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lenturas son la enfermedad regional. Los mosquitos de varias especies y otros insectos perniciosos, causan á los extrangeros una suma inquietud. Esta antigua poblacion, la primera de españoles en la Nueva-España, la fundó Hernando Cortés por los años de 1519. Le dió el nombre de Veracruz por haber desembarcado en esta region en viernes santo. Algunos le dieron entónces, y no deja de conservar aun entre algunos geógrafos el nombre de Villarica, ó á causa de la riqueza que halló entre aquellos indios, ó lo que es mas verosímil, por la esperanza que le dió de gozar los tesoros de todo el imperio mexicano. Sus primeros alcaldes se dicen haber sido Alonso Hernandez Portocarrero y Francisco de Montejo, á quien en premio de sus grandes servi cios, de que hablaremos despues, honró S. M. con el título de adelan tado. Un orígen tan noble, parecia prometer mayores progresos que los que ha tenido en la série. Segun parece por las historias de la conquista, habia en la vecindad de esta villa, muchas y muy numerosas poblaciones de indios, de que algunas pasaban de setenta mil. Si me. rece alguna fé Tomás Gage (autor por otra parte infame y de estilo tan corrompido, como lo fueron sus costumbres) en el año que llegó á este lugar, que fué el de 1634, habia aun muchos indios, cuyo rendimiento y sumisiones refiere con un aire de sátira. En el dia en mas de diez leguas al rededor, no se encuentra una poblacion considerable de indios, y por lo demas es el lugar mas despreciable del mundo. Cuatro ó cinco docenas de chinos y mulatos, que pasan de la pesca, son todas sus familias, sin mas españoles que el cura y un teniente de gobernador. Las casas son de cañas y los techos de paja ‡. En todo el territorio no se podrá descubrir aun el mas leve indicio de las ruinas antiguas. El motivo y suceso de esta desolacion, tendremos lugar de esponer mas oportunamente en otra parte. Por los años de 1568 el pirata Juan Jaween, habiendo entrado en este puerto causó notable cuidado por no haber en él fuerzas suficientes á resistirle. Al dia siguien te, 15 de setiembre, llegó con trece navios de flota el Exmo. Sr. D. Martin Enriquez, que tuvo el honor de señalar los principios de su go. bierno con la espulsion de aquellos famosos corsarios.

Toda la esperanza de un establecimiento cómodo que pudiera fundarse en la riqueza de la pequeña villa, era segnramente muy inferior á

En el dia la nueva Veracruz es una de las bellas ciudades de América por la regularidad y belleza de sus calles y edificios.-EE.

lo que podian prometerse los jesuitas de la buena voluntad de aquellos republicanos. En ninguna parte habian sido tan constantemente deseados, ni recibidos con mas aplauso. Luego se les procuró comprar sitio á su eleccion. Los padres con la poca esperiencia que tenian del terreno, escogieron justamente uno de los peores. Los vecinos, conforme á su promesa, contribuyeron á la fábrica y subsistencia de los sugetos con una liberalidad que fué preciso moderar. Edificóse una casa é iglesia con todas las comodidades de que era capaz aquel clima ardiente. Las personas de alguna distincion, fuera de lo mucho que daban en dinero, enviaban á porfia sus esclavos á trabajar en la obra todos los ratos que no hacian falta á su servicio. En breve llegó á su perfeccion la fábrica, cuyo costo pasaba de diez y seis mil pesos. Ningun colegio habia gozado en sus principios de semejante prosperidad, y debemos hacer á aquellos vecinos la justicia de confesar que en ninguna otra parte ha sido siempre tan universal y constante la estimacion y aprecio de nuestros ministerios, de que dieron aun en lo de adclante pruebas muy sinceras. Los padres de su parte no se valian de este favor sino para el provecho de sus almas. El padre Juan Rogel predicaba diariamente á los negros y mulatos, de que habia un gran número en la ciudad, despues de su trabajo. El padre Guillen á los españoles; uno y otro apénas tenian rato libre de muchas y enredadas consultas. Poco á poco se vieron desterrados los tratos inicuos, se esterminaron las deshonestidades, los juramentos y las blasfemias que habian sido hasta entonces comun lenguage de las gentes de mar. Se reconciliaron muchos enemigos, se refrenó la licencia y disolucion del juego, se introdujo la frecuencia de sacramentos, y finalmente, de una mezcla confusa de libertinos, se hizo en breve una república cristiana, y en que desde entónces hasta ahora se ha propagado felizmen. te en las familias la lealtad en los tratos, la tranquilidad y honrada correspondencia entre los bienes, junto con una constante aplicacion á los ejercicios de piedad.

no haberse encargado la

ministerios de indios.

