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Peste en Michoacán.

sericordia del Señor. Finalmente, se dispuso traer del Santuario de los Remedios la estátua de Nuestra Señora, que bajo este título se venera tres leguas al Oeste de la ciudad. Una antigua tradicion lleva haber sido hallada por un indio llamado Juan esta Santa Imágen, veinte años despues de la conquista de México, y diez de la milagrosa Aparicion de Nuestra Señora de Guadalupe. Verosímilmente en aquella noche, en que oprimidos de la multitud los españoles, se vieron precisados á salir fugitivos de México, y hacer asiento en aquellas alturas, algun solda. do la ocultó entre la maleza, donde se le fabricó despues un suntuoso y riquísimo templo. El recurso que siempre se ha esperimentado muy feliz á esta Soberana Imágen, le ha hecho dar el nombre de los Remedios. En la ocasion de que vamos hablando, se manifestó muy bien cuán justamente le ha dado la devocion este título. Vino la Señora acompañada del Señor D, Martin Enriquez, real audiencia, ayuntamiento y lo mas lucido de la ciudad; del Illmo. Sr. arzobispo, cabildo eclesiástico, clero y religiones, con hachas en las manos por todas aquellas tres leguas hasta la Catedral, donde por nueve dias se le cantaron misas con la mayor solemnidad; se le hicieron muchas y cuantiosas oblaciones con la esperiencia de haberse luego comenzado á disminuir, y á poco tiempo enteramente apagado la fuerza del mal.

Este no se habia contenido precisamente en los límites del arzobispado de México. Puebla y Michoacán entraron á la parte de esta fatalidad. En Michoacán, puede decirse, fué donde hizo ménos estrago por la providencia de los hospitales, que como vimos, habia fundado en cuasi todos los pueblos de su jurisdiccion D. Vasco de Quiroga. Con la cuidadosa asistencia de las familias que se alternaban cada semana, y ayuda de los padres que se hacia sin notable incomodidad por estar muy cercano al colegio el hospital de Pátzcuaro, sanaron muchos y se preservaron muchos mas. Del número de los nuestros fué D. Pedro Caltzontzin, nieto del último rey de Michoacán. Este, admirado de la constancia y fervor de los padres, singularmente del padre Juan Curiel, se arrojó á sus pies pidiendo ser admitido en el colegio á servir, como decia, todo el resto de su vida á unos hombres á quien tanto debia su nacion. La perseverancia en estos ruegos á pesar de las modestas repulsas del padre rector, mostraron bien que era una vocacion particular del cielo. Fué admitido: suplia el oficio de maestro de escuela, cuando la obediencia empleaba en otros ministerios al herman Pedro Ruiz, y dentro de pocos meses, tocado del contagio,

lleno de una extraordinaria alegría, de paz y tranquilidad, recibidos con asistencia de nuestra comunidad los Sacramentos, murió víctima de la caridad en servicio de sus hermanos. Hiciéronsele en el colegio exéquias correspondientes á sus nobles cunas, y yace sepultado en el sepulcro de los de la Compañía con grande agradecimiento de los indios que lo miraban como heredero de la sangre y del amor de sus antiguos soberanos.

A esta muerte siguió otra mucho mas sensible del padre Juan Curiel, primer rector de aquel colegio. Habia servido á los enfermos con una aplicacion muy sobre sus débiles fuerzas. Apénas le dió este trabajo algunas treguas: hizo un viage muy ejecutivo á México á principios del año. Volvió á Pátzcuaro á las tareas de Cuaresma. Al bajar del púlpito un viernes, en que su celo le habia encendido mas de lo ordinario, sin tomar algun leve descanso, se sentó á oir confesiones, y se levantó he rido de un pasmo mortal, que lo arrebató despues de diez dias de paciencia y de edificacion. Era natural de Aranda del Duero, diócesis de Burgos. La pobreza de sus padres le obligó á mendigar en Alcalá para concluir sus estudios. En la Compañía estuvo cuatro años sin hacer los votos por un continuo dolor de estómago, á que su humildad solo halló remedio, haciendo voto de servir por su mano la comida á los pobres en la portería de los colegios. Leyó curso de artes ántes de ordenarse en Ocaña, y no sin particular providencia pasó á México. Mas de una vez revestido del espíritu de Dios amenazó con repentina muerte á los pecadores, y el infeliz suceso siguió siempre á sus ame. nazas. Su celo le arrojó la indignacion de un libertino poderoso que puso públicamente las manos en el venerable sacerdote. Dios volvió por su honor y su carácter. Aquel infeliz acabó desastradamente den. tro de pocos dias, y el padre le pagó sus afrentas con asistirle hasta el último suspiro que dió en manos de la desesperacion. Una muger hermosa y rica con pretesto de confesarse, le solicitó lascivamente. Hu. yó el casto José, admirado, como despues contó con gracia, que no le hubiese defendido de aquel peligro su semblante, que era efectivamen te muy poco agradable. Una leve murmuracion no se oyó jamas de sus lábios, ni se halló mas alhaja en su aposento, dice el padre Juan Sanchez, que vivió con él algunos años, sino los breviarios, el Rosario, y un vestido pobre. Tal fué el primer rector del colegio de Pátzcuaro, muy digno del aprecio que de él se hizo en todo el obispado. Los prebendados y el Illmo, y Rmo, Señor D. Fr. Juan de Medina,

