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No se crea que exageramos: si los límites á que debemos ceñirnos, no nos impidiese publicar por entero esa execrable pragmática, ella sola seria una prueba de la iniquidad con que fueron espulsados mas de seis mil religiosos, de sus pacíficas moradas en que solo se ocupaban en servir á la religion y al mismo soberano que los proscribia. Pero no podemos dejar de copiar tres artículos, que prueban aun mas de lo que hemos dicho sobre la espulsion de los jesuitas de España.-"Artículo VI. -Y aunque no debo presumir que el cuerpo de la Compañía, faltando á las mas estrechas y superiores obligaciones, intente ó permita que alguno de sus individuos "escriba',' contra el respeto y sumision debida á mi resolucion, con título ó pretesto de "Apologías ó Defensorios," dirigidos á perturbar la paz de mis reinos, ó por medio de emisarios secretos conspire al mismo fin; en tal caso, "no esperado" cesará la pension á todos ellos," "Artículo XV. Todo el que mantuviere correspondencia con los jesuitas, por prohibirse general y absolutamente, será castigado á proporcion de su culpa.Artículo XVI. Prohibo espresamente, que nadie pueda "escribir," "declarar" ó "conmover" con pretesto de estas providencias, en pro ni en contra de ellas; antes impongo silencio en esta materia á todos mis vasallos, y mando que á los contraventores se les castigue como reos de lesa majestad." Esta pragmática fué fechada en el Pardo, á 2 de abril de 1767.

Tanto los términos de esta pragmática, cuanto la manera con que habian sido espulsados los jesuitas de España, fué la pauta para el destierro de los mismos religiosos de los demas reinos que tenian relacion con la familia de los Borbones, coadyuvando en todos ellos los ministros mas ó menos vendidos á los intereses de la filosofía. En noviembre del mismo año de 67, fueron espulsados de Nápoles y de las dos Sicilias por Fernando IV hijo de Carlos III y su primer ministro Tanucci; y al principio del año siguiente lo fueron por el príncipe de Parma, sobrino del mismo Cárlos, que tenia tambien otro ministro filósofo llamado Felino; á poco despues salieron de la isla de Malta de órden del gran maestre Pinto, feudatario de Nápoles. En todos estos decretos se reservaban los motivos de aquella pena, y en el de Nápoles se insultaba no poco al sumo pontifice.

Algunos años despues, y segun dice un escritor, por influjo de Clemente XIV, que por ruegos de Cárlos III se prestó tambien á tomar parte en esta intriga poco honrosa á su persona, los jesuitas fueron destruidos en el imperio austriaco, y á su ejemplo en las demas córtes católicas de Alemania y Polonia y Estados Palatinos. Sin embargo, en estas últimas naciones no fueron desterrados, sino simplemente dispersos, y conservando sus establecimientos y funciones, con el traje de clérigos seculares. Colocamos aquí estos sucesos, aunque posteriores y muy diversos en su esencia de los que habian pasado en los reinos borbónicos, por no cortar el hilo de los acaecimientos que hicieron desaparecer á la Compañía de Jesus de la Asia, Américas y la APENDICE. TOмO I.

mayor parte de Europa. Pero antes de pasar á referir la abolicion total de la órden por la Sede apostólica, conviene detenernos en algunos pormenores interesantes á la historia.