Acaso desde los primeros pasos de la Compañía de Jesus en Nueva- Dáse razon de España, se habrá ofrecido á alguno de nuestros lectores una duda á que no podemos pasar adelante sin dar una entera satisfaccion. Desde que Compañía de la caridad del Sr. D. Alonso de Villaseca dotó tan opulentamente al colegio máximo, comenzaron á divulgar con arte algunos espíritus inquietos que aquella fundacion no era conveniente en México. Que en el seno de una ciudad suficientemente abastecida de sacerdotes y minis.

tros, jamas cumpliriamos nuestro instituto y con las órdenes de S. M. que no habia costeado tan liberalmente nuestro viage á la América, sino para que nos ocupásemos en la conversion de los infieles, como lo expresaba en su real cédula. Estas sordas murmuraciones tomaron considerable cuerpo despues que se vieron ir succesivamente fundando algunos otros colegios. No conteniéndose en los límites de Nueva-España, pasaron á representaciones á S. M. en el consejo real de las Indias. Efectivamente, á quien ignorase los motivos y principios de nuestra conducta, no podrian dejar de persuadir unas razones que parecian tener toda la verosimilitud y tanto peso. Los mismos jesuitas recien venidos á Nueva-España parecian haber entrado tambien en los sentimientos de nuestros émulos. Reusaban la negligencia é inaccion de los primeros fundadores en haberse contenido en el recinto de una ú otra ciudad, y no haber corrido luego á llevar la luz del Evangelio á las regiones mas remotas en que reinaba aun pacíficamente la idolatría. Sin embargo, no faltaron al padre Dr. Pedro Sanchez razones muy fuertes que lo determinaron á tomar este partido, y que puedan en cualquier ánimo desapasionado poner bastantemente á cubierto de todas estas contrarias impresiones el crédito de aquellos primeros padres. Ello es cierto que habia mucha gentilidad cuando vino á México la Compañía; pero en todos los lugares accesibles al celo de los misioneros católicos, habia ya muchos ministros de otras religiones que trabajaban en su conversion. Estos obreros evangélicos, siguiendo las huellas del Redentor y de sus primeros apóstoles, no habian escogido para sí sino la gente mas infeliz y despreciada á los ojos del mundo. Se habian enteramente dedicado al cultivo de los indios, y condenádose por su salud á los mas penosos trabajos. Entre tanto ni su ministerio ni su número les daba lugar para ocuparse en la educacion de la juventud y en la reforma de las costumbres entre los españoles. Este doble objeto era entónces de la mayor importancia. Estaba muy frezca aun la memoria, y se llora hasta hoy de cuanto estorbo fueron para la conversion de los indios la codicia y los desórdenes de algunos pocos europeos, y lo mucho que aun en lo temporal perjudicaron á la tranquilidad y provecho de estas conquistas. Nuestros fundadores se persuadieron que ayudando á la reforma de su propia nacion, contribuirian mucho á la reduccion de los indios y á su temporal felicidad. Por otra parte, con la instruccion de la juventud formaban dignos ministros de los altares de que en aquellos tiempos habia suma necesidad

y proveian tambien á los otros órdenes regulares de sugetos aptos pa
ra ocuparse con honor de la religión en los empleos apostólicos. Pro-
vecho que dentro de pocos años se comenzó á sentir, y
de que solo pu-
dieron ser testigos los que lo habian sido de la escasez y de la inepti-
tud de muchos de los primeros curas que la necesidad obligó á poner
encargo de tanta importancia. Dejamos de esto atrás un grande ejem
plo en el primer sugeto que se recibió en esta provincia.