Muerte del

padre Juan Curiel.

Muerte del

que perdia, como dijo, el mas fiel coadjutor de su mitra, asistieron á su cabecera y á su entierro con lágrimas, que acompañaba toda la ciudad, y singularmente los indios. Quedó su rostro ántes estenuado, desapacible y moreno, con un aire de gracia y de hermosura, que mostraba bien la dichosa suerte de su bella alma. No se halla en ningun impre so ó manuscrito el dia fijo de su muerte. Solo sabemos que fué por mar. zo, y domingo, aunque en nuestro menologio se pone su memoria el dia 1. de enero.

No bien enjugadas las lágrimas de un golpe tan doloroso al colegio padre Diego de Pátzcuaro, sobrevino otro mayor al de México con la muerte dej Lopez. padre Diego Lopez, hombre verdaderamente grande, y tan formado al espíritu de S. Ignacio, que aun no habiéndose promulgado las reglas particulares de la Compañía, que se sacaron despues del sumario de las constituciones, no se vió que faltase jamas á alguna de ellas. En Salamanca fué admitido en la Compañía, y de allí pasó por uno de los fundadores del colegio de Sevilla, donde brilló grandemente su caridad y celo con los presos y mugeres públicas, en quienes logró muchas y ruidosas conversiones. Se le debe la fundacion del colegio de Cádiz, donde con algunos prodigios quiso el Señor acreditar su celo. Su gran. de teatro fueron las Canarias, donde pasó con el Illmo. Sr. D. Bartolomé de Torres, de que hablamos ya en otro lugar. Fué señalado por S. Francisco de Borja, por primer rector del colegio de México, y á costa de muchas fatigas fundó el de Oaxaca, Incansable en el confesonario, fervorosísimo en el púlpito, edificativo en sus conversaciones, prudente con sus súbditos, circunspecto con los seculares; siempre humilde, siempre tranquilo, siempre recogido, mereció bien el amor y veneracion de toda la ciudad. Enfermó de un dolor cólico en la infraoctava de la Epifanía; pero el dolor pareció ceder breve al cuidado de los médicos. El Sr. arzobispo le llevó consigo al campo. Aquí le acometió con tal fuerza, que con beneplácito de S. Iilma., que tuvo la dignacion de venirle acompañando, hubo de volver al colegio, donde á pesar de la mas puntual asistencia, á pocos dias entre las lágrimas y fervorosas oraciones de sus súbditos, entregó la alma al Señor. El Illmo. cantó la misa en su entierro, que ofició la música de la Catedral, y honró el cabildo eclesiástico y religiones. Murió de 45 años el 9 de abril de 1576. La religion de Sto. Domingo, que aquel dia no pudo asistir á sus exéquias, mostró el alto concepto que tenia de su virtud, haciéndoseles mucho mas solemnes al dia siguiente en su imperial convento.

