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Quince años despues de la espulsion de la órden, se reputaba por buena, conforme a una ordenanza del ayuntamiento (1781), la botica que podia ostentar en sus armarios hasta cien simples, contando con los del pais.

Clasificábanse por lo comun estos cien simples, adjudicándolos entre los tres reinos de la naturaleza i colocando en seguida los de cada reino en cajones, en tarros de lata i en redomas de cristal, mas segun sus apariencias, que segun sus condiciones terapéuticas.

Así, por ejemplo, el reino vejetal estaba distribuido en yerbas, como el orocoipo; en polvos, como el crémor o los polvos Juanes; en raices, como la jalapa; en cortezas, como la quinina; en gomas, como la de membrillo; en semillas, como la mostaza; en bálsamos, como el ungüento de las Suazagoitías; en hojas, como el sen, la salvia i el té; i en aguas, como la de Colonia, que entónces, como el té (rival éste del palqui en su calidad de sudorífico), se vendia esclusivamente en las boticas, así como el soliman, el carmin, el agua de Persia, el agua de cara, i todos los simples i compuestos que las antiguas llamaban «mano de gato». Son estos

los mismos que hoi se aplican con blando plumon de felpilla, guardado en espléndida caja de nácar o marfil, que no en la trastienda oscura de los boticarios, dispensadores secretos de la gracia i la belleza en los siglos que ya fueron.

Tal fué la medicina colonial-mitad medicastro, mitad machi, española e indíjena, greco-romana, empírica i supersticiosa-del siglo XVI.

I una cosa solamente parece digna de particular observacion en ese cáos, cual es la de que, siendo entonces la capital de Chile una aldea i un claustro, tuvo los beneficios de no ménos de cinco facultativos. I esto, junto con las celdas, esplica lo suficiente el pausado aumento de su poblacion. Por ese preciso motivo Adrian VI deseaba, alarmado por el rápido crecimiento de sus súbditos romanos, que ejerciesen contra ellos su profesion hasta quinientos doctores...

Dos siglos mas tarde, Santiago, ciudad de treinta mil almas, no tenia sino cinco médicos (1781), los mismos que habia poseido en 1566, a saber: los doctores, licenciados, bachilleres i sangradores Castro, Bazan, Villadiego, Bartolo Ruiz i el mui mentado Alonso del Castillo, alcalde i protomé

dico de Santiago, que no sabia ni de llagas;> pero a quien cupo la dichosa primacía de sujerir el uso cuotidiano de un medicamento, que despues del sol i del aire, es el gran purificador de las llagas humanas:-el agua potable. Olvidábamos todavía un sesto médico del siglo que narramos, el doctor Pacheco, tasador de boticas, recientemente recordado.

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Réstanos ahora, a fin de completar los escasos, si bien laboriosamente recopilados datos sobre lo que fué la ciencia i la práctica de la medicina, el sistema i la clínica, en los primeros años de nuestra existencia, agregar unas pocas noticias fidedignas sobre el réjimen interior del Hospital del Socorro, que servia de base i de escuela a aquel movimiento humanitario i científico.

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Consistia únicamente el edificio del Hospital un humilde crucero de adobon, rodeado de tapias del mismo material, que habia sido edificado, no en el lugar que hoi ocupa, sino una cuadra mas al naciente, i en sitios que vendió a fines del siglo XVII el prior de San Juan de Dios Alonso de

LOS M, DE A., ETC.

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Huete, segun mas adelante referiremos. Fué el presidente Ustáriz el que, a principios del siglo XVIII, trasladó el Hospital i la iglesia al solar que hoi ocupan, como fué el presidente Avilés quien, a principios del siglo en que vivimos, reedificó suntuosamente el crucero que todavía existe, i que lleva su nombre,―el crucero de Avilés.

En cuanto al método curativo que allí presidia, ya habrá podido conjeturarlo el observador, no obstante el celo, no siempre desinteresado, de los mayordomos mayores del cabildo. ¿Qué adelanto, qué bienestar, qué socorro podian llevar al Hospital del Socorro los protomédicos, que no sabian vendar una herida, i los facultativos, que podian curar de todo, ménos del cuerpo de los enfermos? Ni cuál podia ser el tratamiento clínico de éstos, si los salarios de los doctores eran pagados en choclos i en zapallos, en charqui i en chuchoca?

En el antiguo Hospital del Socorro no habia, en consecuencia, en sus principios, en el sentido que hoi damos al servicio hospitalario, ni camas, ni utensilios, ni guardianes, ni cocinas, ni siquiera enfermos, sino cadáveres envueltos en los toscos chamantos de los indios, como los hemos visto-joh

vergüenza!-todavía en los tiempos de oro i de empréstitos que hoi, junto con la aguas, diluvian.

A los veinticinco años, mas o ménos, de su fundacion aparecióse, sin embargo, su primer benefactor, es decir, su primer transformador. Pedro de Valdivia no lo habia sido porque no afectó siquiera un escudo, ni un predio, ni un triste censo para su sustento (1).

Fué aquel el famoso i rico encomendero i conquistador Bartolomé Flores, natural de Nuremberg, marido monorganático de doña Elvira de Talagante, quien en plena vida i salud le legó, el 17 de junio de 1567, con cargo de dos misas, un molino de una parada de piedras que existia en la orilla del Mapocho i no léjos del Santa Lucía.«Otorgo-decia el patricio aleman en una escritura de aquella fecha, que tenemos a la vista-də mi propia i determinada voluntad, por descargo de

(1) Segun Olivares, Valdivia o el cabildo dió al Hospital en propios unas tierras en Chada (¿la hacienda del Hospital?\, un repartimiento de indios en el Maule, i el derecho de mandar a cada mina de oro no de esos indios de encomienda, por su cuenta. Pero no hemos encontrado en parte al guna mencion de estos dones, i el de la hacienda de Chada es un error evidente, como luego veremos.

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