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la misma isla, que usando de la facultad de un breve apostólico, publicaron allí un jubileo plenísimo; y finalmente, se nota justamente la salida á los 25 de noviembre, dia de Santa Catarina Mártir, en companía de D. Pedro Melendez Marquez, sobrino del adelantado. Está muy circunstanciada esta noticia para que quiera negársele todo crédito. Por otra parte, es muy notable suceso para que ni la relacion del padre Juan Rogel que iba en el barco, ni algun otro haya hecho mencion de él, fuera del que llevo dicho, de donde parece lo tomó el padre Florencia. Sea de esto lo que fuere, es constante que despues de tres meses, ó cerca de ellos, volvieron los padres al puerto de la Habana el dia 15 de diciembre del mismo año de 66, no el de 67 como á lo que parece por yerro de imprenta se nota en la citada historia de Florencia.

Tiene por el

Descripcion La ciudad de S. Cristobal de la Habana, capital en lo militar y pode este puerto lítico de la isla de Cuba, está situada á los 296 grados de longitud, (la Habana.) y 23 y 10 minutos de latitud septentrional, y por consiguiente cuasi perpendicularmente bajo del trópico del Carnero. Norte la península de la Florida; al Sur, el mar que la divide de las costas de Tierra Firme; al Este la isla española, de quien la parte un pequeño estrecho; al Oeste el golfo mexicano y puerto de Veracruz. Su puerto es el mas cómodo, es el mas seguro y el mas bien defendido de la America, capaz de muchas embarcaciones, y de ponerlas todas á cubierto de la furia de los vientos. Dos castillos defienden la angosta entrada del puerto, cuya boca mira cuasi derechamente al No. roeste; otra fortaleza en el seno mismo de la ciudad guarda lo interior de la bahía y el abordaje del muelle, donde reside el gobernador y ca. pitan general de toda la isla. Está toda guarnecida de una muralla suficientemente espesa y alta, flanqueada de varios reductos y bastiones, coronados en los lugares importantes de buena artillería de varios calibres. El clima, aunque cálido, es sano, el terreno entrecortado de pequeñas lomas, cuya peremne amenidad y verdor, hace un pais bello á la vista. La ciudad es grande, y comparativamente á su ter reno la mas populosa de la América. La frecuencia de los barcos de Europa, la seguridad del puerto, que cuanto se permite atrae muchos estrangeros, la escala que hacen los navíos de Nueva-España que vuelven á la Europa, la comodidad de su astillero, preferible á todos los del mundo por la nobleza y la solidez de sus maderas, y la abundancia y generosidad del tabaco y caña; la hacen una de las mas ricas

y mas pulidas poblaciones del nuevo mundo. Estas bellas cualidades han dado celos á las naciones estrangeras. Por los años de 1538, mal fortificada aun, la saquearon los franceses. En la guerra pasada de 1740 el almirante Wernon, que tuvo valor de acercársele, aunque sin batirla formalmente, tuvo muy mal despacho del Morro, y fué á desfogar su cólera sobre Cartagena, cuyo éxito no hace mucho honor á la corona de Inglaterra. Finalmente, en estos dias la conquista de esta importante plaza, ha llenado de gloria á la nacion británica, é inmortalizado la memoria del conde de Albermarle, que despues de dos meses y pocos dias mas de sitio, y de una vigorosa resistencia que el Morro comandado por D. Luis Vicente de Velasco le hizo por cincuenta y seis dias; tomó, capitulando la ciudad bajo de honrosas condi. ciones, posesion de ella en nombre del rey de la Gran Bretaña á los 14 de agosto de 1762. Pocos meses despues, hechas las paces, volvió á la corona de España, en que actualmente repara sus fuerzas, y espera con nuevas fortificaciones hacerse cada dia mas respetable á los enemigos de la corona.

