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premo Tribunal de la Guerra; despues formó parte de la Suprema Corte Marcial y de la Junta del Código militar y civil, y ocupó el puesto de inspector de la milicia activa.

En Diciembre de 1838, cuando tuvo lugar la primera invasion francesa, hallándose en Veracruz en la casa de Santa Anna, habiendo sido asaltada ésta, Arista fué hecho prisionero á pesar de la gran resistencia que opuso en union de dos soldados y fué llevado á un buque de guerra enemigo, de donde salió en libertad en Enero siguiente.

En este año (1839), siendo presidente D. Anastacio Bustamante, hizo capitular á los disidentes de Tampico, por lo cual fué nombrado comandante general de Tamaulipas y despues general en jefe del ejército del Norte. Desde luego, con la actividad que le era característica; marchó á Monterey y reorganizó la seccion de operaciones y persiguió á los disidentes hasta Santa Rita Morelos, en los confies de Cohahuila, en donde los derrotó completamente, por lo que le fué concedida una cruz particular. Despues, hallándose en Matamoros con la investidura de jefe del ejército del Norte, se consagró á organizar el que debia contribuir á la defensa del territorio nacional contra los sublevados tejanos. Cuando Tejas se incorporó á los Estados Unidos y avanzaban los invasores sobre el territorio nacional, hizo grandes esfuerzos para poner la frontera en estado de resistir, desarrollando cuantos proyectos creyó útiles y aumentando su division hasta seis mil hombres.

Mas Arista se vió obligado á separarse, obedeciendo las órdenes de Paredes, quien habia ascendido á presidente, y se retiró á una hacienda que poscia cerca de Monterey. Hallábase viviendo en ella, cuando recibió órden, en Abril de 1846, para que se encargara de nuevo del mando del ejército del Norte, al saberse en México la noticia del avance de los americanos sobre Matamoros. El 8 de Mayo dió en Palo Alto la celebre batalla en la que obtuvo considerables ventajas; mas al dia siguiente la fortuna le fué contraria y se vió obligado á replegarse á Matamoros. Al retirarse de esta poblacion para Linares, dejando el mando del ejército al general D. Francisco Mejía, solicitó el

mismo Arista un juicio que le fué formado y pasó á la capital para que se le juzgara. En Diciembre de 1846 le fué concedida una cruz de constancia de primera clase, y en cuanto á la sumaria por los sucesos de Palo Alto y la Resaca, la comandancia general del Distrito declaró no haber mérito para ser continuada, y en consecuencia, sobreseyó en ella.

En Junio de 1848 fué nombrado Secretario del despacho de Guerra y Marina. En este puesto contribuyó muy eficazmente al sostenimiento de la paz y á la disciplina del ejército.

El 8 de Enero de 1851, el Congreso le declaró presidente constitucional, sucesor del Sr. D. José Joaquin Herrera, y el 15 del mismo mes tomó posesion de su elevado puesto, prestando el juramento respectivo.

Refiriéndose á la administracion de Arista, dice uno de los biógrafos de éste, el Sr. Colunga:

“Subió á la presidencia el Sr. Arista con las más firmes intenciones de arreglar los asuntos de la República, harto revueltos á consecuencia de los innumerables trastornos anteriores; mas, por desgracia, desde los primeros dias de su administracion, halló oposiciones rudas y sistemáticas, no sólo entre individuos pertenecientes al ejército, sino en el seno mismo del Congreso y del Senado. Todos esperaban de él un gobierno militar y despótico; pero precisamente lo que caracterizó al Sr. Arista y en lo que estriban sus mejores títulos á la admiracion de los mexicanos, fué su profundo respeto á la ley y á los juramentos que habia prestado.

"El ramo de Hacienda fué en el que desde luego fijó toda su atencion, y dirigió todos sus esfuerzos á introducir en él la moralidad, para lo cual puso en práctica cuantos proyectos juzgó oportunos; y si estos no dieron el resultado que se esperaba, dependió de que en tan graves asuntos no es posible introducir las mejoras que se buscan, sino despues de mucho tiempo de ensayos y tanteos. Se reconoció que el medio más apropósito para cubrir el déficit, era el de reducir los gastos; y en este punto fué tan escrupuloso el Presidente, que aun llegó á exigir á los ministros que le dieran cuenta cada mes de los presupuestos de

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las secretarías, comprobados con las listas nominales de los individuos que en toda la República recibian sueldo del erario federal. Puso no menor empeño en la reforma y disciplina del ejército, corrigiendo la contabilidad. Pero todos sus esfuerzos se estrellaron ante las oposiciones de que hemos hablado, y no tardaron mucho en estallar pronunciamientos y revoluciones en diversos Estados de la República, promovidos por los partidarios de Santa Anna. Desde este momento es cuando Arista se hace verdaderamente digno de admiracion, pues, en medio del trastorno general y cuando todos sus partidarios le aconsejaban desconociese á la Representacion Nacional y tomara el camino de las medidas enérgicas pero arbitrarias, él supo seguir tan sólo las inspiraciones de su conciencia y respetar los juramentos que hizo de obedecer y acatar las prescripciones de la Constitucion. Así fué que tras de muchas amarguras, sinsabores y desengaños, se decidió á retirarse del poder, ántes que faltar á aquellos juramentos.

