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,,fuera contándolo con límite, pareceria superior á todo crédito. Solo ,,diré á V. P. M. R. que habia ya personas tan aficionadas al trato „con Dios y á la oracion mental, exámen de conciencia y ejercicios, ,,de mortificacion, que en cuasi todas las cosas se guiaban por las cam,,panas de la Compañía, ajustando en cuanto podian su modo de vi,,vir con el nuestro."

Por mucho que signifique esta sencilla espresion el provecho espiritual que se hacia en los españoles, era incomparablemente mayor el de los indios. Era un espectáculo de mucho consuelo, y que arrancaba á los circunstantes dulcísimas lágrimas ver en las principales solemnidades del año de ciento en ciento los catecúmenos, que instruidos cumplidamente de los misterios de nuestra santa fé, y apadrinados de los sugetos mas distinguidos de la ciudad, lavaban por medio del bautismo las manchas de la gentilidad en la sangre del Cordero. Habíase encomendado al hermano Juan Carrerra la instruccion de tres jóvenes hijos de principales caciques de las islas vecinas: eran los tres de vivo ingenio, y dotados de una amable sinceridad acompañada de una suavidad y señorío, que hacia sentir muy bien, aun en medio de su bárbara educacion, la nobleza de su orígen. A poco tiempo suficientemente doctrinados, instaron á lo padres, empeñándolos con el Sr. obispo, para ser admitidos al bautismo. Quiso examinarlos por sí mismo el ilustrísimo, y hallándolos muy capaces, señaló la festividad mas cercana en que su señoría pretendia autorizar la funcion echándoles el agua. El plazo pareció muy largo á los fervorosos catecúmenos. Instaron, lloraron, no dejaron persona alguna de respeto que no empeñasen para que se les abreviase el término. Causó esto alguna sospecha al prudente prelado, y de acuerdo con el gobernador y los padres, determinó probar la sinceridad de su fervor mandando que en un barco que estaba pronto á salir á dichas islas, embarcasen repentinamente á los tres jóvenes. Ejecutóse puntualmente la órden; pero fueron tan tiernas las quejas, tan sinceras las lágrimas, tal la divina elocuencia y energía de espíritu de Dios con que hablaron y suplicaron á los enviados del Sr. obispo, que enternecido este, conoció la gracia poderosa que obraba en aquellos devotos mancebos, que dentro de muy pocos dias, siendo padrinos el gobernador, y dos de las personas mas distinguidas de la ciudad, los bautizó por su propia mano con grande pompa, edificacion y espiritual consuelo de todos los que asistieron á este devotísimo espectáculo.

La serie del suceso mostró bien cuanto podemos congeturar las miras altísimas de la Providencia, y el cuidado particular con que velaba, digámoslo así, sobre las almas de aquellos tres neófitos. Los dos menos principales el mismo dia que habian nacido á Dios en el bautismo, tocados de una enfermedad, dieron muy en breve sus almas al Criador. Quedó de este golpe sumamente mortificado D. Pedro Melendez, á cuya conducta los habian fiado sus padres, y temiendo que aquellos bárbaros, la gente mas cabilosa del mundo, no lo culpase ó de negligente ó de pérfido; con estos pensamientos determinó que el tercero, que era el principal, y á cuyo padre se daba el título de rey, se embarcase luego y diese la vuelta á su pátria; pero el Señor tenia sobre él mas altos designios, Luego que supo esta resolucion el generoso jóven, pidió á Dios instantemente, que antes de esponerlo á semejante peligro lo sacase del mundo. En esta oracion se ejercitó por algunos dias con tan viva confianza, que hablándole de su próximo viage el hermano Juan de la Carrera, no tengas cuidado de esto le replicó. Los hombres se cansan en valde. Yo estoy cierto que no he de volver á ver en este mundo á mis padres, porque muy breve iré á ver á Dios en el cielo. En efecto, enfermó dentro de pocos dias, y á pesar de todos los esfuerzos de la medicina, que con liberalidad le proveyó el adelantado, el mismo dia destinado para el embarque arribó felicísimamente al puerto de la salud. El gobernador para poner su crédito á cubierto de toda sospecha con su padre, determinó hacerle unas exequias correspondientes á su noble, aunque bárbaro nacimiento, y al amor de toda la ciudad que le habia conciliado su mérito. Asistió acompañado de todos los regidores y de los oficiales de mar y tierra, como tambien el Sr. obispo con todo su clero. Fueron testigos de estos honores muchos indios de todas las islas vecinas que habia entonces en la Habana, y satisfechos de esta honra, concurrieron despues tantos otros, que segun se dice en la annua, no les bastaba á los padres el tiempo para instruirlos, y proveerles á costa de su necesidad, de sustento y hospedage.