Los ataques que sufrieron los jesuitas en sus personas é instituto, en Portugal, en Francia, España y demas córtes borbónicas, no fueron vistos con indiferencia por parte de la cabeza de la Iglesia, de personajes muy respetables, de los escritores imparciales é ilustrados, y del pueblo católico que no podia ver con ojos serenos aquella obra de iniquidad. El venerable Clemente XIII, á quien tocó apurar hasta las últimas gotas el cáliz de aquellas tribulaciones, fué el mas fuerte adalid en defensa de los jesuitas. Hizo frente á los ataques de Carballo, é intercedió con el rey á favor de los jesuitas portugueses, para que no se confundiesen los inocentes con los culpados, si es que lo eran algunos. La firmeza de su carácter, de tal suerte irritó á Pombal, que arrojó ignominiosamente de la corte al nuncio Acciajoli, y aun pretendió nombrar un patriarca en Lisboa con total independencia de Roma. Atacado el instituto de la Compañía de Jesus por los parlamentos de Francia, Clemente XIII condenó aquel atentado, por la bula solemne "Apostolicum," publicada á 7 de enero de 1765, en que no solo declaraba de nuevo santo el instituto que habia sido aprobado por diez y nueve papas, sino que alababa á los jesuitas como "fieles operarios de la viña del Señor." A Carlos III dirigió cartas muy fuertes sobre las disposiciones que habia tomado contra los jesuitas, y en una de ellas le hace muy enérgicas reflexiones por el perjuicio que se seguia á la religion, sobre todo, en la destruccion de las misiones. En lo temporal ya estamos hoy esperimentando en las incursiones de los indios bárbaros en nuestras fronteras, la justicia de aquellos reclamos. Iguales representaciones dirigió al rey de Nápoles, y al duque de Parma; y aunque ellas le costaron verse despojado de sus dominios de Aviñon, Ponte-Corvo, Venecino y Benevento, por la ley del mas fuerte, no dejó de sostener la causa de los jesuitas hasta los últimos momentos de su vida. El episcopado observó en lo general la misma conducta: más de quinientos obispos dirigieron cartas gratulatorias á Roma, por la constitucion "Apostolicum:" el Illmo. arzobispo de Paris Beaumont, todos los obispos del reino, escepto uno, jansenista notorio, y la asamblea del clero por dos diversas ocasiones, dirigieron á Luis XV súplicas respetuosas, al par que enérgicas, por la conservacion de los jesuitas, alabando su instituto y encomiando sus servicios. En España y Portugal no faltaron prelados que volvieran por la causa de los espulsos, sino con tanta generalidad, en el primer reino por lo misterioso de los motivos, y en el segundo por temor á Carballo, á lo menos con igual firmeza, ó llorando á sus solas tamaña desgracia. Pocos y muy pocos fueron los que como el arzobispo de Burgos en la península, y el de Puebla entre nosotros, se atrevieron á escandalizar á los fieles con pastorales calumniosas y muy ajenas de su carácter. En los mismos reinos no faltaron tampoco seculares muy distin-"

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guidos, entre ellos el delfin de Francia, que defen- | tas tienen padres, hermanos y consanguíneos de todieran á los jesuitas; y por lo que hace al pueblo, do grado y órden, entre todo rango y calidad de en todas partes lloró su pérdida, y sabido es, que españoles, los cuales no pueden demandar la causa el de Madrid pidió voz en cuello á su soberano el de su confiscacion y destierro; pues se ordena al dia de su cumpleaños la vuelta de los jesuitas, co- mismo tiempo, que todo natural afecto para ellos mo la mayor gracia que podia concederle. Así lo (los jesuitas) sea sacrificado al silencio y sepultado refiere el protestante Coxe, nada afecto por cierto en las tinieblas." á los discípulos de Loyola.

