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á los pueblos de los Sinaloas. Examinó las disposiciones de aque llas gentes que le parecieron no estar muy distantes del reino de Dios, y con algunas mas noticias por la vecindad de la antigua villa de Carapoa. Les hizo algunas exhortaciones, que parecian oir con gusto, prometió volver de espacio, y bautizó alguros párvulos, y dió con diligencia la vuelta á Ocoroiri.

Por diciembre de este año, se juntaron todos los padres á celebrar la páscua de Navidad. Estas pequeñas asambleas que apénas podian ser mas de una vez al año, eran de un extraordinario consuelo á aquellos ejemplarísimos varones, que aunque agoviados al peso de tantas apos. tólicas fatigas, hacian un grande aprecio de las menudas observancias de su santísima regla. En ellas daban al superior exactísima cuenta de su conciencia: conferenciaban el modo de proceder uniformemente en la labor de aquella viña: renovaban en manos del superior sus votos religiosos, y con los ejercicios de nuestra caridad y espirituales coloquios, salian animados y encendidos en nuevos deseos de emplearse únicamente en la obra del Señor. Tal es la edificativa idea que de la junta de esta páscua nos da el padre Alonso de Santiago en una suya en que dice así: „En uno de estos dias de páscua, antes de amanecer, renovamos nosotros los votos, precediendo la confesion general, y el dar cuenta de la conciencia, y aunque somos poquitos no fué pequeño sino muy extraordinario el consuelo y gozo espiritual que sentimos, &c." Fuera de los misioneros, se habian embocado todos los españoles de la villa, y todos los cristianos de los tres primeros rios, de Mocorito, Petatlán y Ocoroiri, Se convidaron tambien los gentiles de los pueblos vecinos, para cuyo hospedage se dispusieron grandes enramadas. Era un espectáculo de mucho consuelo para nuestros operarios, y de admiracion para los mismos indios, verse muchos centenares de hombres tan hermanados y tan unidos en unos mismos sentimientos de piadosísima alegría, que antes no se veian jamás juntos, sino para las guerras y para las mas atroces hostilidades. Cuando estaban fabricando las enramadas, se oyó un indio venerable por su ancianidad, y muy fervoroso cristiano hablar á los demas de esta manera. „Trabajemos, hijos y her. manos mios, con mucho gusto y alegría para la fiesta grande del Señor. Ya se acabaron las enemistades y las guerras; ya somos como los españoles, y no tenemos mas que un corazon con que nos amamos mútuamente. Esto es lo que han hecho en nosotros nuestros amados padres por el santo bautismo, nos han quitado nuestros malos corazones, y nos

han dado á todos uno mismo, lleno de caridad y de amor. ¡Cuánto agra. decimiento debemos á estos hombres que sin mas interés que el de nuestro bien, han dejado sus tierras, sus casas grandes, sus manjares delicados, por venirnos á enseñar el camino del cielo." Así habló aquel ncófito con atencion y aplauso de los demas. Sin embargo, como la dulzura con que el Señor anima á sus siervos en el mundo, jamas está separada de la Cruz, permitió su Magestad que aquella misma noche no careciesen de un gran susto. Un indio llamado Alonso Sobota, que en años pasados se habia bautizado, y apostatado despues de la fé, sabiendo que para la mayor solemnidad se habian convidado los gentiles Zuaques, se fué á ellos y les dijo:,,Yo soy vuestro amigo y no puedo dáros mayor prueba, que revelaros un secreto en que se interesa vuestra vida. El convite que los padres nos han hecho, no es sino para acabar con nosotros. Intentan poner fuego á las enramadas en lo mejor de vuestro sueño. Los españoles armados cercarán las casas y darán la muerte ó harán esclavos á los que perdonaren las llamas. El padre Gonzalo de Tapia es el autor de este ardid, que ya en otra oca. sion le salió bien en México á costa de la vida de muchos indios incautos. Si por no dar sospecha á los españoles hubieren de ir algunos de vuestros pueblos, sean pocos y prevenidos para no entrar en la Igle. sia, ni dormir en las casas que tienen preparadas. Dejad que perez. can solo los de Ocoroiri, que son vuestros enemigos y han querido fiarse de semejante gente. Los Zuaques no dejaron de pasar la noticia á algunos de Ocoroiri. El cacique de este pueblo respondió que él y todos los de su pueblo estaban muy satisfechos de las piadosas intenciones de sus amados padres; pero á pesar de esta generosa respuesta, no dejó de echar aquel aviso alguna impresion en los ánimos. Asistieron pocos á los maitines, que se cantaron á son de instrumentos con grande sorpresa y gusto de los asistentes. Entre tanto, en el aposento del padre Gonzalo, vecino á la Iglesia en que todo era de paja y de leña, con la luz que acaso quedó encendida, prendió fuego la mesa, que era del mismo material. Este pequeño accidente iba á arruinar del todo la obra de Dios y cerrar la puerta al Evangelio. El fuego habria consumido muy en breve la casa, la Iglesia y ornamentos. Los indios se habrian confirmado en la traicion de que los previno el malvado após. tata y hubieran dado muerte á los padres y los españoles, 6 huido para siempre á los montes. La providencia del Señor previno tanto daño disponiendo que al mismo tiempo entrara un indio que servia al padre y apagara fácilmente el incendio.

