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Martinez.

del

ra curiosidad el barco y cuanto en él habia, cuando repentinamente Muerte algunos de ellos abrazando por la espalda al padre Pedro Martinez y padre Pedro á dos de los flamencos, se arrojaron con ellos al mar. Siguiéronlos al instante los demas con grandes alaridos, y á vista de los europeos, que no podian socorrerlos desde la lancha, lo sacaron á la orilla. Hincó como pudo las rodillas entre las garras de aquellos sañudos leones el humilde padre, y levantadas al cielo las manos, con sereno y apacible rostro, espiró como sus dos compañeros á los golpes de las ma

canas.

Este fin tuvo el fervoroso padre Pedro Martinez. Habia nacido en Su elogio. Celda, pequeño lugar de Aragon, en 15 de octubre de 1523. Acabados los estudios de latinidad y filosofia, se entregó con otros jóvenes al manejo de la espada, en que llegó á ser como el árbitro de los duelos ó desafios, vicio muy comun entónces en España. Con este gé. nero de vida no podia ser muy afecto á los jesuitas, á quien era tan desemejante en las costumbres. Miraba con horror á la Compañía, y le desagradaban aun sus mas indiferentes usos. Con tales disposiciones como estas, acompañó un dia á ciertos jóvenes pretendientes de nuestra religion. La urbanidad le obligó á entrar con ellos en el colegio de Valencia y esperarlos allí. Notó desde luego en los padres un trato cuán amable y dulce, tan modesto y religiosamente grave. La viveza de su génio no le permitió examinar mas despacio aquella repentina mudanza de su corazon. Siguió el primer ímpetu, y se presentó luego al padre Gerónimo Nadal, que actualmente visitaba aquella provin. cia en cualidad de pretendiente. Pareció necesario al superior darle tiempo en que conociera lo que pretendia, mandándole volver á los ocho dias. Esta prudente dilacion era muy contraria á su carácter, y en vez de fomentar la llama, la apagó enteramente. Avergonzado de haberse dejado arrastrar tan ciegamente del engañoso esterior como juzgaba de los jesuitas, salió de allí determinado á no volver jamas, ni á la pretension, ni al colegio.

Justamente para el octavo dia hubieron de convidarlo por padrino de un desafio. Acudió prontamente á la hora y al lugar citado; pero á los combatientes se les habia pasado ya la cólera, y ninguno de los dos se dió por obligado al duelo. Quedó sumamente mortificado y corrido de ver el poco aprecio que hacian de su palabra y de su honor aquellos sus amigos. ¿Y qué, se decia luego interiormente, tanto me duele que estos hayan faltado á su palabra? ¿y habré yo de faltar á la

mia? ¿Y qué se diria de mí entre los jesuitas, si como prometí, no vuelvo al dia citado? Con estos pensamientos partió derechamente al colegio, y á lo que parece no sin especial direccion del cielo, fué admitido por el padre visitador, excluidos todos aquellos pretendientes, en cuya compañía habia venido ocho dias ántes. Una mudanza tan no esperada abrió los ojos á algunos de sus compañeros. El entretanto se entregó á los ejercicios de la religiosa perfeccion con todo aquel ardor y empeño con que se habia dejado deslumbrar del falso honor. Acabados sus estudios fué ministro del colegio de Valencia, despues de Gandia; ocupaciones entre las cuales supo hallar tiempo para predicar en Valencia y en Valladolid, y aun hacer fervorosas misiones en los pueblos vecinos. A fuerza de su cristiana elocuencia, se vió convertido en teatro de penitencia y de compuncion, el que estaba destinado para juegos de toros, y otros profanos espectáculos en la villa de Oliva.

