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cuales se habian entregado al mayor desórden pillando los restos que dejaron los españoles, la ciudad abandonada porque aun no habian regresado los que huyeron á los montes, y toda la poblacion en completa anarquía. En tan triste estado tomó las riendas del gobierno M. Dumas, y principió por hacer restituir á cada uno lo que probó ser suyo, nombrando para este objeto un juez y un procurador general que administrasen justicia en lugar del parlamento ó Audiencia, por no haber escapado con vida ninguno de los que la componian. Tambien nombró oficiales militares y escogió para estos cargos á los habitantes de mas reputacion; fomentó con celo la construccion de casas nuevas en el Guarico, con otras providencias de policía.

Revistó todo el distrito de su gobierno y formó las milicias, y por último instaló en el mando á M. de la Boulage, y se disponia á partir para su residencia de Cul-de-Sac, cuando llegó una nave conduciendo 300 emigrados de la isla de Santa Cruz á quienes habia dado pasaporte M. de Blenac. Mas humano M. Dumas los recibió con agrado, y los distribuyó en las habitaciones que menos habian sufrido, siendo los brazos de no poca ayuda para principiar el fomento de una poblacion agrícola como aquella.

M. Ducasse habia sido agente de la compañía del Senegal y tenia vastos conocimientos de la isla; estos fueron los títulos que se tuvieron en consideracion para nombrarlo sucesor de M. de Cussy. El se penetró muy pronto de las graves dificultades de su posicion y reconoció que lo mas difícil de su gobierno consistia en reducir la arbitrariedad con que se conducian los filibusteros, á tiempo que era preciso contemporizar con ellos porque eran ardientes enemigos de los españoles y los ingleses, y que con ellos podia dañarlos y atacarlos.

Procuró pues morigerar siquiera la conducta cruel que usaban con los prisioneros y por primera vez devolvió al gobierno de la Habana tres prisioneros hechos recientemente, con un oficio que decia así: "Uno de nuestros corsarios acaba de presentarme tres prisioneros de vuestra isla los que envio á V. S. y ellos podrán informaros de cómo los he tratado. Comencemos, Señor, á obrar de una manera diferente, pues que dependerá de vos y de los oficiales que mandan en las Indias, el que pongamos un término á los horrores de esta guerra. Debo tambien deciros que el Presidente de Santo Domingo obra con una crueldad que no tiene ejemplo, haciendo degollar á los prisioneros, y tratándolos de una manera bárbara hasta hacerlos morir de hambre, en los trabajos en que los emplea, y si él continúa haré lo mismo, bien que no tomaré ninguna providencia hasta no recibir respuesta de V. S."

Este oficio lo dirigió M. Ducasse despues de haber apurado sus contestaciones con el Presidente á quien encontró invariable y realmente ofendido de la conducta de su antecesor M. de. Cussy, á pesar que este habia pagado con su vida el saqueo de Santiago.

Fijó M. Ducasse su residencia en Puerto Paix, y allí formó la expedicion que salió contra Cartagena de Indias y despues otra con

tra la isla de Jamaica, de donde condujo una presa considerable de mas de tres mil negros, con los cuales se aumentaron extraordinariamente las fincas rústicas. Acaeció por estos dias el memorable terremoto de Jamaica del 19 de Junio de 1692, de que fueron víctimas mas de once mil almas. Puerto Real se sumergió con sus fortificaciones. Se fueron á pique todos los buques que habia en el puerto. Se destruyó la ciudad en sus cimientos, y las montañas inmediatas desplomándose bajaron á las llanuras. Los filibusteros franceses que habian invadido la isla sufrieron mucho, y su invasion contribuyó á hacer mas terrible la catástrofe. Ofendidos los ingleses de esta conducta, y bien sabedores del odio con que eran vistos y tratados los franceses por los españoles de Santo Domingo, se pusieron de acuerdo con estos para asaltar á Puerto Paix. Ya lo recelaba M. Ducasse, y en su correspondencia con el ministro M. de Pont Chartrain, le pedia refuerzos para defenderse y entretener á los ingleses; y envió otras dos expediciones á la Jamaica, sin que por eso dejasen de verificarse encuentros sangrientos entre los buques de ambas naciones.

