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CARTA IV.

MEXICO, 25 DE ENERO DE 1843.

M. I QUERIDO AMIGO.-Despues de haberse solazado Santa-Anna en Tlalpam en los dias ne noche buena y pascua, á donde marchó con un numeroso acompañamiento, y para hacer estensiva y general la diversion de aquellos dias, mandó que no pagasen peage los coches del tránsiso (debiendo entonces mas que nunca pagarlos, pues no iban á diligencias urgentes sino á divertirse sirviendo estas cantidades para su reparo y composicion); regresó á México, y el dia 1o de enero presentó un espectáculo no visto en esta ciudad. Convidó á todo el cuerpo diplomático, tribunales y corporaciones para que á usanza de las cortes de Europa le felicitasen por la entrada del año. Procuró cohonestar esta disposicion diciendo que era capítulo expreso del reglamento de etiqueta que habia formado su ministro de rela-' ciones Bocanegra. De hecho, se verificó tan espléndida reunion á las doce del dia en el salon principal de palacio, y bajo de docel recibió las felicitaciones, siendo el primero en saludarlo el enviado ingles como mas antiguo. En seguida del cuerpo diplomático lo felicitó el ayuntamiento, en el que se presentó uno de sus individuos sin uniforme militar, y Santa-Anna le notó esta falta con aspereza. Convidada á comer aquella reunion para la tarde de aquel dia, se presentaron todos á recibir el obsequio en número de cincuenta y una personas, incluso el Sr. arzobispo; mas notando el Sr. enviado de Francia que este prelado quedaba en un rincon desairado, pasó con sus compañeros á darle corte y hacerle honor, y no dudó decir que aquí se ignoraba la etiqueta moderna de la diplomacia, en la que se dispo

ne, que cuando á tales reuniones se presentase el prelado de la corte éste las presidiese. Ademas, exhortó al secretario de relaciones á que se sentase el arzobispo á la derecha de Santa-Anna y no quiso. ¡Mengua fué que un ministro estrangero nos enseñase el modo de honrar á nuestro prelado! El convite fué opíparo de viandas y vinos tan delicados, que celebrándolo el enviado español dijo, que no habria comido mejor en la mesa del rey de Francia. Entre tanto esto se hacia en palacio, muchas personas miserables, y empleadas en el servicio de la república y no pagadas de sus sueldos, giraban en derredor del edificio ayunas, y murmurando su suerte, infinidad de pobres buscaban ansiosos pan, maiz y carne con que alimentarse: las panaderías estaban con guardias para contener los desmanes de los infelices atormentados por la miseria, y lo peor de todo era, que se les devolvia la moneda de cobre por los desapiadados vendedores. Aquí se representó el pasage de Lázaro: plegue á Dios no llegue el dia en que invoque al padre Abraham para que le dé una gota de agua al que entonces rebosaba en hartura. El modo con que Santa-Anna se presentó en este banquete fué fastuoso y régio. En frente de su mesa se colocaron seis pages, y detras de su silla sus ayudantes que cuidaban de su persona, y respetuosos y humildes procuraban adivinar sus deseos; jamás se ha visto entre nosotros mas desarrollada la aristocracia, al mismo tiempo que afectábamos ser republicanos populares. Horas ántes se habia presentado en el paseo en una magnífica carrosa tirada de valientes frisones, precedido de batidores y seguido de no pocos húsares bien equipados. Dispuso que los gefes y oficinistas se le presentasen con uniformes en los dias de tabla, y concurriesen á palacio en los dias que señalase.

Para recibir los reclutas de leva que acudian en gran número de los departamentos, se ocuparon los conventos, dejando casi aislados en una parte de ellos á los frailes, y aun estuvieron á punto de ocupar la hermosa librería de S. Francisco, sobre lo que no se atrevió á representar el guardian temeroso de desagradarlo, esponiendo á que quedasen truncas muchas obras, como ya habia sucedido en Santiago Tlaltelolco cuando en 1834 se apoderó la tropa de aquel edificio llegada de Guanajuato. Los libros sirvieron de colchones: ¡bárbaros!

