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Don Cristóbal, habian irritado de una manera alarmante el tímido espíritu de los indígenas. Don Pedro Margarite, que recibió órden de recorrer la provincia de Cibao, además de haber tolerado las violencias que cometia su gente en las tranquilas poblaciones, habia desobedecido tambien con descaro las prudentes reprensiones del consejo de gobierno; y temiendo sin duda alguna la aplicacion del castigo á su obstinada defeccion, se habia embarcado con algunos revoltosos para España, en los mismos buques que trajo Don Bartolomé Colon. Todos los vasallos de los grandes señores Guarinoex, Caonabó, Behechio é Hignanamá, tomaron las armas para destruir á cuantos españoles hubiese en la isla; y los soldados, entregados á su propia suerte por la fuga de Don Pedro Margarite, se habian esparcido desordenadamente por las provincias, y fueron los primeros en ser víctimas de sus latrocinios y deshonestidades. Caonabó no tardó en poner sitio á la fortaleza de Santo Tomás, y aun pretendió apoderarse á viva fuerza de la Isabela. Todos los caciques se hallaban en plena rebelion.

El almirante se puso en campaña á los cuatro meses de enfermedad. Lo auxiliaban únicamente los súbditos del rey Guacanagari, cuya adhesion á los cristianos le habia atraido la odiosidad de todo el pais. No tardó en ser derrotado el cacique Guatiguaná, señor de la provincia de Macorix, que habia matado á sangre fria á diez cristianos, é incendiado una casa donde habia cuarenta enfermos. Los prisioneros de esta campaña fueron enviados á Castilla en calidad de esclavos. De tal modo empezaron á hacerse respetables las armas de los castellanos.

Caonabó, el mas valiente y poderoso de los reyes de la isla, habria trastornado con sus súbditos los escuadrones cristianos, si un feliz ardid de la guerra no hubiera domado su soberbia entre cadenas. Sabiendo el almirante lo estimado que era el laton entre los indígenas, al que nombraban turey (cielo) de Vizcaya, determinó enviarle un presente de este metal con Alonso de Ojeda. El militar español montó á caballo acompañado de nueve soldados; llegó á los pocos dias á Magnaná que distaria de la Isabela sesenta leguas, y desde luego obtuvo licencia para entrar en la habitacion de Caonabó. Alonso de Ojeda le besó respetuosamente las manos, le mostró como presentes unos grillos y esposas de laton muy bien brunidos, le manifestó que los reyes de Castilla los usaban en los bailes, y le invitó por último á que fuese á bañarse antes de ponerselos. Creyendo Caonabó de buena fé cuanto le habia dicho el español, á los pocos dias fué muy descuidado con él al rio Yaqui; y tan pronto como se hubo bañado y refrescado, Alonso de Ojeda le montó en su caballo, le puso los grillos y las esposas, y lo condujo prisionero hasta el campo de los cristianos. El almirante lo guardó muchos dias entre cadenas, temiendo que pudiera escapársele de otro modo, aunque siempre se hallaba bajo la vigilancia de sus guardas. Colon

determinó enviarlo por último á Castilla en calidad de prisionero de guerra; pero una horrorosa tormenta que sobrevino al poco tiempo de estar embarcado, destrozó los pocos buques que habia en el puerto,y sepultó al infeliz cantivo en el abismo de los mares.

Derrota de un ejército de indios en la Española: el almirante regresa por segunda vez à Castilla. (1495). Aunque la prision de Caonabó fué una pérdida irreparable para los naturales del pais, no por eso desmayó entre ellos el deseo de venganza que habian concebido contra los castellanos. Al principio de este año apareció en la Vega Real, no muy lejos de la Isabela, un ejército de cien mil indios que militaban bajo las órdenes de varios reyes y caciques de esta parte de la isla, como tambien de algunos hermanos de Caonabó. El almirante, habiendo salido á su encuentro con doscientos infantes, veinte caballos y veinte perros de presa, se introdujo con bastante denuedo por enmedio de la multitud, y á las pocas horas de combate derrotó á los enemigos, haciéndoles muchos muertos y prisioneros, los cuales quedaron reducidos á la esclavitud. Nueve me ses continuados empleó en domar el orgullo de los reyes y caciques; y los que antes gozaban de completa libertad bajo el hermoso cielo de su patria, tuvieron que hacerse tributarios para recibir en cambio los beneficios del cristianismo y civilización. He aquí el modo como se ordenaron los tributos: los vecinos mayores de catorce años, tanto de la provincia de Cibao como de la Vega Real, debian satisfacer por trimestre un pequeño cascabel lleno de oro; las demás personas una arroba de algodon por cabeza; y el rey Manicatex, señor de muchos vasallos, el valor en oro de ciento cincuenta pesos cada mes. Los anteriores tributos causaron triste impresion en el ánimo de los indígenas; pues determinaron abandonar sus poblaciones y fueron á vivir enmedio de los montes con sus mugeres é hijos; pero ni asi pudieron escaparse de la persecucion y contínua hostilidad de los castellanos. El tributo duró muy poco tiempo; forque la escasa industria de los isleños, no era posible que satisfaciese á los deseos del almirante.