Ignoraba M. Ducasse cuál seria el punto á donde podrian dirigirse los invasores y si darian el golpe los españoles é ingleses reunidos ó por separado. Comunicó sus órdenes á M. de Boulage, M. de Graff y demás jefes de los puntos que ocupaban en Santo Domingo, para que en caso apurado clavasen los cañones, quemasen los víveres y municiones y fuesen á reunirse en Puerto Paix; y ocupado en estas disposiciones supo que habian aparecido en 15 de Julio de 1695, en la bahía de Manzanillo catorce velas inglesas y españolas y que por tierra venia el ejército español bajo las órdenes de Don Pedro Manrique y de los capitanes Don Santiago Morel, Don Antonio del Monte Villafañe, Don Pedro Carvajal, y otros, componiéndose el ejército de cuatro mil hombres de desembarco y dos inil que venian por tierra. Inmediatamente dió aviso M. de Graff á M. de Boulage que las tropas habian hecho su reunion en la sabana de Limonade en donde años anteriores pereció M. de Cussy y su ejército. Procuraron los franceses del Guarico resistir el desembarco, pero lo llevaron á cabo los ingleses y unidos á los españoles volvieron á destruir el Guarico, degollaron á muchos en el calor de la riña y condujeron muchos prisioneros á Santo Domingo, entre otros, á Madame de Graff, mujer del comandante, que fué conducida á la capital con sus dos hijos. Los ingleses y españoles siguieron su expedicion por mar y tierra en direccion á Puerto Paix. Saquearon á Port Margot y Planemon, y M. de la Boulage puso toda su gente en armas, pero los aliados se apoderaron de las alturas; en la de Saint Ocien colocaron una batería de tres piezas de calibre de á seis, tres de á diez y ocho en la de San Bernardo, y en la mas inmediata al fuerte otra de seis piezas de treinta y ocho, montaron tres morteros y de este modo acribillaron la ciudad y el fuerte, mientras que se saqueaba el campo y aprisionaban los habitantes. El Gobernador General en Petit Goave de Cul-de-Sac estaba instruido de todo y no se atrevia á moverse receloso de que se dirigiesen aque

llas fuerzas contra él, y otras que se estaban preparando en la Jamaica. No pudieron resistir los sitiados. Clamaron al Gobernador para que dispusiese medios de transigir; pero este, de acuerdo con los jefes principales resolvió, hacer retirada, y la ejecutaron por medio de las emboscadas españolas, aunque con pérdida de mucha gente. Entre otros perecieron un francés renombrado por su valor y llamado M. de Bernanos, M. Dantzé y M. Paty, y pudo escapar M. de Lion, que mas adelante murió en Leogane. Todo el distrito de Puerto Paix finé saqueado y distribuida la presa entre españoles é ingleses, tanto de efectos como de personas, tocando á los españoles la mujer de Lorencin, la que permaneció prisionera en Santo Domingo á pesar de las reiteradas solicitudes de la corte de Francia, hasta que por fin fué conducida al Guarico por el Maestre de Campo Don Pedro Morel, comisionado por el Presidente para esta entrega. Los españoles regresaron á sus hogares cargados de despojos y si no acometieron á M. Decasse en Cul-de-Sac fué por lo avanzado de la estacion lluviosa y porque se anunciaban varios buques de guerra franceses en las costas de la isla. El descalabro sufrido lo repararon los franceses admitiendo á todos los habitantes de la isla de Santa Cruz, que la evacuaron y se establecieron en las llanuras recientemente asoladas del Guarico y Puerto Paix.

