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Arequipa, 4 de febrero de 1831.

El infrascrito, Ministro Plenipotenciario del Perú, ha tenido el honor de recibir la nota que el Ministro Plenipotenciario de Bolivia, cerca del gobierno de esta República, se ha dignado dirigirle con fecha 29 de enero, acompañándole unas proposiciones para celebrar un tratado de alianza. Apoderado de mi gobierno, cuyos deseos son todos de paz, todo amistad hacia las secciones americanas, que han visto brillar al mismo tiempo que el Perú la aurora de la libertad; de un gobierno que al paso que por interés y por obligación desea ver á sus súbditos viviendo en el seno de una inalterable tranquilidad, jamás querría privar de esta ventaja á los ciudadanos de naciones hermanas. Habría deseado el infrascrito ver, en el proyecto que el señor Ministro de Bolivia se ha dignado presentarle, una firme columna. sobre la que descansase la concordia americana y el honor de los sagrados derechos de cada una de sus Repúblicas.

Si estos preciosos bienes se hallasen asegurados en la quintuple alianza, propuesta por el señor Ministro, entre Bolivia, Perú, Colombia, Chile y Rio de la Plata, el Perú no vacilaría un momento en suscribirla, tanto por propender á la dicha de las naciones aliadas, como por ahogar, de una vez, las diferencias que tienen alterada su buena inteligencia con la República boliviana.

Mas por desgracia no parece que los resultados de semejante liga puedan corresponder á los deseos que animan al gobierno del Perú y á su Ministro Plenipotenciario. Las provincias del Rio de la Plata, dislocadas tiempo hace por el furor de las convulsiones civiles, ven aun levantado sobre ellas el azote de la revolución; se hallan todavía expuestas á fluctuar ba jo el mando de diferentes partidos, y no ofrecen el aspecto de estabilidad necesario para que se puedan contraer con su gobierno pactos tan solemnes. No ha mucho que la República de Colombia parecía próxima á organizarse; pero se volvió otra vez á desarrollar el germen de la guerra civil, nuevas conmociones estallaron por todos los ángulos de aquella República, el desorden se apoderó de ella y, después de haber tenido un Congreso, una constitución y un gobierno legítimo, se halla

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hoy gimiendo las garras de la anarquía. ¿Cómo, pues, asegurar con estas naciones la solidez de los tratados? ¿Cómo obligarlas á cumplir con los deberes internacionales, cuando el interior de ellas clama por todos sus recursos y por toda la atención de los jefes que se hallan á su frente?

El señor Ministro de Bolivia no dejará de reconocer que son estos obstáculos insuperables para la realización del vasto proyecto que se ha servido proponer en nombre de su gobierno. La resistencia que este cuerpo de naciones pudiera presentar á las miras de los enemigos de la independencia de la America, estará sólo reducida á los esfuerzos y sacrificios que hicieran Bolivia, el Perú y Chile. Ellos agotarían sus fuerzas, sus tesoros, su sangre, sin que las otras Repúblicas, carcomidas por el cancer de las disensiones intestinas pudiesen aliviarlos. En vano trataría, por otra parte, algunos de los Estados de restablecer en otro, el orden interior por medio de una mediación amistosa. Ella se perdería en el golfo de las pasiones agitado por intereses encontrados.

