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taciones de gengibre, bija ó achiote, añil, cañafistola y algodou, que se continuaron cultivando hasta fines del siglo décimo sexto y por esas grangerías se mantuvo floreciente la isla durante los dos años del gobierno del Licenciado Cerrato.

Desde el año de 1548 fué nombrado para Presidente de la Audiencia, y Gobernador de la isla Don Alonso de Fuenmayor que regia los dos obispados de la Española habia diez años, en cuyas administraciones se grangeó el respeto y consideracion de sus feligreses. Ejerciendo las funciones del gobierno demostró su capacidad política y un celo extraordinario en los ramos de aquella administracion. Puso en planta la construccion de los muros que circundan la Ciudad con diez y seis fortines que debian contribuir con la fortaleza ó castillo del Homenaje á su defensa, y á precaver el atrevimiento de los corsarios franceses y de otras naciones que, no contentos con perseguir y asaltar los galeones y escuadras españolas en los recodos y mares de las Antillas, los invadian en los puertos con notable perjuicio de los intereses de la nacion.

En los apuros y disenciones de los conquistadores del continente no fué menos solícito el Señor Fuenmayor en prestar auxilio generoso. Sitiaba Francisco Pizarro la Ciudad del Cuzco en el Perú y habia ocurrido al Presidente de Santo Domingo para que le favoreciese, y éste, con extraordinaria actividad, reunió doscientos cincuenta voluntarios de la isla que armados y equipados se dirigieron al puerto del Callao en Lima bajo las órdenes de su propio hermano Diego de Fuenmayor y el capitan Pedro Vergara. Se distinguian entre los expedicionarios algunos nobles caballeros, como Don Pedro de Portugal, Don Martin de Guzman y otros que adquirieron mas adelante nombradía de valor en aquellos países. Era tradicion en la isla que en esta ocasion salieron de Puerto Plata los padres de Santa Rosa de Lima, y que la madre iba embarazada de la que despues obtuvo los honores de la canonizacion.

El régimen eclesiástico obtuvo entonces el arreglo definitivo que conservó hasta los últimos dias. Los obispados de Santo Domingo y La Vega reunidos en tiempo del Señor Fuenleal y que desempeñaba entonces el Señor Fuenmayor, tuvo á bien Su Santidad por pedimento del Emperador, reducirlos á uno solo para la isla, con el carácter y dignidad de Arzobispo Metropolitano de los Obispos de Cuba y Puerto Rico. Se designaron dignidades, canongías, raciones y medios, hasta el número de veinte y cinco personas para el servicio y esplendor de aquella Catedral, dotados el que menos con cinco mil pesos de las rentas decimales, prueba evidente de que aun no habia decaido la isla de su estado primitivo. El Arzobispo recibió el palio, é instaladas las dignidades, establecieron el servicio divino con una magnificencia semejante á la de su antigua Iglesia modelo, la Catedral de Sevilla, que se continuó sin interrupción á pesar de las vicisitudes de la isla, hasta su cesion á la República Francesa.

Ya se echaba de menos en la primera Capital de las Indias una verdadera Universidad. La disposicion y aplicacion de la generacion que sucedia á los pobladores las comprendió el Emperador, y que la enseñanza de las ciencias estaba reducida á los primeros rudimentos de lengua latina, filosofía y algo de teología moral que enseñaban los Padres domínicos, franciscanos y mercedarios de la isla, y tuvo á bien, de acuerdo con el Sumo Pontífice, mandar establecer Universidad ó estudios generales para la enseñanza de las ciencias, lo que no tuvo efecto hasta el año de 1551 en que se estableció la de Méjico. Ordenó el Emperador que la Universidad se fundase en el convento de los Padres domínicos predicadores para que se estudiasen todas las ciencias, gozando los estudiantes de los privilegios que tenia el estudio de la ciudad de Salamanca como era que los graduados en ella no pechasen, y otras exenciones de sus reglamentos, y para precisar la ereccion dispensó la gracia de dos mil pesos anuales de su Real Hacienda, destinados á los primeros gastos y á que se agregasen dos cátedras especiales de Sagrada Escritura y Teología Escolástica. Por esta benéfica providencia se estableció la real y pontificia Universidad de Santo Tomás de Aquino en la Española, y los frutos y resultados correspondieron á la importancia de la medida y á los deseos y aspiraciones de los naturales. Descollaron en ella hombres eminentes en muchos ramos del saber y de la literatura profana y eclesiástica, y el buen método y la aplicacion de los maestros y alumnos hizo floreciente aquel plantel adonde concurrieron los mas distinguidos estudiantes de toda la América.

