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cion de un gran palacio que habia comenzado á edificar como en la capital de su señorío, y el rey católico no ménos prendado de su bondad que lo habia sido de su valor, le recompensó aquel terreno con los tributos de otras cuatro villas. Hay no pocos indicios de haber muchas minas de oro y plata en todo este obispado; pero los indios las han siempre ocultado, á lo que se cree, temerosos de lo que con ocasion de este tesoro saben haber acontecido á muchos otros pueblos de la América. Los temblores de tierra son aquí muy frecuentes, por lo cual nunca son muy elevados sus edificios. Se dice que eran mas continuos y mas fuertes ántes de haber jurado la ciudad por su patron á S. Mar cial obispo, cuyo dia es de precepto y se celebra con la mayor solemnidad. Se cuentan en toda la estension de esta diócesis poco mas de trescientos y cincuenta pueblos.

México.

Todo este campo se abria al celo de los padres Juan Rogel y Pe- Fábric dro Diaz, en cuyo lugar se habia encomendado al padre Alonso Ca- colegio margo el cuidado de los novicios en el colegio de México. Los viages del padre provincial á Zacatecas y á Pátzcuaro, no le habian dado lugar á la ejecucion de la fábrica que tenia proyectada del primer colegio de la provincia. Con la cantera que habia dado el Sr. virey, con la hacienda de Jesus del Monte de Llorente Lopez, de donde podia sa carse todo el maderage con un horno de cal á dos leguas de México, de que este mismo año hizo donacion Melchor de Chaves, y con las limosnas, que aunque con mucho arte y recato, no dejaba de hacer cuantiosas D. Alonso de Villaseca, emprendió el padre Pedro Sanchez la fábrica, que hasta hoy persevera, del colegio máximo de S. Pedro Ꭹ S. Pablo, la mas suntuosa y capáz que hubo por entonces en México. Se delinearon en cuatrecientas y cuarenta varas de circunferencia, y ciento y diez de travesía cuatro patios. En el primero y principal se puso al Sur el general de teologia, al Oriente las clases de filosofia, al Norte el refectorio, y al Oeste varias piezas de portería y bodegas. Arriba sus tránsitos y aposentos correspondientes, menos por el lado del Norte que ocupa una hermosa y bien poblada librería. En el do pátio se calocaron al Este las clases de gramática, al Sur el general para las funciones literarias y la clase de retórica, al Norte algunas piezas para los mozos y surtimiento de las haciendas, y arriba sus respectivos tránsitos con aposentos de uno y otro lado, menos al lado del Norte que lo ocupa una grande y hermosa capilla de N. P. S. Ignacio. Los otros dos pátios los parten por arriba aposentos, y por

segun

de

Mision á Zacatecas y caso raro y cejemplar.

abajo las demas piezas necesarias de sacristía, despensa, procuraduría, &c. Para iglesia se destinó el lado del Poniente de todo el cuadro donde la fabricó despues el Sr. Villaseca, y se concluyó por los años de 1603, como en su lugar veremos. Interin que así crecia la fábrica material de la casa, crecian aun mas los domésticos oficios de literatura y de piedad. Los dos maestros de latinidad se habian dado tanta prisa, ayudados de los excelentes talentos de este pais, nacidos para las bellas letras, que en poco tiempo pareció necesario establecer nuevas clases. Se destinó para maestro de retórica al padre Vicencio Lanuchi, siciliano de nacion, que á fines del año antecedente habia venido á la América, y muy pulido en las letras humanas. Recitáronse varias piezas de sus ventajosos discípulos en presencia del Sr. virey, que siempre procuró mostrar cuanto aprecio debe hacer de la educacion de la juventud un príncipe y un padre de la república.

