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>aquí diré á Sevilla. De todos vá V. R. por superior y provincial de ,,la Nueva-España. Placerá á la infinita misericordia del Señor daros „á todos copiosa gracia, ut referatis fructum sexagésimum, et centesi„mum. Enviarse há á Sevilla su patente. Creo que ya en Madrid esta„tá pasada la licencia, y lo que será menester. Y para procurar en „Sevilla su viático, flete y matalotage, será bien ir con tiempo. De ,,Roma á 15 de julio de 1571. Francisco.

Los nombres de estos doce sugetos, expresa el mismo S. Francisco de Borja en carta escrita al padre provincial de Toledo, en estos términos. „Para la mision de Nueva-España he hecho eleccion de doce que S. M. pide, y son estos. De la provincia de V. R., el padre Pedro Sanchez, rector de Alcalá por provincial: el padre Eraso: el hermano Camargo en Placencia: Martin Gonzalez, portero de Alcalá, y Lope Navarro, residente en Toledo. De Castilla irán, el padre Fonseca, el padre Concha, el padre Andres Lopez, el hermano Bartolomé Larios, y un novicio teólogo. De Aragon, los hermanos Estevan Valenciano y Martin Mantilla." Recibidas estas cartas, partió prontamente el padre Dr. Pedro Sanchez á despedirse de los duques del Infantado, á quienes debia particular estimacion. Estos señores que le amaban como á padre, procuraron por todos caminos impedir su viage, escribiendo para el efecto al padre provincial de Toledo. Pero como la partida no dependia de su arbitrio, se escusó éste con la determinacion del padre general, á quien pasó luego la noticia. Su paternidad muy reverenda procuró satisfacer con la importancia del asunto á los Exmos. duques, que no fueron los únicos en procurar se impidiese el viage del provincial. Los Exmos. de Medina, Sidonia, lo pretendieron con mas ardor, y cuasi lo hubieran conseguido si el mismo padre llevado del amor de la obediencia no hubiese aquietado sus ánimos, para que aunque con dolor, le concediesen su grata licencia para embarcarse, y aun le regalasen con muchas y preciosas reliquias de las que adornaban la capilla de su Exma. casa.

De Guadalajara pasó el padre provincial á la corte á besar la mano á S. M., y ofrecerle de parte del padre general y de sus compañeros, sus personas y obsequios. El rey que tenia largas noticias de la doctrina y eminente virtud del padre Sanchez, gustó mucho de conocerle, y dió despues benignamente las gracias al padre general de haber destinado á las Indias un sugeto de tan celebrado mérito. Dió órden á la casa de contratacion en Sevilla para que se les proveyese de todo

Detiénense

no sin espe cial providen

cia.

lo necesario, lo que aun prescindiendo de la orden de S. M., ejecutó muy gustosamente D. Juan de Ovando, presidente del real consejo de Indias, que había tenido en Salamanca estrecha amistad con el padre províncial, y amaba tiernamente á la Compañía. Por mùcha diligencia que hizo el padre Pedro Sanchez para su despacho en la corte de Madrid, no pudo llegar á Sevilla, donde le esperaban los demas compañeros hasta el 10 de agosto, puntualmente el mismo día en que se hizo á la vela la flota de S. Lúcar. El sentimiento de no haber podido cumplir con los órdenes de S. M. bajo cuya proteccion y á cuyas espensas pasaban á la América, y de haber perdido un convoy tan apetecible en la carrera de Indias, àfligió no poco á los padres; pero la série del tiempo descubrió los ocultos designios de la Providencia. La flota habia salido muy tarde, y por próspera que fuera la navegacion era preciso les cogiesen los movimientos del equinoccio, cuasi sobre las costas de la América: alléganse los nortes, que desde principios de octubre, has. ta fines de enero son los vientos reinantes de estos mares. Los mas dė los navios sin poder tomar el puerto de Veracruz, mas temible aun en el Norte, que los mares mismos, naufragaron en las costas vecinas con pérdida de toda la gente, y lo mas precioso de la carga.