Y con respecto á los escritores públicos, ¿quién hay que ignore lo mucho que se escribió en defensa de los proscriptos en los paises en que podia hacerse? En Francia se escribieron apologías muy sólidas y filosóficas del instituto y santidad de los jesuitas: los mismos filósofos condenaron las iniquidades cometidas contra ellos en Portugal; y los protestantes ingleses hicieron la mas sangrienta crítica de la pragmática de Cárlos III. "Si un soberano puede, decia la Gaceta de Londres del 6 de Mayo de 1767; si un soberano puede, segun las leyes de Dios y de la justicia, disponer de cualquiera cuerpo de su pueblo como mejor le agrade, sin exigirse otra razon, sino su propia voluntad, atendidas ciertas secretas deliberaciones y causas conocidas por él, ¿qué seguridad podrá jamas tener ó fingirse algun particular, y aun todo el complexo de su pueblo, de que no se obre con él del mismo modo? Y el decir que deben someterse á una cosa hecha así en silencio, y bajo la pena de ser tratados como reos de lesa-majestad, y aun anular á su capricho y como le plazca, todas las leyes que se oponen á semejante procedimiento, esto es á la verdad, ejercitar un poder, con que jamas ningun pueblo podrá estar contento y resiguado, si no es que del todo quede abolido, ó privado absolutamente su espíritu de todo sentimiento de justicia, rectitud y humanidad. -El Omnipotente jamas ha puesto en manos de ningun sér creado un tal poder, no siendo otro el fin de sus divinas leyes, á semejanza de sus atributos, sino el de hacer justicia y amar la misericordia; y ninguna justicia humana puede protegerse y escusarse, si no es manifiestamente recta y honesta.-El rey de España podria con iguales razones mandar á sus súbditos hacerse mahometanos "por causas que reserva en su pecho," prohibiéndoles, so pena de lesamajestad, el escribir, hablar ó disputar 'sobre tal disparate; y anulando á su antojo toda ley en contrario con su arbitraria proclama; y podria igualmente confiscar y desterrar á todo órden religioso y á toda comunidad civil por igual voluntad suya secreta y caprichosa.-Cualquiera de nosotros sabe bien, que la constitucion (quiere decir en inglés el complexo de las principales leyes del reino) de España, era en su origen gótica como era la nuestra: y sabemos tambien que el padre del actual rey fué preferido para succeder á aquel trono, con condicion de que procurase el bien público de esa nacion, como tambien la entera conservacion de los domi. nios españoles. Tenian estos pueblos por entonces un verdadero y reconocido derecho, ó "jus" de pensar y proveer por sí mismos; pero ahora se les dice que no les corresponde hacer juicio ó interpretacion sobre los maudatos del soberano; lo cual es reducirlos á la condicion de esclavos.-Estos jesui

Como se ha visto, en la espulsion de los jesuitas de las córtes católicas, sobre no haberse guardado ninguna forma de juicio, como debió hacerse para aplicarles unas penas tan graves, como son la pérdida de su estado, la confiscacion de sus bienes, la deportacion y el destierro de sus patrias, en cada una de las repetidas córtes borbónicas tuvo este negocio un carácter especial. En Portugal puede llamarse, con Voltaire, el estremo de la ferocidad; en Francia el de la impiedad mas descarada que hasta esa época se habia visto; en España últimamente como acaba de verse, lo sumo del despotis mo y del abuso del poder. En las tres se asoció á estos caracteres especiales, uno comun que fué el encarnizamiento con que formándose un pacto de las tres coronas, se persiguió á la Compañía de Jesus para solicitar su abolicion; pero su abolicion, no como se habia hecho con los templarios y las mas religiones abolidas, siguiéndose las reglas canónicas, sino de la misma manera que se habia practicado en los reinos perseguidores, sin dar oido á los reos, y obrando "gubernativamente," por "motivos secretos y reservados." Y desgraciadamente, así lo consiguieron, completándose el sacrificio de los jesuitas con otro estremo inaudito de condescendencia y debilidad. Nada se pudo alcanzar de Clemen. te XIII, á pesar de las violencias usadas contra, su venerable persona; pero todo se alcanzó de su succesor, á quien obligaron violentamente á dar aquel golpe funesto, que privaba á la Iglesia de su brazo derecho.

