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Дипине Whitfiel 2-8-40 40229

CAPÍTULO PRIMERO

CAMPAÑA DEL SUR; TRIUNFOS I DESASTRES

DE LOS REALISTAS

(SETIEMBRE DE 1820-MAYO DE 1821)

1. Carácter alarmante que toma la guerra del sur: derrota de las fuerzas patriotas en Yumbel i en el Pangal.-2. Combate de Tarpellanca: horrible matanza que se siguió al triunfo de los realistas.-3. Freire se replega a Talcahuano con todas sus fuerzas, i Benavides ocupa a Concepcion considerándose dueño de toda la provincia.-4. Los patriotas abandonan a Chillan, que fué ocupada i saqueada por los montoneros enemigos: alarma producida en Santiago por la noticia de los desastres del sur: organízase una division bajo el mando del coronel Prieto.--5. Combates de las Vegas de Talcahuano i de la Alameda de Concepcion: los patriotas destrozan el ejército de Benavides i recuperan la mayor parte de la provincia.— 6. Los realistas sufren otro desastre a las orillas del Nuble: los patriotas no aprovechan las ventajas de esa situacion, i se dejan engañar por las falsas proposiciones de paz que hace Benavides.-7. Devastaciones perpetradas por los realistas en los pueblos de la alta frontera: avanzan sobre Chillan i son rechazados por la division del coronel Prieto: consigue este jefe tranquilizar esta parte de la provincia.-8. Infructuosa campaña del jeneral Freire al sur del Biobio.

1. Carácter alarmante que toma la guerra del sur: derrotas de las fuerzas patriotas

1. La salida de la espedicion libertadora del Perú, parecia marcar el principio de una nueva éra en la vida política, civil e industrial de la naciente República de Chile. Así, al ménos, lo creyeron entonces el gobierno i el pueblo, persuadidos de que la independencia nacional quedaba definitivamente asentada, i de que iba a

en Yumbel i en el Pangal.

llegar a su término aquel largo período de angustias i de sacrificios creados por la prolongacion de la guerra. Era creencia jeneral que ántes de muchos meses se formaria en Lima, bajo el amparo de las armas espedicionarias, un gobierno regular, i que contando éste con recursos públicos inmensamente superiores a los de Chile, podria sostener sin el menor inconveniente el ejército i la escuadra que llevaban a ese pais la libertad i la independencia. Desembarazado de esos gastos, Chile podria consagrar sus entradas a la satisfaccion de otras necesidades, al paso que la libertad comercial i la reapertura del tráfico con el Perú, debian aumentar sus recursos fiscales i desarrollar la riqueza pública. Estas esperanzas, que, sin embargo, habian de tardar algunos años en verse realizadas, mantenian la satisfaccion i el contento en e pueblo chileno.

Las fuerzas enemigas que quedaban en el sur de Chile, es decir, las bandas de Benavides al otro lado del Biobío, i las tropas que defendian a Chiloé, no inspiraban serios temores. El director supremo creia que las operaciones activas que pensaba abrir en el verano próximo, producirian la pacificacion completa de la provincia de Concepcion, i el sometimiento de aquel archipiélago al dominio de la República. Vamos a ver cómo una serie de accidentes tan imprevistos como fatales vino a desvanecer esas ilusiones, a producir una profunda perturba cion, i hasta a comprometer la existencia de Chile como estado independiente. Mientras que V. E., escribia el ministro de la guerra al jeneral San Martin, surcando las aguas del Pacífico conducia el valiente ejército de su mando a las costas del Perú para derramar entre sus oprimidos moradores el nunca bien apreciado dón de la libertad, una guerra espantosa se preparaba en los confines del sur de esta República, sin otro objeto que consumar el esterminio de la hermosa provincia de Concepcion. Este imprevisto incidente sorprendió al pueblo i al gobierno, tanto mas cuanto que por las últimas noticias que se tenian de la frontera, se podia suponer a los enemigos en una estrema impotencia (1)."

Esa confianza, sin embargo, era el resultado del mal servicio de espionaje que mantenian los jefes patriotas. Al paso que Benavides i sus

(1) Oficio del ministro de la guerra, don José Ignacio Zenteno, al jeneral San Martin. Santiago, 28 de noviembre de 1820. Es una relacion sumaria, pero perfectamente clara de los acontecimientos de la frontera en los dos meses anteriores, que vamos a utilizar en las pájinas siguientes.