Don Pedro Margarite, de cuya insubordinacion hemos hablado, tan pronto como se presentó con sus compañeros en la córte de los reyes católicos, se propuso desacreditar de todos modos la acrisolada conducta del almirante. En consecuencia recibió Juan Aguado, repostero de su magestad, la comision de investigar por sí mismo los pormenores de este asunto. El enviado castellano llegó á la Española cuando el almirante se hallaba en campaña contra los indios; y de luego á luego comenzó á ejercer varios actos impolíticos y arbitrarios, que ni correspondian al noble desempeño de su delicada comision, ni tampoco fueron conformes à la buena acogida que le dió el almirante cuando estuvo de regreso en el puerto. Estos actos de arbitrariedad no solo dieron valor á muchos descontentos, sino que tambien desprestigiaron el respeto debido á la autori

dad de Colon; pero viéndose éste á cada paso intervenido en los menores actos de su jurisdiccion, determinó ir á Castilla á defenderse de las calumnias que contra él se habian levantado. Mas antes de su partida cuidó de asegurar los intereses reales, como cumplia á la lealtad de sus caballerosos sentimientos. En consecuencia mandó construir algunas fortalezas en varias provincias sometidas á su obediencia, y les puso por alcaides aquellos individuos que consideró á propósito por su talento y energía para el desempeño de tan dificiles funciones. Al mismo tiempo estableció una colonia en las tierras del Bonao, cuyas minas se hicieron despues recomendables por la abundancia de su oro. Por último tomó todas las providencias necesarias para el sostenimiento de la conquista, dejando por capitan general de la isla á Don Bartolomé Colon, y para reemplazarlo en caso imprevisto le nombró por sustituto á su hermano Don Diego.

Fundacion de la ciudad de Santo Domingo: derrota del rey Guarinoer (1496). Los monarcas de Castilla hicieron justicia al almirante tan luego como se presentó en su córte, de modo que las calumniosas informaciones de Juan Aguado no produjeron efecto alguno; pues los reyes Don Fernando y Doña Isabel, satisfechos de la acrisolada conducta de Colon, tuvieron con él varias conferencias para tratar acerca del porvenir de sus nuevas colonias. Con tal motivo se acordó el establecimiento de trescientos treinta hombres, los cuales debian servir en la Española pagados por las cajas reales; el de algunos religiosos que predicasen la ley del cristianismo á los naturales de las Indias; y el repartimiento de las tierras á los que desearan avecindarse en estas lejanas regiones, reservando de ellas el oro, plata y brasil para los reyes de Castilla. Tambien se concedió á las personas que quisieran ir por su cuenta á trabajar las minas, la tercera parte de todo el oro que sacasen de ellas: aliciente que promovió sobremanera el espíritu de la emigracion. Los estrangeros no podian formar parte de la colonizacion; pero nada se acordó de mas peligrosas consecuencias al buen gobierno de la isla, como el fomento de la poblacion colonial por medio de los malhechores que recibieran su sentencia en España; porque era cimentarla desde su nacimiento sobre bases contrarias á la moral y civilizacion.

Don Cristóbal Colon, que procuraba extender la poblacion casteIlana por la mayor parte de la isla Española, libró órden á su hermano Don Bartolomé para que saliese á descubrir un puerto hácia el sur; y dado caso que encontrase uno con las necesarias comodidades, despoblase la Isabela para formar en él una nueva colonia. Don Bartolomé salió con la gente mas sana en direccion de las minas de San Cristóbal, que se empezaban á esplotar en la provincia del Bonao; y habiendo encontrado cerca de la costa un hermoso rio, que los indios llamaban Ozama, mandó fabricar en la boca del puerto una buena fortaleza, y á sus inmediaciones empezó á formar la

ciudad de Santo Domingo. La Isabela quedó en consecuencia casi despoblada.

Don Bartolomé se propuso reconocer en seguida el reino de Jaragua, de cuyo estado habia oido decir grandes y admirables cosas. Habiendo emprendido su marcha desde Santo Domingo, tropezó en el rio Neyba con un ejército de indios que militaban bajo las órdenes del rey Bohechio; pero tan luego como éste supo las pacíficas miras del Adelantado, lo recibió con mucho regocijo y fiestas públicas. En Jaragua, que dista sesenta leguas de Santo Domingo, la nobleza le obsequió con grandes bailes y diversiones. Treinta mugeres del rey, vestidas con faldillas blancas, se pusieron de rodillas delante del gefe español, y le dieron unos ramos verdes que llevaban en la mano. En el palacio real se le festejó con una opípara cena á usanza del pais; y él y sus compañeros durmieron aquella noche en ricas amacas de algodon. Cuando hubieron concluido las fiestas públicas, el Adelantado manifestó al rey que su visita tenia por objeto persuadirlo á que se reconociese tributario de los reyes de Castilla, del mismo modo que lo habian hecho otros señores de la isla. Bohechio se comprometió desde entonces à pagar su tributo en algodon y cazabe (pan de yuca), habiéndose antes excusado de no hacerlo en oro, porque no lo habia en toda la provincia.