La isla de Cuba, denominada en adelante Fernandina en lugar de Juana, como se llamaba hasta entonces, en aquellos dias se emancipaba de la tutela y dependencia en que se habia mantenido con respecto á Santo Domingo, como uno de los descubrimientos del Almirante; y los Gobernadores de Santo Domingo que le sucedieron presidian en todas sus disposiciones gubernativas, y la Real Audiencia en cuyo distrito se comprendia, determinaba de todos los negocios judiciales. Se estableció entonces la separacion en cuanto al Gobierno. Hernando de Soto, que se habia hecho célebre en las conquistas del Darien, Nicaragua, y sobre todo en el Perú, hizo asiento y contrata con el Emperador para conquistar y pacificar la Florida, en que habia fracasado Pánfilo de Narvaez. Las grandes riquezas que adquirió en el Cuzco y otros lugares del Imperio de los Incas, su valor militar y personal, su pericia, y sobre todo los recursos que podia facilitarle la inmediacion de Cuba le resolvieron á proponerlo, con la condicion de ejercer el gobierno de esa isla.

Otorgada la concesion se le agregaron muchas personas en España, y en diez naves surtidas de gente, armas y provisiones efectuó su salida en abril de 1538. Tocó en las islas Canarias y arribó al puerto de Santiago de Cuba en donde supo que el naciente pueblo de la Habana en la costa del Norte acababa de ser quemado por los piratas. Quiso el Adelantado de la Florida restablecerlo y

antes de su salida envió á un experto ingeniero nombrado Mateo Aceituno que pasase á la Habana á construir el fuerte que aun existe hoy situado en la plaza del Gobierno conocido con el nombre de La Fuerza, uno de los mas antiguos monumentos fundados por los españoles en la isla, y que de allí adelante contuvo la audacia de los corsarios y mas tarde la de los filibusteros. El Gobernador, despues de algunos dias que permaneció en Santiago de Cuba, agasajado allí y complacido por los habitantes de la isla entre los cuales se distiguió Vasco Porcayo, vecino de Trinidad, de noble familia y hacendado muy rico, que fué desde entonces fiel compañero de Soto, se dirigió á la Habana para tomar posesion de su gobierno.

Habia destituido del mando á Nuño Tobar y dispuso que los recienvenidos se hospedasen en las casas de los vecinos que se habian trasladado del Sur. En efecto, habia existido la antigua Habana en las inmediaciones del Batabanó en el punto llamado pueblo viejo; pero la invasion de una horrorosa plaga de hormigas que devoraban los animales y hasta los niños recien nacidos, los hizo ahuyentar y trasladarse á la banda del Norte, en las cabañas que tenian los pescadores en el fondo de la bahía y que se extendian por la costa hasta el rio de la Chorrera. Allí comenzaron los fundamentos de esta ciudad que ha llegado á ser una de las mas florecientes de América, con uno de los puertos mas cómodos y hermosos del mundo. Enriquecida despues por su agricultura y comercio y la cultura de sus habitantes, fué durante mucho tiempo la segunda de la América española por su ilustraciony su riqueza.

Luego que llegó el Gobernador Soto á la Habana preparó desde aquí su expedicion á la Florida. Delegó sus facultades gubernativas en la isla á las dos personas que ejercian anteriormente las Tenencias del gobierno, Francisco Guzman y Juan de Rojas: el último en union de su esposa Doña Isabel de Bobadilla, que estaba autorizada al efecto.

CAPITULO XVI.

EL NUEVO GOBERNADOR FUENMAYOR.

Año de 1550.

Polémicas entre el Padre Bartolomé de las Casas y Juan Ginés de Sepúlveda sobre la libertad de los indios.-Libros y opúsculos que se imprimieron sobre la materia y mútuas impugnaciones.—El Emperador se propone dar término á la cuestion.-Reune á los Consejos de Castilla é Indias, á los mas afamados teólogos y juristas.—Manifiestan los dos contendientes sus opiniones, y el Relator nombrado Fray Domingo de Soto, hace minuciosa relacion.—Querian los con ̄ tendientes alegar por escrito, y concedido el permiso, presenta sus argumentos Juan Ginés de Sepúlveda.