consejeros tenian al norte del Biobío ajentes numerosos i seguros que les comunicaban cualquiera ocurrencia de que podian sacar ventajas las bandas realistas, Freire en Concepcion i Alcázar en los Ánjeles, recibian de tarde en tarde informes de lo que pasaba al sur de ese rio, i muchas veces esos informes eran maliciosos, preparados artificiosamente en el mismo campo enemigo, i destinados a producir la perturbacion i el engaño. A pesar de todo, a fines de junio el comandante don Juan de Dios Rivera, intendente interino de Concepcion, supo que el caudillo realista Pico habia regresado del Perú, trayendo algunos recursos para las tropas de Benavides (2). El alborozo que produjo ese acontecimiento en Arauco i sus contornos, i las dilijencias que allí se hacian para enrolar jente i formar nuevos cuerpos, no podian ser tan secretos que no se tuviera alguna noticia de ellos en Concepcion; pero el enemigo se dió trazas para esparcir la noticia de que esos aprestos tenian por objeto preparar una espedicion destinada a recuperar la plaza de Valdivia, empresa difícil i casi irrealizable por la gran distancia i por las condiciones del territorio que aquella habria tenido que recorrer. En esos dias, por otra parte, se presentó en la plaza de los Ánjeles primero, i despues en Concepcion, don Agustin Aldea, orijinario de los Ánjeles i hombre de cierta cultura intelectual, que andaba entre los realistas, i que venia ahora del campo enemigo dándose por ajente de algunos oficiales superiores del ejército de Benavídes, que se ofrecian a abandonar el servicio de éste si se les aseguraban garantías para sus personas. El resultado de aquélla dilijencia, que seguramente era una simple intriga, fué el hacer creer a los jefes patriotas en el posible establecimiento de la tranquilidad en la frontera por los medios pacíficos, i el mantenerlos en cierto modo engañados sobre los planes i aprestos del enemigo (3).

(2) Oficio de Rivera al ministerio de la guerra, de 28 de junio de 1820. Véase el § 7, cap. XVIII de la parte anterior.

(3) Don Agustin Aldea era primo hermano del ministro de O'Higgins don José Antonio Rodriguez Aldea. Con la proteccion de éste, habia hecho en Lima algunos estudios de leyes; i al regresar a Chile en los primeros dias de 1817, se vió, segun aseguraba mas tarde, contra sus sentimientos personales, forzado por sujestiones de su padre, a adherirse a la causa realista. Al lado de éste, siguió al territorio araucano la numerosa emigracion que acompañaba al coronel Sanchez en su retirada de principios de 1819, i quedó en el campo de Benavides. Usando un pasaporte que le dió este caudillo, Aldea pasó a los Ánjeles en julio de 1820 i de allí a Concepcion, a pretesto de que queria trasladarse a Santiago por el primer buque que saliese para Valparaiso. No puso, sin embargo, mucho empeño en realizar este viaje; i por el TOMO XIII

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Mientras tanto, se hacia sentir una grande actividad militar en el campo de éste. En diversos puntos de las inmediaciones del Biobío se reunian empeñosamente maderas para construir balsas en que trasportar las tropas a la primera señal. El ejército realista, mucho mejor organizado, i tambien mejor equipado con las armas enviadas del Perú, llegó a contar cerca de mil setecientos hombres, divididos casi por mitad entre infantes i jinetes. Los frailes misioneros i los curas que servian de capellanes militares o de consejeros de Benavides, escitaban el valor de esos soldados, por medio de pláticas relijiosas en que se les enseñaba que la causa del rei era tambien la causa de Dios. A principios de setiembre, se dieron misiones especiales en el campamento, en que los oficiales i la tropa se prepararon con la confesion i la comu

contrario, se ofreció para regresar al campo enemigo a fin de desengañar a algunos de los comandantes i capitanes que servian bajo las órdenes de Benavides, demostrándoles que la causa del rei estaba perdida para siempre. Aldea anunciaba que Bocardo i otros jefes realistas estaban deseosos de pasarse a los patriotas, i que para efectuarlo, esperaban solo que les prometieran que no serian molestados por su conducta anterior. Cuando se le dieron todas las seguridades necesarias a este respecto, Aldea volvió a juntarse a los realistas, i no se supo mas del resultado de la comision que se habia ofrecido a desempeñar. En la correspondencia cambiada en esos dias entre Freire i Alcázar, hai algunas noticias de estos hechos; pero existe ademas una esposicion de ellos que es útil para la historia, i de que vamos a dar noticia.

Don Agustin Aldea acompañó a Benavides en toda la campaña de 1820, i cayó prisionero de los patriotas despues que éstos recuperaron a Concepcion. Remitido a Santiago, i amparado aquí por su primo el ministro Rodriguez, no solo obtuvo la libertad, sino que se le hizo figurar en la convencion constituyente de 1822 como representante de los Ánjeles. Esta inesperada elevacion suscitó en contra suya una gran animadversion, i acarreó no poco desprestijio al gobierno. En 1823, despues de la caida de O'Higgins, cuando se hacian en diversas publicaciones las mas tremendas acusaciones a la administracion de éste i a su ministro Rodriguez, se habló tambien de Aldea en términos denigrantes, recordando sus antecedentes, reprochándole el haber servido en las bandas de Benavides, i atribuyéndole el haber tomado parte principal en el incendio de poblaciones i en otras atrocidades. Aldea se creyó en el deber de defenderse, i publicó un opúsculo de 19 pájinas, titulado La inocencia vindicada, i escrito probablemente por Rodriguez. En él refiere con claridad los hechos que creia conducentes a su justificacion, i si bien ésta no queda perfectamente establecida, consigna noticias utilizables para la historia. Cuenta allí con detenimiento el incidente que recordamos en el testo; pero a pesar de su empeño, no deja en manera alguna demostrado que su viaje a los Ánjeles i a Concepcion antes de abrirse la campaña de 1820, no fuera una intriga preparada para engañar a los jefes patriotas, para descubrir el estado de las tropas i de los recursos de éstos, i para adormecerlos en la confianza de que el enemigo no se hallaba en situacion de emprender una campaña resuelta i eficaz.

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