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El dia civil se contaba desde la salida del sól; y segun la division que hacian de él en ocho intervalos, habia cuatro determinados por la salida y puesta de dicho astro, y los demás eran fijados por sus dos pasos por el meridiano. El dia se veia representado por un circulo dividido en cuatro partes. Se cree que las horas serian generalmente desiguales, como sucedia á las horas planetarias de los judíos. Las épocas del dia y de la noche no tenian nombre particular. Cuando querian designarlas durante su curso diario, señalaban un punto del cielo por donde habia pasado el sol, del mismo' modo que lo hacen hoy los hombres rústicos del campo:

Sin embargo de que este calendario hubiera bastado á los usos de la vida, los sacerdotes mexicanos inventaron un cómputo lunar ó almanaque ritual, donde se encontraba la tabla genealógica de las fiestas, ó un manual eclesiástico de la celebracion del culto. Este calendario' constaba igualmente de dos séries: la primera se figuraba con veinte signos que simbolizaban los meses del año, y la otra con trece cifras que eran representativas de los dias de cada mes; pues daban á este año astrológico el número de doscientos sesenta dias. Todavía se conservan algunas muestras en la mayor parte de las pinturas geroglíficas. El número trece era mirado con mucha estimacion entre los aztecas; porque ofrecia los medios de mantener la armonía entre los calendarios civil y religioso. Hubo sin embargo una notable innovacion en el arreglo de este último; pues como de la multiplicacion de trece por veinte resultaba el producto doscientos sesenta, y de repetir una de las cifras en los ciento y cinco dias que sobraban cada año, podia provenir algun trastorno en sus cálculos, el Sr. Prescott dice que inventaron otra tercer série compuesta de nueve geroglificos, que alternando con las otras dos, hacia imposible la coincidencia de las tres en un solo año, á lo menos durante 2340, que es 20×13×9. Este almanaque les servia para el arreglo de sus fiestas religiosas y épocas de los sacrificios, como tambien para el cómputo de sus pronósticos surpersticiosos. „E} ,,sistema astrológico de los aztecas, dice este mismo autor, no se ,,fundaba tanto en la influencia de los astros, cuarto en la de los sig,,nos arbitrarios que habian inventado para designar los meses y los ,,dias. El signo dominante en el ciclo lunar de trece dias, ejercia ,,su influencia en todos ellos, aunque modificado hasta cierto punto „por el de cada dia en especial y aun por el de cada hora. El gran

,,de arte del adivino consistia en combinar estas influencias contra,,rias. En ninguna parte, ni aun en el antiguo Egipto, se ha dado ,,mayor ascenso á los sueños de un astrólogo. Llamábasele á la cu,,na del niño, luego que éste nacia: se anotaba escrupulosamente el ,,momento del nacimiento, y la familia permanecia suspensa y tem,,blando, mientras el ministro del ciclo veia el horóscopo del niño, y ,,registraba el oscuro libro de su destino. El mexicano recibia la ,,influencia sacerdotal con el primer aliento que respiraba."

En cuanto a los conocimientos astronómicos de los antiguos mexicanos, aunque son muy pocas las noticias que han recogido los historiadores del pais, el estudio de su calendario proporciona la idea de algunos procedimientos científicos, pues no se les ocultaba la hora del dia, la época de los solsticios y equinoccios, y cuando el sol verificaba su tránsito por el zenit de México. La piedra que fué desenterrada de la plaza mayor de México en 1790, llena de siguos relativos á las fiestas religiosas de aquellos tiempos, ha contribuido al establecimiento de ciertos hechos sobre los adelantos en esta ciencia. Las vagas y contradictorias nociones que se encuentran en las obras de Gomara, Valdés, Acosta y Torquemada, no dejan satisfecho el espíritu del lector. El sábio literato Gama es el único que ha podido sacar algunos hechos interesantes del estudio de aquella enorme piedra pardo-negruzco; pues por ella ha podido saberse que los aztecas arreglaban sus fiestas por el curso de los astros, fijando la verdadera duracion del año trópico con admirable exactitud.

No habia un mes en que los mexicanos dejasen de celebrar una fiesta religiosa, segun el arreglo que tenian hecho en su calendario ritual. Entre las muchas fijas se encontraban diez y seis movibles; pero solo nos ocuparémos brevemente de las primeras, siguiendo el mismo método que observa en su obra el historiador Clavigero. En el primero, tercero y décimo sesto mes era venerado Tlaloc, dios de las aguas, por medio del sacrificio de inocentes criaturas que encerraban en jaulas como pájaros. En una de estas fiestas tenia efecto el latrocinio que cometian los sacerdotes en las poblaciones del campo, segun hemos manifestado al ocuparnos de éste númen en su lugar respectivo. En el segundo mes se solemnizaba la fiesta del dios Jipe ó Teteu, en cuyo nombre se desollaban infelices prisioneros de guerra, y los sacerdotes salian á pedir limosna vestidos con sus sangrientas pieles. Del cuarto y del quinto mes, dedicados á Centeotl y Tezcatlipoca, hemos hablado al describir sus fiestas religiosas, cuando nos encargamos de detallar los ayunos, penitencias y sacrificios tan comunes en el antiguo México. En todas estas solemnidades se derramaba con profusion la sangre humana; pero en ninguna dominaba tanto este espíritu como en la gran fiesta del dios Huitzilopochtli.