Despues de celebrado el santo sacrificio, les hizo el padre Martin Perez una declaracion del misterio tiernísimo de aquella noche y una fervorosa exhortacion. El resto de la noche, ya recobrados del susto y desengañados, la gastaron los mas de ellos en danzas y en bailes que era su modo de celebrar las fiestas.,,El padre Tapia y yo (dice en una suya el padre Martin Perez) vimos muchos indios, que adornados de plumages y cascabeles, entraban y salian bailando en una casa vecina. Fuimos temerosos de alguna supersticion, y hallamos muchos sentados cerca de un círculo de arena, mayor que un mapa-mundi, en que tenian pintadas con colores varios muchas figuras de animales, y entre ellos la de un hombre, una muger y un niño. Dijeron que aquellas figuras representaban á Dios padre y á la Vírgen con su niño. Esta, añadicron, es la sementera; este es el rio; esta es tal culebra ó tal animal. Pedimos al Señor y á la Vírgen, y á su hijo, como nos dijiste esta noche, que nos libre de que crezca el rio y de que nos ofendan estos ani. males, y que cuiden de nuestras sementeras." Sin embargo de una interpretacion tan piadosa, no juzgaron los padres deberles permitir una ceremonia tan semejante á la antigua supersticion. Dijéronles que en en la Iglesia estaba el niño con su madre muy hermosa, y como ellos no podrian jamas pintarla, que allá podian ir á danzarle y pedirle el remedio de sus necesidades. Estos grandes círculos de arena, estas figuras y esta danza por ocho dias continuos, era el rito con que celebraban una especie de adopcion en su gentilidad; pero á mas de esto añadian entónces algunas otras ocasiones no menos simbólicas que las figuras, los que habian de ser adoptados estaban recogidos aquellos ocho dias en otra casa semejante frente de aquella en que se hacian los círculos, y en las cuales en todo ese tiempo no podia entrar muger alguna. Pasados estos dias venian á tomar cada uno sus adoptivos, les armaban del arco, les abrian mucho los ojos demostrando la vigilancia necesaria para ver venir y evitar las flechas enemigas. De allí, convidándolos con cañas de tabaco, los llevaban á la casa de enfrente, borraban las figuras y les fregaban el cuerpo con la arena, y en una es. pecie de procesion los pasaban luego á sus casas donde los cuidaban sin diferencia alguna á sus hijos naturales.

La mision de Sinaloa, en que ya habia fundadas como veinte Igle. sias, no podia sostenerse sin un cercano colegio, á que en caso de enfermedades 6 semejante otro acontecimiento, se retirasen los sugetos, y á que reconociesen por cabeza. Algunos años antes de ser destina

