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Pachera.

Los ranchos.

CUYACAPAN: pueblo del distr. y part. de Sayula, depart. de Jalisco, situado en una rinconada de la sierra del Tigre; dista de Guadalajara 26 leguas, y 3 de Sayula al N. E. Pertenece á la parroquia de Atoyac, tiene un juez de paz y 742 habitantes dedicados á la agricultura, la cria de gauado vacuno, lanar y de cerda, y ademas á la fábrica de cedazos.

CUYALTEPEC (SAN PEDRO): pueblo del distr. de Teotitlan del Camino, part. de Cuicatlan, depart. de Oajaca, situado en una barranca; goza de temperamento frio, tiene 207 hab., dista 29 leguas de la capital y 21 de su cabecera.

CUYAMECALCO (SANTA MARÍA): pueblo del distr. de Teotitlan del Camino, part. de Cuicatlan, depart. de Oajaca, situado en una montaña; goza de temperamento frio y húmedo, tiene 980 hab., dista 46 leguas de la capital y 21 de su cabecera.

CUYOTEPEJI (STA. MARÍA ASUNCION): pueblo del distr. y fraccion de Huajuapam, depart. de Oajaca, situado entre cerros; goza de temperamento templado, tiene 401 hab., dista 45 leguas de la capital y 5 de su cabecera.

CUYUACO: esta feligresía de Santa María Cuyuaco tiene tres pueblos, que son: Cuyuaco, que es la cabecera, Santa María Ocotepeque y S. Andres Payuca.

Cuyuaco tiene 1,167 almas entre indígenas y de razon, los que ganan su subsistencia en la labor, en la arriería, y unos cuantos en el comercio; su tem

peramento es frio y seco; sus producciones son maiz, | poco mas de una legua al Sur: tiene 1,283 almas: cebada, haba, alverjon, y papa en algunos lugares: sus habitantes, unos son jornaleros que trabajan en en sus inmediaciones está la hacienda de Temestla, las fincas inmediatas, y otros son traficantes con que tiene montes de madera de oyamel, ayacahuite burros, y todos tienen magueyes, con cuyo produc y encino: tiene igualmente cerros, en los que hay to se mantienen: produce maiz, cebada, haba y alvarias minas de cobre de superior calidad, muy es- verjon: está situado sobre la cima de un cerro, por timado de los que trabajan este metal, por contener cuyo motivo su piso es desigual é incómodo para mucha ley de oro y plata; hay tambien varios cria- transitarlo. deros en que se recoge algun oro de mucha ley, pues en sentir de los inteligentes, es el de mas quilates que aquí se conoce. Estos criaderos se hallan casi abandonados, no sé si porque rindan hoy en dia poco, ó porque tal vez no se costeen los que los trabajen. Hay igualmente minas de fierro, y de ellas han sacado cantidad grande de piedra, que han llevado á la fábrica situada en Panzacola. De las vertientes de sus montes sale un riachuelo de muy poca consideracion en tiempo de secas, pero en las aguas es temible por las furiosas avenidas, en las que arrebata árboles, magueyes, animales, y muchas ocasiones causa la muerte de varias gentes incautas. Esta finca está al Poniente de esta cabecera, á distancia de poco mas de una legua.

Por el Oriente de esta cabecera está la hacienda

de San Sebastian Puchingo, á una legua de distancia, la que posee un dilatado monte de oyameles, ayacahuites, y muy pocos encinos. En estos montes se halla la cueva de Tzinacamostoc, cuya entrada está al Norte y su direccion interior camina al Sur. Varios sugetos han penetrado en ella hasta cerca de media legua, sin encontrarle el fin ni poder continuar adelante por estar obstruido el paso con peñascos que han impedido el paso: se dice que se comunica con un cerrito que se llama Piziatecontzi, distante de ella cosa de seis leguas. No se sabe sobre qué fundan esta antigua tradicion, pues hasta ahora no se conoce persona alguna que haya llegado á su término.

El pueblo de Ocotepeque dista de esta cabecera

El pueblo de Payuca tiene 364 almas: dista de esta cabecera dos leguas poco mas al Sur; sus habitantes todos trabajan en las fincas: todos tienen magueyes, pero con sus productos no hacen el tráfico que los de Ocotepeque: sus tierras son arenosas, y por lo mismo nada productivas: su situacion está á la falda de unos cerros, y el piso de todo el pueblo está cortado por barrancones que las avenidas han hecho en el tiempo de las aguas.