Sin entrar en los pormenores de la eleccion de Clemente XIV, cuya historia se ha escrito en estos últimos dias, y cuyos documentos auténticos no podrán debilitar las apasionadas é inconsecuentes declamaciones de Theyner; así como las calumnias no menos inconsecuentes de Mr. De Pradt y del abate Gioberti, los tres últimos y mas célebres campeones eclesiásticos del antijesuitismo moderno, no serán capaces de empañar los brillantes servicios de la Compañia de Jesus, nos fijarémos únicamente en lo relativo á la abolicion de los jesuitas. Sobre el negocio de estos jamas habia sido consultado siendo cardenal; pero cuando se trataba de él, acostumbraba decir, "que era necesario reconciliarlos con los soberanos, porque estos tenian brazos tan largos que atravesaban las fronteras;" y en efecto, apenas se publicó su eleccion, cuando dijo á los cardenales, "que era necesario rogar á Dios para que hiciese benévolos á la Iglesia á todos los príncipes cristianos, puesto que, hablando humanamente, le debia á ellos su conservacion y engrandecimiento."

Dificil era sin embargo aquella conciliacion que solicitaba, sin condescender con las exageradas pretensiones de las tres repetidas córtes, y sobre

todo la de la abolicion de los jesuitas. El estado | tado por los príncipes con mas empeño que nunca, en que ellas se encontraban era sumamente delica- principalmente por D. José Moñino, posteriormendo y comprometido. Portugal, irritado por no ha-te conde de Floridablanca, enviado del rey de Esber conseguido de su antecesor la estincion de la paña cerca de la silla apostólica, estendió el gran Compañía, pensaba valerse del patriarca de Lisboa decreto en forma de breve: "Dominus ac Redemen todos sus asuntos espirituales, cortando toda co-ptor noster Rex pacificus." Despues de haber permunicacion con el Papa: la España á toda costa manecido encerrado por tres dias en su propia queria la abolicion, dejando entrever algun paso cámara, entre indecibles agitaciones, por la violenfunesto á la corte de Roma: la Francia, en pose- cia que esperimentaba y que traspasaba su corazon, sion de Aviñon y su condado, no mostraba el me- la noche que precedió á firmarlo fué la mas terrible jor buen humor; y la corte de Nápoles, reteniendo y agitada de las que pasó en su vida, levantándose á Benevento y Ponte-Corvo, amenazaba estender muchas veces del lecho siempre incierto é irresoluto mas allá sus ocupaciones. En tanta borrasca, Cle- si debia ó no suscribirlo: finalmente, á 21 de Julio mente XIV escribió á favor de los jesuitas al rey de 1773, tres horas despues de haber anochecido, de Francia, diciéndole que estaba pronto á convo á la luz de la luna y sobre el umbral de la ventacar un concilio para examinar las acusaciones cou. na de su recámara, Clemente XIV, con repugnantra una órden tan benemérita, pues como cabeza cia de su corazon y con mano temblorosa, puso al de la Iglesia debia proteger todos los institutos breve su firma, y al momento lo arrojó al suelo religiosos; mucho mas cuando el emperador José juntamente con la pluma. Apareció luego el fatal II, la emperatriz reina María Teresa, Carlos Ma- breve que suprimia y aniquilaba hasta el nombre de nuel III, rey de Cerdeña y Federico II, rey de la Compañía de Jesus, y á su primera vista escitó Prusia, le habian escrito cartas apremiantes en en los ánimos, segun estaban dispuestos, asombro, alabanza