Sinalve

do á Sinaloa el padre Gonzalo de Tapia, habia hecho con el padre Nicolas de Ardaya una fervorosa mision en la ciudad, de Guadiana, que pareció el lugar mas á propósito, donde desde entónces habian queda. do los ánimos muy propicios á nuestra religion. Esto movió á su gobernador D. Rodrigo del Rio y Loza á pedir al padre visitador á los dos padres, que despues, mudada la determinacion, se destinaron á Sina. loa. Por los años de 1593, con ocasion de cierto negocio, pareció necesario enviar á aquella ciudad al padre Martin Perez con otro compañero. Estos religiosísimos padres, persuadidos á que en la Compañía ningun oficio ó comision debe quitar el tiempo á los ministerios que ceden en provecho de las almas, todo el tiempo que les fué forzoso detenerse en Guadiana, lo ocuparon en la diaria esplicacion de la doctrina cristiana, en las exhortaciones y confesiones. Compusieron por me. dio de intérpretes un catecismo en la lengua mas universal del pais pa ra la instruccion de los indios. Entre los españoles, y singularmente entre personas de distincion, se compusieron varias enemistades ruidosas. De la ciudad se estendió su celo á los lugares vecinos. En uno de estos, dos personas ricas y principales fomentaban entre sí mas habia de ocho años, un ódio mortal. La gente popular, que con poco mo. tivo toma partido en casos semejantes, estaba dividida en dos facciones. Llegaba á tanto el rencor, que no habiendo mas de una Iglesia en el pueblo dejaban de asistir al santo sacrificio aun en los dias de precepto las dos familias, por no concurrir con sus enemigos en el templo; bien se deja entender el escándalo y las fatales consecuencias de tan loca pasion. Muchas personas celosas habian procurado inútilmente el remedio. El padre Martin Perez, despues de algunos sermones y conversaciones privadas, lo consiguió con facilidad. Los dos gefes de partido convinieron en ciertas capitulaciones, se abrazaron públicamente, y comieron juntos á una mesa con asombro y edificacion de todo el lugar. Habia entrado en poder de un hombre rico no pequeña parte de los bienes de un difunto; pero tomándole juramento lo negó todo abiertamente. Se le conminó primero y se le reconvino despues con excomunion. Nada bastó; ántes sin hacer caso alguno de las cen. suras, asistia con horror del pueblo á los divinos oficios cada dia mas obstinado. El padre le habló á solas; le presentó con viveza el fumes. to estado de su alma, y el pernicioso ejemplo que daba al pueblo. Resistióse con bastante dureza algun tiempo; finalmente, tocado interiormente de la gracia por medio de los ruegos, de las súplicas, de las ame

nazas, y de todos los artificios de una clocuencia viva y penetrante, confesó haber entrado en su poder nueve mil pesos, que restituyó luego al mismo padre, pidiendo con muchas lágrimas misericordia á la Santa Iglesia, y absolucion de la censura. Estos y otros muchos casos semejantes habian sido muy públicos para que no se conociera la utili. dad de un instituto que formaba hombres tan provechosos. Habiendo de partir para México el padre Martin Pelaez y su compañero, fué necesario satisfacer á sus piadosas instancias, enviándoles otro padre que perpetuase el fruto. El gobernador y algunos otros de los mas distinguidos ciudadanos, ofrecian para la fundacion veintidos mil pesos y unas casas. Escribieron tambien de su parte á N. M. R. P. general, y el padre provincial Pedro Diaz en carta de 31 de marzo de 1594, esfuerza bastantemente la utilidad de aquel establecimiento. En efecto, la ciudad de Guadiana es la puerta de los vastos paises en que para la salud de innumerables almas ha trabajado tantos años la Compañía de Jesus. Las provincias de Tepehuana, Taraumara, Sinaloa, Topia, Nayarith y Nuevo-México, cuyos límites ácia el Norte no están aun conocidos, son de su jurisdiccion, especialmente despues que por los años de 1621 se dividió entre Durango y Guadalajara'el obispado de la Nueva-Galicia. Este pais conquistó por los años de 1551, de órden del virey D. Luis de Velasco, el primero, Francisco de Ibarra, cuyo nom. bre conservó algun tiempo. Desde Zacatecas, por medio de Alfonso Pacheco, uno de sus mejores oficiales, mandó una colonia al valle de Guadiana, que fué despues la capital de la Nueva-Vizcaya. Esta tierra, bastantemente fértil de todo género de frutos de Europa y de Amé. rica, la riegan muchos rios, entre quienes los principales son el de Conchos, que desemboca en el rio grande del Norte, el de las Nasas, que forma la gran laguna de S. Pedro, y el de la punta, que desagua en el mar del Sur. Los rios del Norte y el Conchos se juntan como á noventa leguas al Nordeste de Chihuahua, pequeña villa en la provincia de Taraumara. El terreno hasta ahora conocido se estiende desde los veinticinco hasta los treinta y tres grados de latitud septentrional. El primer obispo de esta diócesis fué el Illmo. Sr. D. Fr. Gonzalo de Hermosilla. Todo el pais generalmente es montuoso y preñado de las mas ricas minas de la América. Las mas famosas son las de Indehé de Guanacevi, las de Topla y muchas en el Nuevo-México y la Sonora, singularmente la de Arisona, de que en estos últimos años, segun la relacion del Illmo. Sr. D. Pedro Tamaron, se han sacado peTOMO I.

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