Partida la flota, quedaba á los misioneros el consuelo de los galeones, que estaban surtos en el puerto, á cargo del adelantado D. Pedro Melendez, que á principios de aquel año habia llegado de la Florida. Los galeones habian de hacer escala en Cartagena, y pasar de allí á la Habana, de donde juzgaban muy fácil el transporte á Veracruz. Habíase ya alcanzado de S. M. la gracia de que en estos puertos sė diese á los padres de su real erario lo necesario á su sustento, y se tenia ya ajustado el pasage en el galeon S. Felipe. Algunas personas muy afectas á los padres, les representaron lo avanzado de la estacion, lo dilatado del viage, en que emplearian forzosamente otro tanto tiempo, y aun mas de lo que podian esperar en el puerto, las incomodidades de los puertos, y la dificultad de hallar en la Habana barco pronto á Veracruz, que en aquellos tiempos era muy raro. Estas razones de que el mismo general D. Pedro Melendez estaba persuadido, obligaron á los padres á deshacer el viage; pero logrando la ocasion el padre Sanchez, escribió al padre Antonio Sedeño, que pasase á Nueva-España á dar al virey y audiencia, noticia de las causas de su demora, y á prevenirles hospicio en las ciudades por donde hubiesen de pasar. Partieron poco despues los galeones á principios de enero, y

el de S, Felipe en el golfo de las Yeguas prendió fuego sin que pudie. ra librarse un solo hombre. Era visible el cuidado con que velaba el cielo sobre la mision en América, en que no pudieron dejar de convenir aun sus mismos émulos, y cuyos efectos admiramos aun hoy, pudiendo afirmar que en doscientos años no ha perecido mision alguna de cuantas han venido á la provincia de Nueva-España.

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Consecuen

tencion en

Ni fueron estas solas las felices consecuencias de la detencion de los padres en Sevilla. Entretanto, había llegado á España el eminentisi- cias de la demo Alejandříno, legado del santo pontífice Pio V, cerca de SS. MM. Sevilla. católica y fidelísima, para unir las fuerzas de estos dos pontífices á las del estado eclesiástico, Venecia y Génova contra el Turco. Habia venido con el eminentísimo S. Francisco de Borja, y habida su licencia, pasó el padre provincial á la corte á recibir de aquel hombre ins. pirado, las lecciones de prudencia, de caridad, y de fervor con que debía plantarše la nueva províncía. En efecto, se reguló la conducta qué debían tener los provinciales de Andalucia con las misiones de Américă, la de los procuradores de Indias, y diligencias que en la casa de contratación debian hacer para su despacho, todo conforme á las órdenes de S. M. y á la modestía de la Compañía. Aun mas, como habia sido tanta la detencion, sé dio lugar a que ó sus provincias, ó sus deudos se interpusiesén por algunos de los padres y hermanos destinados á la Nueva-España, y que finalmente hubieron de quedarse en Eu. rópa, y fueron los padres Eraso, Fonseca, Andres Lopez, un hermano novicio de la provincia de Castilla y de Aragon: el hermano Estevan Valenciano: en lugar de estos cinco señaló ocho el padre general, y fueron el padre Diego Lopez, destinado rector del primer colegio que se fundase: el padre Pedro Diaz, para maestro de novicios: el padre Diego Lopez de Mesa: el padre Pedro Lopez: el padre Francisco Bȧzan, y tres estudiantes teólogos, Juan Curiel, Pedro Mercado y Juan Sanchez, sacados de las provincias de Andalucía, Toledo y Castilla. Vuelto à Sevilla con su nueva recluta el padre provincial, miéntras se proporcionaba el embarque, repartió á sus compañeros en las ciudades vecinas; Rota, Medina, Sidonià, Cádiz, S. Lúcar, y Jerez de la Frontera, sintieron muy luego la fuerza de sus palabras y ejemplos. Veränlos en los hospitales y en las cárceles servir humildemente á los presos y enfermos: predicar al rudo pueblo en las plazas: esplicar la doctrina á los niños en las escuelas, y cantarla con ellos por las calles. Estos humildes y provechosos ministerios, juntos con la grande opinion

Embarcanse dia de S Antonio de 1572

que se tenia de su literatura, hicieron tanta impresion en los ciudadanos de Jerez, que desde luego determinaron fundar en su ciudad un colegio de la Compañía, como en efecto lo consiguieron despues de pocos años.

