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mismos que debieran conteuer por su interés propio la emigracion á estos países, contribuian á ella directamente fomentando las empresas marítimas que se dirigian á aquellas costas y organizando y enviando expediciones militares que contribuyeran al natural desarrollo del continente de América.

¿No es este hecho aunque sorprendente, un fenómeno natural en el órden económico de los pueblos? ¿Podian los Dominicanos evitar la situacion á que habia llegado la isla con el descubrimiento del Continente? ¿Cuál habria sido la suerte de la industria en América, si privada de su principal elemento en Santo Domingo quedara allí adormecida y olvidada de su grandioso porvenir? No sucedió así: ese instinto de los pueblos siempre impelido á cumplir su destino, ante un espectáculo tan grandioso como presentaba una extension inmensa de territorio llamada á explotarse, debia atraer todas las atenciones, dando á cada fraccion su hora y oportunidad. Santo Domingo, el primero de los países conquistados y en cuyo regazo nacieron las primeras reglas económicas que fundaron el sistema mercantil, viene á ser el primero de los países de América que ensaya las desviaciones de la ciencia bácia el sistema de los economistas franceses 6 sea el sistema agrícola, y con ellos, siguiendo paso á paso á la ciencia, verémos impreso en la historia de ambas partes de su territorio un testimonio de las ideas y del espíritu económico y político de estas épocas pasadas. Si la parte española fué el plantel del sistema mercantil, la parte francesa vino á serlo en tiempo de Luis XIV del sistema de Quesnay y de los economistas franceses; en ellas fructificaron las semillas de las primeras doctrinas, y la historia puede consignar hoy que los grandes progresos de la ciencia en los varios ramos que comprende tuvieron eu esta isla un vasto campo de ensayos y de experiencias que sirvieron para sentar sus mas nuevos y brillantes corolarios. Una naturaleza espléndida, un desarrollo contínuo y un espíritu proporcionado á las grandes empresas debian producir resultados que enriquecieran y acabalaran la ciencia. Y reconocer, en resúmen, que esas contínuas alternativas de progreso y atraso en largos períodos no eran mas que la preparacion de un brillante porvenir. Si Santo Domingo decayó en unas épocas, en otras levantó con orgullo su cabeza, ocupando siempre un lugar distinguido en la historia de la ciencia y en la historia general de América.

Gobernando el Señor Don Alonso Arias de Herrera, y regenteando la mitra arzobispal Don Fray Juan de Arriola en 1560, se supo en Santo Domingo la abdicacion del Emperador Carlos V en su hijo Felipe II, retirándose aquel al monasterio de Juste de los Padres Jerónimos en la ciudad de Placencia; lo mismo que el fallecimiento del insigne obispo de Chiapa, Fray Bartolomé de las Casas. Ambos acontecimientos habian producido gran sensacion en la isla porque uno y otro habian influido notablemente en su bienestar y adelantamiento. Habia acontecido tambien en el año ante-rior de mil quinientos cincuenta y siete bajo el gobierno interino del Oidor mas antiguo, el Sr. Maldonado, por ausencia del Capitan Ge

heral Don Antonio Osorio y nombrado Arzobispo el Sr. Don Juan de Ande y Carvajal, el fallecimiento de Gonzalo Fernandez de Oviedo.

Este español coetáneo del primer Almirante, que servia en la casa Real á los Reyes Católicos en Granada, donde se hallaba presente cuando regresó el Almirante de su primer descubrimiento, obtuvo el año de 1513 el empleo de Veedor de la fundicion de oro de Tierra-firme. Mas adelante acompañó á Pedro Arias Dávila en su Gobierno de Darien y obtuvo poco despues el cargo de Gobernador de Cartagena de Indias, y por último vino á Santo Domingo en donde se estableció obteniendo el empleo de Alcaide de la Fortaleza ú Homenaje.

El Sr. Don Martin Fernandez de Navarrete en su introduccion á la Coleccion de los viajes y descubrimientos que hicieron por mar los españoles á fines del siglo quince, dice que Oviedo de regreso á España fué electo cronista general de Indias, y que murió en Valladolid el año de 1557 de edad de 79 años.