y recomendacion de la perseguida Com- confusion, alegría y amargura. En este larguísimo pañía de Jesus. Por otra parte, en 1770 solicitó breve, epilogando el pontifice todas las supresiones de nuevo España la beatificacion del V. D. Juan de órdenes y congregaciones hechas por sus predede Palafox, obispo de Osma, y primero de la Pue- cesores, y refiriendo las causas, describe quiénes bla de los Angeles, en la persuasion de que ponien- fueron los papas que aprobaron la Compañía de do la Iglesia en el número de los bienaventurados Jesus, y las diversas épocas en que se suscitaron á un prelado que habia pintado á Inocencio X con en su contra enemigos que movieron á Sixto Vá tan horribles colores á los jesuitas, quedarian estos nombrar una visita, á Inocencio XI á suspender anonadados con aquel golpe, el mas terrible que dar el hábito á los novicios, y á Inocencio XIII á pudiera dárseles. El cardenal Ganganelli habia si hacer igual amenaza; y que para evitar algunos sodo nombrado ponente de esa causa despues de la beranos el choque de sus súbditos en defender ó muerte del cardenal Galli, por el aprecio que le reprobar á los jesuitas, adoptaron como remedio tenia España, la que tanto contribuyó despues á estremo espelerlos de sus dominios, y pidieron á su exaltacion. Con todo, aunque el papa quiso re- Clemente XIII su entera estincion para proveer tener este cargo para hacerla examinar con mayor al bien de toda la Iglesia católica. En seguida, hadiligencia, tuvo el pesar de no conseguir nada; y biendo tomado en consideracion y hecho maduro fuese porque no se creyesen suficientes las informa- exámen en un negocio de tanta importancia, para ciones, ó por otros motivos que no hace al caso re consultar con prudencia á la quietud y tranquili ferir, la causa fué archivada, y hasta el dia no se dad de la república cristiana, y porque la Compaha dado esa declaracion por que tanto anhelaba el ñía en el estado en que se hallaba no podia ya partido antijesuita. producir aquellos copiosos y abundantes frutos paEn el año de 1773 llegó Clemente XIV á re- ra los que fué establecida, aprobada y colmada de solverse á dar una declaracion sobre el gran nego- gracias y honores, de cierta ciencia y con la plenicio de los jesuitas, con motivo de las incesantes tud de la autoridad apostólica, estiuguia y suprirepresentaciones que recibia de los príncipes que mia á la Compañía, quitando y abrogando todos los habian espulsado, los que no querian que exis-los oficios, casas, escuelas, colegios y privilegios que tiesen ni aun en los dominios de otros. Primera- se le habian concedido. Y despues de otras promente quitó á los jesuitas la direccion del seminario videncias contenidas en el breve, Clemente XIV episcopal de Frascati; nombró tres visitadores apostólicos en las personas de los cardenales de Yorck, Maresfoschi y Colonna, para el seminario romano que desde su establecimiento habia sido dirigido y gobernado por los jesuitas: fueron espulsados estos del colegio irlandés que fué confia do al visitador cardenal Maresfoschi, y despues de él á los cardenales protectores "pro tempore" del reino de Irlanda. Retiró ademas á los jesuitas portugueses los ochocientos escudcs mensuales que les habia asignado su predecesor; y pasando de aquí á efectuar la supresion de la Compañía de Jesus, despues de no pocas agitaciones interiores, solici

