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plan de un abad, cuatro canónigos, cuatro racioneros y demas minis. tros correspondientes al servicio de la iglesia. Aprobado por el real consejo este plan, ocurrió S. M. á Roma por las bulas necesarias, pidiendo á su Santidad, que de las cuatro canongias, dos fuesen de oficio, que el curato se agregase al cabildo, que se dignase concederle el título de insigne, que fuese del real patronato, y como tal permitiese á S. M. presentar á las prebendas, cuya ejecucion se cometiese al arzobispo de México. En estos términos se espidió la bula en 9 de febrero de 1725. En el año siguiente, en 27 de setiembre, se entregaron en las reales cajas los ciento sesenta mil pesos, y habiendo muerto en el interin el Illmo. Lanciego, ocurrieron por nueva bula los apoderados de D. Pedro Ruiz de Castañeda, pretendiendo para la mayor brevedad se cometiese la ereccion al obispo de Michoacán. En Roma, ó por evitar contingencias, ó por estilo corriente de la curia, ó por alguna otra razon que se ignora, se despachó bula en 18 de agosto de 1729 dando la facultad, no al obispo de Michoacán, sino á su vicario. En conse. cuencia de este despacho se hubiera luego procedido á la ejecucion, á no haberse opuesto el cabildo metropolitano sede vacante: entre tanto llegó á México el nuevo arzobispo D. Juan Antonio de Vizarron, y mudado enteramente el sistema, se determinó recurrir á España. Por enero de 1746 se pretendió de su Santidad nueva bula, suplicando se diese la comision al arzobispo; en su defecto, á su vicario, y en el de ambos al obispo de Geren, auxiliar de la Puebla, y en el de éste á los canónigos de oficio de la catedral de México. Obtenida la bula en 15 de julio de 1746, expuso la cámara en 25 de enero del año siguiente, que el fondo de la colegiata eran quinientos veintisiete mil ochocientos treinta y dos pesos, cuyos réditos importaban cada un año, veintiseis mil trescientos noventa y un pesos y cuatro reales, á que debian agre garse tres mil pesos del santuario que componen veintinueve mil trescientos noventa y un pesos y cuatro reales. Arreglado á este fondo formó la cámara un nuevo plan, de un abad con dos mil doscientos y cin. cuenta pesos, diez canónigos á mil y quinientos cada uno, seis raciones, cada uno á novecientos, seis capellanes con doscientos cincuenta, un sacristan mayor con cuatrocientos, otro menor con trescientos, un mayordomo con seiscientos, seiscientos para música, cuatro acólitos con ciento veinticinco cada uno, dos mozos de servicio con doscientos veinte, y los dos mil seiscientos uno y cuatro reales para la fábrica y necesidades de la parroquia. Informaba tambien á S. M. la cámara, que pa

ra la imposicion de este capital ningun otro medio le parecia mas propio, mas fijo, corriente y desembarazado, que los novenos de la cate. dral de México, ó los de la Puebla en caso que estos no alcanzaran. El Sr. D. Fernando VI (ya entónces reinante) se sirvió aprobar esta determinacion; pero mandó que en los novenos de México solo se cargasen doce mil pesos, y lo restante en los de la Puebla, interin que se proporcionaban otras seguras fincas para lo correspondiente á dichos réditos. En consecuencia de esta resolucion proveyó S. M. las prebendas, destinando para primer abad al Sr. D. Juan de Alarcon y Ocaña. Y atendiendo la cámara lo mucho que se habia retardado esta ereccion, por espacio de cuarenta y un años en que habia tenido gran parte la distancia de los lugares, y estando por entonces en la corte el Illmo. Sr. Dr. D. Manuel José Rubio y Salinas, electo arzobispo de México, se resolvió por despacho de 31 de diciembre de 1748, rubricado por S. M. en buen Retiro, y refrendado por D. Juan Antonio Valenciano, que la dicha ereccion la hiciese en Madrid el referido ilustrísimo electo, á quien despues de tantos años reservaba el Señor y su Santísima Madre esta gloria, como presagio seguro de su feliz y acertadísimo gobierno. Se finalizó este importante negocio en 26 de marzo de 1749. Despues acá, creciendo con el mayor culto la devocion y la confianza para con esta milagrosa imágen, aunque desde el año fatal de 1737 se habia jurado patrona mandado guardarse el dia de su Aparicion 12 de diciembre en la ciudad de México; sin embargo, y debiendo gozar el beneficio de tan singular patrocinio todo el reino de Nueva-España, se estendió finalmente á toda ella, jurándose patrona universal con grande aplauso de toda esta ciudad y reino á 9 de noviembre de 1756.

