurrencia d'Ogeron en la costa donde permanecia con tres hombres determinados, se apoderó de una canoa y sin velas ni remos se arrojó al mar, trasladándose á la costa de Samaná que no estaba distante. Allí le recibieron algunos bucaneros de los que estaban preparando carnes en aquellos parajes y en la península. Malograda la expedicion é ignorándose en la Tortuga y en Goava, residencias del gobierno, el paradero del Gobernador d'Ogeron, M. de Bas que era el Jefe Superior, nombró en su lugar á M. de la Rivière. Poco despues logró M. d'Ogeron trasportarse á la Tortuga desde Samaná, y fué recibido con aplausos, porque era muy querido, y repuesto luego en su mando. Al punto trató de rescatar á su sobrino y compañeros prisioneros en Puerto Rico, pero una escuadrilla que despachó con este objeto, fué desbaratada por un huracan. Tambien puso en movimiento las tropas de su mando, porque supo que el Presidente de Santo Domingo habia formado un Camino practicable hasta Leogane, una de las primeras poblaciones

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