Es cierto que uno de los principales motivos de Felipe II, rey cató. lico, en el designio de enviar jesuitas á las Indias fué la conversion de sus naturales, y qué este es tambien el mas sublime fin de nuestro santísimo instituto; pero segun él mismo, las misiones deben agregarse á algunos colegios, que era preciso fundar desde el principio, donde en virtud y letras se formasen, conforme al espíritu de nuestra Compañía, misioneros aptos para ocuparse despues en la reduccion de los gentiles, lo que bastantemente declaró S. M. en la real cédula al Exmo. Sr. D. Martin Enriquez, virey de Nueva-España, mandándole que diese é hiciese á la Compañía todo el favor que viese convenir para su fundacion, y les señalase sitios y puestos para casa é iglesia. Esta indispensable obligacion embargó los primeros años toda la atencion de los primeros sugetos que vinieron de Europa, sin dejarles lugar para instruirse en las lenguas de los indios. Fundados los primeros colegios luego se les vió aplicarse con ardor este penoso ejercicio. Esto es lo que veremos comenzar con suceso en este mismo tiempo, y dentro de pocos años llenar de misioneros jesuitas las vastas regiones de Sinaloa, de Sonora, del Nayarict, de California, y derramar pródiga. mente su sangre por la salud de los bárbaros, dar á Jesucristo innu. merables almas, levantar al verdadero Dios infinitas iglesias, y añadir juntamente inmensos paises á la corona del mayor monarca de la tierra. Tal es el nuevo plan que breve se presentará á los ojos en el cuerpo de esta historia, y cuyos principios tuvieron la ocasion que vamos á referir. Habia vacado el beneficio del pueblo de Huizquiluca, situa. do cuatro leguas al Oeste de México, y poco mas de una legua de la hacienda de Jesus del Monte de que arriba hemos hablado. Pareció al padre provincial enviar allá algunos sugetos para aprender la lengua otomí, una de las mas universales y la mas difícil de toda la América. El Sr. arzobispo condescendió gustosamente á una peticion tan saludable á su rebaño. Se envió por superior al padre Hernan Juares, y por maestro de lengua al padre Hernan Gomez, y con ellos otros do

Principio de

ellos en Huiz. quiluca.

Nuevo socor. ro de misioneros.

ce sugetos. El padre Hernan Gomez habia sido beneficiado de un partido semejante, y entrado en la Compañía se habia distinguido mucho en la mortificacion y celo de las almas. Estos catorce sugetos, sin mas ejercicio que el de la oracion y estudio de las lenguas, pasaban en aquel desierto una vida semejante á la de los antiguos anacoretas. La region es estremamente fria, la habitacion muy estrecha para tantos. No quisieron admitir las obvenciones del beneficio vacan. te, aunque el padre Hernan Gomez administraba los sacramentos y ejercia con suma exactitud todos los oficios de párroco. Su ordinario sustento era el de los indios, sin probar pan sino de maiz, y con bastante escasez. Todo lo endulzaba el frecuente trato con Dios y el deseo de hacerse dignos instrumentos de su Magestad para la satisfaccion de sus escogidos. Se redujo á arte aquella lengua bárbara, se compuso un copioso diccionario que ha sido despues de grande alivio á todos los que han succedido en este ejercicio. Con una aplicacion tan constante, en tres meses se hallaron en estado de poder confesar en otomí, y esplicar la doctrina cristiana á los ignorantes; estos eran tantos, que aun los mas del mismo pueblo no tenian mas de cristianos que el bautismo. En algunos habia aun muchas reliquias de la antigua supersticion. Determinaron los padres salir en peregrinacion de dos en dos por los pueblos vecinos de la misma lengua. Estas espediciones eran de un sumo trabajo; se caminaba á pié y con suma pobreza por unos caminos escabrosos. En las poblaciones se juntaban los niños, se cantaba con ellos la doctrina, se hacian fervorosas exhortaciones, se visitaban los enfermos, que eran muchos, por permanecer aun en las cercanías algunas reliquias de la pasada epidemia.

Tal era la ocupacion de los padres en Huizquiluca, que podemos llamar un Seminario de varones apostólicos, cuando llegó á Veracruz un nuevo socorro de compañeros, que habian de hacer despues un gran papel en la provincia. El padre Antonio de Torres, dotado de un singular talento de púlpito, y despues de algunos años volvió á la Europa, y á quien hasta hoy reconocen como á su apóstol las islas Terceras. El padre Bernardino de Acosta, de una prudencia consumada en el gobierno, de que gozaron por algunos años los colegios de Valladolid, Oaxaca, Guadalajara y la casa Profesa de México. Padre Martin Fernandez, insigne ministro de espíritu, de cuyas luces y materna. les entrañas se sirvió muchos años la provincia en la importante ocupacion de maestro de novicios. El padre Juan Diaz, que despues de

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