Imágenes de páginas
PDF
EPUB

rables á servirles el agua de manos y los demás la comida. Se les repartieron mas de cincuenta vestidos nuevos, y á los que no pudieron alcanzar se les dió en dinero, y á muchos otros porciones de cacao que es moneda de que ellos usan. La liberalidad de los congregantes y la devocion de los padres, sacaba á los asistentes lágrimas de ternura con edificacion de toda la ciudad y no poca confusion de los españoles ricos que veian en los indios tan raros ejemplos de piedad. Debian tambien mucho al Seminario de S. Gregorio los pueblos vecinos á México á que salian cada año en misiones. De la que hizo esta cuaresma el padre Martin de Salamanca, en compañía del padre Juan Laurencio, escribe al padre rector del colegio de México en estos términos: „El beneficiado está muy agradecido á la que le escribió V. R., y se confiesa muy obligado á la Compañía. Luego que llegué á este pueblo de Zumpango les declaré el fin de mi venida y el del padre Juan Laurencio, que llegó aquí miércoles de ceniza, y ha ocho dias que está en Zitlaltepec confesando y trabajando con aquellos indios. Entiendo estará allá toda esta semana, y aun no acabará. Aquí estoy confesando con el beneficiado, y la gente es tanta, que nos obliga á estar de sol á sol. Predico dos sermones cada semana: los viernes de la penitencia, y aun siendo dia de trabajo se llena la Iglesia, que como V. R. sabe, es bien grande y capaz. Acuden algunos con sus túnicas de cilicio y cruces á cuestas á oir los sermones, y permanecen hincados de rodillas miéntras se predica; despues salen en procesion por el cementerio de la Iglesia, y los cantores van cantando las letanías de los santos. Muchos se van disciplinando: vueltos á la Iglesia remata todo con la Salve de nuestra Señora. Estos sermones de los viernes introdujo aquí desde el año pasado el padre Antonio del Rincon, en los cuales, con su mucho espíritu y buena lengua, hizo mucho fruto, del cual gozo yo ahora. ¡Plegue á la Divina Magestad todo sea para su mayor gloria &c!" La misma caridad con que se atendia á los indios en el Seminario de S. Gregorio, animaba á nuestros operarios en el colegio del Espíritu Santo. Habiase visto en todos un nuevo fervor para este ministerio, despues de la venida del padre Dr. Pedro de Morales. Este grande hombre no parece que habia ido á Roma y Madrid, sino de procurador de los indios; tanto era lo que habia informado y lo que habia procu rado traer en su favor. Luego que volvió á su gobierno del Espíritu Santo, procuró que se repartiese entre ellos un grande número de medallas, Cruces, estampas, ceras de Agnus, Rosarios y otras muchas co

sas de devocion, á que la benignidad de nuestro santísimo Padre Cle. mente VIII habia vinculado muchas indulgencias, singularmente para los indios. Estos preciosos dones que se hacian en los principales concursos de ellos á la capilla de S. Miguel, acompañaba siempre una explicacion de su significacion, de su valor y de las prácticas de devo. cion con que debian reverenciarse, y mostró el Señor en algunos casos raros cuanto se agrada mas de la fé humilde y sencilla de esta gente, que de las luces estériles y profana sabiduría de las personas mas cul. tas. Los misioneros que cada año salian de este colegio á los pueblos comarcanos, iban tambien igualmente proveidos de estas preciosidades que repartian con mucho fruto. En uno de estos pueblos tuvo el padre noticia que algunos algunos indios de los mas ancianos solian hacer en un monte no muy distante algunas secretas asambleas. Temeroso el siervo de Dios de alguna supersticion, se puso en camino con el beneficiado del lugar. Vencida no sin grande fatiga la cumbre del monte, tuvieron el dolor de hallar una multitud innumerable de pequeños y ahumados idolillos en diferentes monstruosísimas figuras. El padre, vuelto al pueblo, hizo poner algunos de ellos en la plaza pública, mandando á los niños que los quebrasen y ultrajasen con irrision y mofa. Los indios, que estaban ya muy bien instruidos, se avergonzaban del error de sus antepasados, pisaban con grande alegría y algazara aquellas obras de sus manos, que habian por tantos años engañado á sus mayores, dando con esta saludable confusion é inocente enojo una prueba grande de la pureza y sinceridad de su fé. Algunas de estas abominaciones, como gloriosos despojos de Jesucristo, trajo el mismo pa. dre al Sr. D. Diego Romano, obispo de la Puebla. Esta vista enterneció grandemente á aquel celoso pastor, y le inspiró un nuevo deseo de la salud de los indios, y de que fuese en toda su diócesis adorado y reverenciado el vivo y verdadero Dios. Para formar su Illma. dignos ministros y pastores de almas, quiso y pidió con instancia que hubiese en el colegio, algunos dias á la semana, leccion de caso moral, á que asistiesen todos sus clérigos, al modo que en México lo habia practica. do muchos años en su mismo palacio el Illmo. Sr. D. Pedro Moya de Contreras, y se continuó despues con tan conocida utilidad en nuestra Casa Profesa.

