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perseveraron todo el tiempo que aquella casa destituida de fondos no podia sostenerse por sí misma, que dura aún y durará siempre en la memoria y agradecimiento de aquel colegio y de toda la provincia. Tales fueron los principios de esta fundacion, fecundos en abatimien. tos y en pobreza, que llevaban aquellos primeros jesuitas con una alegría y prontitud de ánimo muy propia de su instituto apostólico y poderosa para conciliarse el afecto y veneracion de toda la ciudad. Hombres, que abandonándose enteramente al cuidado de la Providencia, solo procuraban el alivio y la salud de sus hermanos. Como si no tuvieran cuerpos que sustentar y que vestir, se les veia del todo agenos de aquellas congojas que tenian embargada la ciudad, recogidos dentro de casa entregados á la educacion de la juyentud y á sus religiosas distribuciones. No parecian en las calles sino predicando los dias de ficsta, ó con la campanilla en la mano juntando á los niños y gente ruda para la esplicacion de la doctrina.

Mision del padre Concha á la Puebla, y princi pios de aquel colegio.

Cuasi al mismo tiempo que sobre estos cimientos se fundaba el colegio de Valladolid, el padre Hernando Suarez de la Concha corria en fervorosas misiones el territorio de la Puebla. En todas partes hallaba mucho en que emplearse su celo infatigable. En los pocos años que llevaba de América habia caminado ya en este apostólico ejercicio todo el arzobispado de México y obispado de la Puebla; dos ó mas veces habia corrido el de Michoacán, otras tantas la Nueva-Galicia, y una gran parte de la Nueva-Vizcaya. De los cuatro colegios que hasta entonces contaba la provincia, dos puede decirse con verdad, se debian al buen olor de edificacion que este grande hombre habia deja. do de la Compañía en sus escursiones apostólicas. Presto lo veremos echar los fundamentos de otro mas ilustre en la ciudad de los Angeles. Ocupábase el padre en hacer mision en la villa de Carrion ó de Atlixco, á pocas leguas de Puebla, cuando recibió órden de pasar allí á predicar la cuaresma. No era esta la primera ocasion que habia hecho cruda guerra á los vicios en aquel mismo campo. En la ocasion presente pareció haberse excedido mucho á sí mismo en la fuerza y energía de su elocuencia, y haberse multiplicado el trabajo. No parecia posible que un hombre solo pudiese predicar con tanta frecuencia y tanto ardor, entregarse tan de espacio y con tanta tranquilidad al consuelo de los penitentes, responder tantas consultas, y componer tantos litigantes, que con una entera eficacia se comprometian en su perUna caridad tan oficiosa y tan enteramente consagrada sin al

sona.

Colocacion de las santas

gun interes personal á la utilidad pública, convirtió así los ojos de to-
da la ciudad. Comenzóse á tratar con ardor de la fundacion de un
colegio; no eran nuevos estos deseos en aquella ilustre república. Des-
de que pasaron por allí los primeros jesuitas en su viage á México ha.
bia pretendido detenerlos. Dijimos como el Dr. D. Alonso Gutierrez
Pacheco, primer comisario del Santo Oficio y segundo arcediano de
aquella Santa Iglesia, los habia sacado del meson y obsequiádolos en
su casa. Este ilustre prebendado no olvidó jamas la palabra que le dió
entonces el padre Pedro Sanchez, y habia procurado fomentar en su
cabildo los mismos deseos. El Illmo. Sr. D. Antonio Ruiz Morales,
quinto obispo de aquella ciudad, que habia quedado muy edifica
do de las religiosas virtudes del padre Juan Curiel en Michoacán,
y de los otros padres que habia tratado en México, contribuyó no po-
co á hacerles formar un alto concepto de nuestro instituto, como que
de cuya observancia acababan de ver una prueba bien sensible en el a
deseo de aquella mision y de otra antecedente. Este señor habia muer
to un año antes, y gobernaba el cabildo Sede vacante, en el cual
D. Alonso Pacheco tenia una grande autoridad y estimacion, aun
mas que por su dignidad, por su gran virtud y literatura, que le
merecieron algunos años despues el honor de ser diputado á Roma,
para impetrar del Sumo Pontífice Paulo V la confirmacion del conci-
lio mexicano. No le fué dificil persuadir á los demás miembros del
cabildo y á la ciudad, un asunto á que por sí mismos estaban ya bas.
tantemente inclinados. Trataron de acuerdo con el padre Concha, y
este pasó la noticia al padre provincial, que admitió gustosamente la
propuesta. El arcediano, ya que algunas justas obligaciones no le da-
ban lugar á hacernos, como habia deseado, donacion de la casa en que
habia hospedado á los misioneros, hizo por lo menos toda la caridad
que pudo rebajando mucho de su valor, y vendiéndola á la Compañía
en solos nueve mil pesos, á pagar en diversos plazos. Estaban las ca-
sas en el sitio mejor de la ciudad, á una cuadra de la Catedral, plaza
mayor y casas de cabildo, justamente en aquel mismo lugar en que hoy
está el colegio. Para dar asiento fijo á la fundacion, pasó á la Pue-
bla el padre Pedro Sanchez con el padre Diego Lopez de Mesa, á quien
dejó por superior de aquella casa, de que se tomó jurídica posesion el
dia 9 de mayo de 1578.