Aunque hacia algunos años que trabajaban en la cultura de esta vi- Primeras noña muchos predicadores evangélicos, se deseaba la Compañía de Jesus ticias de la Compañía en que acabada de nacer, hacia ya un gran ruido en el mundo. Las prime- la América. ras noticias que de ella se tuvieron en la América, vinieron por dos de los primeros compañeros que tuvo S. Ignacio, inmediatamente despues de su conversion. Calixto Sá, habia sido un discípulo tan fervoroso del Santo, que mas de una vez lo acompañó en las Cadenas, y aunque dejó despues aquella vida apostólica que habia emprendido, navegando en cualidad de comerciante á la una y á la otra América, sin embar. go, conservó siempre un alto concepto del fundador de los jesuitas y de la Compañía, que vió fundada despues de pocos años. Aun mas pudo contribuir á los designios de Dios en esta parte D. Juan de Arteaga.

Pretende

D. Vasco de

Quiroga

Esto se habia dedicado tambien enteramente á la instruccion de S. Ig. nacio. Pasando el Santo á Paris á continuar sus estudios, Arteaga, como Sá, habiendo algun tanto descaecido de su fervor, aunque dedicado al servicio de la Iglesia, se engolfó en la pretension de honores y dignidades. Logró en efecto, el obispado de Chiapa erigida en catedral por Paulo III, poco tiempo despues de confirmada la Compañía. El afecto con que miraba al Santo y la nueva religion, le hizo escribir á S. Ignacio ofreciéndole el obispado para alguno de sus compañeros que quisiera entrasen con él á la parte de la pastoral solicitud. Ni hay duda que si el Illmo. Arteaga hubiera llegado á tomar posesion de su rebaño, hubiera sido el primero que trajese á los jesuitas á la América; pero convaleciendo en México de algunas leves tercianas de que habia adolecido en Veracruz, y aquejado una noche de una sed ardiente, por agua bebió la muerte en un vaso de solimán, que no se á qué efecto estaba sobre una mesa en su misma recámara. La buena opinion que este prelado habia esparcido de la Compañía, junto con la fama de los prodigios de S. Francisco Javier, y de los trabajos de los demas compañeros de Ignacio, que llenaba por entonces toda la tierra, movió al reverendisimo Fr. Agustin de la Coruña, del órden de S. Agustin, á que consagrado de allí á algunos años obispo de Popayan, pretendiese con las mas vivas instancias llevar algunos de la Compañía, sobre quien descansara alguna gran parte del peso de su mitra.

Mas singular y eficazmente que todos los demas apreció la Compatraer jesuitas ñía de Jesus el Illmo. S. D. Vasco de Quiroga, uno de los mas santos y doctos prelados que ha tenido la Nueva-España. Viviendo aun su Santo fundador, mandó á España á D. Diego Negron, chantre de su santa Iglesia de Michoacán, encargado entre otros graves negocios, de procurar con la mayor actividad la venida de los jesuitas á su diócesis. Murió S. Ignacio de Loyola poco despues de llegado el chantre á España, y en aquella desolacion en que se hallaba todo el cuerpo despues de un golpe tan sensible, y mientras se procedia á la eleccion de nuevo general, no le pareció haber oportunidad para establecer su preten. sion. Succedió dignamente á S. Ignacio el V. padre Diego Laines, en cuyo tiempo habiendo navegado á Cádiz en persona el Illmo. D. Vasco á tratar con el rey católico asuntos mas dignos de su carácter y de su celo, consiguió del padre general le señalase cuatro jesuitas que traer consigo á Michoacán. No habia llegado aun la hora en que el Señor queria servirse de la Compañía en estos paises. Los cuatro

padres señalados enfermaron tan gravemente en el puerto de S. Lúcar, que el celosísimo prelado tuvo la mortificacion de volver sin ellos á su Iglesia. Murió poco despues lleno de años y merecimientos, y consolado con la firme esperanza de que vendrian despues de sus dias á Michoacán los jesuitas, como expresamente afirmó no pocas veces. Algunos años despues el noble y poderoso caballero D. Alonso de Villaseca, procuró por medio de sus agentes en Europa, que pasage á estos reinos la Compañía, poniendo á este efecto dos mil ducados en España, y ofreciendo lo demas que se necesitara para su transporte y subsistencia. Finalmente, la llama que hasta entonces no habia prendido, digámoslo así, sino en el pecho de uno ú otro particular, se estendió luego por todo el cuerpo de la ciudad, y aun del reino.

la

ciudad al rey

y éste á San Borja.