Ni Ocotepeque ni Payuca tienen montes ni rios, y solamente en los cerros de sus inmediaciones hay algunos árboles de sabino y otros arbustos que les proporciona la leña que necesitan para sus menesteres.

Esta cabecera dista de la del departamento 22 leguas, Ocotepeque 21, y Payuca cosa de 20, de

camino llano.

CUYUTLAN: pueblo del distr. de Guadalajara, part. de Tlajomulco, depart. de Jalisco, perteneciente al curato de Tlajomulco, situado al pié de una alta serranía que se estiende de E. á O.; tiene una poblacion de 1,026 habitantes, cuya industria principal es la siembra de trigo, maiz y frijol; su temperamento es húmedo, hay en él un juzgado de paz y una escuela municipal. Dista de la cabecera del partido 2 leguas al S. E. E., y 8 de la del distrito.

CUZAMÁ: pueblo del part. y distr. de Izamal, en el depart. de Yucatan: tiene 1,438 hab. y juez de paz; dista de Mérida 13 leguas.

O: Este signo, que no es otra cosa que una C colocada de una manera inversa, se usa en la escritura de la lengua maya hablada por los indígenas de la península de Yucatan, para representar un sonido suave y algo silbante, que estraño á la pronunciacion castellana, no corresponde en nuestro alfabeto á ninguna letra. Para poder imitar con precision el sonido, se ha menester de una leccion de la voz viva; mas para formarse idea aproximada de él, se puede asegurar que es semejante al que en el idioma mexicano y en el tarasco se representa por las consonantes tz, en las palabras Huitzilihuitl, tzarácua. Por respeto al origen de las voces mayas y al uso que aun se hace en Yucatan, admitimos y ponemos en este apéndice la O, haciendo de los artículos que comienzan con este signo una seccion diferente.

DAN: pueblo del part. de Ticul, distr. de Mérida, en el depart. de Yucatan: tiene juez de paz, 593 hab., y dista de Mérida 17 leguas.

OEMUL: pueblo del part. de Motul, distr. de Izamal, en el departamento de Yucatan: tiene alcaldes municipales, 1,231 hab., y dista de Mérida 10 leguas.

OIBALCHÉ: pueblo del part. de Jequelchakan, distr. de Campeche, en el depart. de Yucatan: tiene alcaldes municipales, 3,400 hab., y dista de Mérida 20 leguas.

OIBELCHEN: pueblo del part. de Jopelchen, distr. de Campeche, en el depart. de Yucatan: es cabecera de curato, tiene alcaldes municipales, 5,877 hab., y dista de Mérida 47 leguas.

OIBINOCAC (RUINAS DE): ademas de estos monumentos, dice Mr. Stephens, desde una calle que se comunicaba con la plaza, vimos una hilera de elevados montículos, que eran las ruinas de la antigua ciudad de Oibinocac, que nos habian atraido á Iturbide. D. Juan estaba ya listo para acompañarnos á las ruinas, y mientras estaba esperando á nuestra puerta, una tras otra fueron viniendo á juntársele muchas personas, hasta que nos encontramos con un cortejo de todos aquellos respetables ciudadanos, que seguramente acababan de dejar la mesa de juego, de pálido y miserable aspecto,

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y tiritando de frio á pesar de hallarse envueltos en sus frazadas.

A nuestro tránsito para las ruinas pasamos otro pozo de la misma forma y construccion del que estaba en la plaza; pero lleno de escombros y enteramente inútil. Llamábanle los indios Stukum, tomando la palabra de un objeto que les es familiar, y que en efecto da una cabal idea de la inutilidad del pozo, porque la tal palabra indica una calabaza cuyas semillas se han secado dentro. A poco andar nos encontramos en un paisaje abierto en que descollaban las ruinas de otra ciudad antigua. En varios sitios, el campo estaba despejado de los árboles y cubierto únicamente de plantíos de tabaco, tachonado de elevadas hileras de montículos cuajados de arboledas, á cuyo través se vislumbraban blancas masas de piedra, elevándose en tan rápida succesion y en tal número, que Mr. Catherwood, quien no se encontraba en buena disposicion de trabajar, dijo con cierto desaliento que las labores de Uxmal iban á comenzar de nuevo.

