Poesías de la Señorita Da. Gertrudis Gomez de Avellaneda

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Est. tip., 1841 - 213 páginas
 

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Página 12 - ¡Hablas! ¡Todo renace! Tu creadora voz los yermos puebla; espacios no hay que tu poder no enlace; y rasgando del tiempo la tiniebla, de lo pasado al descubrir ruinas, con tu mágica luz las iluminas. Por tu acento apremiados, levántanse del fondo del olvido, ante tu tribunal, siglos pasados...
Página 87 - Voz pavorosa en funeral lamento Desde los mares de mi patria vuela A las playas de Iberia ; tristemente En son confuso la dilata el viento; El dulce canto en mi garganta hiela, Y sombras de dolor viste a mi mente. Ay! que esa voz doliente, Con que su pena América denota Y en estas playas lanza el Oceano, — Murió, pronuncia, el férvido patriota.
Página 7 - ¡Perla del mar! ¡Estrella de Occidente! ¡Hermosa Cuba! Tu brillante cielo la noche cubre con su opaco velo, como cubre el dolor mi triste frente.
Página 89 - Allí jamás las tempestades braman, ni roba al sol su luz la noche oscura, ni se conoce de la tierra el lloro... Allí el amor y la virtud proclaman espíritus vestidos de luz pura, que cantan el Hosanna en arpas de oro. Allí el raudal sonoro sin cesar corre de aguas misteriosas, para apagar la sed que enciende...
Página 122 - ¡Salga del pecho— requemando el labio— El caro nombre , de mi orgullo agravio, De mi dolor sustento! ¿Escrito no le ves en las estrellas Y en la luna apacible, que con ellas Alumbra el firmamento?
Página 122 - ¿Con qué velo tu amor cubrió mis ojos, que por flores tomé duros abrojos y por oro la arcilla?... ¡Del torpe engaño mis rivales ríen, y mis amantes ¡ay! tal vez se engríen Del yugo que me humilla!
Página 87 - ¡Patria! ¡Numen feliz! ¡Nombre divino! ¡ídolo puro de las nobles almas! ¡Objeto dulce de su eterno anhelo! Ya enmudeció tu cisne peregrino... ¿Quién cantará tus brisas y tus palmas, tu sol de fuego, tu brillante cielo?... Ostenta, sí, tu duelo. que en ti rodó su venturosa cuna. Por ti clamaba en el destierro impío, y hoy condena la pérfida fortuna a suelo extraño su cadáver frío, do tus arroyos ¡ay!
Página 38 - Y yo gozaba ! El rocío, nocturno llanto del cielo, el bosque espeso y umbrío, la dulce quietud del suelo, el manso correr del río, y de la luna el albor, y el aura que murmuraba acariciando a la flor, y el pájaro que cantaba... ¡Todo me hablaba de amor!
Página 105 - Tiñe ya el sol extraños horizontes, el aura vaga en la arboleda umbría, y piérdese en la sombra de los montes la tibia luz del moribundo día. Reina en el campo plácido sosiego, se alza la niebla del callado río, ya dar al prado fecundante riego, cae convertida en límpido rocío. Es la hora grata de feliz reposo, fiel precursora de la noche grave... torna al hogar el labrador gozoso, el ganado al redil, al nido el ave. Es la hora...
Página 122 - Nombre que un alma lleva por despojo; nombre que excita con placer enojo, y con ira ternura; nombre más dulce que el primer cariño de joven madre al inocente niño, copia de su hermosura: Y más amargo que el adiós postrero que al suelo damos, donde el sol primero alumbró nuestra vida. Nombre que halaga y halagando mata; nombre que hiere, como sierpe ingrata, al pecho que le anida... ;No, no lo envíes, corazón, al labio!... ¡Guarda tu mengua con silencio sabio! ¡Guarda, guarda tu mengua!...

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