En medio de tan gloriosas fatigas, el padre Juan Bautista de Segu- Vuelven alra, tenia siempre vueltos los ojos á la Florida, y tomaba sus me- Florida. gunos á la didas para pasar cuanto antes á promulgar el Evangelio. Pareciéndole tiempo, dejó en la Habana al padre Juan Rogel para ejércitar los ministerios, y con él á los hermanos Francisco Villa Real, Juan de la Carrera y Juan de Salcedo, para cuidar de lo temporal y de la insTOMO I.

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truccion de los españoles, principalmente de los indios caciques, en la escuela que habia tenido tan bellos principios. Al padre Gonzalo del Alamo, con un compañero señaló para la provincia y fuerte de Cárlos. Al padre Antonio Sedeño, con otro de los hermanos que poco ántes se habia recibido en la Compañía, mandó á Guale, provincia poco distante al Norte de Santa Elena, donde trabajaban tambien los hermanos Domínico Agustin, y Pedro Ruiz de Salvatierra. El padre vice-provincial, con el adelantado, partieron á la provincia de Teguex. ta favorablemente para la composicion de las ruinas pasadas. Habia vuelto de España, entre otros neófitos floridanos, un indio llamado Santiago, hermano del cacique de aquel pais, á quien por mucho tiempo habian creido muerto á manos de los españoles. Luego que lo vie. ron no solo vivo, sino tan honrada y distinguidamente tratado, como no hay gente mas fácil en deponer sus sentimientos y sospechas, que aquellos que por su necedad suelen ser mas prontos á concebirlas, determi naron renovar la amistad y antigua alianza con el rey católico. Se hizo esta ceremonia con toda el aparato y solemnidad que permitia el tiempo, y en testimonio, se erigió con las mayores demostraciones de regocijo y de veneracion, una cruz formada de dos grandes pinos en aquel mismo lugar donde poco ántes la habian tan indignamente ultrajado.

Por otra parte, el cacique D. Felipe, que como arriba dijimos, vuelto de España el adelantado, habia prometido bautizarse, cada dia con nuevas promesas y ratificaciones, fomentaba las esperanzas de los siervos de Dios. En consecuencia de estas fingidas espresiones cuando llegó allí D. Pedro Melendez con el padre Juan Bautista Segura, pareció haberse rendido á sus fervorosas instrucciones: con singular consuelo del misionero y del gobernador, permitió que se quebrasen y ultrajasen sus antiguos ídolos. Los soldados, que conocian mejor al pérfido cacique no quedaron aun satisfechos, y el suceso dió breve á conocer sus dañados intentos. Poco despues de la partida del adelantado para España, es. tando en la provincia su sobrino D. Pedro Melendez Marquez, descubierta una conjuracion que urdia contra los españoles él, y otros catorce caciques, sus cómplices, fueron castigados de muerte. El suplicio de estos conjurados tan ilustres acabó de agriar los ánimos de los indios. Se sublevaron repentinamente, quemaron sus chozas y sus templos,y huyeron á los montes. Fué preciso desamparar el fuerte y demolerlo, no pudiendo perseverar allí los soldados por la falta de alimen

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tos. El padre Gonzalo de Alamo y su compañero tuvieron órden de reti. rarse á la Habana. Pero aun aquí no pudieron perseverar largo tiem. po. No se abria camino alguno para la fundacion del prometido y esperado colegio. Las limosnas de los particulares no podian mantener muchos dias tanto número de sugetos. Desamparada ya tanto de los naturales como estrangeros la vecina costa de la Florida, no podia subsistir aquella especie de seminario de indios, que hasta entonces habia sido el principal objeto de aquella residencia. Las poblaciones de españoles é indios amigos que restaban en la Florida, no tenian comercio alguno con la Habana. Estas razones determinaron al padre vice-provincial á hacer pasar todos los sugetos de la isla de Cuba al continente.