Ocurrió en estos dias un hecho muy escandaloso que aun hoy se deplora por las circunstancias de la persona pública y muy recomendable por sus servicios, por su empleo, por su literatura y sus virtudes;

á

un infe

tal es el Sr. D. Francisco Manuel Sanchez de Tagle, director del montepio de Animas. Fué el caso. Un sargento que regentaba un piquete de tropa del once de infantería, y cuidaba unas mancuernas de forzados de la limpia de las calles, pidió licencia al contador de dicha oficina para que allí comiesen su rancho los presos, concediósela congusto; mas á poco rato, los dependientes de la misma oficina notaron que el sargento estaba maltratando y robándole su ropa liz calero que inútilmente forcejaba con él para substraerse de sus garras. Avisaron al contador del hecho, el cual reprendió al sargento, y mandó al cabo de la guardia que diera parte á la plaza de aquel exceso, é hizo que devolviese al pobre indio la manta que le habia robado. El sargento procuró esculparse, diciendo, que aquel hombre era un desertor, amenazó al cabo con que si no daba el parte él lo daria. Entonces se combinaron cabo y sargento para informar á la plaza, que el director del monte habia impedido la aprehension de un desertor. El coronel Lombardini del once, se quejó de esto á la comandancia, apoyando el hecho como verdadero, y pidiendo se castigara al director, porque se habia constituido en autoridad superior á la militar. El comandante de la plaza D. José Vicente Miñon, á los tres dias mandó arrestar á Tagle (que ni aun tenia noticia de lo ocurrido) y fue llevado preso al cuartel entre dos oficiales y soldados con la mayor publicidad y escándalo; confundiéronlo en el cuartel con los soldados. A las dos de la mañana del dia siguiente, le tomaron declaracion ya en su casa, intimándole que en ella guardara arresto, resultando de ella que ni vió ni supo de semejante ocurrencia, pues á la sazon se hallaba en lugar separado, es decir, en la depositaría del monte haciendo un reconocimiento; de consiguiente resultó falsa y calumniosa la acusacion del sargento á quien tampoco conocia ni habia visto. No obstante todo esto, Tagle fué privado de su libertad por diez dias, y se le restituyó á ella por un simple oficio en que se le dice, que nada resultaba contra él, y se le reservaba su derecho á salvo para que lo dedujera contra la comandancia, á lo que respondió, que él nada pedia contra nadie. Santa-Anna supo el arresto luego que se verificó; pero se mostró impasible, diciendo que obrase la comandancia pues era de su atribucion, lo que se estrañó mucho, pues conoce como nadie, las relevantes prendas de Tagle y los servicios que ha prestado á la nacion. Aun los mas adictos á Santa-Anna, reprobaron su quietismo. ¿Quién á vista de este atropellamiento, podria tenerse por seguro aunque lo escudasen las mas notorias virtudes?

ACTO DE CRUELDAD.

Habiendo llegado los prisioneros que he dicho, hechos en el departamento de Nuevo-México, varios extrangeros solicitaron de SantaAnna que no se les pusiesen cadenas; no solo no accedió á esta pretension, sino que mandó que con ellas se le presentasen. Para manifestarle que su voluntad estaba cumplida, se llevaron á la plaza y patio de palacio á las once de la noche, y de allí regresaron al presidio de Tlaltelolco. A poco tiempo se huyeron dos de los principales reos, y piadosamente se cree que fué sobornada la guardia, y que pasarian á asilarse en la casa del enviado de los Estados-Unidos. Santa-Anna depuso á los oficiales que los custodiaban. Contemple V. esta accion en su verdadero punto de vista. Urgido en estos dias SantaAnna por dinero, mandó que el arzobispo hipotecase prontamente los bienes eclesiásticos por medio millon de pesos que habia ofrecido al gobierno de Bustamante; pero se le resistió, y en una conferencia verbal le mostró que solo estaba obligado por doscientos mil, y SantaAnna queria que se le devolviese al gobierno la casa de la Inquisicion para hacerla cuartel. El arzobispo le respondió con gran sorna, que aquel edificio lo tenia comprado para establecer el colegio Seminario conciliar. Este petitorio paró en que se obligase á pagar doscientos mil pesos. Algunos dicen que los ofreció en préstamo, tomándolos de las comunidades religiosas á prorrateo, y con las correspondientes cauciones y garantías. Tambien recabó Santa-Anna, que las piezas bajas de la Inquisicion se le prestasen por cuatro meses, para establecer allí interinamente una oficina mientras hallaba local. Es pasado muchísimo mas tiempo y continúan ocupadas, y al arzobispo le pasará lo que á la perra parida de la fábula, que pidió á otra su casa para parir en ella; de hecho se la franqueó, crecieron los cachorros, quiso echarlos; pero ya bravos y valientes echaron á la prestadora que salió á buscar hospedage en otra parte rabo entre piernas.