Los interesados en la posesion de la isla no eran ya un puñado de hombres de varios naciones. Eran súbditos franceses y los Reyes de Francia miraban con predileccion una isla que les prometia las mayores ventajas y desde entonces adoptaron todas las medidas convenientes para defender el territorio detentado y adelantar sus incursiones en lo restante. Libraron una órden que mandaba armar varios buques en el puerto de Brest, nombrando comandante de estas fuerzas navales al caballero d'Angiers, y estaba concebida así: "La empresa que los españoles é ingleses han hecho el año último contra mis vasallos establecidos en la isla de Santo Domingo, y los preparativos que están haciendo para volver, no dejan duda que tienen el proyecto de destruir enteramente esta colonia. Para prevenir este designio y volver contra ellos los mismos proyectos, he hecho armar en Brest dos de mis navíos y en Rochefort el Aguila, el Favorito, la Badine y el Logre, y os encargo mando de esta escuadra, etc." A esta seguian otras instrucciones referentes á las hostilidades que debian emplearse contra los españoles. M. d'Angiers hizo en efecto presas considerables. Pilló en las costas de Carácas y la Guayra novecientas mil libras de cacao, mas de noventa y siete mil pesos en vainilla, cochinilla y tabaco, y despues de un combate con la escuadra española á vista de isla de Vacas, regresó á Francia donde recibió la órden de ponerse bajo el mando de M. de Poincis. Este marino era comisario Real de la artillería y se le ordenó que al regresar á Francia, llevase de Santo Domingo una clase de tierra con la cual se habian hecho diversas pruebas que demostraron que con ella podian hacerse masas y trozos tan duros como el bronce cuando estaba seca y era dulce y manuable cuan

do húmeda. Salió de Francia para las Antillas M. de Poincis con una escuadra numerosa y trajo órdenes á M. Decasse para que lo auxiliase con todos los filibusteros. Era M. de Poincis persona caracterizada y de valor; y aunque fué recibido con las mayores demostraciones de aprecio, no dejó M. Decasse de presentarle varias dificultades para las empresas intentadas, hasta que al fin puestos de acuerdo, se embarcaron amigablemente. Era opinion de M. Decasse que la escuadra debia dirigirse á Puerto Bello para apresar las galeras españolas, pero M. de Poincis se negó á dirigirse á aquel punto por considerar que aquellas estarian ya navegando. Mas adelante supieron que los galeones estaban en aquel puerto por entonces, y se refiere que en esta ocasion dijo M. Decasse á Mr. de Poincis. "Ha sido fallo el golpe mas grande que pudo darse desde que los hombres navegan." En efecto, los galeones tenian á bordo por valor de cincuenta millones. Quisieron luego dirigirse contra Vera Cruz y San Juan de Ulúa, pero tuvieron por mas acertado enderezar á Bocachica, desde donde despues de varios sucesos y la toma de un fuerte marcharon contra Cartagena de Indias, se posesionaron de ella, é hicieron una presa considerable.

Quedó mandando en Santo Domingo las guarniciones de Guaba y Leogane el Conde de Boyssi Roynse, quien vino precipitadamente al Guarico, porque se insurreccionaron trescientos negros. Apaciguáronse estos con el castigo del cabecilla. Este fué el segundo movimiento de los africanos en la isla.

No cesaban entretanto los españoles dominicanos de hostilizar y perseguir á los franceses; les destruian los establecimientos agrícolas que emprendian y no transigian con ellos en ningun caso. Cuando el Gobernador M. Decasse regresó á la isla, decia en uno de sus despachos al Ministro de Guerra: "Los españoles no hacen "la guerra como se acostumbra entre cristianos. Separan la fami"lia y son extremadamente crueles, de modo que los habitantes ho"rrorizados se retiran al fondo del Oeste."

