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consuetas. y según la honradez cierta ó problemática de éstos, habían de merecer la aprobación ó desaprobación pública. En esta ocasión fué mal aconsejado.

Resuelto á poner en práctica el alistamiento militar, convocó á los ciudadanos de Caracas en el Convento de San Francisco, con el ánimo, segun decía, de hacerles sentir el peso de su autoridad. Al ver que la concurrencia no era numerosa, destacó patrullas armadas por las calles de la ciudad, con órden de llevarle á viva fuerza cuantos hombres encontraran en ellas.

Muchos fueron vejados y ultrajados por los genízaros, otros se ocultaron ó se refugiaron donde pudieron. La ciudad estuvo por muchas horas en la más pavorosa consternación.

Conviene decir que al general Paez se le temía mucho en Carácas; y cada vez que se anunciaba su aproximación á la ciudad ó su entrada en ella, la mayor parte de las gentes pacíficas y honradas cerraban las puertas de sus casas, ó evitaban presentarse en las calles.

El conflicto de aquel día se calmó por la

intervención del intendente Escalona, el cual ofreció á Paez que al día siguiente convocaría á los ciudadanos en San Francisco, como en efecto lo hizo. La reunión fué numerosísima; nadie faltó hasta los inválidos se presentaron con sus muletas, y Paez, que no había querido sino vejar á la sociedad, se dió por satisfecho.

Á pesar de esto, el Consejo Municipal y el propio Intendente acudieron al Gobierno Supremo quejándose de aquella arbitrariedad. Aunque el Vice-Presidente Santander pretendió desentenderse de la queja, la Cámara de Diputados la tomó en consideración y propuso una acusación contra Paez, que el Senado aceptó por considerable mayoría, suspendiéndole de su empleo, y ordenándole que se presentara en Bogotá á dar cuenta de su conducta.

Dejaremos aquí al general Paez preparándo la rebelión contra el Congreso de su pátria, para reseñar los acontecimientos en que fué parte principal Simón Bolívar.

XV

Organizada la República de Bolivia, regresó Bolívar al Perú ; el 10 de Febrero de 1826 estaba ya en Lima. La fortaleza del Callao, único lugar ocupado por los realistas, se había rendido desde el 23 de Enero. La misión de Bolívar en aquel país había terminado: Bolivia quedaba fundada, el Perú redimido, y el héroe en el esplendor de su gloria.

Pero Bolívar, en vez de regresar sin pérdida de tiempo á Colombia, con lo cual habría salvado á su pátria de grandes desgracias, y preservado el brillo de su propia gloria, se dejó seducir por los halagos y encantos de la tierra

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del Sol, dió oído á las viles adulaciones de los cortesanos, depositó su fé en los consejos de pérfidos amigos, y hasta se desvaneció con las dulzuras del mando.

Los peruanos llegaron, en el colmo de su adulación, hasta iniciar el insensato proyecto de proclamarle Emperador de los Andes, proyecto éste que él combatió enérgicamente, dejando entrever el desprecio que le merecian sus autores.

El Vice-Presidente de Colombia le comunicó los graves sucesos ocurridos en Carácas, llamándole con urgencia: esto fué á principios de Julio. Bolívar decidió regresar en el acto á Bogotá; pero no pudo ponerse en marcha hasta el 4 de Setiembre, día en que se embarcó en el Callao con rumbo á Guayaquil.

Digamos entre tanto que Bolívar había dotado á Bolivia de una Constitución (calcada de la de Haíti) en la cual lo más notable era el establecimiento de un Presidente y un Senado vitalicios. Recreábase en su obra, porque le parecía perfecta, y anhelaba que se adoptara en Colombia, como lo había sido ya en el Perú.

El señor Guzman (A. L.) de cuya misión á Lima hablarémos más adelante, había publicado allí un folleto en alabanza de esta constitución, y recibió de Bolívar el encargo de trasladarse á Colombia con el fin de recomendarla; empresa difícil, á lo que parece, porque la constitución colombiana había determinado por el artículo 191 un plazo de 10 ó más años para su fiel observancia, y dispuesto que sólo después de vencido aquel plazo, se reuniera por el Congreso una gran Convención para examinarla ó reformarla en su totalidad. De manera que hasta 1831 aquel pacto no debía

tocarse.

En Venezuela, sin embargo, la Constitución colombiana no gozaba de la aprobación ni del favor popular.

Salió, pues, Guzman para Guayaquil ántes que Bolívar, y conferenció allí con las personas más importantes, acerca del objeto de su misión. El Intendente Mosquera (Tomás Cipriano) que á la sazón no era sino Comandante, promovió una Junta popular que nombró Dictador á Bolívar, autorizándole para convocar

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