Eu este relato noto una equivocacion manifiesta, porque Oviedo murió en Santo Domingo, como lo acreditan documentos auténticos que conservo en mi poder. (1)

Los datos mencionados en la nota abajo transcrita, además de

Yo Miguel Morillo de Ayala, Escribano del Juzgado de los Sres. Ofi ciales de la Real Hacienda de esta Ciudad de Sto. Domingo, en cumplimiento del auto de arriba proveido por su Señoría el Sr. Presidente, de un libro antiguo de traslado de Cédulas Reales que está en la Real Contaduría de esta dicha Ciudad, hice sacar y saqué uno de los que en dicha peticion se piden, su tenor del cual es como sigue.-En la muy noble y muy leal Ciudad de Santo Domingo de la Isla Española á 27 dias del mes de Junio de 1557 años, habiendo fallecido la noche antes y pasado de la presente vida Gonzalo Fernandez de Oviedo, Alcaide por S. M. de la Fortaleza de esta dicha Ciudad, el ilustre Señor Licenciado Alonzo de Maldonado Presidente de S. M. en esta Real Audiencia y Chancillería, que al presente reside en ella por fin y muerte de los Oidores, fué á la fortaleza de esta Ciudad donde halló muerto al dicho Gonzalo Fernandez de Oviedo y para poner en la dicha fortaleza el recaudo que convenga, y por cuanto su S. M. por una Real Cédula despachada en Valladolid á diez dias del mes de Junio del año pasado de mil quinientos veinte y tres años tiene mandado que el Presidente y Oidores de esta Real Audiencia, y á sus Oficiales de esta Isla, que si acaeciere vacar cualquiera de las Alcaidías de las fortalezas de esta Isla, entretanto que provée de persona que use y tenga el tal oficio, que todos juntamente por voto y parecer de la mayor parte nombren la persona que les pareciere que podrá tener en depósito é servir bien la tal fortaleza que ansí estuviere vaca, segun que esto y otras cosas mas largamente en la dicha Real Cédula se contiene, por tanto en cumplimiento de la dicha Cédula Real es que hizo llamar y juntar en la dicha fortaleza á los Oficiales de S. M. conviene á saber: Alvaro Caballero, Contador y el Tesorero Alonso de Peña, y el Veedor y Factor Juan del Junco, los cuales todos juntos platicaron con su Señoría el dicho Señor Presidente para nombrar persona que tuviese á su cargo la dicha fortaleza, y porque fueron informados que S. M. tiene fecha merced á Don Rodrigo de Bastidas de que sea Alcaide de la dicha fortaleza con que sirva el dicho oficio siendo de edad de veinte y dos años, é porque el dicho Don Rodrigo de Bastidas de presente no tiene la dicha edad, y porque la dicha

contener el curioso formulario del pleito homenage que hacfan fos Alcaides de las fortalezas en la Española, confirman el fallecimiento de una persona en quien concurrieron las cireunstancias de haber sido uno de los principales pobladores. Fué hombre de grandes