Pasaba al Africa el año de 1558 un ejército bajo la conducta de D. Martin de Córdova, conde de Alcaudete. Este general, aunque interiormente muy desafecto á la Compañía de Jesus, pretendió de S. Francisco de Borja, vicario general entónces en España, llevar consigo algunos de los padres, queriendo con esto complacer á aquel santo hombre, á quien por el afecto y veneracion que le profesaba el rey católico, le convenia tener propicio. Señaláronse los padres Pedro Martinez y Pedro Domenek, con el hermano Juan Gutierrez. Partieron luego á Cartagena de Levante, lugar citado para el embarque. Pasaron prontamente á ofrecer al conde sus respetos y sus servicios. Este sin verlos les mandó por un page, que estuviesen á las órdenes del coronel. Una conducta tan irregular les hizo conocer claramente cuanto tendrian que ofrecer al Señor en aquella espedicion. Interin se juntaban las tropas, hicieron los padres mision con mucho fruto de las almas en el reino de Múrcia. Llegado el tiempo de la navegacion, los destinaron á un barco, á cuyo bordo iban fuera de la tripulacion ochocientos hombres de tropa. La incomodidad del buque estrecho para tanto número de gentes, la escasez de los alimentos, la corrupcion del agua, la misma cualidad de los compañeros, gente por lo comun insolente y soez, fueron para nuestros misioneros una cosecha abundante de heróicos sufrimientos, y de apostólicos trabajos. Desembarcaron en Orán, y luego recibieron órden del general de quedarse en el hospital de aquel presidio con el cuidado de los soldados enfermos, que pasaban de quinientos. Pasó el ejército á poner el sitio á Moztagan,

ciudad del reino de Argel. La plaza era fuerte, y que podia ser muy fácilmente socorrida por tierra y mar, los sitiadores pocos y fatigados de la navegacion. Los argelinos despreciando el número los dejaron cansarse algunos dias en las operaciones del sitio. Sobrevinieron después en tanto número, que fué imposible resistirles. Una gran parte quedó prisionera y cautiva. Los mas vendieron caras sus vidas y quedaron como el general y los mejores oficiales sobre el campo, Los padres alabando la Providencia, cuasi fueron los únicos que volvieron á España de doce mil hombres de que se componia el ejército.

Vuelto de Africa el padre Pedro Martinez, fué señalado á la casa Profesa de Toledo, de donde salió á predicar la cuaresma en Escalona y luego en Cuenca, dejando en todas partes en la reforma de las costumbres ilustres señas de su infatigable celo. Para descanso de estas apostólicas fatigas, pidió 'ser enviado á servir en el colegio de Alcalá, donde por tres meses, con ejemplo de humildad profundísima, lo disponia el Señor para la preciosa muerte que arriba referimos. La caridad parece haber sido su principal carácter. Ella le hizo dejar tan gustosamente las comodidades de la Europa, por los desiertos de lá Florida. Ella le obligó á acompañar en la lancha con tan evidente riesgo á los exploradores de una costa bárbara. Ella, finalmente, no le permitió alejarse, como le aconsejaban, de la ribera, dejando á los compañeros en el peligro, Fué su muerte, segun nuestra cuenta, (que es la de los padres Sachino y Tanner) á los 6 de octubre de 1566. ALgunas relaciones manuscritas ponen su muerte el mismo dia 24 de setiembre, que saltó en tierra. El padre Florencia el dia 28 del mismo en la historia y menologio de la provincia. El punto no es de los substanciales de la historia. A los lectores queda el juicio franco, y en cuanto no se opone razon convincente, hemos creido prudencia ajustarnos á la crónica general de la Compañía.

Vuelven los

Habana.

Mientras que los bárbaros Tacatucuranos daban cruel muerte al ра dre Pedro Martinez, el navio, obedeciendo á los vientos, se habia ale- jesuitas á la jado de la costa. Pretendia el capitan volver á recojer la lancha y pa sageros; pero los flamencos con instancias, y aun con amenazas, le hicieron volver al sur la proa y seguir el rumbo de la Habana. HaIlamos en un antiguo manuscrito que antes de arribar á este puerto, fué llevado de la tempestad el barco á las costas de la isla española: se dice á punto fijo el lugar de la isla á que arribaron: conviene á saber el puerto y fortaleza de Monte Christi en la costa septentrional de

la misma isla, que usando de la facultad de un breve apostólico, publicaron allí un jubileo plenísimo; y finalmente, se nota justamente la salida á los 25 de noviembre, dia de Santa Catarina Mártir, en companía de D. Pedro Melendez Marquez, sobrino del adelantado. Está muy circunstanciada esta noticia para que quiera negársele todo crédito. Por otra parte, es muy notable suceso para que ni la relacion del padre Juan Rogel que iba en el barco, ni algun otro haya hecho mencion de él, fuera del que llevo dicho, de donde parece lo tomó el padre Florencia. Sea de esto lo que fuere, es constante que despues de tres meses, ó cerca de ellos, volvieron los padres al puerto de la Habana el dia 15 de diciembre del mismo año de 66, no el de 67 como á lo que parece por yerro de imprenta se nota en la citada historia de Florencia.

