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podian ver con indiferencia el rápido engrandecimiento de aque caudillo. Cuando pasaron los primeros momentos de vida y entu siasmo, cuando la junta se halló tranquila en el ejercicio de sus funciones, alzaron sus cabezas algunos poderosos enemigos de Iturbide, y éstos organizaron una oposicion que echó por tierra sus planes y esperanza. Ya los veremos manifestarse hostiles á este cau dillo de la independencia de su patria.

En la misma noche se nombro una regencia compuesta de cinco miembros: D. Agustin de Iturbide, D. Manuel de la Bárcena, el obispo de Puebla D. Joaquin Perez, D. Manuel Velazquez de Leon' y el oidor D. Isidro Yañez. El poder ejecutivo quedó concentrado en los individuos de la regencia bajo la presidencia de D. Agustin de Iturbide, quien al mismo tiempo fué nombrado generalísimo y grande almirante, con el sueldo de ciento veinte mil pesos anuales. Poco despues se suscitó una duda en el seno de la junta legislati va; pues siendo incompatible la doble representacion que Iturbide tenia á un mismo tiempo, inuchos opinaron que era preciso proceder á la eleccion de presidente del cuerpo soberano. El Sr. Espinosa de los Monteros hizo la siguiente proposición:,,Que el Sr. presidente de la junta, por serlo de la regencia, no pierda el carácter honorífico de presidente de la junta, para que en todo caso que estime necesario concurrir á ella solo, ó con la regencia, tenga el pri mer lugar aunque esté principalmente adicto a la regencia, y que se elija vice-presidente.",,Lo expuesto sin ejemplar Desechada por mayoría de votos, el Sr. Alcocer la modificó del siguiente modo:,,Que se elija presidente de la junta; pero que siempre que con curra á ella el Exmo. Sr. Iturbide, tenga la preferencia el presiden te." Entonces quedó aprobada con repugnância de algunos de sus enemigos. El generalísimo creó en seguida un ministerio nada á propósito para salir airoso de su comprometida situacion: la cartera de hacienda recayó en D. José Perez Maldonado, anciano poco versado en esta clase de negocios; la de guerra entró á desempeñarla D. Antonio Medina, marino inteligente y de una acreditada honradez; D. José Dominguez tomó á su cargo la cartera de justicia; y D. José Manuel de Herrera, el mismo de que hemos hablado al ocuparnos del periodo de la primera revolucion, fué colocado en el ministerio de relaciones interiores y exteriores, El presidente de la regencia ejercia un poderoso influjo sobre estos individuos; pero aunque su ascendiente se aumentó con la muerte de O-Donojú, no por eso le fué posible hacer frente á la sistemática oposicion de la junta legislativa.

D. Juan O-Donojú dejó de existir el 8 de Octubre de este año, á consecuencia de una pulmonía que vino á sorprenderlo en dias de completa salud, y su cadáver fué sepultado al pié del altar de los Santos Reyes en la Catedral de México. El nombre de este alto personage se hizo bastante odioso á los ojos de la nacion españo

la; pero la historia, viendo con imparcialidad las circunstancias que lo movieron á reconocer la independencia mexicana, debe templar el juicio que de él se han formado algunos fanáticos de entre sus contemporáneos. O-Donojú no tenia eleccion para haber obrado de otra manera en aquellos críticos momentos; pues se encontraba en la cruel alternativa de firmar el tratado ó de venderse. Si no lo hubiera firmado en aquellos instantes de exaltacion popular, habria comprometido la existencia de todos los españoles del reino; y privando al trono de Castilla de las concesiones que le hacian los vencedores, se hubiera privado en lo sucesivo de toda ventaja ó mejora. Su conducta fue muy contraria á la que observó el anciano militar D. José Dávila, comandante de Veracruz y el castillo de Ulúa; pues este individuo fué el primero en manifestar su oposicion por medio de una proclama. Oigamos al mismo O-Donojá explicarse sobre este interesante asunto, en una carta que escribió á su gobierno para remitirle el tratado celebrado en la villa de Córdova. Dice así:

,,Por mis cartas anteriores de 31 de Julio y del 13 del corriente, que tuve el honor de dirigir á V. E., se habrá penetrado la alta comprension de S. M. del estado en que encontré á este reino á mi llegada á Veracruz. Mi situacion era la mas dificil en que jamás se viera autoridad alguna, la mas comprometida y la mas desesperada. Ni en la fuerza, porque carecia de ella; ni en la opinion, porque el espíritu público estaba pronunciado y decidido; ni en el tiempo, porque todo era ejecutivo, encontraba un sendero que me sacase del tortuoso laberinto á que me habia conducido la fatalidad. Lo de menos era la esposicion de mi persona, la ruina de mi familia, la muerte de varios individuos de ella, y lo que me afligia haber hecho la desgracia de una porcion de mis amigos, que quisieron acompañarme desde la península, uniendo su suerte à la mia: todos estos sufrimientos al fin herian mi sensibilidad como hombre privado. Pero al reflexionar que era una persona pública, que habia merecido la confianza del monarca; que éste habia puesto á mi cuidado la parte mas rica y mas hermosa de su monarquía; que carecia de arbitrios para corresponder á su preciosa confianza; que tenia sobre mí los ojos de la Europa y del mundo entero; que mis dilatados servicios iban á estrellarse contra un escollo invencible; y que no podia ser útil á mi pátria, única ambicion que siempre he conocido, mi valor desmayaba, y hubiera preferido no existir á respirar abrumado bajo tan enorme pesadumbre.

Todas las provincias de Nueva-España habian proclamado la independencia. Todas las plazas habian abierto sus puertas, por la fuerza ó por capitulacion á los sostenedores de la libertad. Un ejército de treinta mil soldados de todas armas, regimentados y en disciplina: un pueblo armado, en el que se han propagado portentosamente las ideas liberales, y que recuerda la debilidad (que ellos

le dan otro nombre) de sus anteriores gobernantes; dirigidos por hombres de conocimientos y de carácter, y puesto á la cabeza de las tropas un gefe que supo entusiasmarlas, adquirirse su concepto y su amor, que siempre las condujo á la victoria, y que tenia á su favor todo el prestigio que acompaña á los héroes: las tropas europeas desertándose á bandadas, que se presentaban á pedir partido y se les concedia, lo mismo que hacian los oficiales siguiendo el ejemplo de sus gefes: quedaba Veracruz, Acapulco y Perote; pero éste habia capitulado entregarse luego que lo hiciese la capital; y la primera sin fortificacion capaz de sufrir un asedio, desguarnecida, con mil partidarios de la independencia en su seno, y en oposi ción los intereses de su vecindario. Restaba aun México, ¡pero en qué estado! El virey depuesto por sus mismas tropas: éstas ya indignas, por este atentado, de ninguna confianza: su número que no pasaba de dos mil quinientos europeos y otros tantos entre veteranos, provinciales y urbanos del pais; y sitiado desde el momento que pisé la tierra, sin correspondencia en lo interior, sin víveres, sin dinero: las provincias en el desorden que es consiguiente á una guerra intestina de esta naturaleza, por la falta de brazos para la agricultura y las artes, estando empleados todos en llevar las armas, y con ellas desastres y devastacion. El comercio paralizado: los caudales de los europeos, que ascienden á muchos millones de pesos, detenidos en México, algunos que conducia una conducta considerable, repartidos en el reino los demás, y sin posibilidad unos ni otros de llegar á manos de sus dueños, quedando así arruinadas las fortunas de mil familias opulentas de éste y aquel continente: ruina de que se resentiria la España por siglos.

,,En tal conflicto, y sin instrucciones del gobierno para este caso, ya me resolvia á reembarcarme dando la vela para la Península. Empero, me dolia dejar abandonadas á la suerte dos grandes naciones, y revolvia sin cesar en mi imaginacion mil ideas sin poder fijarme en ninguna. En el partido de la negociacion solia detenerme; mas ¡qué confianza podia alentarme de conseguir alguna ventaja para mi patria! ¿Quién ignora que un negociador sin fuerzas, está para convenirse en cuanto le propongan, y no para proponer lo que convenga á la nacion que representa? Sin embargo quise probar este extremo; y al efecto preparé los ánimos con mi proclama de 3 de Agosto, que hice correr venciendo dificultades. No se oyó con desagrado, aunque se satirizó mordazmente por algun periodista; y luego que me pareció habria circulado, envié al primer gefe del ejército imperial dos comisionados con una carta, en que le aseguraba de las ideas liberales del gobierno, de las paternales del rey, de mi sensibilidad y deseos de contribuir al bien general, é invitándole á una conferencia; recibí otra del mismo gefe, que al ver mi proclama me dirigia tambien comisionados para que nos viésemos. Repito, que jamás pensé en que podria sacar de la entrevista parti

TOM. I.

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