Reducir la alianza á las Repúblicas de Bolivia, el Perú y Colombia, en caso que se ofrezcan inconvenientes para las de las otras dos potencias, no puede conseguirse sin riesgo de que sean hollados los derechos del Perú y existiendo en su fuerza las razones expresadas anteriormente respecto á Colombia. Cree el señor Ministro de Bolivia que esta alianza pudiera poner al Perú á cubierto de cualesquiera tentativas ulteriores de parte de Colombia. Esta sería una verdad incontestable, si Colombia se hallase regida en la calma de los partidos, por leyes y por un gobierno legítimo; si su organización política ofreciese una garantía cierta de que habían de ser llenados los compromisos que la nación contrajese: si, en fin, el Perú no se hallase expuesto á que un gobierno de Colombia rompiese los pactos celebrados por otro. Dirá el señor Ministro que en este caso Bolivia se uniría en defensa del Perú. Ni por un momento puede permitirse el infrascrito dudar de las rectas intenciones y de la buena fe que animan al gobierno boliviano: por el contrario, lo cree decidido defensor de los principios y esclavo de sus promesas, y espera, que, si viese atropellada la dignidad del Perú, atacados sus derechos, ó comprometidos su honor, emplearía sus esfuerzos en salvarlos. Pero al señor Ministro de Bolivia no se le ocultará que sobre el gobierno peruano y sobre mi, que soy su apoder ado, pesan en este punto los intereses de toda una nación; y que estamos en el deber de darle una garantía más firme de que, en el caso expresado, Bolivia no se armaría en defensa de Colombia.

Verá, pues, el señor Ministro de Bolivia que ni el Perú puede suscribir á esta alianza triple, ni es posible salvar las graves dificultades que se ofrecen para la quíntuple. En la primera, comprometería mi gobierno intereses nacionales de suma con

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sideración: y la segunda', además de ser irrealizable, sería en las actuales circunstancias innecesaria. Establecido en Francia un gobierno esencialmente liberal, fundado por el voto unánime de la nación, y contra quien ya no podrán combatir las añejas preocupaciones sofocadas por las luces del siglo, la España, permaneciendo bajo un gobierno despótico, será incapaz de formar planes contra la América, puesto que le faltará la cooperación de su vecina; y si se identifica en principios con ella, desistirá de una vez de necias tentativas, y reconocerá nuestra independencia.

En la imposibilidad de que los gobiernos de Bolivia y el Perú llenen sus deseos con respecto á las otras naciones, á las cuales se pretende excluir en el tratado de alianza, el infrascrito cree que deben volver los ojos á si mismos, cortar las diferencias que existen entre los dos Estados, conciliar los intereses recíprocos y salvar á los pueblos que se han confiado á su dirección de la tempestad de calamidades que pudiera caer sobre ellos. Está muy lejos de mi gobierno la idea de arrancar á Bolivia la alianza con la fuerza de las armas. Cree sí que en ello se cifrará el orden, la quietud y la prosperidad de ambas Repúblicas, y que á su sombra pueden sus gobiernos, disipadas ya las desconfianzas alarmantes, entregarse al arreglo de los negocios domésticos. El señor Ministro de Bolivia juzga que de esta alianza dupla no resultará ventaja alguna á su nación que nada tiene que temer con sus limítrofes, y que, por otra parte, se vería expuesta á perder á sus hombres, sus tesoros y sus sacrificios sin la esperanza de una indemnización. Puede muy bien suceder que, en el estado actual de los negocios políticos, no tenga Bolivia ningunos recelos respecto de su vecina la República del Río de la Plata. Pero, quién puede asegu rar que en la distinta política que siguen los gobiernos que se suceden en un Estado no aparezcan en la República Argentina algunos que amenaze la seguridad de la boliviana? Tampoco el Perú tiene que temer nada de Colombia en las actuales circunstancias en que el jefe de la nación apenas basta, no ya á poner un dique, pero ni aun á hacer frente á la conflagración general. Sin embargo, puede llegar el día en que, enfrenados por la fuerza los partidos, halle el Perú fundados motivos de recelo. A la vista de estas razones, no podrá negarse que se hallan igualmente considerados los intereses de ambas naciones en la alianza dupla que repugna el señor Ministro. El Perú jamás solicitaría la coadyuvación de Bolivia para defender una clásica injusticia, ni una insigne violación de que nadie podrá acusarle. La defensa de su honor y de sus inviolables derechos podrá solo reducirla á pedir el auxilio de las armas de su aliada, asi como franqueará á ésta las suyas siempre que se halle amenazada su independencia ó la integridad de su territorio, por la ambición de cualquier jefe que tal vez no existiera en el

día, pero que no es imposible que lo aborte la revolución en las provincias argentinas.

