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para recibir las felicitaciones de una numerosa diputacion de la nobleza, vestida como para presentarse á un monarca, y estos señores desfilaron por delante de él, saludándole al estilo del pais, esto es, tocando la tierra con la mano y besándola en seguida. Dieron al parecer mucha importancia á este ceremonial que duró mas de una hora.

Se veia á la entrada de la ciudad, entre la estremidad de la calzada y la puerta, un puente de madera de diez piés de ancho, á fin de que pudieran las aguas circular libremente al rededor de la fortaleza. Este puente, compuesto de vigas y travesaños, se sacaba cuando se queria.

Antes de penetrar en esta vasta cindad de dificil acceso, el prudente general dispuso su gente como si fuese á tomar una plaza enemiga, y apenas las columnas empezaban á ponerse en marcha, cuando se anunció la llegada de Moctezuma. Ya no era éste un príncipe incierto en sus resoluciones; era sí un príncipe subyugado por un poder superior; un príncipe soberano de algunos millones de hombres, acercándose con todo el esplendor de su poder, á rendir homenage à un puñado de aventureros, quienes por haber tenido la audacia de desobedecerle y entrar á pesar suyo en la capital, parecian á sus ojos seres protegidos del cielo, muy superiores á los demás mortales. Desde este momento Moctezuma pertenece á Cortés. Bernal Diaz y Clavigero han descrito minuciosamente esta primera entrevista. Robertson ha desfigurado la relacion del primero con ciertas omisiones; y aunque nosotros vamos á reasumirla, nos proponemos conservar su color nativo.

A la cabeza de la comitiva avanzaban tres oficiales con una varilla de oro en la mano, levantándola de cuando en cuando para anunciar al pueblo la presencia del monarca, é intimarles la órden de prosternarse como señal de respeto y veneracion. Moctezuma iba colocado en una litera cubierta de hojas de oro, y suspendido en un magnífico pálio cargado de plumas verdes. Cuatro señores lo llevaban sobre sus hombros. Se le veia acompañado de doscientos nobles, vestidos con una gran capa de tela de algodon de iguales formas como una librea, y en sus cabezas una especie de mazorca de plumas de diferentes colores. Marchaban con los piés desnudos, en fila y á dos por costado de la calle, manteniéndose á cierta distancia de Moctezuma, los ojos mirando al suelo en ademan de profunda veneracion. El monarca con sus insignias reales, y una pequeña corona de oro en la cabeza, metidos los piés en ricos borceguíes, y á la espalda un manto sembrado de hojuelas de oro y piedras preciosas. Luego que la comitiva hubo llegado á una distancia conveniente, se detuvo, y Moctezuma dejó la litera. Los cortesanos de su casa estendieron sus propias capas en la tierra, á fin de que el duro suelo no lastimase sus delicados piés. Habiéndolo tomado en brazos los cuatro grandes fendatarios de la corona, lo pusieron en

manos de su hermano y sobrino que lo sostuvieron respetuosa

mente.

Cortés se apeó tambien del caballo, se adelantó á recibirle, le arengó y puso en su cuello una cadena de oro, guarnecida de perlas y cristal cortado que llevaba en el suyo: regalo que recibió el monarca de una manera afectuosa. Cortés hizo el ademan de querer abrazarlo, pero se lo impidieron los señores que lo acompañaban, porque hubiera sido una profanacion de la sagrada persona del monarca. En seguida uno de la comitiva régia trajo al general dos collares trabajados de cáscaras de caracoles, y de cada uno de ellos pendian ocho pedazos de oro en forma de peces, de medio pié de largo y muy bien construidos. Despues de haberse trocado estos cumplimientos de una y otra parte, Moctezuma emprendió el camino de su palacio, encargando á su hermano que condujese los españoles al alojamiento que se les habia destinado. La muchedumbre acudió de todas partes para contemplar este espectáculo, siendo tan numerosa que ocupaba los dos lados del camino. Se veian gentes en las ventanas y sobre los tejados, todos asombrados y como sorprendidos de las atenciones y complacencias de su rey hácia estos extrangeros, á quienes los honores no adormecian, conservando en su marcha el órden y actitud militar. Sus columnas cerradas ocupaban todo este largo y anchuroso camino elevado sobre el lago, que continúa en línea recta desde Ixtapalapan hasta el centro de la ciudad.