No hemos creido agena de nuestro asunto esta pequeña digresion Ejercicio en en memoria de una ciudad donde tuvo nuestra provincia su primera la Habana. residencia, que tanto hizo por no dejar salir de su pais á los prímeros misioneros, y que habiendo dado despues un insigne colegio, á ninguna cede en el aprecio y estimacion de la Compañía, como lo da. rá á conocer la serie de esta historia. En la Habana dividido entre dos sujetos un inmenso trabajo, el padre Juan Rogel predicaba algunos dias, y todos sin interrupcion los daba al confesonario. El ΕΙ hermano Francisco Villareal, que aunque coadjutor tenia suficientes luces de filosofía y teología, que habia cursado ántes de entrar en la religion, hacia cada dia fervorosas exhortaciones, y esplicaba al pueblo la doctrina cristiana. Despues de algunos dias de este ejercicio publicaron el jubileo. Fué extraordinaria la conmocion de toda la ciudad, dándose prisa todos por ser los primeros en lograr el riquísimo tesoro de la iglesia santa, que francamente se les abria. Quien viere lo que en una de estas ocasiones suelen trabajar nuestros operarios, aun cuando son muchos, y por mas ordinaria no tan general la conmocion, se podrá hacer cargo del trabajo de dos hombres solos, en medio de un gentío numeroso, y en aquellos piadosos movimientos que suele causar la voz de la verdad anunciada con fervor, y sostenida de un modo de vivir austero, y verdaderamente apostólico.

Vuelven á la
Habana.

Situacion an.

Tal era la vida de los dos jesuitas en la Habana, cuando llegó á ella el adelantado D. Pedro Melendez de Aviles, que era tambien goberna. dor de aquella plaza. Informado de la venida de los misioneros y de la muerte del padre Pedro Martinez por los marineros, que de entre las manos de los bárbaros habian huido en la lancha; partió luego de S. Agustin para conducirlos con seguridad á la Florida. Los dos compa ñeros, como no puede la robustez del cuerpo corresponder al fuego y actividad del espíritu, se habian pocos dias antes rendido al peso de sus gloriosas fatigas. Enfermaron los dos de algun cuidado. La continua asistencia y cuidado de lo mas florido de la ciudad, y especialmente de D. Pedro Melendez Marquez, mostró bien cuanto se interesaban en la vida y salud de uno y otro. Habíanse un poco restablecido, y luego trataron de pasar á su primer destino. Ellos habian hallado en los pechos de aquellos ciudadanos unos corazones muy dóciles á sus piadosos con. sejos. La semilla evangélica poco ántes sembrada, comenzaba á apa. recer, y se lisongeaban, no sin razon, con la dulce esperanza de ver florecer y fructificar cada dia mas aquella viña en cristianas y heroicas virtudes. Los habitadores del pais pretendieron por mil caminos impedir la partida. Ofreciéronles casa, obligándose á mantenerlos con sus limosnas, mientras se les proporcionaba un establecimiento cómodo. Un espíritu débil habria encontrado motivos de evidente utilidad para preferir prudentemente un provecho cierto, á una suerte tan dudosa. Nuestros padres no creyeron suficientes estas solidísimas razones pa. ra dispensarse, ó para interpretar la voz del superior. Por otra parte, en los aplausos, en la estimacion, en la abundancia de aquel pais, no hallaban aquella porcion prometida á los partidarios del Redentor, que es alguna parte de su cruz, en abstinencia, en tribulacion y abatimiento.

Ya que no habian podido conseguir los ciudadanos de la Habana que se quedasen en su ciudad los padres, mostraron su agradecimiento proveyéndoles abundantemente de todo lo necesario, y con la promesa de que creciendo en sugetos la vice-provincia que se intentaba fundar, serian atendidos los primeros: los dejaron salir, acompañándolos no sin tigua del pais. dolor hasta las playas. La navegacion fué muy feliz en compañía del adelantado. En la Florida, donde llegaron á principios del año de1567, con parecer del gobernador D. Pedro Melendez, se repartieron en diversos lugares. Me parece necesario ántes de pasar mas adelante, dar aquí alguna noticia breve de la situacion de estas regiones, pa

ra la clara inteligencia de lo que despues habremos de decir. Bajo el nombre de Florida se comprendia antiguamente mucho mas terreno que en estos últimos tiempos. Esto dió motivo á Monsieur Moreri pa