Unos la fijan en el quinto y otros en el sesto mes. Los sacerdo

tes fabricaban con anticipacion una estátua de la altura de un hombre, adornada de cuanto podia anunciar el poder y fuerza destructora del dios de la guerra, y la conducian con solemne pompa y acompañamiento, hasta el altar que debia ocupar en el templo. En la mañana del dia de la fiesta se hacia un gran degüello de codornices, en cuyo sacrificio tomaban parte el rey, los sacerdotes y el pueblo con extraordinario júbilo y entusiasmo. Cada uno de los concurrentes llevaba una vasija con resina para incensar á su dios, teniendo el cuidado de conservar las brasas para ponerlas en un gran depósito al concluir esta ceremonia. En seguida tenia efecto el baile de las doncellas y sacerdotes, acompañado de multitud de ceremonias que tenian su particular significacion. A orillas del lugar donde ardia el fuego sagrado, se veian danzar dos hombres con una jaula de pino sobre sus espaldas. Los militares y cortesanos formaban su baile en otro sitio del mismo templo. A la víctima del sacrificio ordinario, escogida un año antes como la dedicada á Tezcatlipoca, se daba el nombre de sábio señor del cielo. Despues de haber tomado parte en el baile de los cortesanos, él mismo señalaba la hora de su sangrienta ejecucion, con la particularidad de que ésta no tenia efecto en el altar acostumbrado, sino en los brazos de los ministros de la religion. En seguida continuaba el baile hasta la noche. Los sacerdotes hacian en esta fiesta una pequeña incision en el pecho y vientre de todos los niños de un año cumplido, la cual servia de distintivo á los individuos consagrados al culto de esta divinidad. Su segunda fiesta se celebraba el nono mes, con adornos de flores en los templos y las casas, terminando toda la algazara y regocijo con el sacrificio de algunos prisioneros de guerra. Tambien se verificaba en el mismo mes la solemnidad de Jacateuctli, dios del comercio. La tercera y última de sus fiestas tenia efecto en el décimoquinto mes, en cuyo tiempo se consagraba á este dios una estátua compuesta de harina de maiz, legumbres y frutos mezclados y amasados con la sangre de los niños inmolados. La ponian á secar y luego la colocaban en el altar principal del templo, en cuyo punto velaban todo el curso de la noche los supersticiosos sacerdotes. En seguida de ponerse en obra la ceremonia de la consagracion, los individuos de ambos sexos daban principio á un baile que duraba tres ó cuatro horas diarias durante el mes, sacrificándose al mismo tiempo gran número de prisioneros de guerra. En el vigésimo dia se hacia una grande procesion en los pueblos inmediatos á México. Se encaminaba desde el templo mayor de Teotlacheo, donde hacian estacion para sacrificar prisioneros y algunos esclavos, y despues de haber cruzado por Tlatelolco, Popotla, Chapultepec y varios barrios de la ciudad, entraba de noche en el mismo templo, y los sacerdotes la pasaban en continuada vigilia. La siguiente mañana en presencia de un corto número de ellos y del monarca azteca, la estatua de pasta era conducida á una gran sala del templo, y allí uno de los ministros le arro

jaba una flecha al corazon, gritando al mismo tiempo: „el dios ha muerto." El rey se comia poco despues el corazon, y la estátua se dividia en dos partes iguales, la una para los habitantes de Tlatelolco, y la otra para los de la capital: subdividida ésta en millares de pequeños pedacitos, se distribuia por cuarteles para que cada vecino pudiese gustar de esta sabrosa comunion, excluyéndose de ella a las mugeres como extrañas al ejercicio de las armas.

