Obras literarias de la señora doña Gertrudis Gomez de Avellameda, coleccion completa, 5 vols, Volumen1

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Imprenta y esterioplipia de M Rivadeneyra, 1869
 

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Página 65 - Ni se conoce de la tierra el lloro : Allí el amor y la virtud proclaman Espíritus vestidos de luz pura, Que cantan el Hosanna en arpas de oro. Allí el raudal sonoro Sin cesar corre de aguas misteriosas Para apagar la sed que enciende...
Página 75 - Mas los pueblos sabrán en su conciencia Que el que los rige libres sólo es fuerte; Que el que los hace grandes sólo es grande!
Página 104 - Cobarde corazón, que el nudo estrecho gimiendo sufres, dime: ¿qué se ha hecho tu presunción altiva? ¿Qué mágico poder, en tal bajeza trocando ya tu indómita fiereza, de libertad te priva?
Página 5 - Cuando las frescas galas De mi lozana juventud se lleve El veloz tiempo en sus potentes alas, Y huyan mis dichas como el humo leve, Serás aún mi sueño lisonjero, Y veré hermoso tu favor primero. Dame que pueda entonces, ¡ Virgen de paz, sublime Poesía ! No transmitir en mármoles ni en bronces Con rasgos tuyos la memoria mía ; Sólo arrullar, cantando, mis pesares, A la sombra feliz de tus altares.
Página 1 - ¡Perla del mar! ¡Estrella de Occidente! ¡Hermosa Cuba! Tu brillante cielo la noche cubre con su opaco velo, como cubre el dolor mi triste frente.
Página 57 - ¡Poder que me arrastras! ¿Serás tú mi llama? ¿Serás mi océano?, ¿mi sierpe serás?... ¿Qué importa? Mi pecho te acepta y te ama, ya vida, ya muerte le aguarde detrás. A la hoja que el viento potente arrebata ¿de qué le sirviera su rumbo inquirir?... Ya la alce a las nubes, ya al cieno la abata, volando, volando le habrá de seguir.
Página 63 - ... vuela a las playas de Iberia; tristemente en son confuso la dilata el viento ; el dulce canto en mi garganta hiela, y sombras de dolor viste a mi mente. ¡Ay! que esa voz doliente con que su pena América denota y en estas .playas lanza el Océano, «murió, pronuncia, el férvido patriota...» «murió, repite, el trovador cubano» ; y un eco triste en lontananza gime: «¡murió el cantor del Niágara sublime!
Página 169 - ¡Ay! de la ardiente zona do tienes almo asiento tus rayos a mi cuna lanzaste abrasador . . . Por eso en ígneas alas remonto el pensamiento, y arde mi pecho en llamas de inextinguible amor! Mas quiero que tu lumbre mis ansias ilumine, mis lágrimas reflejen destellos de tu luz, y sólo cuando yerta la muerte se avecine la noche tienda triste su fúnebre capuz. ¡Qué horrible me fuera, brillando tu fuego fecundo, cerrar estos ojos, que nunca se cansan de verte; en tanto que ardiente brotase la vida...
Página 53 - A EL. En la aurora lisonjera De mi juventud florida , En aquella edad primera — Breve y dulce primavera , De tantas flores vestida — Recuerdo que cierto día Vagaba con lento paso Por una floresta umbría , Mientras que el sol descendía Melancólico á su ocaso. Mi alma — que el campo enajenaSe agitaba en vago anhelo, Y en aquella hora serena — De místico encanto llena...
Página 3 - Mas yo doquier te miro; doquier el alma, estremecida, siente tu influjo inspirador. El grave giro de la pálida luna, el refulgente trono del sol, la tarde, la alborada . . . todo me habla de ti con voz callada. En cuanto ama y admira te halla mi mente. Si huracán violento zumba, y levanta al mar, bramando de ira; si con rumor responde soñoliento plácido arroyo al aura que suspira . . . tú alargas para mí cada sonido y me explicas su místico sentido.

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