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daderas posiciones de Ceballos y de Yañez.

Reparado en parte este desastre por la organización que Bolívar diera en el campo á las fuerzas, rompiéronse de nuevo los fuegos y la infantería realista se desordenó, declarándose poco después en completa derrota.

Todos huyeron dejando en el campo más de 1000 muertos. La persecución fué muy activa; y se hicieron más de 600 prisioneros españoles ó canarios que fueron fusilados.

Ceballos huyó á Guayana, y de allí pasó á Coro; Yañez fué al Apure.

La victoria de Araure fué muy favorable á la causa republicana, porque aseguró por lo pronto la posesión del Occidente; pero quedaban todavía, Boves encerrado en las llanuras de Carácas, donde acababa de obtener un triunfo sobre Aldáo, sucesor de Campo Elias,

que

le permitió aumentar sus hordas á más de 4,000 hombres, y Monteverde encerrado en Puerto Cabello; motivos ambos de alarma y de amenaza para el porvenir.

Mucho se ha escrito contra Mariño, porque en aquellas circunstancias no prestó con sus

tropas á Bolívar un apoyo franco Ꭹ decidido que habría bastado para destruir á Boves, y precipitar el término de la guerra. Pocos hombres han sido peor juzgados que aquel valeroso y modesto Jefe, tan noble en sus aspiraciones, como gallardo y leal en su persona y en sus sentimientos.

Mariño había libertado las provincias Orientales, y sus compatriotas le habian nombrado Dictador. Bolívar había redimido el Occidente, y merecido por sus triunfos el mismo título. El derecho de ambos era idéntico; las aspiraciones eran las mismas. La ambición no es, á veces, un defecto, sino una noble cualidad, y la ambición de Bolívar era ciertamente mucho más grande que la de Mariño. ¿Por qué no se entendieron aquellos dos hombres en bien de la común patria? La razón era obvia; porque Bolívar tenía una inteligencia propia y privilegiada, y la de su competidor, era pobre para regir un Estado.

Bolívar concebía y ejecutaba, en tanto que Mariño, de carácter débil y complaciente, ejecutaba simplemente las concepciones de sus

Tenientes y amigos, entre los cuales algunos había dominados por una ambición desenfrenada é insensata. Si Mariño hubiera desconocido abiertamente la autoridad de Bolívar Ꭹ proclamado la independencia de las provincias Orientales, habría sido ménos perjudicial á la causa general, que limitándose á prestar algunos auxilios á Bolívar, siempre á medias y con extrañas reservas. Su error consistió en la debilidad del carácter, pero no en el exceso de su ambición, como lo han escrito algunos. Los sitiados en Puerto Cabello comenzaron á sentir los efectos del hambre. Ceballos había pedido desde Coro refuerzos á Monteverde : al fin se decidió éste á enviar en su auxilio el regimiento de Granada, del cual apénas llegaron 400 hombres, después de una penosísima marcha por el camino de la Costa.

Cansados los sitiados de las torpezas de Monteverde, le depusieron el 28 de Diciembre de 1813, y pocos días despues se embarcó para Curaçao. Así terminó su carrera el llamado Pacificador y Capitán General, violador de la capitulación de San Mateo.

VII

El año de 1814, que debía concluir de un modo funesto para la causa republicana, le fué benéfico en sus comienzos. Estos contrastes entre la apariencia halagadora y la triste realidad, son muy frecuentes en lo físico y en lo moral.

Bolívar, deseoso de conocer la opinión del pueblo de Carácas, y hasta cierto punto inquieto por el disentimiento de Mariño, provocó por medio del Gobernador Dr. Cristobal Mendoza (una de las más notables figuras de la revolución), la convocación de una Asamblea con

el pretexto de dar cuenta de su conducta como Dictador. Reunióse en efecto el pueblo el 2 de Enero en el convento de San Francisco, y Bolívar, que concurrió con sus Secretarios á la reunión, fué vitoreado y aclamado con entusiasmo, salvador de la patria. Sus poderes fueron ratificados.

Satisfecho del entusiasmo de sus conciudadanos, les dió las gracias, asegurándoles al final de su discurso que anhelaba por el momento trasmitir el poder y verse exento de aquel carácter, porque sólo aspiraba á combatir á los enemigos, y no daría treguas á la espada, mientras la libertad de la patria no estuviera asegurada del todo.

<«< Nunca promesa fué mejor cumplida, dice el historiador Baralt; mas en cuanto á la autoridad, su venerable memoria nos perdone, él la amaba como todos los que han nacido para ejercerla dignamente. »

Con la misma reverencia seános lícito decir que la amó tal vez demasiado, y esto fué, si nó su error, por lo menos su desgracia.

Convino al fin Mariño en entenderse con Bo

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