Si Bolivia abriga temores de ser conducida al extremo de perder su independencia por una alianza de este género, inutilmente espera disiparlos, extendiéndola á Colombia; pues esta nación nunca podrá pensar en sus aliadas, mientras no vea cesar del todo los disturbios interiores. Chile, que de los tres Estados propuestos por el señor ministro para la alianza quintuple, es el que presenta mas estabilidad, puede ofrecer una garantía mas sólida, mas real. El gobierno peruano, siempre decidido á marchar,-por la senda de la buena fé y de las leyes, fiel observador de sus pactos y venerador de los derechos de otras naciones, no ha dado jamás, ni dará motivo á semejantés desconfianzas. Mas para disipar toda especie de sospechas, para asegurar la armonía entre dos pueblos hermanos, no tendrá inconveniente en celebrar el tratado bajo la expresada garantía que el mismo promete solicitar, ó bajo otra que el señor Ministro se sirva proponer, sin que en ella se vean comprometidos los intereses del Perú.

Este parece el medio de conciliar ambas Repúblicas, y de evitar que sus desa venencias lleguen á un punto que no puede considerar sin estremecerse el que conoce el precio de la sangre de los pueblos. El infrascrito cree ajeno de su ministerio examinar cuál de las dos naciones reportaría las ventajas en una lucha horrible: pero no puede dejar de conocer que á ambas costaría sacrificios, miseria y desastres, y que ellas serían las agobiadas por el fruto de una obstinación que tal vez se lloraría demasiado tarde.

Las consideraciones que el infrascrito ha tenido el honor de proponer al señor Ministro de Bolivia para la alianza dupla, no podría negarse que son dictadas por la justicia y por los recíprocos intereses de los dos Estados. Bajo ellas el gobierno del Perú se ligará al de Bolivia por el vínculo de la fraternidad, deseado por tanto tiempo de su parte; y ambos pueblos, relegados al olvido antiguos disgustos y recelos, podrán gozar en quietud de los preciosos frutos de nuestra regeneración políti

ca.

Pero si, para conseguir esta alíanza, tuviese mi gobierno que suscribir á la condición que el señor Ministro de Bolivia se reservó para proponer en la conferencia del 31 de enero, traicionaría la confianza de su nación, expondría el orden interior, sellaría, en fin, la debilidad, el deshonor, la ignominia del Perú.

El infrascrito espera que el señor Ministro de Bolivia se digne examinar la proposición de alianza dupla que va expresada en esto nota, y aceptar, al mismo tiempo, las muestras de su aprecio y de su más alta consideración.

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Al señor Ministro plenipotenciario de Bolivia cerca del gobierno del Perú, Dr. D. Casimiro Olañeta.

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Cuzco, febrero 3 de 1831.

Al señor Ministro de Relaciones Exteriores.

Señor Ministro:

Entre las noticias comunicadas por el señor Prefecto de Puno, que, con esta fecha dirigió al señor general Ministro de Guerra, está la de publicarse en Bolivia, como positiva, una enemistad declarada entre S. E. el presidente y el Excmo. señor vicepresidente del Perú; y que ésta, al estallar, deberá sumir la República por una guerra intestina. S. E. juzga que tan escandalosa impostura no puede sostenerse en Bolivia, á no haber tenido su origen en esa capital, y comunicádola algunos genios díscolos é inquietos que cifran su gloria 6 engrandecimiento en la discordia, en el desorden y en la calamidad pública.

Desea S. E. se empleen cuantos medios dictan la prudencia y la justicia para el descubrimiento y ejemplar castigo de estos malvados. ÚS. que, como todos, se halla penetrado de la ejemplar y sincera amistad que estrecha los corazones en intenciones de los dos primeros magistrados del Perú, sin duda contribuirá á tan interesante objeto, y se servirá poner er. conocimiento del supremo gobierno el tenor de la presente nota que, de orden de S. E., tengo la honra de dirigir, protestando, al mismo tiempo, la singular consideración con que soy de US. atento, obsecuente servidor.

Francisco Sotomayor Galdos.

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