prohibió en él á todos escribir ó hablar en pro ó contra de esa supresion y de las causas ó motivos de la misma. A pesar de esa prohibicion pontificia, el breve fué objeto de discusiones, críticas, reprobaciones y aplausos por todo el mundo. Adoptó el papa la forma de breve para evitar de esta manera las formalidades de una bula que hubiera exigido un consistorio, á fin de tomar parecer á los cardenales reunidos; paso muy espuesto, pues la mayor y mas sana parte del sagrado colegio, habria hecho oposicion no menos al decreto de la supresion que á los términos en que se habia redactado el breve y causales que se alegaban en él,

en gran parte inexactas y enteramente infundadas. | para llevar á cabo sus empresas contra el catoliAun hizo mas el desafortunado pontífice, como que- cismo: los calvinistas franceses refugiados en Horiendo anular él mismo la obra de sus manos. El landa, la celebraron con fiestas públicas; la pequebreve no fué registrado en la chancillería romana, ña iglesia jansenista de Utrech no se limitó á eso, ni fijado en las puertas de San Pedro ni en el cam- hizo acuñar una medalla en honor del que acababa po de Flora, como es de costumbre, y únicamente de consumar la ruina: el partido filosófico, que tanse intimó á los jesuitas de los Estados pontificios, to temor habia mostrado de que el Papa no sacriy se remitió á los obispos para que lo notificasen á ficase á los que él llamaba "granaderos del fanalos de sus diócesis, donde aun existiesen en cuerpo. tismo," fuera de sí de gozo al verse desembarazado Por una fatalidad se reprodujeron en Roma las de tan terribles adversarios, ya no puso límites à mismas escenas de violencia que se habian visto en sus esperanzas y pretensiones. "En este momento, las córtes Borbónicas contra los inocentes jesuitas. decia D'Alembert, todo lo veo color de rosa, estaSe nombró una congregacion compuesta de los car- blecida la tolerancia, llamados los protestantes, cadenales Andres Corsini, Francisco Javier de Cela- | sados los sacerdotes, abolida la confesion, aniquilada, Márcos Maresfoschi, Francisco Caraffa y Ando el fanatismo." Por el regocijo de los impios se tonio Casali, y los prelados Vicente Macedonio, puede calcular la afliccion de los hombres sabios y' como secretario, y Onofre Alfani de asesor, con religiosos, especialmente de los obispos, que con dos teólogos religiosos consultores, dándoseles to- tanto celo y unanimidad habian ayudado los esfuerdas las facultades necesarias para lanzar á los je-zos de Clemente XIII, para prevenir una catástro suitas de sus casas y ocupar todos los bienes, libros, fe, sin ejemplo hasta entonces, en los anales de la manuscritos, muebles, y cuanto les pertenecia. Fue Iglesia. Las mismas córtes perseguidoras, escepto ron efectivamente ocupadas todas las casas perte- la de Portugal, en que Carballo hizo celebrar con necientes á esos padres, con la fuerza armada, per- un "Tedeum" la supresion de los jesuitas, no recimitiéndoseles únicamente sacar su cama y aquellos bieron nada bien el breve: el rey de España que efectos de su propiedad, que eran, por cierto, bien más habia trabajado por obtenerlo, lo calificó de miserables; el padre general, asistentes y secreta-insuficiente, porque pretendia una bula formal: Luis rio, fueron reducidos à prision (véase RICCI): los XV y Fernando IV prohibieron su publicacion en jesuitas dejaron sus colegios con todo cuanto en sus reinos; el emperador José II lo condenó forellos existia, en poder de sus enemigos....; pero malmente, y otros soberanos de que despues hablajoh prodigio! nadie se opuso: aquella Compañía, remos, opusieron á su ejecucion una formal resisque como se vociferaba, estaba llena de poder y tencia. El mismo papa, segun veremos adelante, venganza, se inclinó desde luego á la intimacion, lo derogó a poco, y como refiere Saint-Priest, nase cruzó de brazos y exhaló el último suspiro, com- da afecto á los jesuitas, confesó paladinamente la padeciéndose, dice Cantú, de la debilidad del pa- violencia con que se le habia arrancado ese breve pa, y de la intolerancia de la época. "No se halló fatal. "Compulsus feci! Compulsus feci!" eran las (continúa) ni siquiera un reo de tantos crímenes palabras que se le escapaban frecuentemente, y cacomo se les atribuia: de los archivos de la Compa-si las últimas que pronunciaron sus labios moribunñía, ya invadidos, debian sacarse á luz los testimo-dos. No sobrevivió á la estincion que tauto habia nios de sus crímenes, para que los venideros pudiesen blasfemar de ella como los contemporáneos; pero estamos todavía en la espectativa de estas pruebas. Los ministros, que aseguraban poder solventar las deudas públicas con los tesoros de la Compañía, se dieron prisa para recoger sus despo jos. Hízose jurar á Ricci que daria cuenta escrupulosa de todo lo que poseía la órden, pero no habiéndose encontrado las riquezas, que eran objeto de tantas esperanzas, fué puesto en el castillo de Sant-Angelo, no dejando, sin embargo, de protes tar, que la Compañía no poseía mas riquezas sino las que le habia prodigado la devocion de los fieles." Si este argumento de hecho de la inocencia de los jesuitas junto con lo insustancial del proceso hecho á su general, así como la solemne protesta de este mismo á favor de su cuerpo, de que hemos hablado en el artículo últimamente citado, debió cubrir de confusion á los calumniadores de estos padres, el sumo placer de los enemigos de la Iglesia en su supresion, debió tambien haber mortificado y no poco á Clemente XIV. Grande fué la alegría de los herejes, de los jansenistas y filósofo, por la abolicion de un cuerpo á quien constantemente habian hecho la guerra, y cuya ruina ansiaban tanto