consiguiente Tiene por el

divide de las

Descripcion La ciudad de S. Cristobal de la Habana, capital en lo militar y pode este puerto lítico de la isla de Cuba, está situada á los 296 grados de longitud, (la Habana.) y 23 y 10 minutos de latitud septentrional, y por cuasi perpendicularmente bajo del trópico del Carnero. Norte la península de la Florida; al Sur, el mar que la costas de Tierra Firme; al Este la isla española, de quien la parte un pequeño estrecho; al Oeste el golfo mexicano y puerto de Veracruz. Su puerto es el mas cómodo, es el mas seguro y el mas bien defendido de la America, capaz de muchas embarcaciones, y de ponerlas todas á cubierto de la furia de los vientos. Dos castillos defienden la angosta entrada del puerto, cuya boca mira cuasi derechamente al Noroeste; otra fortaleza en el seno mismo de la ciudad guarda lo interior de la bahía y el abordaje del muelle, donde reside el gobernador y ca. pitan general de toda la isla. Está toda guarnecida de una muralla suficientemente espesa y alta, flanqueada de varios reductos y bastiones, coronados en los lugares importantes de buena artillería de va. rios calibres. El clima, aunque cálido, es sano, el terreno entrecortado de pequeñas lomas, cuya peremne amenidad y verdor, hace un pais bello á la vista. La ciudad es grande, y comparativamente á su terreno la mas populosa de la América. La frecuencia de los barcos de Europa, la seguridad del puerto, que cuanto se permite atrae muchos estrangeros, la escala que hacen los navíos de Nueva-España que vuelven á la Europa, la comodidad de su astillero, preferible á todos los del mundo por la nobleza y la solidez de sus maderas, y la abundancia y generosidad del tabaco y caña; la hacen una de las mas ricas

y mas pulidas poblaciones del nuevo mundo. Estas bellas cualidades han dado celos á las naciones estrangeras. Por los años de 1538, mal fortificada aun, la saquearon los franceses. En la guerra pasada de 1740 el almirante Wernon, que tuvo valor de acercársele, aunque sin batirla formalmente, tuvo muy mal despacho del Morro, y fué á desfogar su cólera sobre Cartagena, cuyo éxito no hace mucho honor á la corona de Inglaterra. Finalmente, en estos dias la conquista de esta importante plaza, ha llenado de gloria á la nacion británica, é inmortalizado la memoria del conde de Albermarle, que despues de dos meses y pocos dias mas de sitio, y de una vigorosa resistencia que el Mor. ro comandado por D. Luis Vicente de Velasco le hizo por cincuenta y seis dias; tomó, capitulando la ciudad bajo de honrosas condiciones, posesion de ella en nombre del rey de la Gran Bretaña á los 14 de agosto de 1762. Pocos meses despues, hechas las paces, volvió á la corona de España, en que actualmente repara sus fuerzas, y espera con nuevas fortificaciones hacerse cada dia mas respetable á los enemigos de la corona.

No hemos creido agena de nuestro asunto esta pequeña ́digresion Ejercicio en

en memoria de una ciudad donde tuvo nuestra provincia su primera la Habana. residencia, que tanto hizo por no dejar salir de su pais á los prímeros misioneros, y que habiendo dado despues un insigne colegio, á ninguna cede en el aprecio y estimacion de la Compañía, como lo da. rá á conocer la serie de esta historia. En la Habana dividido entre dos sujetos un inmenso trabajo, el padre Juan Rogel predicaba algunos dias, y todos sin interrupcion los daba al confesonario. El hermano Francisco Villareal, que aunque coadjutor tenia suficientes luces de filosofía y teología, que habia cursado ántes de entrar en la religion, hacia cada dia fervorosas exhortaciones, y esplicaba al pueblo la doctrina cristiana. Despues de algunos dias de este ejercicio publicaron el jubileo. Fué extraordinaria la conmocion de toda la ciudad, dándose prisa todos por ser los primeros en lograr el riquísimo tesoro de la iglesia santa, que francamente se les abria. Quien viere lo que en una de estas ocasiones suelen trabajar nuestros operarios, aun cuando son muchos, y por mas ordinaria no tan general la conmocion, se podrá hacer cargo del trabajo de dos hombres solos, en medio de un gentío numeroso, y en aquellos piadosos movimientos que suele causar la voz de la verdad anunciada con fervor, y sostenida de un modo de vivir austero, y verdaderamente apostólico.

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