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za en que está, no lo que quisiera y su 'persona meresce, cuatro mil pesos, sino es acomodándose á la nescesidad presente de sus vecinos y de sus cortos caudales, demás de que de la limosna que se diere, podrá Su Señoría Ilustrísima, para sus gastos forzosos, gastar hasta seis mil patacones, que por la pobreza y necesidad de Su Señoría Ilustrísima y de la de los vecinos se podrá suplir de este efecto cuando en mayor utilidad ha de redundar el dicho viaje.

QUE SE PRORRATE LO QUE SE HA DE DAR AL SEÑOR OBISPO.Este día acordaron que se pida licencia á los señores de la Real Audiencia para prorratar entre todos los de la ciudad, vecinos y moradores y comercio, los cuatro mill patacones que se han de dar al señor Ilustrísimo de este obispado para el viaje que se pretende hacer y algo más para lo que se dejare de cobrar y gastos de ello, y que en el ínterin que se cobra se busquen prestados, por lo mucho que importa, y para que surta efecto se obliguen todos los bienes y propios de esta ciudad, y da facultad al procurador general para que-sobre ello haga las escripturas y empeños necesarios, que para ello le dan poder en forma y obligan de lo tener, guardar y cumplir como lo otorgare.

QUE SE TOME CUENTA DE LA BALANZA Á FRANCISCO DÍAZ AGUSTÍN. -Este día acordaron que el señor procurador general tome cuenta á Francisco Díaz Agustín de lo que ha corrido la balanza el tiempo que la ha tenido y lo que ha pagado y á quien, y que se le notifique no salga de esta ciudad sin haber dado la dicha cuenta, pena de que será apremiado á ello y á su costa se enviará por él para que la dé.

QUE SE PIDA DE GRACIA Á LOS VECINOS PARA EL SEÑOR OBISPO. -Este día acordaron que el señor capitán don Francisco de Eraso, alcalde ordinario de esta ciudad, pida á todos los de esta ciudad contribuyan y ayuden de gracia á lo que se le ha de dar al señor Ilustrísimo para su viaje, y que den prestado, que se les volverá lo que prestaren, menos lo que se les prorratare, y se les encargó lo hagan con cuidado y diligencia.

Ascensio de Zabala.-Don Francisco de Urbina y Quiroga.-Don Francisco de Eraso.-Don Valeriano de Ahumada.-Don Francisco Peraza.—Andrés Illanes Quiroga.—-Don Francisco Lariz y Deza.-Don Juan Roco de Carvajal.-Juan de Arrúe.-Ante mí.-Manuel de Toro Mazote, escribano público y de cabildo.

CABILDO DE 23 DE ENERO DE 1648.

En la noble y muy leal ciudad de Santiago de Chille, en veinte y tres días de el mes de enero de el año de inill y seiscientos y cuarenta y ocho, la Justicia y Regimiento de esta ciudad mandaron que para los efectos que convenga se asiente en este libro la carta que se sigue:

CARTA AL SEÑOR OBISPO.-Ilustrísimo señor: la general ruina y entera desolación desta ciudad sin algunas esperanzas en sus solas fuerzas para el reparo de las iglesias y templos y lugares píos ha obligado al Cabildo. Ciudad y Regimiento á hacer muchas juntas y en ellas munchos discursos para ver si puede descubrirse algún camino para su remedio, y habemos reconocido que las fuerzas del común y particulares están exhaustas, la ciudad no tiene hoy proprios de que poderse valer, los vecinos, acabadas las fuerzas y en pie una gran cantidad de censos, gran número de esclavos muertos del terremoto y con la peste que va picando se van los demás muriendo, en el diluvio ó general inundación de aqueste ivierno ha perecido un sin número de ganado, que era á lo que podiamos volver los ojos, las deudas sueltas á los mercaderes son de grandes cantidades, la paga de los millones totalmente imposibilitada, porque sobre la antigua pobreza desta ciudad y sus términos han sobrevenido las pérdidas referidas; los pleitos pendientes en todos tribunales, con el papel sellado y otros gastos acabarán caudales muy crecidos y hoy, que de solos censos hay más de un millón de principal, será forzoso abrasarnos en pleitos, porque pretendiendo unos que, habiendo perecido las fincas quedaron acabados los censos, y los otros que quedaron en pie principal y réditos, habiendo doctores por entrambas partes, serán inacabables los pleitos é increíbles los gastos; esta ciudad sólo tiene algún sebo, que se hace con grande costa y trabajo y llévase á Lima con grandes fletes y riesgos, y, siendo así que en la ciudad de los Reyes entran cada año tres millones de mercaderías y vendiéndose á los precios que cada uno puede, se le pone al sebo deste reino un precio muy bajo, con que con esa saca no puede levantar cabeza; y, siendo tan cierto lo referido y tan notorio que en esta ciudad no ha quedado piedra sobre piedra, que [ha] habido ánimo de desampararla y que, habiendo pasado desde su ruina casi ocho meses, se alojan muchos debajo de los árboles, expuestos á las lluvias y á los soles, y los que solían ser ricos, en unos