Otra iniquidad de mayor tamaño se cometió en estos dias, y fué la siguiente: Santa-Anna anunció por carteles la venta de la famosa hacienda de la Compañía, situada en la jurisdiccion de Chalco. Poseíanla los PP. jesuitas al tiempo de su espulsion: entonces la reclamaron los PP. domínicos, haciendo ver que la voluntad del donante á los jesutias fué, que en defecto de estos pasase á ellos dicha hacienda. Instruido el espediente, obtuvieron los domínicos, y el fallo sc confirmó con repetidas sentencias que formaron cjecutoria en el con

sejo de Indias; á pesar de esto, Carlos III declaró en uso de su suprema autoridad bajada del cielo y autorizada por el Arcangel S. Miguel, que esta hacienda era de la real corona, y continuó poseyéndola. Sobrevino la independencia y la tomó en un bajo arrendamiento que no pagó el general Guerrero. Hé aquí como á progenie in progeniem se ha obrado esta iniquidad, que completó Santa-Anna, vendiéndola por un precio ínfimo á un agiotista, porque lo que nada cuesta, dar barato.

Hizo Santa-Anna en estos dias una iniciativa á su llamado consejo de gobierno para que los extrangeros pudiesen adquirir bienes raices. Como en este punto vital no estaban todos de acuerdo, porque en la junta no faltaban hombres ilustrados y patriotas, la cuestion ó discusion fué muy reñida. Algunos de estos leguleyos de tal manera se pronunciaron á favor de los extrangeros, que un indecente vocal tuvo la osadia de decir, que la raza americana era tan vil, tan cobarde y degradada, que para figurar en el rango de las naciones libres é independientes, necesitaba enjertarse con la noble raza europea. Estas y otras muchas proposiciones de igual calaña, pero dignas del hombre ruin que las proferia, aunque se virtieron en sesion secreta, se evaporaron luego, y yo, movido de buen celo, las impugné en un impreso suelto que titulé: No hay peor cuña que la del mismo palo, [impreso en la imprenta de Lara, calle de la Palma núm. 4]. esfuerzos fueron inútiles; ya estaba acordada esta medida por SantaAnna, y este plan lo tenia acordado con el inglés Morphi cuando salió de Veracruz á derrocar el gobierno del presidente Bustamante. La comision de la junta, concluyó su dictámen con esta proposicion. ,,Pueden los extrangeros adquirir bienes raices en la república, por cualquiera de los títulos legales; quedando en todo lo comprensivo en esta materia, sujetos á los mismos deberes que los mexicanos." Esto fué lo sustancial de la decision, aunque con algunas adiciones insignificantes para impedir los estragos que causaria semejante providencia que mostré en dicho impreso, y por lo que en breve esta América seria en cierto modo, colonia de los extrangeros que la disfrutarán mas directamente que lo hacen hoy y á su placer.

Mas mis

Fué muy fundado y racional el voto particular de oposicion que presentó el Lic. Garza Flores que se lee en el Siglo XIX.

Cuando esto se trataba en el consejo ofrecieron los estrangeros al gobierno setecientos mil pesos por la introduccion de hilazas. Santa-Anna invitó á la junta de fomento para que le dijera con cuanto podia contribuir para aceptar ó no la propuesta, y respondió que con

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