PoesiasSpencer y Comp., 1855 - 48 páginas |
Otras ediciones - Ver todas
Términos y frases comunes
abismo abrasa acento adorada agita aguas aire alegre aliento alma amante amor ardiente aves azul bella beso blanca blando bosque brazos brillo brisa busca camino campo canto cielo ciencia colores contemplar corazon corona Corre Cuba Deja Dijo divino dolor dulce encanto entonces eres escuchar esperanza estrella eterna feliz fiero flores frente fuego gloria gozo grato hallé hermanos hermosa hijo hojas horas humano ilusion inmortal labios lágrimas lanza levanta llama llega lleno lleva llora luna madre memoria mirar mísero monte muerte mundo nace noble noche nombre nubes nuevo oculta ojos olvido orgullo oscuro palma paso pecho penas pensamiento pensar placer planta poder poeta profundo pura Quiero rayo recuerdo rico rosa saber seno sentir siente silencio sombra suave sublime suelo sueño suspiro tambien tarde temo tierno tierra torno vano veces velo verde versos viento vista vivo vuelo
Pasajes populares
Página 92 - ... mil olas, cual pensamiento rápidas pasando chocan, y se enfurecen, y otras mil y otras mil ya las alcanzan, y entre espuma y fragor desaparecen.
Página 92 - ¿Por qué no miro Alrededor de tu caverna inmensa Las palmas ¡ay! las palmas deliciosas, Que en las llanuras de mi ardiente patria Nacen del sol a la sonrisa, y crecen, Y al soplo de las brisas del Océano Bajo un cielo purísimo se mecen?
Página 37 - SER de inmensa bondad, Dios poderoso, a vos acudo en mi dolor vehemente; extended vuestro brazo omnipotente, rasgad de la calumnia el velo odioso y arrancad este sello ignominioso con que el mundo manchar quiere mi frente.
Página 37 - Todo lo podéis vos, todo fenece o se reanima a vuestra voz sagrada : Fuera de vos, Señor, el todo es nada, que en la insondable eternidad perece, y aun esa misma nada os obedece pues de ella fué la humanidad creada. Yo no os puedo engañar, Dios de clemencia...
Página 120 - En las nubes retumba despeñado el carro del Señor, y de sus ruedas brota el rayo veloz, se precipita, hiere y aterra al suelo, y su lívida luz inunda el cielo.
Página 6 - ¡Qué ingrato fui! — Pero bien Se vengó naturaleza: Aquella ingrata belleza Olvidóme con desdén. Vertí un mar de llanto: el alma No se me hallaba sin ella: Al fin una amiga estrella Dolióse y me puso en calma. ¡Oh, qué dolor tan agudo Es olvidar!... Pero al cabo, Rotos los grillos de esclavo Curóme el médico mudo: El tiempo, el tiempo veloz, Que tiñe nuestras cabezas De blanco, y tantas bellezas Deja sin luz y sin voz. De entonces acá me place Ver la escena matutina Segunda vez: —...
Página 92 - ... enfurecen, y otras mil y otras mil ya las alcanzan, y entre espuma y fragor desaparecen. ¡Ved! ¡llegan, saltan! El abismo horrendo devora los torrentes despeñados; crúzanse en él mil iris, y asordados vuelven los bosques el fragor tremendo. En las rígidas peñas rómpese el agua : vaporosa nube con elástica fuerza , , llena el abismo en torbellino; sube, • . gira en torno, y al éter luminosa pirámide levanta. y por sobre los montes que la cercan al solitario cazador espanta.
Página 120 - ¿Dó está el alma cobarde que teme tu rugir? . . . Yo en ti me elevo al trono del Señor; oigo en las nubes el eco de su voz; siento a la tierra escucharle y temblar.
Página 118 - ¡Cuál gozara al mirar su faz cubrirse de leve palidez, y ser más bella en su dulce terror, y sonreírse al sostenerla mis amantes brazos!... ¡Delirios de virtud!... ¡Ay! desterrado, sin patria, sin amores, sólo miro ante mí, llanto y dolores. ¡Niágara poderoso! oye mi última voz: en pocos años ya devorado habrá la tumba fría a tu débil cantor.
Página 92 - Océano bajo un cielo purísimo se mecen? Este recuerdo a mi pesar me viene. . . Nada, ¡ oh, Niágara !, falta a tu destino, ni otra corona que el agreste pino a tu terrible majestad conviene.