Entre estos edificios habia uno prolongado, con una especie de torre en cada estremidad, y á este nos dirigimos primero, acompañados de nuestra numerosa escolta. Difícil era imaginarse á qué debiamos el honor de semejante compañía, puesto que evidentemente no tenian esos hombres interes ninguno por las ruinas, ni podian darnos ningun informe, pues no conocian ni las veredas que á ellas conducian; y por otra parte no podiamos lisonjearnos que eso fuese por solo el placer que les proporcionaba nuestra sociedad. El edificio que teniamos delante estaba mas arruinado de lo que parecia desde cierta distancia, y en varios respectos diferia mucho de los que hasta allí habiamos exami nado. Necesitaba de ser despejado completamente, y cuando significamos esta especie á nuestra comitiva, nos encontramos que entre todos ellos no habia ni un solo machete. Generalmente en estas ocasiones siempre habia alguno listo para trabajar y aun algunos estaban en espectativa de ser ocupados; pero en este próspero pueblo, ninguno habia que se hallase dispuesto á trabajar sino en calidad de curioso. Algunos pocos, sin embargo,

salieron al frente designados por consentimiento Su casa estaba en la calle principal á muy corta general como los mas propios para trabajar, sobre distancia de la plaza, era una de las primeramente los cuales cayeron todos haciéndoles volver á la construidas y la mejor que habia en el pueblo. D. poblacion en busca de sus machetes, aprovechán- Juan habia resuelto establecerse en Iturbide con dose algunos de aquella oportunidad para encargar motivo de las facilidades y privilegios otorgados que se les enviase su almuerzo, y sentándose todos por el gobierno, siendo el privilegio que mas estiá esperar. Mr. Catherwood, que no estaba muy maba el de poder traspasarlo. Segun nos dijo, cuanbueno y se encontraba fastidiado de la charla de do vino al pueblo no tenia ni siquiera un medio, y le aquellos hombres, se acostó en el suelo sobre su parecia haber hecho lo bastante para hallarse en frazada, y al fin se encontró tan indispuesto que una situacion razonable. En efecto, á pesar de las tuvo que volverse á casa. Entre tanto, yo habia apariencias era propietario. Su casa, incluyendo llegado al pié del edificio, en donde despues de es- puertas y un tabique, le habia costado treinta petar vagando mas de una hora, percibí un cierto sos. Las puertas y tabique eran considerados por movimiento hacia arriba y ví á un muchachillo sus vecinos como una especie de lujo pretensioso de como de trece años, cortando por entre las ramas que podia haberse abstenido; pero como no tenia de un árbol. Media docena de hombres se coloca- hijos no hizo cuenta de los gastos. En una testera ron al alcance de su oido, y le daban direcciones de la pieza habia un poyo mal construido que soshasta un punto tal, que me ví obligado á decirles tenia la imágen del santo titular; y cerca de él desque yo solo bastaba para dirigir á un muchachi- collaba una estaca profundamente sembrada en tierllo semejante, én lo que estaba haciendo. Al cabora, en cuya estremidad superior formada de una tride un rato, juntósele otro muchacho como de quin-ple horquilla se veia colocado un cajete de barro lleno ce años, y por un largo espacio de tiempo estos de aceite de higuerilla, con su correspondiente medos eran los únicos que trabajaban, mientras que | aquellos perezosos holgazanes, asegurándose en las piedras que proyectaban, se hallaban muy activamente ocupados en contemplar á los muchachos. A las mil y quinientas, vino un hombre con su machete y de allí otro y otro, hasta el número de cinco que se pusieron á la obra, en que emplearon la mayor parte del dia sin que hubiesen quedado perfectamente despejadas de árboles, ciertas partes del edificio que necesitábamos tener despejadas para poder tomar la vista. En todo este tiempo los espectadores permanecieron contemplando, como si esperasen algun desenlace final: por último, comenzaron á mostrar síntomas de ansiedad; y por medio de D. Juan, aunque sin intencion ninguna, llegué á verificar un descubrimiento. La fama del daguerreotipo, ó la máquina, habia llegado hasta los oidos de aquellos habitantes, aunque bastante exagerada. Por de contado que nada conocian á derechas sobre la tal máquina; pero habian ido acompañándonos con la esperanza de ver en accion su poder milagroso. Si el lector es un poco malicioso, no podrá menos de simpatizar con la satisfaccion que yo esperimenté cuando ya despejado el terreno y pronto para tomar las vistas, pagué á los hombres y me regresé al pueblo dejando á todos aquellos curiosos sentados en las piedras.