El virey, la audiencia, la ciudad, el inquisidor mayor D. Pedro Mo- Escribe ya de Contreras, el Sr. Villaseca, y muchos otros particulares, de comun acuerdo, determinaron escribir á S. M. sobre un asunto tan inte. resante. Justamente llegaron estas cartas á tiempo que acababa el rey de recibir otras de los reinos del Perú, en que el virey de Lima, la audiencia y la ciudad, daban á S. M. las gracias de haberles enviado poco ántes al padre Gerónimo Portillo, y sus fervorosos compañeros. Esta misteriosa contingencia dió á conocer al prudente príncipe lo que podia esperar de la pretension de la audiencia de México. Despachó luego cédula al padre Manuel Lopez, provincial de Castilla, en estos términos, que significan bastantemente el celo verdaderamente católico de Felipe II, y su afecto particular á la Compañía. „Venerable y de,,voto padre provincial de la órden de la Compañía de Jesus de esta „provincia de Castilla. Ya sabeis que por la relacion que tuvimos de ,,la buena vida, doctrina y ejemplo de las personas religiosas de esa ór„den, por algunas nuestras cédulas, os rogamos á vos, y á los otros pro„vinciales de dicha, órden, que en estos reinos residen, señalásedes y ,,nombrásedes algunos religiosos de ella, para que fuesen á algunas ,,partes de las nuestras Indias á entender en la instruccion y conver,,sion de los naturales de ellas, y porque los que de ellos habeis nom„brado han sido para pasar á las nuestras provincias del Perú y la Flo,,rida, y otras partes de las dichas Indias, donde mandamos y ordena„mos residiesen y se ocupasen en la instruccion y doctrina de los di,,chos naturales, y tenemos deseo de que tambien vayan á la Nueva,,España, y se ocupen en lo susodicho algunos de los religiosos, y que allí se plante y funde la dicha órden, con que esperamos será nuestro TOMO I.

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fundadores.

„Señor servido por el bien comun que de ello redundará en la conver,,sion y doctrina de los dichos indios; por ende vos rogamos y encar,,gamos, que luego señaleis y nombreis una docena de los dichos reli,,giosos, que sean personas de letras, suficiencia y partes, que os pare. ,,ciere ser necesarias para que pasen y vayan á la dicha Nueva-Espa`,,ña, á se ocupar y residir en ella en lo susodicho en la flota que este ,,año ha de partir para aquella tierra, que demas del servicio que er ,,ello hareis á nuestro Señor, cumplireis con lo que sois obligado, y de ,,como así lo hiciéredeis nos dareis aviso para que mandemos dar órden ,,como sean proveidos de todo lo necesario á su viage. De Madrid á ,,1.o de marzo de 1571. Yo el rey. Por mandado de S. M. Antonio ,,de Eraso."

Respondió á S. M. el padre Diego Lopez, que la resolucion de aquel negocio, y eleccion de los sugetos, pertenecia privativamente al padre general. Despachó luego el rey correo á Roma con carta al generaf y encargos para que su embajada hiciese toda diligencia para el pronto éxito de la pretension. Oyó S. Francisco de Borja con increible Señalanse los júbilo la peticion del rey católico. Prontamente señaló con el padre Sanchez doce sugetos de las provincias de Toledo, Castilla y Aragon, que hubiesen de navegar en la próxima flota. El padre Pedro Sanchez destinado provincial de la nueva provincia, era un sugeto muy digno de que cayese sobre él la elección del santo Borja. Antes de entrar en la Compañía, habia sido miembro muy distinguido de la Universidad de Alcalá, su doctor, catedrático y rector; lo fué despues del colegio de Salamanca, y gobernaba actualmente con grande acierto el de Alcalá, cuando recibió la órden de pasar á la América. La carta del padre general decia así:,,Quisiera que la armada que va á la Nue,,va-España, diera lugar á que nos vieramos ántes que V. R. se embar,,cara; mas porque mi jornada se hará conforme á como querrá cami,,nar el Sr. cardenal Alejandrino, legado á la M. C. y al rey de Portu,,gal, con quien su Santidad me ha mandado vaya, que creo será muy ,,poco a poco por ser muy flaco; y aunque está ya de partida la ar,,mada, como entiendo se hará á la vela al fin de agosto, para lo cual ,,S. M. por una su carta me ha pedido doce sugetos, y es V. R. uno de ,,los que para esta nueva empresa he escogido. Vaya, padre mio, con ,,la bendicion de nuestro Señor, que si no nos vieremos en la tierra, es,,pero en su divina Magestad nos veremos en el cielo. Y con la bre,,vedad que sea posible, se parta con los demas de esa provincia, que

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