Dejamos disponiéndose en el colegio máximo la solemne colocacion reliquias. de las santas reliquias. El Exmo. Sr. virey, los cabildos eclesiástico

y secular, los colegios, los republicanos, y las señoras mismas, quisicron tomar mucha parte en la dedicacion y hacer alarde no tanto de su riqueza, como de su piedad, y lo que acaso pudiera hacerse increible, de la grande aceptacion y general aplauso que en tan pocos años se ha grangeado la Compañía. De la relacion de estas fiestas, sacó á luz un tomo el padre Pedro Morales; pero por ser hoy muy esquisito este libro y tener aquí su propio lugar, daremos una idea general, dejando aquellas particularidades que están bien en una circunstanciada relacion, y no tienen lugar decente en una historia. Mandarónse imprimir unos breves sumarios de todas las reliquias, de las muchas indulgencias que la Santidad de Gregorio XIII concedia para el dia de su colocacion, que se señalaba el 1.o del próximo noviembre, y de otras que habia añadido de su parte el Sr. arzobispo. Con esto se convidaron las cabezas eclesiásticas y seculares, y las personas mas distinguidas de esta ciudad. Y pareciéndoles á los diputados. poco concurso el de todo México, despacharon fuera de él muchas copias á todas las ciudades y lugares del reino, con una relacion del grande aparato que se prevenia. La devocion ó la curiosidad fué tanta, que de muy lejos se vieron correr en tropas á la capital, y se notó, no sin admiracion, que ó fuese en fuerza del convite, 6 lo que parece mas verosímil, por una rara y misteriosa contingencia, que de todas las catedrales del reino se hallaron para el dia 1.9 de noviembre algunos capitulares que la Iglesia metropolitana, como si fuera de su mismo gremio, abrazó y honró cuanto fué posible con los mas distinguidos puestos. La ciudad y ayuntamiento publicó un cartel literario con siete certámenes, señalando ricos premios y jueces que reconociesen el mérito de las piezas y los adjudicasen á las que debian ser coronadas. Este cartel, con el noble acompañamiento de los diputados y algunos otros caballeros, de muchos colegiales de los seminarios, y otros de los mas principales de nuestros estudios, con ricos vestidos y jaeces, al son de trompetas y clarines, se paseó por las calles. Llegando la vistosa carabana á las casas de cabildo, un heraldo lo leyó en alta voz desde el balcon, y allí mismo, en un docél de damasco carmesí con franjas de oro, estuvo puesto algunos dias. Se dispusieron diez y nueve relicarios, cuyo adorno fué de cuenta de las mas nobles señoras, que con una piadosa porfia procuraron excederse unas á otras, no menos en la disposicion y simetría, que en el número y preciosidad de las joyas. El Sr. virey mandó venir los caciques de los pueblos comarcanos con sus respec