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fortaleza haya todo buen recando, y conformándose con la dicha Cédula Real, todos de un acuerdo y parecer votaron y dieron sus votos á Fernando de Hoyos, vecino de esta dicha Ciudad y padre del dicho Don Rodrigo de Bastidas para que asista en la dicha fortaleza y tenencia de ella y la sirva hasta tanto que el dicho Don Rodrigo de Bastidas tenga edad de los dichos veinte dos años como S. M. lo manda.-El Licenciado Alonso Maldonado.—Alvaro Caballero.-Alonso de Peña.-Juan del Juneo. Y luego incontinenti Su Señoría del ilustre Señor Presidente y los dichos Oficiales de S. M. hicieron parecer ante sí al dicho Fernando de Hoyos é por virtud de la dicha provision en que S. M. tiene fecha merced de la Alcaidía de esta fortaleza á dieho Don Rodrigo de Bastidas, con que su Señoría el dicho Señor Presidente, como caballero hijodalgo le tome el pleito homenage que suele y acostumbra hacer; por tanto por virtud de la dicha provision en nombre de S. M. estando presente el dicho Fernando de Hoyos, le tomó é recibió el dicho pleito homenage en la manera siguiente: Yo Fernando de Hoyos como hijodalgo que soy en manos del ilustre Sr. Licenciado Alonzo Maldonado Presidente de Su Magestad de esta Real Audiencia, caballero hijodalgo que es, hago pleito homenage una, dos y tres veces segum fuero é costum bre de España, á la Sacra Cesárea Católica Real Magestad del Rey Don Felipe Nuestro Señor y á sus sucesores en los Reinos é Señoríos é corona de España por la fortaleza de esta Ciudad de Santo Domingo de la Isla Española que soy entregado de ella como de suyo se contiene, y prometo de la guardar con toda fidelidad, y que pondré toda la diligencia y solicitud necesaria para que por fraude ni engaño ni en otra manera no pueda ser tomada y lo trabajaré de defender y defenderé hasta la muerte, y si me fuere querida tomar é fuere cercada é combatida y que por temor de la muerte ni á mí ni por ver matar á mis hijos ni por otro temor ni causa alguna yo no la dejaré de defender, ni la entregaré ni mandaré á entregar á quien no deba salvo á quien por Su Magestad me fuere mandado, é otro sí prometo de la dar é entregar á la dicha Sacra é Cesárea y Católica Real Magestad de dicho Rey nuestro Señor, irado y pagado, y á quien su especial mandato tuviera y no en otra manera, y en todo haré y cumpliré lo que dicho é soy obligado, é como los Alcaides y tenedores de fortalezas son obligados por derecho é fuero é costumbre de España, so pena de caer en mal caso é incurrir en pena de traicion y en las otras penas en derecho establecidas.-E así dicho é razonado por el dicho Fernando de Hoyos, el dicho ilustre Señor Presidente dijo que tanto cuanto podia é debia aceptaba y aceptó el dicho pleito homenage segun que lo habia fecho y otorgado, segun demás y cumplidamente era obligado á lo hacer por leyes é fueros de España, é le dió y entregó la dieha fortaleza y las llaves de ella, y el dicho Fernando de Hoyos lo pidió por testimonio á lo cual todos estuvieron presentes los dichos Oficiales de Su Magestad y el Ilustrísimo Señor Don Rodrigo Bastidas Obispo de San Juan, é Toribio de Badillo, é Pedro Vasquez de Milla con otros muchos que presentes estaban.-El Licenciado Alonzo Maldonado.-Fernando de Hoyos, é Nicolás Lopez Escribano de Cámara de Su Magestad y de la dicha Real Au diencia fué presente é fice aquí este mi signo en testimonio de verdad.—-Nicolás Lopez, Escribano de Cámara y de Registros.-Asentóse este acuerdo nombramiento de Alcaide de la dicha fortaleza en este libro Real de Su Magestad que es á cargo de mí el Contador Alvaro Caballero en veinte y

Inces y distinguido historiador, y entre varias obras que publicó debe merecer distincion marcada la que intituló Historia general de las Indias y Tierra-firme del mar Océano. En ella describe como testigo presencial y con las mas minuciosas circunstancias todo lo referente á Santo Domingo. La Real Academia Española en el prólogo que precede á la referida obra, manifiesta que entre los escritores primitivos de Indias debe preferirse la impresion de las obras de Oviedo porque habia vivido largo tiempo en el suelo del Nuevo Mundo, y por lo tanto las consideraba revestidas con la autoridad de un testigo que narraba los acontecimientos que presencia, debiendo en este concepto ser reputadas sus obras como irrecusables testimonios, etc. Dejó Oviedo en Santo Domingo una descendencia distinguida por sus virtudes, riquezas y categoría, que se ha conservado hasta nuestros dias bajo el apellido de Caro y Oviedo de Torquemada, con mayorazgo en Castilla la vieja y en la Española, los cuales posee actualmente el Señor Don Manuel de Sequeira y Caro Oviedo de Torquemada, Asesor militar en Matanzas, Isla de Cuba; habiéndose hecho notable por su posicion social el Señor Almirante Real Don Ignacio Perez Caro y Oviedo, Presidente Gobernador y Capitan General de la isla de Santo Domingo, el brigadier Don Ignacio Caro, su hijo, su nieto el coronel Don Ignacio Caro, comandante del castillo de Atarés y Gobernador de los Cuatro Lugares en la Isla de Cuba, y su biznieto el Señor Don Francisco Javier Caro, Consejero de Indias, albacea testamentario del Señor Dou Fernando VII y nombrado por el mismo para consejero de su viuda la Señora Doña María Cristina de Borbon.