cha, para iluminar de noche la casa: todo el mueblaje consistia en una especie de aparador con botellas de aguardiente anisado para vender al menudeo á los indios, una mesita y tres hamacas. Estas últimas eran las que servian de asientos; pero como D. Juan no habia previsto jamas el caso estraordinario de que comiesen allí tres personas juntas, no se le habia ocurrido colocarlas de manera que se hallasen en contacto con la mesa. En su consecuencia, envió á la vecindad á pedir prestados dos asientos, y con la mesa delante de las hamacas pudimos sentarnos todos, menos nuestro huésped que se proponia servirnos. Habia un cierto arreglo aristocrático en el servicio doméstico de D. Juan. La cocina, que era una vieja y raquítica fábrica de estacas, se hallaba del otro lado de la calle; y despues de haberse dirigido varias veces á ella sin sombrero para vigilar los preparativos que allí se hacian, echóse por fin en una hamaca próxi ma á la puerta de la calle gritando con toda solemnidad: "Trae la comida, muchacha." El primer servicio consistia en una taza de caldo, un plato de arroz y tres cucharas; y aunque esto era un preliminar alarmante, parecia sin duda mucho mejor que la alternativa en que mas de una vez nos habiamos visto de tener tres platos y una sola cuchara, ó acaso ninguna; pero toda nuestra aprehension El pesado lance de la mañana, traia á D. Juan se disipó cuando vimos entrar de nuevo á la muen ansioso desconcierto, porque habia erogado al- chacha trayendo otra taza y otro plato. Seguíala gunos gastos en hacer preparativos, y no sabia á en pos D. Juan con las dos manos ocupadas, y ya derechas si nosotros le hàriamos el honor de comer con eso tuvimos cada uno su taza, plato y cuchara. en su compañía. Temiendo recibir otra bofetada, Despachado este servicio, vino otro plato, que sese abstuvo de decirnos cosa alguna sobre el objeto; gun algunos restos de alas y piernas, pudimos infepero al llegar á su casa, envió aviso de que la co- rir que seria la sustancia de dos pollos, y mientras mida estaba lista, preguntando ademas si nos la nos ocupábamos en dar fin al guisado, empeñámoenviaria á nuestro alojamiento. Para reparar al-nos en la amigable tarea, rara vez emprendida por gunas faltas y á fin de captarnos su buena voluntad, respondimos que iriamos á comer á su casa, de lo cual se mostró por medio de Albino, muy reconocido, como si aquel fuese el mayor honor que podiamos hacerle.

un viajero en sentido favorable á su huésped, de calcular los gastos que éste haria. Nosotros teniamos demasiada buena opinion acerca de la sagacidad de D. Juan, para creer que se entregase con tanta prodigalidad á estos gastos sin esperar de

nosotros alguna recompensa. Apenas hubimos co- | la edad con la de un gran médico. A cada paso era menzado á discurrir sobre este punto cuando nues- consultado en muchos casos, en que no le era positro huésped, como si hubiese adivinado lo que pasable resolver con entera satisfaccion. Un tratamienba en nuestro magin, hizo comparecer á su esposa, que era una vieja y respetable persona, y mostró un nuevo designio acerca del daguerreotipo, Habia oido decir en Nohcacab algo sobre retratos que se hacian por medio de este instrumento, y pretendia tener el de su esposa; pero quedó desconcertado, y acaso se desvanecieron los cálculos que habia hecho, cuando supo que no habiendo objetos en que ocupar ventajosamente el daguerreotipo, estábamos determinados á no abrirlo.

to que podia ser bueno hoy, acaso no corresponderia á los pocos dias despues; y lo peor era que si nuestro propio botiquin no podia suministrar la medicina, la receta tenia que esperar la oportunidad de que se enviase á Mérida, y cuando la medicina llegaba solia ésta ser enteramente inútil, porque el caso se habia alterado y cambiado de carácter. Me es muy grato decir, que su práctica en general fué muy satisfactoria, si bien debemos admitir que hubo algunas quejas de parte de los pacientes. No do el pais tuvo el doctor una nnmerosa clientela, y su fama, como ya he dicho, llegó hasta el pueblo de Iturbide. Desgraciadamente el dia en que los habitantes se determinaron á acudir á él estaba lloviendo á mares, y teniamos que mantenernos casi todo ese tiempo encerrados en casa; y fué tal el número de hombres, mujeres y niños que acudieron, muchos de ellos con recomendaciones de D. Juan, que al fin el doctor llegó seriamente á fastidiarse. Todas las enfermedades ocultas se hacian patentes, y veiase ocupado en hacer prescripciones para los casos que pudiesen ocurrir, bien así como para los que ya existian.