tivas insignias y música. Ttrajeron consigo los santos patronos de sus pueblos, y tuvieron á su cargo ascar las calles y alfombrarlas de yerbas y flores que aun por noviembre no faltan en la América. Hizo, fuera de esto, S. E. visita de las dos cárceles públicas de la ciudad, y en atencion á la solemnidad del dia, dió libertad á muchos presos, cuyas causas lo permitian, ofreciéndose S. E. y los reales ministros que lo acompañaban, con grande ejemplo de liberalidad y caridad cristiana, á pagar las deudas que muchos de aquellos infelices eran el único delito que los habia conducido á aquel lugar. Accion que enseñó á toda la república, que aquel exterior mágnifico no podia ser agradable á los sar.. tos, si no le añadian los interiores afectos de piedad, y la práctica de las virtudes cristianas de que ellos nos dejaron tan heroicos ejemplos. Las santas reliquias se condujeron ocultamente de nuestra iglesia á la catedral, de donde debia salir la procesion. Desde aquí hasta nuestro colegio se levantaron cinco arcos triunfales, el que menos de cincuenta piés de alto, todos de muy bella arquitectura de diversos órdenes, con varias pinturas ó propias ó simbólicas, y sus compartimientos para las tarjas y letras dedicatorias y alusivas, de muy bello gusto. Fuera de estos pusieron los indios á su modo mas de otros cincuenta, revestidos de yerba y flores olorosas y adornados de flamillas y gallardetes con varios colores, y de trecho en trecho algunos árboles con sus respectivas frutas, unas naturales, otras fingidas ó de cera ó de arcilla, y muchos pajarillos, que atados con hilos largos, volaban con alegre inquietud entre las ramas. Las puertas, balcones y ventanas se adornaron con ricas tapicerías y varios doceles de oro y seda. La riqueza de los adornos, y el artificio y disposicion fué tal, que el Exmo. Sr. D. Martin Enriquez, despues de verlo todo muy espacio, dijo á los padres y señores que lo acompañaban, que todo el poder del rey en las Indias no era capaz de aventajar lo que en la presente ocasion habia hecho la Compañía.

A la mañana concurrieron á la catedral todo el clero y beneficiados comarcanos con sobrepellices, las religiones, los colegios y cofradías con sus diferentes insignias. Los dos cabildos, eclesiástico y secular, y el Sr. virey con el gravísimo senado de oidores, alcaldes de corte y demás ministros de real audiencia, toda la nobleza de la ciudad é innumerable pueblo. Ya todo se disponia á la marcha cuando repentinamente llegó á S. E. un correo de Veracruz con la noticia del feliz arribo de la fiota á aquel puerto, y vuelto á los circunstantes, ya co

menzamos, dijo, á esperimentar el patrocinio de los santos. Y efectivamente, fuera de ser tan plausible esta nueva en México, lo era mucho mas en las circunstancias de estar tan entrado el invierno, y de ser el tiempo de nortes, á cuya violencia se temia que peligrasen los navíos sobre la costa. En accion de gracias se mandó luego entonar el Te Deum con universal regocijo que contribuyó no poco para hacer este dia de los mas bellos y festivos que ha tenido la América. Comenzó luego á ponerse en órden de concurso. Los diez y ocho relicarios llc. vaban otros tantos señores prebendados revestidos de riquísimos ornamentos, seguia con la sagrada espina D. Francisco Santos, tesorero de la santa Iglesia é inquisidor, electo despues obispo de la nueva Galicia. El Illmo. Sr. D. Pedro Moya de Contreras, ocupado en la visita de su diócesis, no pudo hallarse á la funcion que habia sin duda autorizado gustosamente. Con este órden llegó la procesion al primer arco situado en aquel ángulo de la plaza que dá fin á las casas del marques del Valle, y donde desemboca la calle de Tacuba, alto de cincuenta piés y ancho de treinta y ocho. Era de órden toscano, con dos fachadas, una al Sur que miraba á la gran plaza, y otra al Norte ácia la calle de Santo Domingo. Tres hermosas portadas daban paso, dos colaterales y una en medio mas alta en un tercio: en el friso que miraba al Sur se veia la dedicatoria á S. Hipólito mártir, patron principal de esta ciudad, por haberse conquistado en su dia esta corte de la América. La reliquia de este insigne mártir, junto con otra que se venera en la Iglesia Catedral, marchaba la primera en un brazo de plata de dos tercias de alto. Al llegar la sagrada reliquia salió del arco una dansa de jóvenes vestidos á la antigua mexicana, con mucha seda y hermoso plumage. Cantaron en alabanza del santo mártir en la lengua del pais, con metro castellano, algunos motes al compás de varias escaramusas que hicieron con mucho aire. Al fin de esta cuadra, en medio de las cuatro esquinas, estaba un magestuoso edificio que se elevaba sobre todas las azoteas en forma de trono, sobre treinta y dos piés de ancho, con cuatro frentes á otras tantas calles. En cuatro gradas se levantaban otras tantas columnas, histreadas de diez y seis piés, y órden jónico, que recibian cuatro airosos arcos. Sobre estos corria al rededor un zoclo en que se leia la dedicatoria á los santos Crispin y Crispiniano, y sustentaba una hermosa cúpula que terminaba en un globo dorado y bellamente bruñido. En las cuatro esquinas se habian dispuesto unos doceles con vistosas tarjas y poesías en alabanza de aquellos ilustres már

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