A principios del año de 1698 recibió M. Decasse aviso del tratado de paz que se habia celebrado en Riswick, y participó esta noticia al Gobernador de Santiago. Llegó oportunamente, pues ya habia salido el capitan Pichardo Vinuesa con 500 españoles de las cincuentenas y se hallaba en las llanuras del Guarico, sin que los franceses tuviesen medios de resistencia. Se retiraron las tropas y los franceses pudieron dar impulso á su colonia fomentando la isla de Vacas en el Sud. Fué nombrado Gobernador de aquella parte M. de Beauregard á tiempo que M. de Poincis y el Gobernador General recibian órdenes del Gobierno francés para que se diese fin á las correrías de los filibusteros, procurando que estos se estableciesen y formasen habitaciones, y, que si por la persuacion no se lograba, empleasen medios de coaccion, sirviéndose al efecto de los bajeles de S. M. que estaban sobre las costas de Santo Domingo. Nada se omitió en estas órdenes para hacer comprender que la mira del Gobierno se dirigia ahora á poblar la parte que ocupaban los franceses en la isla, sin pretender adquirir mas terrenos, y á establecer un

comercio activo con las colonias españolas. Fué en esto nombrado segundo jefe M. de Galifet. Este era provenzal, y en sus primeros años habia servido en la marina donde supo distinguirse porque estaba adornado de apreciables cualidades, y de grande inteligencia en la práctica del foro, lo cual le proporcionó extensas relaciones, y la adquisicion de bienes considerables. Acababa de establecer el Gobierno una compañía en la isla de Vacas con el nombre de San Luis sostenida contra la opinion de los Gobernadores Galifet y Ducasse, en razon de que aquellas costas desiertas se iban poblando, merced á un fuerte construido en la boca que forma aquella isleta con la costa de Santo Domingo.

Segun las disposiciones de la paz de Riswick, las posesiones de las dos naciones española y francesa quedaron en el mismo estado que cuando se rompieron las hostilidades. La incertidumbre de los límites fué de allí adelante la manzana de la discordia, porque los franceses querian llegar hasta las orillas del Guayubin, y los españoles que tenian hatos en aquellos despoblados pretendian arrojarlos á las costas del Oeste. Por eso cuando el Señor Don Pedro Morel de Santa Cruz condujo al Guarico la mujer de Mr. Graff, fué tambien comisionado para reclamar que se retirasen los franceses, y nada se logró por entonces.

Lo mismo sucedió en los gobiernos interinos del Sr. Don' Gil Correoso y Catalan y Don Severino de Manzaneda, quien hizo el mismo requerimiento, exigiendo que los franceses se retiraran y no pasasen de Caracol; y por un convenio especial quedó acordado que las vigías se colocasen cuatro leguas mas allá del Guayubin mientras sus gobiernos respectivos determinaban definitivamente los límites.

Mas adelante, mediante la paz consecuente al advenimiento del Duque de Anjou á la corona de España, los Gobernadores, despues de varias contestaciones, fijaban límites que por mucho tiempo eran reconocidos y visitados por comisionados especiales, que se nombraban para recibirlos de los que cesaban en el mando. Esta costumbre continuó sin interrupcion hasta la paz de los Pirineos en que se fijaron los límites por ambas cortes en un tratado solemne. Pero en el intervalo continuaron los españoles desalojando á los franceses cada vez que formaban algun establecimiento por la parte del Sur 6 la del Norte. Los Gobernadores franceses M. Ducasse y M. Galifet, sosteniendo en 1669, 1700, y 1701 las pretensiones de los colonos, dieron lugar á que fuesen destruidos los hatos que se habian tolerado en las orillas del Guayubin y que los franceses habian fundado, contando con la condescendencia del nuevo monarca. Pero éste con sobrada justicia ordenó en 14 de Julio de 1713 al Presidente y Real Audiencia, hiciesen evacuar todo lo que habian ocupado los franceses despues de su advenimiento al trono español.

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