En el sétimo mes se celebraba la fiesta de Huixtocihuatl, diosa de las salinas. Las mugeres formaban la vispera un gran baile en torno de una jóven prisionera que representaba á la deidad. Este baile que duraba toda la noche al son de alegres y armoniosos cantos, se reemplazaba al siguiente dia por otro que armaban los sacerdotes, interrumpiéndolo á cada paso con la inmolacion de algunos prisioneros. En la tarde tenia efecto el sacrificio de la infeliz cautiva, cuya muerte se obsequiaba con grandes y suntuosos festines. El octavo mes se solemnizaba la fiesta de la diosa de la tierra bajo el nombre de Jilonen; pues regularmente la llamaban Centeotl, "ó númen del maiz en su produccion. En el trascurso de ocho dias de contínuo baile en el templo de su nombre, el monarca y los nobles daban de comer y beber al pueblo con suma generosidad. El último dia tenia efecto el baile de los señores y militares, en el cual tomaba parte una muger que representaba á la diosa, para caer despues bajo el golpe del sagrado cuchillo de obsidiana. Los nobles hacian presentes de vasos de oro y plata á los sacerdotes, convidandose mútuamente á comer en espléndidos banquetes á su usanza. El décimo mes se verificaba la festividad de Jiuhteuctli, el dios del fuego. Cada víctima escogia su protector de entre las personas mas notables de la ciudad; y despues que este noble padrino habia bailado y cantado toda la noche con el paciente, lo precipitaba en una hoguera encendida en el átrio del templo, de donde lo sacaban al instante con instrumentos de madera, para que pudiese ser inmolado vivo del modo ordinario. Todas las diversiones cesaban cinco dias antes del undécimo mes, dedicado á la celebracion de Tozitcin ó madre de los dioses, Despues que trascurrian los ocho primeros dias en medio de bailes sin música ni canto, vestian á una infeliz doncella con el trage de la diosa, á quien acompañaban algunas matronas vetustas para excitar su valor y resignacion. La fiesta terminaba con el sacrificio ó decapitacion de la jóven prisionera, cuya piel era presentada al ídolo del dios de la guerra en memoria de la inmolada princesa de Colhuacan. El duodécimo mes tenia efecto el aniversario de la llegada de los dioses, que es lo que significaba Teoteclo ó Gatoocca, y era entre los aztecas una de las mayores festividades del año. Las calles se veian sembradas de verduras, formando contraste con las ramas de árboles que cubrian el frontio de las casas. El primer númen que llegaba era el dios Tezcatlipoca. Los ministros estendian delante de su altar una estera de palmas: el

Sumo sacerdote velaba toda la noche, y cuando descubria en la siguiente mañana algunas pisadas sobre la estéra,, decia en voz alta estas palabras: El dios ha llegado, adorarle. Entonces la multitud se ponia de rodillas con el rostro vuelto hacia el Oriente, porque tal era la costumbre entre los pueblos de Anáhuac. En la tarde todo el mundo se entregaba al baile y la borrachera. Cada vez que llegaba uno de los dioses se renovaba la misma ceremonia; pero en el último y vigésimo dia, cuando creian que todos habian llegado al santuario, muchos jóvenes-diablos bailaban en rededor de una gran hoguera encendida, mientras que eran arrojados en ella los prisioneros de guerra. Para preservar á los niños del daño que debia hacerle uno de los dioses, les pegaban con resina muchas plumas en los hombros, brazos y piernas. En el mes décimotercio se solemnizaba la festividad de Occabuithehé, ó dioses de los montes y sierras frias. Unos montecillos de papel que cubrian con sierpes de madera, raices de árboles y algunos pequeños ídolos, los colocaban sobre los altares para tributarles adoracion como imágenes de sus dioses serranos. En esta fiesta se sacrificaban á un hombre y cuatro mugeres.

El décimo cuarto mes se hacia la celebracion de Mixcoatl, diosa de la caza. A ella precedian cuatro dias da rigoroso y general ayuno con efusion de sangre, durante los cuales se fabricaban flechas y dardos para tener provistas las armerías. En seguida los mexicanos y tlascaltecas salian á cazar á uno de los montes inmediatos, y luego se restituian á la ciudad para sacrificar en honor de su núinen los animales que cogian. El rey asistia únicamente á la cacería. En el mes décimoséptimo se celebraba la fiesta de la diosa Ilamateuctli ó Cozcamihauh, que quiere decir señora vieja o anciana principal. Una prisionera que vestia el mismo trage de la divinidad, bailaba al compás de unos versos que cantaban cierto número de sacerdotes, hasta el momento en que era inmolada sobre la piedra de los sacrificios ordinarios. En seguida uno de ellos tomaba entre sus manos la desprendida cabeza de la víctima, para dar principio á un horrible baile en compañía de los otros sacerdo

tes.

En el mismo mes se solemnizaban otras dos festividades: una del dios del infierno ó Mictlanteuictli, á quien se sacrificaba un prisionero en las horas de la noche; y la otra era la segunda del patrono de los mercaderes ō dios Jacateuctli. La fiesta del décimooctavo y último mes, dedicada al dios del fuego bajo el nombre de Izcozanhqui, daba principio con una cacería de fieras en que toinaba parte toda la juventud azteca. Despues que apagaban el dia 16 la lumbre de los templos y las casas, volvian á encenderla en presencia del ídolo que se hallaba adornado á la sazon con plumas y joyas. De los animales que cazaba la juventud, una parte se ofrecia en holocausto á los dioses, y la otra se condimentaba para los nobles y sacerdotes despues de inmolada en honor de esta divini

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