Modern Spanish Lyrics

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H. Holt, 1913 - 435 páginas
 

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Pasajes populares

Página lxxviii - ¡Qué descansada vida la del que huye el mundanal ruido, y sigue la escondida senda por donde han ido los pocos sabios que en el mundo han sido!
Página 151 - ¡Pues bien! yo necesito decirte que te adoro, decirte que te quiero con todo el corazón; que es mucho lo que sufro, que es mucho lo que lloro, que ya no puedo tanto, y al grito en que te imploro te imploro y te hablo en nombre de mi última ilusión.
Página 161 - Yo no estoy en un lecho de rosas"; esa América que tiembla de huracanes y que vive de amor, hombres de ojos sajones y alma bárbara, vive. Y sueña. Y ama, y vibra, y es la hija del Sol. Tened cuidado. ¡Vive la América española! Hay mil cachorros sueltos del León Español. Se necesitaría, Roosevelt, ser, por Dios mismo, el Riflero terrible y el fuerte Cazador, para poder tenernos en vuestras férreas garras. Y, pues contáis con todo, falta una cosa: ¡Dios!
Página 41 - Que es mi barco mi tesoro, que es mi Dios la libertad, mi ley la fuerza y el viento, mi única patria la mar.
Página 163 - ¡Salve, fecunda zona, que al sol enamorado circunscribes el vago curso, y cuanto ser se anima en cada vario clima, acariciada de su luz, concibes!
Página 135 - Dadme mi lira, dádmela, que siento en mi alma estremecida y agitada arder la inspiración. ¡Oh!, ¡cuánto tiempo en tinieblas pasó sin que mi frente brillase con su luz. . . ! Niágara undoso, tu sublime terror sólo podría tornarme el don divino, que ensañada me robó del dolor la mano impía.
Página lxxix - Despiértenme las aves con su cantar suave no aprendido, no los cuidados graves de que es siempre seguido quien al ajeno arbitrio está atenido. Vivir quiero conmigo, gozar quiero del bien que debo al cielo, a solas sin testigo, libre de amor, de celo, de odio, de esperanzas, de recelo.
Página lxxi - El Alhambra era, señor, y la otra la Mezquita; los otros los Alixares, labrados a maravilla. El moro que los labraba . cien doblas ganaba al día, y el día que no los labra otras tantas se perdía. El otro es Generalife, huerta que par no tenía ; el otro, Torres Bermejas, castillo de gran valía.» Allí habló el rey Don Juan, bien oiréis lo que decía : «Si tú quisieses, Granada, contigo me casaría ; daréte en arras y dote a Córdoba ya Sevilla.
Página lxxix - No he de callar, por más que con el dedo, ya tocando la boca o ya la frente, silencio avises o amenaces miedo. ¿No ha de haber un espíritu valiente? ¿Siempre se ha de sentir lo que se dice, nunca se ha de decir lo que se siente?
Página lxxix - No me mueve, mi Dios, para quererte El cielo que me tienes prometido, Ni me mueve el infierno tan temido Para dejar por eso de ofenderte.

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