alguno podemos ser del número de los que menosprecian lo moderno al hacer comparaciones con lo antiguo, y se entregan á declamaciones estériles; pero sí lamentamos que existan causas que impidan el desenvolvimiento de las facultades que, á no dudarlo, poseen para el arte muchos mexicanos.

El cultivo del género religioso, favorecido en tiempos pasados por las órdenes monásticas principalmente, y en general por las ideas que entonces privaban en las clases todas de la sociedad, tenia en actividad constante á nuestros pintores, y les proporcionaba el lucro, que es el aliciente mayor para el hombre, y que sólo el genio mira con indiferencia ó desden. De esa actividad nacia el perfeccionamiento, y de éste la imperecedera gloria alcanzada por los artistas. Cambió nuestro modo de ser social, y ni el Estado ni las clases elevadas sustituyeron las fuentes cegadas al verificarse tal cambio, y el arte languideció, y la miseria es el solo patrimonio del que rindiéndole culto no quiere prostituirlo en obras de poco momento y consagra su pincel á asuntos elevados únicamente.

El Estado subvenciona la Escuela, es cierto; pero los que allí se forman no encuentran, al terminar sus estudios, quienes fuera de ella le encomienden la ejecucion de obra alguna que pueda inmortalizarles, y ni aun en la decoracion de los palacios de los magnates se les emplea. Cuadros místicos llenaban no sólo templos y claustros en los pasados siglos, sino las habitaciones de los ricos y aun de los hombres de mediana fortuna. Hoy el estuco, las lunas venecianas, la tapicería extranjera y mil y mil baratijas á que pomposamente se llama "objetos de arte," es lo que se ve en las casas de los potentados, y láminas cromo-litográficas en las de los que con menores recursos cuentan. En muy reducido número de casas figuran retratos de familia, y no siempre de nuestros mejores pintores, sino de los que á menor precio los ejecutan. ¿Cómo puede, bajo tales condiciones, descollar un gran artista, hoy que las necesidades de la vida material son tan grandes? ¿Cómo justificar entónces las censuras que se prodigan á los alumnos de nuestra Escuela de Bellas Artes, cada vez que al abrir ésta sus salones se echan de ménos

obras recientes que revelen el esplendor de la escuela moderna? Conocemos en sus poridades la vida precaria que arrastran varios de los más aventajados discípulos de la Escuela Nacional de Bellas Artes; y por lo mismo, léjos de sorprendernos la pobreza de las Exposiciones que de tiempo en tiempo se verifican, nos admira cómo hay todavía quien llevado por su entusiasmo artístico, emplea algunos meses en pintar un cuadro que no ha de hallar licitadores, en vez de consagrarse á un trabajo cualquiera, que aunque servil, al ménos produciria unos reales para matar el hambre.

Mientras que los que tienen recursos para ello no protejan á los artistas comprándoles sus obras; á medida que para los ricos sea ménos habitual el sentimiento estético, será mayor la decadencia de la pintura entre nosotros, y como un recuerdo de lo que llegara á ser en nuestros dias, existirán únicamente los lienzos que se guardan en la sala consagrada á los autores modernos en la que es hoy Escuela y acaso no pueda llamarse sino simplemente "Museo de pinturas mexicanas."

FIN.