ra calumniar á los españoles de que daban á la Florida mucha mayor estension de la que tenia en realidad. Pero á la verdad, por decir esto de paso, ni Janson, ni With, ni Arnaldo, Colon, Bleate, ni Gerard, ni Ortelio, ni Franjois, ni Echard, son españoles; y sin embargo, todos estos comprenden bajo el nombre de Florida á la Louisiana, y una gran parte de la Carolina, y aun los dos últimos la estienden desde el rio Pánuco hasta el de S. Mateo, que quiere decir toda la longitud del golfo mexicano, y desde el cabo de la Florida, que está en 25 grados de latitud boreal, hasta los 38. Generalmente hoy en dia por este nombre no entendemos, sino la Florida española, ó una Península desde la embocadura del rio de S. Mateo en la costa oriental, hasta el presidio de Panzacola ó rio de la Moville, por otro nombre de los Alibamovs en la costa septentrional del Seno mexicano. En esta estension de pais, ó poco mas, tenian los españoles cuatro principales presidios. Dos en la costa oriental: conviene á saber, Santa Elena y S. Agustin. En la costa occidental el de Cárlos, y veinte leguas mas adelante al Noroeste, la ciudad de Teguexta, llamada vulgarmente Tegesta, con el nombre de la provincia en nuestras cartas geográficas. La de Santa Elena, era antigua poblacion de que desposeyó á los franceses D. Pedro Melendez de Avilés. La de S. Agustin la habia fundado él mismo, y se aumentó considerablemente despues que por fuerza de un tra. tado hecho con la Francia, pareció necesario despoblar á Santa Elena. Sobre la provincia y fuerte de Cárlos, debemos advertir que ha habido en la Florida cuatro presidios 6 poblaciones del mismo nombre. El primero que arriba hemos citado, se llamó Charlefort, y lo fundó Juan Ribaut con este nombre, en honor de su rey Cárlos IX. Dos años despues Renato Laudonier, fundó otro presidio con nombre de Carolino. El primero estuvo situado junto á la embocadura del rio Maio, que suele notarse en los antiguos mapas como el límite de la division, entre franceses y españoles. El segundo estuvo adelante del presidio de Santa Elena, junto al rio que hoy se llama Coletoni, y un poco mas al Sur, de donde hoy está Charles-town. Estos dos fuertes estuvieron en la costa oriental. La provincia de Cárlos que dió su nombre al fuerte de los españoles, se llamó así en honra del cacique que la gobernaba y que habia muerto pocos años antes del arribo de TOMO I.

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Ministerios en Florida.

nuestros misioneros. Algunos piensan que este reyezuelo se llamaba Caulus, de donde con poca alteracion los españoles lo llamaron Cárlos. Otros creen haberse este cacique bautizado en fuerza de la predicacion de algunos misioneros que allí envió Cárlos V, como dejamos escrito, y que en memoria de este príncipe se le puso el nombre de Cárlos, como á su sucesor se le impuso despues el de Felipe. Sea como fuere, es constante que la apelacion con que se conocia el cacique, la provincia, el fuerte y la bahía, que hasta ahora lo conserva, es muy ante. rior á la venida de D. Pedro Melendez; y que aunque haya sido fun. dador del presidio, no pudo, como piensa el padre Florencia, haberle dado este nombre en honor de Cárlos V; pues cuando vino este gober. nador á la Florida, ya habia 7 años que habia muerto, y 9, que con un inaudito ejemplo de generosidad se habia en vida enterrado en los claustros del monasterio de Yuste aquel incomparable príncipe.

Finalmente, tiene tambien de Cárlos II, rey de la gran Bretaña, el nombre de Carolina, una vasta region de nuestra América, que contie. ne parte de la antigua Florida, de la cual se apoderaron los ingleses por los años de 1662, y á cuya capital situada junto á la embocadura del rio Cooper, dieron en memoria del príncipe el nombre de Charles. town. Esto baste haber notado, para que no se confundan estos nom. bres, mucho mas en el presente sistema, en que, no habiendo ya quedado á los españoles ni á los franceses por el tratado de las últimas paces, parte alguna en la Florida, ni en su vecindad, seria muy fácil con los nuevos nombres, que acaso irán tomando estas provincias bajo la dominacion británica, olvidarse los antiguos límites, ó la antigua geografia política de estas regiones.

El padre Juan Rogel, quedó en el presidio de Cárlos, y el hermano Villa Real, pasó á la ciudad de Teguexta, poblacion grande de indios aliados, y en que habia tambien alguna guarnicion de españoles para aprender allí la lengua del pais, y servir de catequista al padre en la conversion de los gentiles. Entretanto, por medio de algunos intér pretes, no dejaban de predicarles y esplicarles los principales artícu los de nuestra religion, convenciendo al mismo tiempo de la vanidad de sus ídolos y las groseras imposturas de sus Javvas ó falsos sacerdoEstos eran despues de los Paraoustis ó caciques, las personas de mayor dignidad. Los hacia respetables al pueblo, no solo el ministerio de los altares, sino tambien el ejercicio de la medicina de que solos hacian profesion. No se tomaba resolucion alguna de consecuen

tes.

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