Tal era el ejercicio de los misioneros en España por las costas de Andalucia, y del mismo modo y con igual fruto trabajaban en la Habana los padres Sedeño y Rogel con los hermanos que restaban de la mision de la Florida. Con la llegada de D. Pedro Melendez, y cartas que traia del padre provincial, pasó el padre Sedeño á Nueva-España á dar noticia al Sr. virey, y preparar hospedage á la mision. Llegó á México á fines de julio con el hermano Juan de Salcedo. Gobernaba en la Nueva-España D. Martin Enriquez, quinto virey de México, que habia muy bien conocido en Europa, y aun tenia alguna relacion de parentesco con S. Francisco de Borja. Oyó con gusto la noticia, y sabiendo que venia de provincial el padre Pedro Sanchez quedó du. doso si seria aquel célebre Dr. de Alcalá, que conocia, no persuadiéndose á que quisiese, ó la provincia de Toledo, ó la Compañía, privarse de un sugeto que podia hacer á la religion tanto honor en la Europa. La sede arzobispal vacaba por muerte del Illmo. D. Fr. Alonso de Montufar desde el año de 68. Pasó luego el padre Sedeño á presentarse al Sr. inquisidor mayor, y á la ciudad y cabildo eclesiástico, y desechando las grandes promesas que le hacian todos estos señores, á ejemplo de S. Ignacio y de nuestros mayores, no quiso otra cosa que el hospital de la Concepcion, bajo el nombre de Jesus Nazareno. Entretanto el padre Pedro Sanchez y sus catorce compañeros conducidos hasta la playa del Exmo. Sr. duque de Medina, Sidonia, y algunas otras personas de respeto, se habian embarcado el dia 13 de junio á bordo de la flota, divididos en dos navios. Un trozo de la flota no pudo partir hasta el siguiente dia. En todo el tiempo de la navegaçion despues de comer se esplicaba cada dia la doctrina cristiana. De noche se rezaba el Rosario y cantaba la Salve, y se concluia con alguna conversacion provechosa, á que se añadia algun ejemplo. Todos los domingos y dias festivos, se predicaba con increible fruto de confesiones de aquella pobre gente. Asistian los padres al consuelo y alivio de algunos pocos enfermos, y en los puertos cuasi toda la tropa, tripulacion y pasageros, confesaban y comulgaban, siguiendo el ejemplo del general D. Juan de Alcega, y el almirante D. Antonio Manrique, que en la dignidad no menos que el cargo tenian el principal lugar.

narias, á 0. coa y á Veracruz.

Con este favor y religiosa distribucion llegó el primer trozo de la flo. Arribo á Ca. ta á los ocho dias á la gran Canaria. No pensaba el general detenerse en la isla; pero le fué necesario hacerlo tres dias para que allí se le incorporase el resto de las naves que habian salido un dia despues con la Almiranta. Esta feliz contingencia fué de un increible consuelo á los isleños, que tuvieron la satisfaccion de volver á ver en su pais al padre Diego Lopez, de cuyos gloriosos trabajos en esta isla, en compa ñía del Illmo. Sr. D. Bartolomé de Torres, dejamos hecha mencion por los años de 1568. Todo el tiempo emplearon nuestros misioneros en oir confesiones hasta bien entrada la noche. El padre Lopez y sus compañeros tuvieron el sólido consuelo de ver despues de cuatro años tan fresca aun la impresion que la divina palabra y los heroicos ejem plos de virtud de aquel prelado incomparable, habian hecho en los áni. mos dóciles de aquellos ciudadanos. Los colegios que el Sr. obispo habia deseado fundar en su diócesis, no habian tenido efecto, y sobre no se qué artículo se habia pretendido anular la donacion que de sus bienes habia hecho á la Compañía; sin embargo, consiguieron algunos se diese á la nueva provincia la librería de su ilustrísima. A los tres dias, sin haber obtenido noticia alguna del otro convoy que habia pasa. do al Este de las islas, partió la flota para Nueva-España, y el dia primero de agosto á la misma hora entraron con igual felicidad los dos trozos en Ocoa, puerto á la costa austral de la isla española, diez leguas al Oeste de Santo Domingo. Aquí fué necesario detenerse algunos dias en que los navegantes, y á su ejemplo los moradores de la tierra tan sensiblemente asistidos del cielo, dieron grandes muestras de su piedad, frecuentando los sacramentos, repartiendo con mano liberal muchas limosnas, y aun saliendo despues del sermon que se hizo de mision todos los dias en trages y ejercicios de penitencia. Así merecieron que con la misma clemencia que hasta allí los trajese el Señor el resto de la navegacion que concluyeron con inaudita felicidad, arribando á S. Juan de Ulúa á los 9 de setiembre. Una tempestad, una muerte, un contratiempo no hubo entre tanta multitud de gentes, en tan diversos temperamentos, y en ochenta y nueve dias que estuvieron en el mar. Solo sucedió un principio de desgracia que no sirvió sino para aumentar el gozo y dar á conocer mas abiertamente la proteccion del Señor que los conducia bajo de sus alas. Una noche muy serena, con muy clara luna, y un viento como se podia apetecer, navegaban en conservar todos los navíos, cuando improvisamente cayó al agua un

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