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el segundo en El Renacimiento, y se le ha rendido homenaje en la tribuna, por muchos oradores, en las grandes solemnidades de la moderna civilizacion: en la reparticion de premios á los alumnos de las escuelas.

ALDAMA, Ignacio.

El Lic. D. Ignacio Aldama, uno de los caudillos y mártires de la libertad mexicana, nació en San Miguel el Grande (Guanajuato).

Abrazó la carrera de la abogacía y se recibió en México; pero como dicha profesion era poco productiva en las poblaciones del interior del país, se dedicó al comercio, en el que, fomentado por los españoles D. Juan de Issasi y D. José Landeta, del mismo San Miguel, logró con su honradez y laboriosidad, formar un capital de 40,000 pesos. No asistió personalmente al Grito de Dolores dado el 16 de Setiembre de 1810; pero habiendo entrado al dia siguiente los insurreccionados á San Miguel el Grande, se unió á ellos y fué nombrado Presidente de su Ayuntamiento, por cuyo motivo el Colegio de Abogados, que al principio de la revolucion publicó una alocucion en contra de ella, le hizo borrar de la lista de sus individuos. No se sabe si permaneció en San Miguel hasta la aproximacion á dicha villa del conde de la Cadena, ó si se halló en las jornadas de Guanajuato y Monte de las Cruces: lo primero nos parece más verosímil, pues segun vemos en la Historia del Sr. Alaman, se incorporó al ejército de Hidalgo con su familia, la de su hermano D. Juan y alguna gente que venia de San Miguel, cuando se hallaba en las inmediaciones del pueblo de San Gerónimo Aculco, casi á la vista de las tropas de Calleja: sus intenciones eran tan rectas como las de su dicho hermano. Nada se sabe del porte que tuviera el Lic. Aldama en esa accion ni en la de Guanajuato y Puente de Cal

deron, si concurrió á ellas; pero el Gobierno español dió tal importancia á su persona, que fué uno de los exceptuados con los otros caudillos de la revolucion, del indulto concedido á los que abandonasen las filas de las tropas independientes, y su cabeza fué puesta á talla lo mismo que la de su hermano D. Juan Jimenez, Allende y el Cura Hidalgo.

Habiendo tomado Allende la resolucion de marchar hácia el Norte, se dispuso le precediera el Lic. Aldama, que tenia el grado de Mariscal de Campo, á quien se nombró embajador cerca del Gobierno de los Estados Unidos, ya fuese para proporcionar los auxilios de armamento y hombres que se trataba de solicitar, ó sólo para asegurar una favorable acogida, remitiendo con él una suma considerable en barras de plata y numerario.

Habiendo llegado á Béjar, acompañado, en calidad de secretario, del padre franciscano Salazar, encontró mal dispuestos los ánimos de los vecinos de esa ciudad, que estaban sumamente disgustados con el gobierno del capitan Casas que habia hecho allí la revolucion; y cabalmente en aquellos momentos habia llegado á dicha poblacion el subdiácono D. José Manuel Zambrano, hombre de espíritu emprendedor, que por su vida traviesa y aventurera habia dado no poco que hacer á sus prelados y al Gobernador Salcedo. Zambrano, conociendo que no seria fácil ejecutar de pronto una contrarevolucion, para reponer las cosas en su anterior estado, tomó con sus confidentes el partido de aparentar que sus designios sólo se dirigian contra el despotismo de Casas y contra los desórdenes de su gobierno; y siendo fácil suscitar enemigos al que manda, consiguieron por este medio atraerse muchos acérrimos partidarios de la misma insurreccion.

El ejemplo que Hidalgo habia dado persuadiendo al pueblo de que los españoles trataban de entregar el reino á los franceses, encontró luego imitadores, y el padre Zambrano se valió del mismo ardid para hacer sospechoso al Lic. Aldama, haciéndole pasar por emisario de Napoleon, porque usando las divisas adoptadas por los insurgentes, llevaba, como Mariscal de Campo, un cordon sobre el hombro izquierdo, segun se veia en los

oficiales franceses en las estampas de batallas que circulaban por todas partes; insinuando tambien con demasiada razon, que los auxiliares que iba á buscar Aldama al Norte, no harian otra cosa más que aprovechar la coyuntura para realizar sus miras, ya desde entónces bien manifiestas, de apoderarse de aquella provincia. Hecha, en fin, la contrarevolucion el 19 de Marzo de 1811, el padre Zambrano arrestó al Lic. Aldama y á su comitiva, remitiéndole á Monclova, donde fué fusilado el 20 de Junio del mismo año.

ALDANA, Ramon.

No seria aventurado afirmar, que entre los poetas yucatecos, á partir desde el ilustre Quintana Roo, no ha habido uno, y cuenta que no han sido pocos, que reuna mayor suma de cualidades excelentes, que el que va á ser objeto hoy de nuestro estudio. Sin la robusta inspiracion de Alpuche, sin la fantástica imaginacion de Pérez, sin la facilidad y la armonía de Peon Contreras, sin la ternura de Ovidio Zorrilla, Aldana, por sus hermosas imágenes, por sus bellas descripciones, por la viveza de muchos de sus cuadros, y sobre todo, por la pulcritud de la forma de sus poesías, es el que más se ha aproximado, si es que no lo alcanzó, al clasicismo. Dotes poseia que le colocaban en altísimo lugar en el parnaso mexicano, y si en vez de una biografía escribiéramos razonado juicio crítico, sin esfuerzo lograriamos comprobar nuestras afirmaciones. Acaso en no lejano. dia emprenderemos tarea de suyo tan grata, pues con ella rendiremos un nuevo tributo al verdadero mérito.