atribulado su alma, mas de un año, y el milagro que Dios hizo en su muerte en persona de S. Alfonso Ligorio, que lo asistió en sus últimos momentos, manifiesta lo bastante cuáles fueron los tormentos de su corazon, que hicieron necesario un medio tan portentoso para que el desafortunado pontifice hubiera recobrado la paz, en el instante en que mas la necesitaba, para presentarse sin la desesperacion, de los remordimientos ante el supremo Juez.

Hemos visto al principio de este articulo lo que ha pasado en la supresion de las demas órdenes religiosas, y réstanos hacer un paralelo entre lo ocurrido con aquellas y lo que pasó con los jesuitas. Estos padres, que por la calidad de sus enemigos, debian con mayor justicia que los templarios y otros, ser oidos en juicio, no lo fueron, segun hemos visto, en ninguna parte, ni ann en la misma Roma. Sin embargo, en medio de tantas violencias obedecieron todos, y no se apoyaron ni aun en los ejemplos de los santos que hemos referido, y que sabian muy bien, ni para recomendarse como los esculapios con los soberanos amigos ó indiferentes; ni prosiguieron en su estado de vida como los servitas, ni interpretaron el breve como los de San Juan de Dios y canónigos de San Juan Evangelista, ni

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do ministerio eclesiástico y apostólico. No poco nú.
mero de colegios permanecieron servidos por ellos
bajo la proteccion de los obispos; y las catedrales,
los curatos, los monasterios de religiosas, y otros
establecimientos eclesiásticos vierou á su frente je-
suitas suprimidos.

acudieron á tribunales seculares como los Caballe- I ros de San Lázaro, para que se opusieran á su supresion: todos, todos sin escepcion obedecieron: todos besaron la mano que les daba la herida mortal: ninguno se quejó, protestó, ni aun murmuró de aquella dura providencia; decidiéronse á sacrificarY no podia ser menos, cuando el mismo Clemense por la misma Santa Sede en aquellos tiempos desgraciados, como sus antecesores en épocas feli- te XIV, que habia firmado el breve de supresion, ces, y empuñaron las plumas para defender como conservaba el cuerpo adonde le era posible hacersiempre los derechos de la Iglesia, para sostener ello. El obispo de Wilna, aunque sabedor del breve, honor de sus soberanos, hacer florecer las ciencias, de supresion, creyendo que debia respetar las óry combatir á los enemigos de la religion. La biblio- denes de la emperatriz Catalina, publicó una pasteca de los escritores de la Compañía de Jesus du- toral previniendo espresamente que no se hiciese rante la época de su supresion, no es inferior en nú- novedad alguna con los jesuitas en aquella parte de mero de escritores á la de los dos siglos anteriores la Polonia sujeta al imperio ruso; y como esta era una positiva canónica declaracion de su legítima de su existencia; así como no es inferior el de sus varones apostólicos, el de sus mártires por la fe y existencia en ese imperio, al partir para la nunciala caridad, el de sus hombres santísimos, al de los tura de los estados Moscovitas el Illmo. Garampi, que florecieron cuando gozaban de los favores de pidió instrucciones al papa sobre lo que deberia la Iglesia, de la gracia de los soberanos, de la es- hacerse en aquel caso, á lo que contestó Clemente XIV que se regulase segun las circunstancias. Y timacion de los pueblos. Sin embargo de que nada hicieron los jesuitas á aquella disposicion no fué una evasiva de Su Sanmandafavor de su instituto mas que hacerlo respetar co-tidad, sino una confirmacion espresa del breve dimo siempre por sus virtudes y regularidad de vida, rigido á la emperatriz de las Rusias, en que ante los ojos de sus amigos y de sus contrarios, se ba omitir en sus dominios la ejecucion del de 1773. encontraron las mismas resistencias para su total Ademas de esta derogacion, hizo el mismo ponsupresion de parte de los reyes, de los obispos, y de tífice otra espresa á favor del reino de Prusia; y la misma silla apostólica como en algunas de las de esto tenemos por garante al mismo Federico II otras órdenes religiosas, para que desapareciese en- que por aquel mismo tiempo escribia así á Voltaire: teramente del mundo una órden tan útil y benéfi- "Ganganelli me deja á mis queridos jesuitas á quienes persiguen por todas partes; yo conservaré el ca. Catalina II, emperatriz de la Rusia (véase este artículo), y Federico II, rey de Prusia, que aun- precioso grano para suministrarlo un dia á los que que filósofos entendian bien lo que es la tolerancia quieran cultivar de nuevo esta planta tan rara." Pero sea lo que fuere de esta derogacion del brereligiosa, se opusieron formalmente á la ejecucion del breve, y la primera fulminando pena capital al ve, tan parecida hasta cierto punto á la que hizo que se atreviese á notificarlo á los jesuitas ó siquie-Inocencio X del que estinguió á los esculapios, ó ra lo conservara en su poder: habian ofrecido á sus súbditos católicos conservarlos en su culto, y no querian privarlos de tan útiles y celosos ministros de sus creencias: no hicieron mas que lo que habia hecho la corte de España manteniendo á los jua-munidad, por no permitir su disolucion la emperaninos, abolidos por Clemente VIII.