N la época á que nos hemos referido en el capítulo anterior, en que gozaba la Española los beneficios de la paz y sus consecuencias, mientras que en las provincias del continente ocurrian las dificultades y disturbios de que tambien hicimos mencion, se agitaba en la Española el año anterior de 1550 la cuestion literaria y jurídica que hasta entonces habia sido fecundo manantial de disputas entre los diversos partidos. El Padre Bartolomé de las Casas, sostenedor constante de la libertad de los indios, que era en aquellos dias Obispo de Chiapa, dirigió á los confesores de su obispado un libro pequeño titulado El Confesonario, cuyas doctrinas conocidas en la Península se consideraron perjudiciales, y se le mandó venir á Europa á dar cuenta de su conducta pastoral, á pesar de los setenta y dos años de edad que ya le agoviaban. Presentado el Obispo ante el Consejo se descargó verbalmente y ofreció hacerlo por escrito, manifestando los fundamentos de su opinion, como lo ejecutó presentando un breve opúsculo en que reducia á treinta proposiciones el conjunto de la doctrina que habia proclamado en su libro. El Consejo de Indias pareció satisfecho, bien que muchos de los principios fuesen ultramontanos, de los que en el dia son rechazados por la buena crítica. Pero existian otras obras de escritores ilustres y profundos que no perdonaban las que el Consejo consideró justas y racionales, y preciso era que el Padre Casas se declarase abiertamente su antagonista y que con sus vastos conocimientos prácticos fuese el que sostuviera la polémica contra ellos.

Entre los impugnadores de la doctrina cuestionada se distinguia el célebre Juan Ginés de Sepúlveda, capellan y cronista del Emperador, que con discrecion y sabiduría se propuso sostener y probar en un libro que dió á luz con el título De Justis belli causis, que el Emperador Carlos V y los demás Reyes de España tenian justicia y título legítimo para hacer guerra á los indios, conquistar por las armas su territorio, y subyugar sus habitantes de suerte que ya sujetos á su soberanía, oyesen la predicacion del Evangelio,fuesen instruidos en la religion cristiana, bautizados y despues dirigidos de manera que no apostatasen huyendo á las selvas. Este alarde científico, por mas interesante que pareciera, y á pesar del favor que gozara Sepúlveda, no pudo obtener permiso para su impresion. Los Consejos de Indias y de Castilla negaron el pase, y obligado á ir á Roma para imprimir el libro, Sepúlveda tuvo que esforzarlo con otro escrito apologético de aquella obra, titulado Democrates alter ant Honestate rei militaris que al fin coadyuvó á que se imprimiese el primer tratado en 1550, pero sin poder introducirlo en España, por haber prohibido el Emperador su venta y circulacion. Empeñado Sepúlveda en llevar adelante su oposicion, formó un compendio en castellano que fué muy bien acojido de los que eran de buena fé de la misma opinion, y principalmente de todos los interesados en la doctrina contraria á la libertad de los indios, ya por conservar las riquezas que habiau adquirido en algunas guerras con ellos ó de sus resultas, ya por la esperanza que tenian de adquirirlas ó por sus relaciones de amistad ó parentesco con los explotadores del Nuevo Mundo.

El Padre Casas, que advertia los males que producian estos escritos para la causa de los indios, se propuso impugnar á Sepúlveda y dió á luz un tratado con el título de Apología del libro del Confesonario, ó aviso á los confesores del Obispado de Chiapa.

La lectura y propagacion de las doctrinas de estos escritos diametralmente opuestos en principios, fueron leidos en todas partes con el mayor interés y produjeron un fermento general. Vino á ser en aquellos dias la materia de todas las conversaciones de la Corte aquel asunto, y las personas de Sepúlveda y Casas y sus impresos, objeto de una division y constante contienda entre los opositores que abogaban por uno y otro partido, como que se trataba en el fondo de uno de los mas graves puntos de la moral cristiana.

El Emperador, que percibia el eco de esta ruidosa cotroversia, no pudo permaneer indiferente, y deseaba que se le diese termino, pero que esto fuera de una manera solemne, explícita y concluyente, y que de una vez aquietase las conciencias conturbadas con la polémica. Mandó que se reuniese el Consejo de Indias, con presencia de una reunion de teólogos y juristas, que fueron nombrados expresamente para este fin, y con el de que oidas las dos partes y examinada á fondo la cuestion expusiera cada uno de los asistentes con franqueza y libertad su dictamen, para que se le diese la mas acertada y definitiva resolucion.

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