Hasta aquí este año no habia traido sino calamidades muy sensibles á la nueva provincia; pero muy breve se tuvo el gran consuelo de ver sólidamente establecida en México la Compañía, y concluida la fundacion de su colegio máximo. Este grande asunto causaba no poca inquietud á los padres. Con los cortos fondos que habian podido adquirirse, se emprendió una fábrica suntuosa. Aun cuando ésta hubiera podido concluirse, la pequeña hacienda de Jesus del Monte no era capaz de proveer á la subsistencia del colegio y noviciado. Se habian renunciado sitios muy oportunos y dotaciones cuantiosas, sin mas esperanza que la que se tenia en D. Alonso de Villaseca. Este habia dado sitio, alhajas y mucho en dinero, y habia razon de temer no se contentase con eso, creyendo que no se necesitase mas, atendido el número actual de los sugetos, que sin embargo no podia dejar de crecer mucho. Si tenia otras intenciones, como no se podia dejar de presumir, no las habia manifestado en 4 años, sino muy equivocadamente, aun en ocasion de ver que nos labraban Iglesia los indios de Tacuba, y que se fabricaba ya el colegio á costa de nuestros pocos bienes. Por otra parte, él se habia en la actualidad retirado á sus haciendas, y era muy recatado en sus palabras para que pudiesen sondearse y conocer sus designios. En tales dudas fluctuaba el ánimo del padre provincial, cuando recibió un propio del Sr. Villaseca, en que le decía pasase á verse con él en las minas de Ixmiquilpan. Allí le declaró como algu. nos años antes que el virey escribiese á S. M., él habia dado órden á su hermano D. Pedro Villaseca para que procurase traer á su costa los jesuitas á la América. El Señor, añadió, no quiso por entonces servirse de mi caudal para una obra de tanta gloria suya. La piedad del rey condujo å vuestras reverencias con mayor honra y cemodidad, que yo hubiera podido procurarles. He dado lo que hasta ahora me ha parecido conveniente, con intencion de dar mas en tiempo oportuno. Este ha Hegado para mí; y así declaro que es mi ánimo fundar en México el colegio, que ha de ser el principal y como la matriz de toda la provincia, si á vuestra reverencia pareciere aceptarlo. El padre Pedro Sanchez le dió las gracias por tan generosa piedad, y volvió á México á tomar el dictámen de los padres, con cuyo consentimiento partió á Ixmi. quilpan, acompañado de un escribano, que autorizó el instrumento en la forma siguiente.

,,En las minas de Ixmiquilpan de esta Nueva-España, en el asiento, fundiciones y haciendas que allí tiene Alonso de Villaseca, vecino de la

Fundacion del colegio máximo.

Venida de

ciudad de México en 29 dias del mes de agosto, año del nacimiento de Ntro. Salvador Jesucristo de 1576, por ante mí el escribano y testigos de sus escritos el dicho Alonso de Villaseca, dijo: Que por cuanto viendo cuán conveniente cosa era, que en esta Nueva-España y ciudad de México se hiciese y fundase casa de la Compañía del Santo nombre de Jesus, lo que á él fué posible, hizo escribiendo de que la dicha Compañía viniese á Nueva-España por el gran bien y fruto que de ello se esperaba, y por consolacion suya, y escribió á su hermano Pedro de Villaseca: que de su hacienda que él allá tenia, diese 2.000 ducados para las costas y gastos que hubiesen de hacer los padres y hermanos que viniesen á esta Nueva-España, y que S. M. por justas causas que le movieron, tuvo por bien que á costa de la real hacienda pasasen á estas partes, donde mediante la voluntad de Dios nuestro Señor, vinieron á esta Nueva-España el Dr. Pedro Sanchez, provincial, y Diego Lopez, rector, y Diego Lopez de Mesa, ministro, con otros padres y hermanos, donde llegado á México con los intentos que siempre tuvo de fundar la casa de la Compañía de dicha ciudad, les ofreció y dió unas casas con ciertos solares junto á las casas de su morada, y ha tenido siempre intento de favorecer la dicha casa y colegio. Y ahora entendiendo que convenia dar asiento á la fundacion de dicha casa y colegio, ha comunicado con el muy ilustre y reverendo Sr. Dr. Pedro Sanchez, provincial, de fundar el dicho colegio de la Compañía en la ciudad de México, y con deliberado acuerdo y consejo, habiéndolo en. comendado á Dios nuestro Señor, y con algunos sufragios, suplicádole tuviese por bien de alumbrarle encaminándole á efecto de hacerle fundador, queriendo pagar en alguna parte á nuestro Señor las merce. des que de su mano ha recibido, y espera recibir, pidió al dicho Sr. Dr. Pedro Sanchez le admitiese por fundador de dicho colegio, porque su voluntad era de los bienes que nuestro Señor le ha dado dar para la dotacion de dicho colegio, obra y sustento de los religiosos que hay y hubiere de aquí adelante, 4.000 pesos de oro comun, en plata diesmada; los que les tiene para el dicho efecto, y está presto á dar y entregar al dicho Señor provincial, ó á quien su poder hubiere &c. &c. &c."

Establecida así la fundacion del colegio máximo de S. Pedro y S. nuevos com- Pablo, se pudo dar mas prisa á la fábrica sumamente necesaria, así papañeros. ra la comodidad del noviciado y los estudios, como para la habitacion de los sugetos, cuyo número se acrecentaba mas cada dia. A princi

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