Era difícil la eleccion del sitio en que se hubiesen de alojar los mi. sioneros. En las poblaciones donde habia guarnicion española, era muy gravoso á los indios haber de partir con los presidiarios aquellos pocos alimentos, que apenas les bastaban para la vida. Los soldados, obligados de la necesidad, usaban alguna vez de la fuerza. Así el ódio de las personas, como frecuentemente acontece, hacia aborrecible la religion, y cerraba el paso al Evangelio. Se escogieron, pues, las provincias de Guale y Santa Elena, donde se habian arruinado los antiguos presidios, y donde siendo la índole de los naturales mas apacible y dócil se podia trabajar con mas fruto. Una epidemia que asolaba aquellas provincias dió desde luego materia bastante á su caridad y á su paciencia. Corrian á todas horas del dia y de la noche de pueblo en pueblo, de choza en choza, animando al último trance á los cristianos, bautizando á los catecúmenos, anunciando el reino de Dios á los gentiles, y procurándoles en lo espiritual y temporal todos los alivios que podian. Tuvieron la sólida satisfaccion de enviar al cielo muchos párbulos, y aun procurar segun toda apariencia la eterna salud á muchos adultos. Los enfermos, aunque bárbaros, sensibles á tan continuas demostraciones de amor, parecian comenzará amar á sus médicos, y hacerse mas dóciles á sus sabios consejos. En fin, hubieron de ceder al trabajo, á la incomodidad de la habitacion,á la inclemencia de la es tacion y del aire inficionado que respiraban en la cura de los enfer. mos, en la asistencia de los moribundos, en la sepultura de los muer. tos. Fueron todos succesivamente tocados de la peste; pero se contentó el Señor con una sola víctima: murió el hermano Domingo Agustin, por otro nombre Baez. Apenas podia haber caido la suerte sobre

Incomodida

des y peste

del pais.

Enferman to

dos y muere el hermano Domingo.

Fruto de la mision.

otro que hiciese mas falta á la mision. Destinado desde luego que lle gó de Europa por su rara habilidad para aprender en Saturiva la lengua del pais, á los seis meses la poseia tan perfectamente, que pudo traducir á ella el catecismo, y componer un arte que fué de mucha utilidad á sus compañeros, de una alegría de ánimo, y un celo de la glo. ria de Dios á prueba de los mayores trabajos. Era de una familia muy distinguida en las islas Canarias, y habia hecho en la retórica, filosofía y teología grandes progresos en Salamanca; pero fué incompara blemente mayor la humildad con que pretendió ocultar todas estas brillantes cualidades en el humilde estado de coadjutor temporal.

Pasada esta borrasca, y muchos meses despues con sumo trabajo de los padres, ya no parecia quedar medio alguno para la conversion de los floridanos. Con la peste acabó juntamente su agradecimiento y su docilidad. El padre Juan Rogel y el hermano Juan Carrera en San ta Elena, el padre Sedeño y el hermano Villa Real en Guale, habian sudado un año sin otro fruto que el de su paciencia y de su mérito. Los indios cada dia mas groseros y mas bárbaros, no oian con gusto las instrucciones, sino cuando se acompañaban con el alimento. Con alguna atencion superficial á ciertos artículos de nuestra religion en tratándoles de las penas preparadas despues de la muerte, ó á los impíos de la imortalidad de nuestras almas, cerraban enteramente los oidos. El espediente que se habia tomado de retirarse á las provincias de Huale y Santa Elena, algo distantes de los presidios españoles, y que habia succedido felizmente hasta entonces, se halló despues espuesto á las mismas y aun mayores dificultades. La escasez de ali mentos obligaba á los soldados del presidio á hacer algunas escursio nes en las provincias vecinas. Los indios que no podian sin un sumo dolor verse violentamente privados del necesario sustento, y espuestos á todos los rigores del hambre, buscaban amparo y defensa en los misioneros. Así estos que ni quisieran faltar á la necesidad de los españoles, ni dejar de mirar por la inocencia de los afligidos indios, se hacian á unos y á otros aborrecibles igualmente. Venia el padre Luis de Quiroz destinado de nuestro padre general, en lugar del padre Gonzalo del Alamo, hombre de raros talentos, pero para la cátedra y el púlpito, no para los bosques y las chozas, en que sin poderse servir de su literatura dañaba mas con la delicadeza de su genio y dureza de su juicio. Tuvo órden el padre Alamo de pasar á Europa, y partió luego. Pensaba el padre Segura entrar mas adentro de la tierra ácia

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