ranchos pajizos, donde habiéndose helado el ivierno se están tostando el verano, de que se han originado los tabardillos que llamamos chabalongos, con que han muerto en solos tres meses más de quinientas personas, que sobre mil que mató el temblor, en tan corto número de gente hacen una cantidad muy considerable; los dos monasterios de monjas de esta ciudad están para perecer, porque teniendo sus rentas en censos han parado las pagas, ansí por la imposibilidad de los censuatarios como por el derecho que pretenden tener á no pagar, y recreciéndose en cada censo un pleito ordinario, no teniendo las monjas caudal para poderlo seguir, será fuerza perecer; viven en unos ranchos de paja sin tener en sus monasterios una sola oficina común de que poderse valer, expuestos todos á incendios, que en casas de ese porte son muy ordinarios; las iglesias que se han fabricado de paja y maderos corren el mismo peligro y son tan pequeñas que to das juntas no pueden recebir la otava parte del pueblo, conque munchos se quedan sin misa, han caído las fiestas, no pueden celebrarse las solemnidades con decencia, y uno y otro en gran daño de las almas; la Compañía de Jesús sacó para la Concepción gran parte de sus sujetos, por no poder sustentarlos; el convento de Nuestra Señora de las Mercedes trasladó al de Chimbarongo por el mesmo respecto los lectores y los estudiantes, y van haciendo lo propio las demás Religiones porque tienen sus haciendas en censos y en capellanías, la ciudad más está para recebirlas que para hacer limosnas, y con lo sobredicho está el pueblo todo con general desconsuelo porque les va faltando á las almas el pasto; y habiendo de descrecer los ministros del altar, también nos falta quien aplaque á Dios, y apartándo senos ministros tan santos, quedan sin instrucción los negros y los indios, sin predicadores los auditorios, sin alivio los enfermos y sin doctrina y enseñanza los sanos; los clérigos que no viven en comunidad se van á las estancias para poder vivir, con que la catedral, ya que en lo sumptuoso de sus edificios perdió su antiguo esplendor, tiene descarnado el coro y la principal iglesia desierta en lo espiritual, y como acabada perecen á tropas los dolientes, porque está esta ciudad sin médico, y habiendo de conducirlo de otra parte es caso que pide solicitud y dinero; van subiendo muncho los ganados y los mantenimientos, porque faltan labradores y ganaderos; los mercaderes suben sus géneros hasta las nubes; la honestidad, que ha sido en esta tierra tan celebrada, está á gran peligro, porque caídas todas las cercas son una sola todas las casas; la enseñanza de los niños y de los mancebos ha parado porque sus padres no tienen con qué vestirlos, habién

dose enterrado alhajas y vestidos en el terremoto; han descrecido en este trabajo los diezmos casi la mitad del precio acostumbrado, conque Vuestra Señoría Ilustrísima, su Cabildo, el Seminario, el Hospital y la fábrica de la iglesia padecen necesidades notorias.

