Rimas de Lupercio Leonardo de Argensola

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Página 180 - Las espigas del año y la hartura, Y la temprana pluvia y la tardía. No imitemos la tierra, siempre dura A las aguas del cielo y al arado, Ni la vid cuyo fruto no madura. ¿Piensas acaso tú que fue criado El varón para el rayo de la guerra...
Página 183 - No resplandezca el oro y los colores en nuestro traje, ni tampoco sea igual al de los dóricos cantores. Una mediana vida yo posea, un- estilo común y moderado, que no lo note nadie que lo vea.
Página 179 - Dime, Padre común, pues eres justo, ¿Por qué ha de permitir tu providencia Que, arrastrando prisiones la inocencia, Suba la fraude a tribunal augusto? ¿Quién da fuerzas al brazo que robusto Hace...
Página 185 - ... su madre mil amores; sin conocer temores, de la florida primavera bella el vario manto huella con retozos y brincos licenciosos, y pace tallos tiernos y sabrosos. Mas, ¡ay!, que en un otero dio...
Página 180 - Esta nuestra porción alta y divina a mayores acciones es llamada y en más nobles objetos se termina.
Página 17 - ... mi pecho, mostrándome cortado el nudo estrecho, consuelo solo de mi adversa suerte. Busca de algún tirano el muro fuerte, de jaspe las paredes, de oro el techo, o el rico avaro en el angosto lecho haz que temblando con sudor despierte. El uno...
Página 182 - Mas no podrás negarme cuan forzoso este camino sea al alto asiento, morada de la paz y del reposo. No sazona la fruta en un momento aquella inteligencia que mensura la duración de todo a su talento.
Página 183 - No la arguyas de flaca y temerosa. La codicia en las manos de la suerte se arroja al mar, la ira a las espadas, y la ambición se ríe de la muerte.
Página 74 - Llevó tras sí los pámpanos octubre, y con las grandes lluvias insolente, no sufre Ibero márgenes ni puente, mas antes los vecinos campos cubre. Moncayo, como suele, ya descubre coronada de nieve la alta frente; y el sol apenas vemos en oriente, cuando la opaca tierra nos lo encubre.
Página 182 - No quiera Dios que imite estos varones que moran nuestras plazas macilentos, de la virtud infames histriones; esos inmundos trágicos, atentos al aplauso común, cuyas entrañas son infaustos y oscuros monumentos.

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