Sin embargo, no abandonó el terreno. La inme-hago mencion de esto en tono de reproche: en todiata tentativa fué dirigida entonces al Dr. Cabot, y tambien en favor de su anciana esposa. Tomándola de la mano, la acercó al doctor; y con cierta energía que la revestia de dignidad á pesar de su escaso perjeño, penetrando hasta las profundidades de la ciencia médica, esplanó la buena mujer la naturaleza de sus enfermedades. El caso era realmente delicado, y lo era mas todavía por el considerable trascurso de tiempo que habia pasado desde el matrimonio. Jamas me habia ocurrido en mi práctica un caso semejante, y aun el Dr. Cabot estaba en conflictos.

Mientras se discutia este asunto, presentáronse varios hombres, que sin duda habian sido prevenidos de antemano para que acudiesen á aquella hora. Uno estaba con asma, otro con hinchazon, y por último eran tantos los amigos enfermos de D. Juan, que nos vimos precisados á verificar una rápida retirada. Por la noche, el hermano de D. Juan, el alcalde del lugar, acudió al Dr. Cabot para que le diese su opinion sobre un niño enfermo que tenia, y que segun el tratamiento que se le hucia, muy pronto iba á quedar fuera del influjo de la medicina. El Dr. Cabot le hizo desistir de aquel régimen, y al dia siguiente se encontraba tan mejorado el niño, que todo el pueblo concibió muy ventajosa opinion de las habilidades del doctor y determinó acudir á él con mas empeño. Muy deplorable es por cierto la situacion del pais con respecto á los auxilios médicos. Escepto en Mérida y Campeche, no hay allí médicos titulados, pero ni aun boticarios ni boticas. Los curas, en los pueblos que los tienen, hacen el oficio de médicos. Por decontado que ellos carecen de una competente educacion médica, así es que su práctica la hacen valiéndose de algun mal recetario manuscrito, y aun así se ven frecuentemente embarazados por la falta de medicinas. Pero en los pueblos en que no hay curas; ni siquiera este auxilio puede ofrecerse á un enfermo: los ricos van á Campeche ó Mérida á ponerse en manos de un médico; pero los pobres padecen y mueren víc timas de la ignorancia ó del empirismo.

La fama del Dr. Cabot, como médico de bizcos, se habia difundido por todo el pais; y en cualquier pueblo adonde llegabamos habia tal curiosidad de conocer al médico, que Mr. Catherwood y yo nos quedábamos desapercibidos. Frecuentemente oiamos á la gente repetir "Tan jóven." "Es muchacho todavía;" porque asociaban en su mente la idea de

A la mañana siguiente Mr. Catherwood, hizo un esfuerzo para visitar las ruinas. No tuvimos la numerosa escolta de la primera ocasion, y estuvimos enteramente solos, si se esceptúa á un indio que tenia su plantío de tabaco en aquellas inmediaciones. Este indio sostenia la sombrilla sobre la cabeza de Mr. Catherwood para protegerle contra el sol, y mientras éste trabajaba se veia obligado por la debilidad á echarse en el suelo y detenerse. Yo estaba desalentado con semejante espectáculo. Aunque supuestas nuestras enfermedades no habiamos en realidad perdido mucho tiempo, nos encontrábamos sin embargo tan embarazados, y era tan desagradable el no poder dar un paso sin hallarnos espuestos á los frios y calenturas, que yo me sentí dispuesto á romper la espedicion y regresarnos á nuestro pais; pero Mr. Catherwood insistió en que prosiguiésemos hasta el fin.

El edificio que éste dibujaba era de ciento 'cincuenta piés de frente, por veinte piés y siete pulgadas de profundidad. Diferia en la forma de cuantos hasta allí habiamos visto, y tenia unas estructuras cuadrangulares en el centro y en las dos estremidades, que las llamaban torres y que, en efec to, desde lejos tenian la apariencia de tales. Las fachadas de estas torres estaban adornadas de pie dras esculpidas; y en el interior de algunas piezas se veian hojas de tabaco puestas á secarse. En el centro, una pieza se hallaba escombrada, y esto cor taba la luz que debia entrar por la puerta; pero así en la oscuridad percibimos en una de las piedras que cerraban la bóveda el opaco contorno de una pintura, semejante á la que habiamos visto en Kiuic: en la pieza vecina existian los restos de pinturas, las mas interesantes, escepto las que están cerca del pueblo de Xul, que yo habia visto en el

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