Nació D. Ramon Aldana en la ciudad de Mérida el dia 30 de Junio de 1832. Hizo sus estudios de filosofía y jurisprudencia, en el Seminario Conciliar de San Ildefonso de la ciudad de su nacimiento, y en la misma se recibió de abogado.

Muy jóven todavía, se distinguió Aldana como miembro fundador de una asociacion literaria, cuyos trabajos no fueron estériles para el progreso de las letras en Yucatan, y esto en una época en que el Estado acababa de sufrir la violenta conmocion producida por el alzamiento en armas de la clase indígena, alzamiento que dió lugar á espantosas escenas (1847-1848), y que destruyó las principales fuentes de la riqueza pública.

En 1857 comenzó Aldana su carrera política, habiendo sido electo diputado al Congreso de la Union, cargo que entonces significaba una honra, y no habia degenerado en lo que al presente se ve. Sucesivamente desempeñó la magistratura y la fiscalía del Tribunal Superior de Justicia, el juzgado de primera instancia civil y criminal, la representacion del Ministerio Público y una diputacion al Congreso del Estado. En el de Veracruz desempeñó igualmente una magistratura, y fué muy estimado por su rectitud, por su ilustracion y por la bondad de su carácter.

La integridad de Aldana le conquistó el aprecio de sus mismos enemigos políticos. Bajó al sepulcro legando por sola herencia á su hijo, un nombre digno de respeto. De su inmaculada honradez nadie podrá murmurar. Otros en los puestos que él ocupó han hecho una fortuna; otros, cuya mediana inteligencia les señalaba como inferiores á Aldana, han alcanzado lo que él, por digno y por leal, no llegó á conseguir.

Como escritor, Aldana redactó varios periódicos políticos y literarios, como La Prensa, El País, El Pensamiento y La Revista de Mérida, de que fué fundador. Colaboró en La Guirnalda, El Album Yucateco, La Biblioteca de las Señoritas, El Federalista y otros. Varias de sus poesías y su retrato, figuran en el libro que con el título de "Poetas yucatecos y tabasqueños” publicaron en Mérida (1861) los Sres. D. Manuel Sanchez Mármol y D. Alonso de Regil y Peon.

Cuatro dramas dió á la escena Aldana: "Honor y felicidad," "Nobleza de corazon," "Una prenda de venganza," y "La cabeza y el Corazon," siendo todos objeto de entusiastas y justísimos aplausos, pues á no dudarlo, Aldana poseia cualidades verdade

ramente apreciables para el teatro. Aldana, como dramaturgo, habria alcanzado espléndidos triunfos, si la suerte le hubiese permitido buscar nuevos horizontes, espacio menos limitado que el que le ofrecia la sociedad yucateca, en la que, si bien es cierto que se sabe honrar al verdadero mérito, no hay en cambio otros elementos de esos que estimulan al autor y le hacen acometer nuevas y más arriesgadas empresas, para continuar alcanzando mejores y más duraderos triunfos.

Mientras la carrera de las letras no proporcione siquiera una mediana retribucion en vez de distraer de ocupaciones en cuyo producto está cifrada la existencia del hombre, no habrá entre los literatos mexicanos sino muy pocos que dejen de sofocar los impulsos de su corazon y de su inteligencia, para entregarse á labores ménos gratas pero sí más positivas.

Como escritor prosista, Aldana era castizo y se manifestó siempre poeta: pero sin esa vana palabrería con que frecuentemente confunden la poesía muchos escritores y oradores que tenemos en México. Era galana su prosa, y no empalagaba; revelaba estudio y no era conceptuosa. En las luchas del periodismo político, Aldana, á pesar de la energía de su carácter, de la firmeza de sus convicciones, aun siendo víctima de los furores de partido, se mantuvo siempre á una altura conveniente: nunca se degradó prodigando dicterios. Razonaba con una calma que ciertamente no abrigaba, pero que debia á su propio respeto y al de la sociedad para la cual escribia. En este respecto encontramos grandes puntos de contacto entre Aldana y el Sr. Vigil, distinguido literato jalisciense.

Pero en lo que más se distinguió Aldana, fué en la poesía líríca que cultivó con éxito brillante, logrando, en nuestro humilde juicio, colocarse entre los primeros poetas mexicanos. Hay en sus odas entonacion robusta y valiente, estrofas perfectamente redondeadas, versos sonoros y dulces al mismo tiempo, verdad en el pensamiento, belleza en la forma, rarísimas incorrecciones. Los compiladores de la obra mtitulada “Poetas yucatecos y tabasqueños," que ya citamos, dicen así refiriéndose á Aldana: "Su estilo es sencillo y armonioso al par que preciso y

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