Ni se olvidó el padre Pedro Sanchez entre tantas ocupaciones de la palabra que habia dado á Zacatecas, y bien instruido del ascendiente que se habia adquirido sobre aquellos ánimos la energía y piedad del padre Hernando de la Concha, á quien desde la cuaresma del año antecedente, no se le daba otro nombre que el de santo, y el de apóstol de Zacatecas en ocasion en que tuvo bastante que trabajar su celo apostólico. Pocos dias antes de su llegada, una de las personas de mas caudal, le envió á predicar tambien este año. Con la opinion que se tenia de su virtud y el singular talento de la palabra, de que le habia dotado el cielo, no predicaba vez que no ganase á Dios muchas almas. Llegó á Zacatecas en ocasion en que tuvo bastante que trabajar su celo apostólico. Pocos dias antes de su llegada, una de las personas de mas caudal y de mas lustre en la ciudad, habia recibido una pública afrenta, de que pedia en justicia la mas rigorosa satisfaccion. El agresor era hombre de igual carácter. Todo el vecindario estaba dividido en facciones. Habia venido de la audiencia real de Guadalajara un oidor encargado de hacer justicia, y todo ardia en averiguaciones, en deposiciones y en ódios, El padre habia procurado por muchos modos sosegar los ánimos; pero habia sido todo en vano, aunque uno y otro se habian mostrado siempre muy afectos á la Compañía y á su persona. Llegábase el fin de la cuaresma, y sentia vivamente el siervo de Dios haber de partirse de aquella su amada ciudad, dejándola en presa á la disolucion y al escándalo. Recurrió instantemente al Señor, dobló sus austeridades en aquella semana santa, para que aña

diese un nuevo espíritu y gracia á sus palabras. Con tan bellas disposiciones subió el viernes santo á predicar la Pasion del Salvador. Pintó con viveza aquella tempestad de oprobios y de afrentas, en que moria sumergido el Hijo de Dios, aquellas entrañas de dulzura y de caridad con que pidió á su Eterno Padre el perdon de sus enemigos. Lloraba el predicador, lloraba el auditorio. La persona ofendida que se hallaba presente, luchó por algun tiempo con los interiores movimientos de su corazon y repetidos golpes de la gracia, hasta que vencida de un ejemplo tan heroico, se levantó del lugar distinguido que ocupaba, y en alta voz concedió al agresor en pública forma perdon de la ofensa: desistió solemnemente de la accion que contra él habia intentado, y con tanta edificacion y consuelo del pueblo, cuanto habia sido su escándalo, se compuso todo con tranquilidad, y el padre dió con notable sentimiento de todos la vuelta á México,

xico, año de 1575.

Se necesitaba aquí de un hombre del carácter del padre Concha pa- Peste en Mé. ra lo mucho que habia en que trabajar. En la primavera de este año se encendió en toda la ciudad una epidemia, cuyos tristes efectos esperi. mentó muy breve toda Nueva-España. Los indios fueron la principal, ó por mejor decir, la única víctima de esta espada del Señor. El padre Juan Sanchez, testigo de vista, y uno de los que con mas actividad trabajaron en ella, asegura haberse por un cómputo muy prudente ave. riguado, que murieron mas de las dos tercias partes de los naturales de la América. No bastando para sepulcros las Iglesias, se hacian grandes fosas, y se bendecian los campos enteros para estos piadosos oficios. Se cerraban las casas, se destruian los pueblos cercanos por la falta de habitadores. En muchas partes postrados todos al contagio, nadie habia que procurase á los enfermos la medicina y el alimento; y la sed, la hambre y la inclemencia, acababan lo que habia comenzado la enfermedad. Quedaban los cadáveres en los campos, en las plazas, en los cementerios, y muchas veces faltando por muerte de todos los de la casa quien diese aviso á los párrocos, quedaban en sus mismas chozas, hasta que la caridad llevaba allá algunos piadosos, ó el mal olor avisaba á los vecinos. Iban á visitarlos en sus casillas, y no se podian contener las lágrimas al ver la miseria é infelicidad de aquellas gentes sin asistencia y sin abrigo. Encontrábanse muchas veces los párvulos á los pechos de sus madres muertas, unos agonizando, y otros bebiendo ansiosamente la muerte en aquel humor corrompido. Venian funestas noticias á los Sres. arzobispo y virey y demos magistrados.

de los grandes estragos que en todos los contornos hacia la enferme. dad, de la suma necesidad y desamparo de los vecinos. El virey tomó luego las mas prudentes y piadosas providencias. Dió por su mano muchas y gruesas limosnas, y mas por las de muchos religiosos que po dian informarse mejor de las necesidades de los indios. Se erigieron á su costa, y de muchos otros piadosos, nuevos hospitales, donde con grande liberalidad se les proveia de todo. El Illmo, Sr. D. Pedro Moya de Contreras contribuyó igualmente en lo temporal y espiritual al alivio de los enfermos. Visitaba por sí mismo algunos de los hospita les. Dió licencia á los regulares para que pudiesen administrar el Santo Viático y la Extrema Uncion, siendo muchos los que morian sin este celestial socorro, por la escasez de los ministros. Los jesuitas se repartieron por los diversos cuarteles de la ciudad.