El año de 1597 y por muerte del Ilustrísimo Señor Dávila y Padilla, fué nombrado para el Arzobispado Dou Cristóbal Rodriguez. Durante su administracion continuaron las desgracias y contratiempos que concurrieron mas adelante á acelerar la decadencia de la isla. Los temblores de tierra se hicieron sentir por todas partes y la ciudad episcopal de la Vega fué destruida en sus fundamentos. Era muy populosa y como perecieron muchos bajo los escombros no quisieron reedificarla y se trasladaron sus habitantes á otros lugares; un pequeño número de estos levantó la ciudad que existe hoy á media legua del lugar donde estuvo la antigua, visitada hasta el dia por los viajeros curiosos que no pueden menos de conmoverse al ver el aspecto sombrío que prestan árboles corpulentos á las tristes y estupendas ruinas de aquella hermosa ciudad. De entre ellas fué sacada y se conserva aun, la Cruz de la

siete dias del mes de Junio de mil quinientos cincuenta y siete años. Segun que lo susodicho consta y parece del dicho traslado de la dicha Cédula como está en el libro antiguo que está en la Real Contaduría de esta Ciudad á que me refiero, y para que de ello conste de pedimento de dicho Don Rodrigo de las Bastidas Fuenmayor Alcalde Ordinario de esta Ciudad, y por mandado de su Señoría el Sr. Presidente doy el presente que es fecho en la Ciudad de Santo Domingo de la Española en diez y siete dias del mes de Octubre de mil seiscientos cuarenta y ocho años, en fé de lo cual que dicho es, hago mi sig. no en testimonio de verdad.-Miguel Morillo y Ayala."

Vega y un retablo de Nuestra Señora la Antigua de Sevilla. La primera reliquia es el trozo mayor de la cruz que plantó el Almirante y en que se dice que sucedió la aparicion de la Santísima Virgen, que habiéndose conservado en la Catedral de la Vega bajo un relicario de filigrana, fué trasladada en esta ocasion á Santo Domingo donde aun se couserva para adoracion de los fieles. El cuadro de la Antigua es probablemente el que existe colocado en un altar de la Vega nueva, y segun la constaute tradicion, el mismo que trajo de España el Almirante y al cual hacia sus preces.

No fué la ciudad de la Vega la única que se arruinó con el tremendo sacudimiento; la ciudad de Santiago de los Caballeros que estaba edificada en la llanura que forman las estancias de Jacagua y Gurabito cayó de cimientos, y sus moradores se vieron en la misma necesidad que los de la Vega. Los hidalgos y habitautes mas acomodados se trasladaron á Puerto de Plata que era un lugar muy concurrido por su comercio en la costa del Norte; pero los mas industriosos se ocuparon en reedificar la ciudad mejorando sin duda su posicion, por haberlo realizado con sumas ventajas, entre ellas la de su mayor proximidad al Yaque que la baña por Sur y Oeste, terminando en una llanura ó sabana extensa y vistosa por el Norte,

Otra calamidad no menos formidable vino en seguida á acrecentar la afliccion de los habitantes de Santo Domingo. Era Gobernador y Capitan General Don Diego Gomez de Sandoval y administraba el Arzobispado Don Fray Pedro Soler cuando se desarrolló por segunda vez la enfermedad de las viruelas con el horroroso aspecto y fatales consecuencias que acompañaron á la primera invasion. Los mismos defectos de abandono, apatía y terquedad de la raza india y mas que todo la ignorancia del arte para procurar remedio al mal produjeron los mismos efectos que se notaron durante la primera aparicion de esta enfermedad. Los restos de los indígenas que se habian salvado de aquella grave enfermedad perecieron entonces. La raza desapareció casi enteramente, no quedando de ella mas que un número insignificante reunido en el pueblo de Boya. Allí tenia su residencia el cacique Don Enrique á quien el Emperador habia agraciado con varias distinciones, y allí se refugiaron los pocos que no habian sido víctimas de la enfermedad, y algunos de los que de tiempo en tiempo venian de la Costa firme ó de sus islas á la Española para negocios particulares, Estos formaron el pueblo á pocas leguas de Santo Domingo, y allí ejercia el Cacique una jurisdiccion sobre los mestizos que gozaban el privilegio de indios, cuyo goce disfrutaron hasta los últimos dias.

No se limitó aquel mal á los indios solamente, Los negros africanos que se habian introducido, fueron diezmados por la peste y los españoles se resintieron en sus labores de la falta total de brazos indígenas y de la disminucion de los que se habian importado para suplir su falta.

Continuaban en Santo Domingo las vicisitudes, porque si

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