Todo lo referido y muncho más que se pudiera decir, que dicho por menor no cupiera en mucho papel, ha querido representarle á Vuestra Señoría esta ciudad como á su padre y pastor para que pues Dios, Nuestro Señor, anteviendo la fortaleza de sus hombros le puso tan pesada carga en ellos, imitando al pastor universal que se echó á cuestas una ovejuela perdida, aplique su favor entero á todo su rebaño, y pues en diez años que ha que gobierna ha repartido entre necesitados cuanto ha tenido y después del terremoto sobre extraordinarias limosnas, nunca ha faltado en la limosna ordinaria, dándola los sábados á más de doscientas mujeres en dinero y los lunes á los hombres todos que la van á recebir en su zaguán, sin las que hace á las cárceles, monasterios y hospitales, haga agora el último esfuerzo, que es poner la vida por el bien de sus ovejas, que por eso cuidadosamente hemos apuntado los peligros de las almas, porque se vea que ha llegado nuestra infelicidad á llenar su obligación y se sirva de ir á Lima á representar al señor Virrey, Audiencia Real y señor Arzobispo, y á la piedad en común de aquella tan ilustre ciudad la necesidad última en que está esta tierra para que Su Excelencia la releve del servicio de unión de armas, del papel sellado y otros derechos, y para que Su Majestad, como patrón de las iglesias todas catredales destos reinos, y en su nombre el señor Virrey, ayude á la fábrica desta catedral por la indescencia con que entre cuatro tablas y cuatro tejas está el Santísimo Sacramento en medio de la plaza; y asimismo para que Vuestra Señoría se sirva de mover á las Religiones para que socorran á sus monjas y á sus frailes, que si una voz de nuestra ruina que se fue por sí sola movió tanto los ánimos del señor Virrey, señor Arzobispo y toda la ciudad, que con acuerdo común comenzaron á pedir limosnas para esta tierra y con efeto llegó á ella la del Señor Arzobispo y de su insigne Cabildo, muy creíble es que yendo Vuestra Señoría Ilustrísima en persona, representando con su natural eficacia y con su grande ternura las desdichas de esta tierra, tendrá un grueso socorro y las peticiones y propuestas deste Cabildo buen despacho.

Y pues Vuestra Señoría Ilustrísima, habiendo propuesto al ilus. trísimo señor Obispo de la Concepción algunos años ha causas bastan· tes de otro viaje como éste, por sufragáneo más antiguo en ausencia

del Ilustrísimo y Revendísimo señor Arzobispo metropolitano, según la disposición del Sancto Concilio de Trento, obtuvo la dicha licencia que hemos visto y es notorio, y estándose hoy aquellas mismas causas en pie han sobrevenido todas las que quedan referidas, que bastaba cada una por sí sola para asegurar la conciencia, no tiene Vuestra Señoría Ilustrísima por este lado con qué poner excusa á nuestro ruego, y, pues de cuatro causas con que el Santo Concilio da por justa la ausencia de los señores obispos y cualquiera dellas bastar, hoy que concurren en el trabajo desta ciudad enteramente las tres, la caridad, la utilidad evidente de la Iglesia ú de la república, en el piadoso corazón de Vuestra Señoría no puede haber réplica á nuestra súplica, y cuando Vuestra Señoría Ilustrísima no tuviera la licencia que tiene, la presumpta del Ilustrísimo y Reverendísimo señor Arzobispo metropolitano era bastante en todo derecho, y es evidente esta presumpción por el gran número y evidencia de las causas por el respeto que se debe á la persona de Vuestra Señoría Ilustrísima y por la santidad y conocido celo con que el Ilustrísimo y Reverendísi mo señor Arzobispo metropolitano mira las cosas desta tierra, pues de su hacienda propria, mostrando el amor que la tiene, le ha enviado una limosna grande, y no es tanto dar esta licencia á un señor obispo, como darnos su dinero, y pues el Sancto Concilio de Trento dispone que los señores obispos que tienen juridición ó gobierno temporal, ofreciéndose algún caso apresurado en él, puedan ausentarse para su remedio sin esperar la licencia de sus metropolitanos, con más justo título pudiera Vuestra Señoria seguir aquesta disposición cuando no tuviera la licencia referida expresa ni valerse de la presumpta, pues es cosa cierta que lo que concede el Sancto Concilio para un caso temporal y profano no había de negarlo en casos tan graves como los presentes, que sobre el bien de las almas y utilidad de todas las Iglesias también incluyen tantas especies de temporalidades.

No extrañe Vuestra Señoría Ilustrísima que esta ciudad no le haya pedido este viaje luego que sucedió el terremoto, porque tuvo munchos motivos para dilatarlo: la forzosa reverencia á nuestro Obispo, la imposibilidad para aviarlo, la suma falta que haría á su rebaño en tiempo tan duro, pues es constante sentimiento del pueblo todo que gran parte dél hubiera perecido si les hubiera faltado su asistencia, su predicación, sus limosnas y sus consuelos, pues le vimos discurrir por estas calles en un caballo blanco en que iba un negro, y otras muchas que en este papel se callan, porque conocemos la modestia de Vuestra Señoría, que ni las calla el vulgo, ni Dios las dejará sin

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