De nuestra casa se llevaba á muchos el alimento. Salian los padres por las calles ayudados de los sirvientes del colegio, llevando las ollas, los platos y tohallas. Entraban á las casas sin algun temor del contagio: repartian la vianda á los que tenian algun aliento; á los mas era forzoso dárselas por su mano. Administraban la Eucaristía y Extre ma Uncion: sacaban de las casas los cadáveres, y les procuraben sepultura, no pudiendo aun ayudarlos de otra suerte por la ignorancia de su idioma. Solo pudieron aplicarse á oir confesiones los padres Bartolomé Saldaña, Juan de Tovar y Alonso Fernandez, los tres primeros que se habian recibido en la provincia. El hermano Antonio del Rincon, cuanto le permitia su estado ayudaba á los moribundos, consolaba á los enfermos, y servia de intérprete para las necesidades que se ofrecian, y que ellos no podian expresar. Se señaló mucho entre los demas la caridad del padre Hernando de la Concha. Le cupo en suerte el barrio de Santiago Tlaltelulco, el mas poblado de indios que había entonces en la ciudad. Eligió unas grandes casas para hospital, donde él mismo y sus compañeros conducian los enfermos. Su industriosa caridad les proveia de camas, de médicos, de botica y de enfermeros, de quienes él era el principal. Asistia con el médico á la visita, escribia los medicamentos y las horas: lo ejecutaba todo con una extrema puntualidad, y daba cuenta al otro dia de cada uno de sus enfermos, como la madre mas cuidadosa. El poco tiempo que le permitia esta piadosa y continua ocupacion, daba vuelta á caballo por la ciudad para recoger limosnas, que todos le daban muy gustosamente para un destino tan piadoso. El Sr. virey fuera de las grandes sumas de plata que le dió

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en diversas ocasiones, le mandó abrir su repostería y llevar las cajas. de esquisitos dulces, y todo cuanto necesitase en este género para el regalo de sus pobres. Suplicó luego al padre provincial mandase algu. nos padres á Tacuba y otros lugares comarcanos, donde era mas grande la necesidad por el mayor número de los indios, y mucho menor de los ministros. Repartiéronse algunos jesuitas con mucha prontitud y alegría por todos aquellos pueblos. Era un espectáculo de mucho dolor ver aquellas pobres gentes salir de sus casas huyendo de la muerte y encontrarla en los caminos, donde los hallaban á cada paso yertos, ó ya acabando de la debilidad, Los padres Lenguas corrian incansable. mente de choza en choza, con grande edificacion de cuantos los habian conocido ántes de entrar en la Compañía, que no cesaban de admirar tanto celo, con tanto abatimiento y pobreza. Los demas acudian al alivio de la salud corporal y administracion de aquellos Sacramentos, que no pedian inteligencia del idioma. Veianlos muchas veces llevar á las casas que servian de hospital, á los que caian en las calles, y sa. car de sus chozas los cuerpos muertos á darles sepultura. Este utilí. simo trabajo ocupó cuasi todo el año de 75, y una gran parte del si. guiente.

Mientras que repartidos por los barrios de la ciudad y pueblos veci. Estudios manos así trabajaban nuestros operarios, los maestros promovian con el yorca. mayor ardor y lucimiento los estudios de gramática y retórica. Los niños de 12 y 14 años componian y recibian en público piezas latinas de muy bello gusto en prosa y verso con grande admiracion y consuelo de los oyentes, que confirmaban mas cada dia la comun opinion de que amanece y madura mas temprano la razon á los ingenios de la América. Con motivo de una juventud tan aventajada, pareció forzoso abrir los estudios mayores antes de lo que se habia pensado. Destinóse para el primer curso de filosofía el padre Pedro Lopez de Parra, que lo comenzó efectivamente el 19 de octubre de aquel mismo año de 575. Acabó el año y comenzó el de 76, haciéndose sentir cada dia mas Año de 1576. pesada la mano del Señor sobre los pobres indios. Entretanto, se hacian en todas las Iglesias fervorosas oraciones á su Magestad para que cesase el azote de su justicia. Sa oian por todas partes las rogativas y plegarias. Se hicieron por disposicion de los Sres. arzobispo y virey varias procesiones, y algunas de sangre: se mandaban decir muchas misas: se hacian grandes promesas: todo fomentaba la piedad, y.se dirigia á implorar por medio de María Santísima y de los santos la mi

TOMO I.

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