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puedo acomodarme á considerarla fijamente. ¿Por qué nos ha de dejar Vd. cuando quedamos tantos que no merecemos la vida?

Sea lo que fuere, yo haré cuanto me sea posible por su virtuosa familia, á lo menos, mientras exista en Colombia. Muchos amigos deja Vd., y todos la serviremos; y sin duda no habrá uno que no la respete y estime. Consuelo muy grande, ciertamente, para quien sabe que la fortuna es nada ante la virtud.

Soy de Vd., siempre, el mejor amigo, y de todo corazon; en la inteligencia de que, bien sea delante del Autor de la vida, ó en medio del torrente de los males, yo soy el hombre que mas admira y estima á Vd. en el mundo; por que Vd. retiene, y se lleva el modelo de la virtud y de la bondad util.

RETRATO FÍSICO DE BOLIVAR

(DE UNA DE SUS BIOGRAFIAS)

Era Bolivar de talla poco menos que mediana; pero no exenta de gallardia en sus mocedades; delgado y de una musculacion vigorosa; de temperamento esencialmente nervioso y bastante bilioso; inquieto en todos sus movimientos, indicativos de un carácter sobrado impresionable, impaciente é imperioso. En su juventud habia sido muy blanco (aquel blanco mate del venezolano de raza pura española); pero al cabo le habia quedado la tez bastante morena, quemada por el sol y las intemperies de quince años de campañas y viajes. Tenia el andar mas bien rápido que mesurado; pero con frecuencia cruzaba los brazos y tomaba actitudes esculturales, sobre todo en los momentos solemnes.

Tenia la cabeza de regular volúmen, pero admirablemente formada, deprimida en las sienes, prominente en la parte anterior y superior, y mas abultada aun en la posterior.

El desarrollo de la frente era enorme, pues ella sola comprendia bastante mas de un tercio del rostro, cuyo óvalo era largo, anguloso, agudo en la barba y de pómulos pronunciados. Tenia los cabellos crespos y los llevaba siempre divididos entre una mecha enroscada sobre las sienes, y guedejas peinadas hácia adelante.

Algunos escritores han dicho que Bolivar tenia la nariz aguileña, seguramente por no dar á este adjetivo su acepcion verdadera, que es la de lo corvo, como pico de águila.

Lejos de esto, el Libertador tenia el perfil enteramente vazcongado y griego, principalmente por el corte del rostro, la pequeñez de la boca, la amplitud de la frente y la rectitud de la nariz, muy finamente delineada. Al propio tiempo que tenia la frente muy levantada en la rejion de los órganos de la imaginacion, era prominente en las cejas bien arqueadas y estensas, donde se ponian de manifiesto los signos de la perspicacia y de la prontitud y grandeza de percepcion. Como tenia profundas las cuencas de los ojos, estos, que eran negros, grandes y muy vivos, brillaban con un fulgor eléctrico, concentrando su fuego cual si sus miradas surgieran de profundos focos.

Era Bolivar hombre de lenguaje rápido é incisivo, asi en su conversacion siempre animada, breve y cortante (á las veces aguda) como en sus discursos y proclamas; y si en estas piezas se mostraba grandielocuente, deslumbrador y siempre original y encumbrado, en la correspondencia con los amigos ó con los altos personajes, bien que razonaba y mostraba sencillamente su saber histórico, era mas perentorio que persuasivo, mas conciso que seductor, por lo que de ordinario escribia cartas lacónicas, sustanciosas y de pocos ó ningunos pormenores. Su réplica en la conversacion era pronta, frecuentemente brusca y en ocasiones hasta dura y punzante; y no pocas veces, en circunstancias delicadas, contestó á cumplimientos, á súplicas interesadas ó palabras lisonjeras, con agudezas muy oportunas, y aun terribles epígramas: no las agudezas del ingénio sino de la voluntad que se impacienta y quiere hacerse sentir y obedecer.

El eminente historiador neogranadino J. M. Restrepo, Ministro y leal amigo que fué de Bolivar, inserta en su notable Historia de la revolucion de Colombia, estos otros detalles no menos interesantes que los anteriores.

Dice Restrepo:

Cuando Bolivar se hallaba en los Llanos, su vida era la de un

llanero. Levantábase con el dia, y luego montaba á caballo para visitar los diferentes cuerpos de tropas que estaban cercanos. De paso animaba á cada uno con algunas palabras cariñosas ó con recuerdos lisonjeros. Él seguia las marchas con su estado mayor: al medio dia se apeaba para bañarse cuando habia comodidad, almorzar carne como todos los demas, y descansar en su hamaca. Entonces dictaba las órdenes que debia comunicar y despachaba su correspondencia, lo que hacia moviendo constantemente la hamaca. Despues de haber comido las tropas su corta racion de carne, se continuaba la marcha hasta las cinco de la tarde, hora en que ordinariamente se acampaban, escogiendo, si era posible, alguna mata ó pequeño bosque. Si la escena no se variaba por algun encuentro con los Españoles, cada dia sucesivo representaba con monotonia los mismos sucesos, de levantar el campo, marchar durante el dia y acamparse de nuevo por la tarde, siempre á cielo raso, pues nunca habia tiendas. Generales, jefes y oficiales estaban con respecto al modo de vivir sobre un pié de entera igualdad, aun con el soldado; ellos participaban de las mismas fatigas, comian de las mismas raciones, agua y carne, preparadas de la misma manera. Hasta en el vestido eran todos iguales, sin que el Libertador usára en el Llano distincion alguna; aun hubo algunas veces que estuviera escaso de vestido. Es claro, pues, que aquellas campañas de Venezuela son las mas penosas de la agitada vida de Bolivar y de sus beneméritos compañeros de armas. Entonces gozaba el Libertador de todo el vigor y robustez de su edad (treinta y seis años), y se exponia á sufrir las mayores fatigas, como andar quince y veinte horas seguidas á caballo, con grande rapidez, comiendo solo un pedazo de carne asada

En otra parte, añade:

Cuando Bolivar tenia que viajar, se levantaba á las seis de la mañana, se afeitaba y vestia antes de salir de su cuarto, pues era aseado en extremo. Despues tomaba por desayuno un poco de chocolate, hecho lo cual, entre siete y media y ocho de la mañana montaba á caballo, y seguia su camino algunas veces muy aceleradamente. Gustaba preguntar noticias á los transeuntes, y se molestaba

si no le contestaban á su satisfaccion. Iba siempre acompañado por su Estado Mayor, y ordinariamente caminaba seis leguas, poco mas ó menos, segun las distancias de las poblaciones. Comia lo que le tenian preparado en estas, y desde el momento en que llegaba se ponia con algun secretario, oficial ó escribiente á despachar sus órdenes ó correspondencia particular. En los climas cálidos lo hacia recostado en su hamaca, y en los frios en una cama ó en un sofá y siempre leyendo al mismo tiempo en un libro. Jamas su mayordomo llevaba provision de víveres, á escepcion de unas pocas botellas de vino, lo que muchas veces le sujetaba á larga abstinencia y á molestas privaciones. Era parco en la comida, y solo bebia algun poco de vino lijero, y jamas licores espirituosos, que detestaba, asi como el tabaco. En la mesa y despues de comer se entretenia conversando familiarmente con las personas de la casa donde se hospedaba ó con sus compañeros de viaje. Nunca jugaba á ninguna clase de juego, y por lo comun se acostaba á las nueve de la noche. Al dia siguiente se repetia la misma distribucion, y solo añadiremos que en los climas ardientes se bañaba con frecuencia, y no perdia la ocasion que le presentára algun rio, pozo ó arroyo cristalino.

Para hacer con comodidad sus viajes, tenia Bolivar excelentes mulas y caballos de silla; sobre todo cuando regresó del Perú á Colombia, trajo una recua de mulas soberbias, tanto por su hermosura como por sus pasos y valentía para viajar en nuestras montañas. Llevó entonces hasta Carácas algunas mulas que le acompañaban desde Bolivia; pocos ejemplares habrá de caballerias que hayan pasado así á lo largo de la mayor parte de la cordillera de los Andes. Bolivar, en su juventud y hasta 1824, fué muy fuerte é infatigable en sus viajes. Empero despues de Ayacucho comenzó á decaer y á debilitarse en su físico, de modo que desde entonces caminaba pocas leguas cada dia, y tenia que descansar con frecuencia. Su constitucion no pudo resistir á trabajos tan continuados física y moralmente: su cuerpo enflaqueció, y el Libertador era un viejo desde antes de morir, cuando apenas contaba cuarenta y siete años y medio.

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Bolivar aborrecia los pormenores de la administracion, y el bufete,

segun decia, era para él un suplicio. Tenia

vigor y firmeza para hacer cumplir sus resoluciones, y una grande constancia para adelantar sus planes, sin que le arredráran los obstáculos por graves que fueran. Opinaba que en Colombia no podian establecerse las teorias de los economistas de la Europa, y por eso preferia conservar las rentas á que estaban acostumbrados los pueblos. Era económico, y no gastaba con facilidad los caudales públicos, los que nunca permitia que se defraudáran. Amaba la justicia donde quiera que la veia, y decretaba conforme á ella. Tenia particular acierto y penetracion para escoger sus primeros tenientes. Sucre, Santander, Soublette, Salom y Flórez fueron dignos subalternos de Bolivar. Condescendiente en extremo con sus amigos, intentaba algunas veces dar por sus consejos resoluciones contrarias á las reglas establecidas y al plan que seguian sus Ministros. Sin embargo, tenia por estos delicadas consideraciones, y sostenia con vigor lo que mandaban, prestándoles su entera confianza.

NOTA-La relacion de las fiestas del Centenario, inserta en las pájinas 120 à 126, és tomada del diario La Prensa..

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