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LENOX LIBRE

NEW YORK

PRÓLOGO DEL AUTOR.

TENGO el honor de presentar á la nacion mexi

cana esta obra comenzada en agosto de 1821 en Puebla, continuada en el arresto de S. Francisco en 1822 entre guardias y espias, y trabajada sin intermision hasta el presente año de 1827. Nada tengo que decir sobre su mérito, pues esta calificacion está reservada á sus lectores; solamente puede lisongearme de haber sido el primero en acometer una empresa tan dificil, que despues de realizada me ha admirado á mi mismo. Toda ella se ha escrito dé mi puño y letra, no he tenido cooperadores, y aun yo solo he entendido en el mecanismo de la impresion, fatigando á todas hora á los oficiales de la imprenta.

En estos cinco tomos y sus suplementos se vén registrados los hechos mas hazañosos ejecutados por mis compatriotas para conseguir su independencia y libertad, del opresivo gobierno español. Puedo decir que están escritos sobre las cenizas calientes de los defensores de nuestros derechos, y á vista de los que presenciaron las escenas mas horrorosas que viera el Anahuac. Estoy satisfecho de que no me he equivocado en la relacion de los acontecimientos mas esenciales, y aseguro que estoy pronto á retractarme, siempre que se me muestre algun yerro grosero en la historia. Mis lectores podrán decir si puedo poner por epígrafe á esta obra, aquellas memorables palabras con que finaliza la suya de las conquistas de Cortés, Bernal Diaz soldado de su ejército, y testigo presencial en gran parte de lo que cuenta.... Y mas [dice] me prometió la buena fama que por su parte lo porná con voz muy clara á dá quiera que se hallare.

Y demás de lo que ella declara que mi historia si se imprime, cuando la vean é oyan, la darán fé verdadera, y escurecerá las lisonjas de los pasados....

Mis lectores no verán esta obra como la historia de nuestra revolucion, sino como una compilacion de materiales para que otro la escriba cuando ya hayan calmado las pasiones, y deberán persuadirse de que el gobierno español en México remitió á la córte de Madrid cuantos documentos pudieran hacernos honor, y dar una verdadera idea de nuestros triunfos. El virey Venegas se llevó consigo una gran parte, lo mismo hizo Calleja, cada uno de los que componian su camarilla secreta hizo otro tanto comenzando por el poeta Roca, y acabando por el oficial mayor D. Antonio Morán qué prendió fuego por espacio de tres dias al último rezago que habia quedado en su casa (calle de Montealegre núm. 17) aun despues de entrado el ejército trigarante en esta ciudad; quemando así mismo multitud de documentos de la historia antigua de México que pertenecian al muséo de Boturini, depositado en la secretaría del vireynato que él regentaba entonces; operacion que no impidió el general Iturbide como debiera. La misma suerte habia corrido la correspondencia de los comandantes con los vireyes que tambien existe mutilada, y que querian quemar algunos consejeros de Iturbide, la que por fin se depositó en la bodega humeda de la contaduría de azogues, de donde se salvó gran parte de muchos legajos por la buena diligencia del encargado del archivo general D. Ignacio Cubas, que todo lo ha arreglado del mejor modo posible. Bastará decir, que hasta las cartas que se remitian por el virey á España en aquella época por la via reservada, han desaparecido; ¡tal era el empeño que el gobierno español tuvo de condenar al olvido la memoria de nuestra revolucion! Suplico á mis lectores que cuando lean esta obra se decidan á evitar cada uno por su parte la renovacion de las

antiguas desgracias que refiero; observando las leyes y constitucion federal, y que consideren que nuestra independencia se ha comprado á precio de mucha sangre y sacrificios.

Esta obra habria quedado incompleta á no haberme auxiliado el superior gobierno de la federacion con el papel, y algunos congresos de los estados y personas particulares á quienes doy las mas espresivas gracias por sus oportunos y generosos socorros. No solo ha habido para pagar la impresion de este tomo 5.°, sino para reponer algunos números que faltan del primero; pues como obra que se ha publicado periódicamente, algunos han tenido mas espendio que otros: asi es que las colecciones han quedado en mucha parte incompletas

Los suplementos, principalmente el que contiene la historia militar del general Morelos y su elógio histórico, bien podrán formar el tomo sexto, pues son casi indispensables para acabar de formar idea. de la revolucion, y rectificar algunos hechos dudosos. Creo llegará dia en que el supremo gobierno dispondrá se forme segunda edicion á expensas de la hacienda pública; entónces saldrá mas correcta y mas copiosa, porque posteriormente he recogido porcion de documentos y noticias exquisitas con que enriquecerla. Confieso que me he acelerado en la publicacion de esta obra, porque ha sido tanto el oleage de conmociones que ha sufrido la república desde la expulsion de Iturbide, que he temido muchas veces ver trastornado el órden público, y precisado á trocar la pluma por la espada para defenderlo. Ya se me figuraba que esta relacion quedaba inédita, y que faltaba á mis compatriotas el noble estímulo, é impulso que ella pudiera darles para levantarse contra sus tiranos opresores, é imitar las acciones de los héroes que nos han precedido, y murieron por salvarnos.

Por fortuna Dios me ha concedido el tiempo

necesario para concluirla, y ya no ignorará la pos-
teridad, lo que se hizo desde el grito de Dolores
hasta la instalacion de la junta suprema guberna-
tiva, y muerte del general O-Donojú, que es
periódo que abraza el cuadro.

el

No me faltan documentos y apuntamientos muy
exactos para continuarlo hasta el dia; pero me pa-
rece prudencia dejar á otro que lo haga en tiem-
pos mas serenos, en que no haya facciones ni parti-
dos, lo que a mi juicio sucederá hasta el año de
1831. Las borrascas políticas son como los terri-
bles nortes de Veracruz: los que llaman de Rafa-
ga duran cuarenta y ocho horas; mas aunque se
quiten concluido este periódo los buques no pue-
den zarpar del puerto, porque aun queda todavia
el viento de maréa, y las aguas inquietas andan
buscando su equilibrio para calmarse, y presentar
despues á los navegantes una superficie plácida y
serena. Estamos en este segundo periódo; ojalá y
que lo veamos concluir hundiéndose en el abis-
mo del desprecio los malvados facciosos que nos
llenan de pesares.

No faltarán algunos de mis lectores que se
muestren quexosos por la relacion que hago de
ciertos hechos que puedan atañerles, y que me cul-
pen de haberme explicado con alguna acritud Yo
les suplico que no se den por ofendidos, pues no
ha sido este mi ánimo; los escritores se producen
como aprehenden, y yo concibo con demasiada vi-
veza; me irrito cuando veo que se ataca á la li-
bertad y honor de mi pátria que es lo que mas
amo; pero cuando esto ha pasado, cuando nos he-
mos dado la mano y ósculo de la amistad, yo soy
el primero en estrecharlos contra mi corazon, de-
cidido siempre à servirlos. No he tenido odio á
los españoles sino á su gobierno opresor: siempre
que pretenda sojuzgarnos lo hostilizaré como pue-
da, y cuando no me quede libre mas que el alien-
to, con el lo excecraré hasta el último suspiro.

Vale.

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