"La renuncia tuvo lugar el dia 4 de Enero de 1853, á pesar de que muy poco ántes habia aparecido en el Monitor una carta de su secretario particular en que se negaba que el Presidente tuviese la intencion de renunciar."

Retirado ya del poder pasó á vivir á una hacienda de su propiedad, hasta que la dictadura de Santa Anna le arrojó del suelo patrio. Agobiado por las enfermedades partió para Europa, y despues de haber visitado varias ciudades, establecióse en Sevilla, donde sus males se agravaron, y ansiando ver de nuevo el cielo de su patria, quiso restablecer su salud, á cuyo efecto partió para Lisboa, embarcándose para Francia en este punto, á fin de ponerse en manos de los mejores médicos; pero el 7 de Agosto de 1855, á las diez y media de la noche, falleció á bordo del vapor inglés "Tagus," sin haber logrado su más ardiente deseo.

El cadáver fué sepultado en el cementerio de San Juan, en Lisboa, y el corazon traido á México con otros objetos. El gobierno del general Comonfort rindió justo homenaje al ilustre potosino, declarándole benemérito de la patria por decreto de

26 de Enero de 1856 y disponiendo la traslacion á México de sus cenizas.

Esta no se verificó, sin embargo, hasta 1881, en que con extraordinaria pompa fueron celebradas sus honras fúnebres.

ARRÓNIZ, Joaquin.

Nació en la villa de Cosamaloapam, antigua poblacion situada en la costa de Sotavento de Veracruz, el dia 2 de Mayo de 1838. Fueron sus padres el Sr. D. José Joaquin Arróniz y la Sra. Feliciana Fentanes, nativos tambien de Cosamaloapam, quienes aunque descendientes de familias que habian gozado de grandes bienes de fortuna, no alcanzaron igual suerte. Así, cuando Arróniz comenzó su educacion primaria y dió á conocer precoz inteligencia y amor al estudio, entristeciéronse sus padres al considerar que en la villa donde moraban no podia él adquirir sino superficiales conocimientos.

Para que Arróniz emplease con provecho el tiempo, le dedicaron sus padres al estudio de la música. Rápidos fueron los progresos que en este arte hizo, sin abandonar por eso su vocacion á las letras; que es propio de las almas de cierto temple no hallar goces sino venciendo contrariedades, sobreponiendo la propia voluntad á los azares de la fortuna. La armonía y el contrapunto no ofrecian ya dificultades á Arróniz, que conoció el arte como consumado profesor, y el piano fué sustituido por el libro.

Instado el Sr. Arróniz por su esposa, que anhelaba proporcionar á su hijo elementos para desarrollar sus facultades, trasladose la familia á la ciudad de Orizaba, á cuyo colegio, que era el mejor del Estado, entró Arróniz desde luego. Allí estudió latinidad y filosofía, obteniendo en los exámenes las calificaciones más honoríficas; aprendió el francés, y bajo la direccion del pintor Barranco cursó dibujo natural y lineal.

Más tarde, por sí solo, estudió historia sagrada y profana, se inició en el conocimiento de varias ciencias, dedicose á aprender el idioma mexicano, que llegó á poseer con perfeccion, y cultivó el inglés y el italiano.

Desde el dia en que Arróniz se separó del colegio hasta aquel en que dejó de existir, su vida estuvo consagrada al estudio, con tal ahinco, que llegó á acostumbrarse á no dormir en la noche más que tres horas, y aún muchas veces le halló la luz del nuevo dia entregado á las investigaciones históricas que le preocupaban, ó bien á otros estudios de él favoritos, acopiando de esa manera gran suma de instruccion.

Era todavía muy jóven cuando estableció en Orizaba un periódico joco-serio con el nombre del Diablo Predicador, en cuya redaccion figuró el poeta Manuel E. Rincon, que hoy vive apartado de los asuntos literarios, y muy de tarde en tarde nos hace recordar con algun chispeante soneto, aquellos dias en que nos deleitaba su musa juguetona.

Durante la época del Imperio, Arróniz, que no podia estar conforme con aquella usurpacion; que veia indignado á un poder sostenido por bayonetas extranjeras, redactó El Ferrocarril, con una energía que pocos mexicanos se atrevian á desplegar entónces. Conciliose el ódio de los agentes imperiales con sus escritos, y fué reducido á prision. Empero esto no bastó á intimidar á Arróniz. Desde su mismo calabozo lanzaba los dardos de su patriótica cólera en contra del ominoso decreto del 3 de Octubre. El Ferrocarril subsistió hasta el dia en que el General D. José López Uraga, al pasar por Orizaba acompañando á la Emperatriz Carlota, intimó al dueño de la imprenta en que se publicaba dicho periódico, que se tomaria una providencia extrema si no cambiaba de política ó de redactores.

Restablecida la República en 1867, fundó Arróniz un periódico de caricaturas: La Geringa. Corta fué la existencia de esta publicacion, por haberse separado de la ciudad el único litógrafo que en ella habia.

Más larga vida alcanzó El Eco de Orizaba, fundado tambien por Arróniz.

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