A Spanish Anthology: A Collection of Lyrics from the Thirteenth Century Down to the Present Time ...

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Silver, Burdett and Company, 1901 - 333 páginas

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Página 111 - Dios, para quererte el cielo que me tienes prometido, ni me mueve el infierno tan temido para dejar por eso de ofenderte. Tú me mueves, Señor; muéveme el verte clavado en una cruz y escarnecido, muéveme el ver tu cuerpo tan herido, muévenme tus afrentas y tu muerte.
Página 111 - No me mueve, mi Dios, para quererte, el cielo que me tienes prometido, ni me mueve el infierno tan temido para dejar por eso de ofenderte.
Página 170 - Pura, encendida rosa, émula de la llama que sale con el día, ¿ cómo naces tan llena de alegría si sabes que' la edad que te da el cielo es apenas un breve y veloz vuelo ? Y no valdrán las puntas de tu rama ni tu púrpura hermosa a detener un punto la ejecución del hado presurosa.
Página 163 - No he de callar, por más que con el dedo, ya tocando la boca o ya la frente, silencio avises o amenaces miedo. ¿No ha de haber un espíritu valiente? ¿Siempre se ha de sentir lo que se dice, nunca se ha de decir lo que se siente?
Página 98 - Allí, a mi vida junto, En luz resplandeciente convertido, Veré distinto y junto Lo que es y lo que ha sido, Y su principio propio y escondido.
Página 153 - Un soneto me manda hacer Violante, que en mi vida me he visto en tal [aprieto : catorce versos dicen que es soneto ; burla burlando van los tres delante. Yo pensé que no hallara consonante, y estoy a la mitad de otro cuarteto; mas si me veo en el primer terceto, no hay cosa en los cuartetos que me es[pante. Por el primer terceto voy entrando, y aun parece que entré con pie derecho, pues fin con este verso le voy dando.
Página 95 - ¡Qué descansada vida la del que huye el mundanal ruido, y sigue la escondida senda por donde han ido los pocos sabios que en el mundo han sido! Que no le enturbia el pecho de los soberbios grandes el estado, ni del dorado techo se admira, fabricado del sabio moro, en jaspes sustentado.
Página 170 - Y no valdrán las puntas de tu rama ni tu púrpura hermosa a detener un punto la ejecución del hado presurosa. El mismo cerco alado, que estoy viendo riente, ya temo amortiguado, presto despojo de la llama ardiente.
Página 187 - Al que ingrato me deja, busco amante; al que amante me sigue, dejo ingrata; constante adoro a quien mi amor maltrata; maltrato a quien mi amor busca constante. Al que trato de amor, hallo diamante, y soy diamante al que de amor me trata; triunfante quiero ver al que me mata, y mato a quien me quiere ver triunfante.
Página 237 - Ya acabaron los tiranos.» ¡Oh, triunfo! ¡Oh, gloria! ¡Oh, celestial momento ¿Con qué puede ya dar el labio mío el nombre augusto de la patria al viento? Yo le daré; mas no en el arpa de oro que mi cantar sonoro acompañó hasta aquí; no aprisionado en estrecho recinto, en que se apoca el numen en el pecho y el aliento fatídico en la boca. Desenterrad la lira de Tirteo...

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