al disimulo de Clemente VIII en la conducta observada en España con los juaninos, en lo que no cabe duda es, que Pio VI para tranquilizar á los jesuitas, que aunque subsistian en-la Rusia en co

cesor Pio VII, al que siguió espedido por este mismo en 1804 para el reino de Nápoles, y últimamente la solemne bula de 7 de agosto de 1814 en la restableció en todo el universo.

triz Catalina, no por eso se atrevian á admitir noLos obispos manifestaron la misma resistencia: vicios que reemplazasen á los que morian, aprobó el episcopado frances se negó abiertamente á ad- espresamente á la órden facultándola para abrir mitir el breve de supresion y hacerlo notificar á los noviciado, por el tenor de la facultad dada al obisjesuitas que estaban dispersos en sus diócesis, pres-po de Malló en la Rusia blanca por un decreto de tándoles importantísimos servicios. Esta es la ra- la sagrada congregacion de Propaganda, á 9 de zon, porque como hemos dicho en el artículo JE- agosto de 1778: providencia que confirmó posteSUITAS, no se juzgó á la Compañía de Jesus legal-riormente por un breve de 1801 su venerable sucmente suprimida en ese reino, pues segun el breve, los obispos debieron ser los ejecutores y ministros de su notificacion, y los de Francia no solo protestaron por escrito y se negaron á su admision, sino Por lo que hace á la derogacion de los decretos lo que es mas, la potestad secular les vedó esta publicacion. En España no faltó obispo, que sin te- de las córtes perseguidoras no han sido menos esmor á las penas fulminadas por Carlos III, recla- presos. En Portugal desde 1777 fueron declarados mase contra la arbitrariedad del breve, cuando se inocentes los jesuitas por el mismo decreto en que mandó observar como ley de Estado. Otra multi-la reina D. María condenó á Carballo y lo destertud de obispos de Alemania, Lombardía, Génova, Venecia, Cantones Suizos, y de la misma Italia, si no se resistieron por justísimos motivos al breve de supresion, sí se opusieron á otra encíclica posterior á él, en que se prohibia á todos los ex-jesuitas to

que

ró de la corte: en España en 1815 fueron llamados de nuevo los jesuitas, declarándose los motivos secretos de Cárlos III, "calumnias, ridiculeces y chismes" de los enemigos de la religion y del órden social: en los demas reinos han sido anulados mas ó

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