La literatura venezolana en el siglo diez y nueve: (ensayo de historia crítica)

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Ayacucho, 1906 - 443 páginas
 

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Pasajes populares

Página 42 - Y pues comenzamos por la Diana de Montemayor, soy de parecer que no se queme , sino que se le quite todo aquello que trata de la sabia Felicia y de la agua encantada, y casi todos los versos mayores , y quédesele enhorabuena la prosa y la honra de ser primero en semejantes libros.
Página 122 - Si según la práctica general de los americanos es más analógica la conjugación de algún verbo, ¿por qué razón hemos de preferir la que caprichosamente haya prevalecido en Castilla? Si de raíces castellanas hemos formado vocablos nuevos según los procederes ordinarios de derivación que el castellano reconoce y de que se ha servido y se sirve continuamente para aumentar su caudal, ¿qué motivos hay para que nos avergoncernos de usarlos?
Página 277 - Del huertecito de los manzanos dicen que quieres, ramilletera, los olorosos lirios enanos; ¿por qué los quieres cuando no hay lirios como tus manos? , no por la fama, que es volandera, sí por ser lindas, ramilletera. Tienen tal magia tus ojos pardos, que el dios con venda sobre los ojos, entre verbenas, mirtos y nardos, guardó su venda, rompió la aljaba, rompió los dardos, queriendo sólo que en sus enojos, sirvan los dardos que hay en tus ojos. Como andas siempre por los rosales, y esas tus...
Página 261 - Bello el ^principado de los poetas americanos; pero esto ha de entenderse en el sentido de mayor perfección, no de mayor espontaneidad genial, en lo cual es cierto que muchos le aventajan.
Página 122 - Chile y Venezuela tienen tanto derecho como Aragón y Andalucía para que se toleren sus accidentales divergencias, cuando las patrocina la costumbre uniforme y auténtica de la gente educada. En ellas se peca mucho menos contra la pureza y corrección del lenguaje que en las locuciones afrancesadas, de que no dejan de estar salpicadas hoy día aun las obras más estimadas de los escritores peninsulares.
Página 406 - ... de la tierruca. Alfonzo tenía razón: nadie tiene derecho a sacrificar su ideal. El supremo deber de un artista es poner en salvo su ideal de belleza. Y yo nunca, nunca realizaré mi ideal en mi país. Nunca, nunca podré vivir mi ideal en mi patria. ¡Mi patria! ¡Mi país! ¿Acaso es ésta mi patria? ¿Acaso es éste mi país?
Página 235 - ... entre alegres ladridos, la quebrada; y después de subir agrio repecho, de la cima en los altos miradores, divisen los cansados cazadores alzarse el humo del pajizo techo! Al terminar el día, el afán duro del campo cese, que el vigor enerva; llegue buscando la feliz caterva descanso en el hogar libre y seguro! La parda luz de la tranquila tarde apague de la noche al fin el velo...
Página 357 - De tu alegría el espíritu inundas; por ti es más bello y amoroso el día, tú enciendes su pasión, tú la fecundas, tú mueves las canciones voluptuosas y los castos arrullos, tú brindas al placer lecho de rosas, tú incitas a morir las mariposas en la dulce embriaguez de los capullos. ¡Oh florida estación! Haced que nunca turbe dolor violento la paz de mis nacientes alegrías... Y cuando vuele al fin mi pensamiento, cuando vuele hacia allá...
Página 306 - ¡Señor, respóndeme en la conciencia! Alta la llevo siempre, y abierta, que en ella nada negro se esconde; la mano firme llevo a su puerta, inquiero... y nada, nada responde. Sólo del alma sale un gemido de angustia y rabia, y el pecho, en tanto por mano oculta de muerte herido se baña en sangre, se ahoga en llanto. Y en torno sigue la impía calma de este misterio que llaman vida, y en tierra yace la flor de mi alma, y al lado suyo mi fe vencida.
Página 268 - Donde cándida miel llevan las cañas, Y animado carmín la tuna cría, Donde tremola el algodón su nieve, Y el ananás sazona su ambrosía; De sus racimos la variada copia Rinde el palmar, da azucarados globos El zapotillo, su manteca ofrece La verde palta, da el añil su tinta, Bajo su dulce carga desfallece El banano, el café el aroma acendra De sus albos jazmines, y el cacao Cuaja en urnas de púrpura su almendra.

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