El cacique Guarinoex, movido por los clamores de los tributarios. de la Vega Real y provincia de Cibao, se puso al frente de quincemil indios y trató de sorprender á los defensores de la fortaleza la Concepcion; pero habiendo sido avisado á tiempo Don Bartolomé, marchó inmediatamente contra ellos, los atacó de improviso en una noche, hizo considerable destrozo en la multitud indisciplinada, aprehendió á Guarinoex y pasó por las armas á los principales promovedores de la rebelion. A los pocos dias mandó poner en libertad al cacique; porque sus vasallos lo reclamaron con súplicas y lágrimas á la generosidad del Adelantado. Sin embargo de los triunfosy ascendiente moral que adquirian los castellanos cada dia sobre el pais, el hambre y las enfermedades hacian no poco estrago en sus nacientes poblaciones; motivo por el cual se iba introduciendo el disgusto en el ánimo de algunos revoltosos, que deseaban agravar con nuevos males el lamentable estado de su posicion.

Motin de Francisco Roldan (1497). Mientras Don Bartolomé se hallaba en la provincia de Jaragua, recibiendo los tributos del rey Bohechio, para cuyo efecto habia sido llamado con instancias, el alcalde mayor Francisco Roldan, que de la oscura clase de criado habia ascendido por grado á aquel honorífico puesto, levantó en la colonia el estandarte de la rebelion contra el gobierno de Don Diego, y atrajo á su partido mucha gente trabajadora y algunos marineros. Aunque se valió de pérfidos pretextos para alucinar la ignorancia y mala fé de sus compañeros, el rebelde tenia proyectado apoderarse del mando de la isla, cuya riqueza prometia á su ambicion el goce

de los mal adquiridos bienes de fortuna. Por mas esfuerzos que hizo Don Bartolomé para persuadirlo á que entrase en la obediencia, nada pudo conseguir en obsequio del sosiego público y seguridad de las personas honradas; pues al contrario, si uno de sus amigos no lo hubiera prevenido en tiempo oportuno, los compañeros de Roldan le habrian hecho víctima de sus sanguinarias intenciones. En tales circunstancias se vió obligado á encerrarse con alguna gente en la Concepcion; pues para el crecido número de los rebeldes no podian hacerse respetables las armas del legítimo gobierno. El imprudente y artificioso Roldan, además de su intentona criminal, se atrevió á introducir la alarma y desobediencia en el ya sosegado espíritu de los indígenas; de suerte que si ellos hubieran podido comprender lo útil que era la guerra civil entre sus opresores, los trabajos de mɩchos meses se habrian concluido por los desórdenes de un solo dia. Entretanto el Adelantado, dejando en plena libertad á los rebeldes, permaneció encerrado por algunos dias dentro de los muros de la fortaleza, y no dejó de emplear en tal estado los medios conciliatorios que creyó convenientes para la conclusion de este desagradable

asunto.

Aprehension de los reyes Mayobanex y Guarinoer: tercer viage de Colon al Nuevo-Mundo: su expedicion a Tierrafirme y su regreso a la Española (1498). La llegada de dos buques provistos de trabajadores y comestibles, sacó felizmente á Don Bartolomé del triste estado en que se hallaba. Desde luego se puso en marcha con direccion al puerto de Santo Domingo; y aunque Francisco Roldan tuvo intenciones de llegar primero para aprovecharse de lo que traian los buques, creyendo despues prudentemente no verificarlo por que los vecinos de la villa habian permanecido fieles al gobierno, determinó establecer su campo á cinco leguas de ella. Viendo el Adelantado la obstinacion de los rebeldes, que multiplicaban cada dia sus desórdenes, les formó proceso y los declaró traidores á su legítima autoridad.

Mientras tanto los indígenas de la Vega Real sufrian vejaciones tanto de la cuadrilla de Roldan como del partido contrario; motivo por el cual el rey Guarinoex, persona de un natural tranquilo, se refugió al señorío de Mayobanex con la mayor parte de su gente. Los súbditos de este rey que poseia grandes tierras en el norte de la isla, eran conocidos con el nombre de ciguayos, y tenian fama de valientes en todo el territorio. Guarinoex recibió de ellos generosa y fran'ca hospitalidad. Tan pronto como Don Bartolomé tuvo noticia de este alzamiento, se presentó en pocos dias con noventa hombres en la Concepcion; penetró por las altas sierras de los ciguayos; y en un extenso valle, bañado por las aguas de un caudaloso rio, desbarató el numeroso ejército de los indígenas, que procuraron hacer público alarde de su valentía durante el combate. Los ciguayos se retiraron á sus montuosas sierras, y desde allí hostilizaban con sus flechas al

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