Sin embargo, no podian desasirse de un vago sentimiento de in quietud, viéndose algunos centenares de hombres en el corazon de tan populosa ciudad, y á mil quinientas leguas de su patria. Llegaron hasta el palacio que se les habia destinado, el mismo que en otro tiempo habia ocupado el rey Axayacatl, padre de Moctezuma, construido por aquel monarca hacia cosa de cincuenta años (1). Moctezuma que los aguardaba en el patio de este palacio, tomó de la mano á Cortés y lo introdujo en una grande sala, en donde lo hizo sentar sobre un pequeño sitial, cubierto de un tapiz de algodon, y cuya forma asemejaba á uno de los altares de nuestras iglesias. Las paredes estaban cubiertas de la misma tela, con ribetes de oro y piedras preciosas. El rey se despidió del general diciéndole. Ahora estais en vuestra propia casa; descansad de vuestras fatigas, que bien lo habeis menester, y dentro de breve rató volveré á visitaros. Terminada esta visita, Cortés mandó disparar algunos cañonazos con el objeto de espantar á los mexicanos; y en seguida reconoció el palacio que se le habia dado por habitacion, edificio grandioso, claro, ventilado, con murallas de un mediano espesor, flanqueadas de torrecillas, aseadamente amueblado con esteras, y asientos de una sola pieza de madera, y tan grande que todo el ejército

(1) El baron de Humboldt nos dice que se hallaba comprendido en el espacio que media entre la esquina del Indio Triste y Tacuba.

TOM. I.

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español, indios aliados, mugeres, niños y esclavos en número de mas de siete mil, estaban alojados en él con bastante comodidad. Los españoles encontraron en aquel local cuanto pudieran descar para creerse seguros. Sin embargo, Cortés tomó en su infatigable inteligencia, todas las precauciones posibles; pues colocó una bateria de cañones frente a la puerta principal, y se fortificó en todos los puntos, como si hubiera tenido que sostener un sitio.

Conferencias de Moctezuma con Cortés: descripcion de la ciudad de México: prision de Moctezuma (1519). La entrada de los españoles en la capital de Moctezuma, dia no menos ilustre para ellos que fatal para los pobres mexicanos, se verificó el 8 de No viembre de 1519, á los siete meses de su llegada al pais de Anáhuac. Apenas Cortés habia acabado de comer, cuando Moctezuma fiel á su promesa fué á visitarle. El monarca lo hizo sentar á su lado, mientras todos los soldados españoles y mexicanos se mantenian en pié respetuosamente. Despues de algunas preguntas relativas á la patria de los expedicionarios, y sobre los motivos de su arribo á las playas del Anáhuac, las cuales le fueron contestadas por Cortés de una manera satisfactoria, el príncipe azteca mandó traer los regalos que habia preparado para sus huéspedes, y consistian en cadenas de oro, adornos de plumas y millares de piezas de algodon. Cortés ya no tenia voces para manifestar su agradecimien to; pero Moctezuma le interrumpió con estas palabras:

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Bravo general, y vosotros todos sus compañeros. Los hombres ,,de mi córte y mis criados son testigos del placer que he esperimen,,tado á la noticia de vuestra llegada. Si he manifestado oponerme ,,hasta este momento, á la visita que ahora me haceis, no ha sido ,,sino por conformarme con las ideas y disposiciones de mi pueblo. ,,Vuestra fama ha aumentado los objetos y alarmado los ánimos; ,,pues se ha dicho que érais dioses inmortales, montados sobre bés,,tias salvages de un tamaño y de una fuerza extraordinarios, lan,,zando á vuestro placer los rayos que hacen temblar á la tierra. Os ,,han hecho pasar como monstruos arrojados por las olas del mar á ,,sus orillas, atraidos hasta nuestro pais, por vuestra insaciable sed ,,de oro y para entregaros á todos los desórdenes. Últimamente se ,,ha dicho y repetido que uno solo de vosotros se comia mas de diez ,,mexicanos; pero el tiempo y la experiencia nos han hecho ver que ,,todo esto es una impostura. Hoy sabemos que sois hombres mor,,tales como nosotros, aunque la tez no sea igual y tengais pelo en ,,la cara. Vuestros caballos, esos animales tan temidos, son ciervos ,,mas grandes y gordos que los nuestros, aunque difieren algo de „su forma, y vuestras terribles armas son unos tubos bastante pa,,recidos á las cañas que empleamos en la caza, con la diferencia ,,que arrojan las balas con mayor fuerza.

,Tambien sabemos que sois buenos y generosos, que sufrís con ,,resignacion la mala suerte, y no os enfureceis jamás, á menos que

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