Esta misma leccion se estableció tambien en Valladolid á peticion de su Illma., y de los mismos eclesiásticos. El ministerio de los hospitales se hacia en esta ciudad con mas lustre y frecuencia, que en al-

guna otra parte. Todos los domingos salian los padres acompañados de los mas autorizados eclesiásticos, de los republicanos y nuestros estudiantes. Servian el plato á los enfermos, se les dejaba alguna limos. na, se les aderezaban los lechos, y concluia todo con una breve pláti. ca, de que quedaban igualmente aprovechados los enfermos y los sanos. Las misiones á pueblos de indios eran comunes á los colegios de Pátzcuaro, Guadalajara y Tepotzotlán. Este colegio era, digámoslo así, el Seminario de los misioneros. El padre Hernan Gomez, excelente en las lenguas otomi, mazagua y mexicana, parece que en las noticias del idioma habia infundido á los demas el mismo espíritu apostólico y la misma ternura y amor para con los indios, de que estaba este insig. ne operario enteramente poseido, y habiéndole faltado ya con la salud las fuerzas necesarias para apartarse léjos de Tepotzotlán, enviaba á todas partes hombres incansables. Tales fueron los padres Diego de Torres, Juan Laurencio, Martin de Salamanca y otros varios, que en aquel y en los siguientes tiempos florecieron. El amor y veneracion de los indios para con estos padres de sus almas, y la buena opinion que dejaban de sí en los pueblos por donde pasaban beneficiando á todos, no podemos explicarlo mejor, que insertando aquí un capítulo de carta del beneficiado de S. Juan del Rio al padre Diego de Torres, en que (omitiendo grandes y extraordinarios elogios de la Compañía, que causarian confusion aun en la pluma) dice así:,,Todos los indios y ve„cinos se han congregado y pedidome que llame á V. R. para que me „ayude á confesarlos en su lengua, y todos ellos una voce, dicen que „V. R. ha sido la causa de que conozcan á nuestro Señor. Yo conoz. „co, padre y señor mio, que no tengo merecimientos para suplicarle „que me haga esta merced; mas de rodillas, y por reverencia del ben„dito nombre de Jesus, que V. R. tanto profesa amar y querer, se lo pido y suplico, pues V. R. es tan deseoso de salvar almas, y mas las nues„tras, que estamos acá careciendo de tanto bien y doctrina. Por amor „de Dios, use V. R. de esta misericordia, que lo será grande por no ser „ni tener suficiente lengua para estos pobrecitos, que yo y los demas „de este pueblo, de rodillas serviremos á V. R., aunque no será confor„me á nuestro deseo y á sus merecimientos; cuya respuesta aguarda„mos, y la buena venida de V. R., cuya vida y salud aumente nuestro ,,Señor largos años, &c."

Nada menos grande y edificativa idea de los ministerios de la Compañía, da otra carta del vicario de la isla de S. Juan de Ulúa en la bahía 37

TOM. I.

Progresos de los jesuitas en otras nacio

de Veracruz. Dijimos como el Illmo. Sr. D. Pedro Moya de Contreras habia concedido á los padres de aquel colegio una pequeña casa y capilla en aquela isla, para el cultivo de las gentes de mar en el tiem. po de las flotas, y alivio de los enfermos. Con la ocasion de los muchos navíos que habian venido á principios de este año, hizo allí su residencia el padre Alonso Medrano: asistió á los enfermos, que fueron muchísimos, y tanto por la enfermedad, como por dar lugar á la descar. ga dilató la mision hasta el adviento, en que publicó el jubileo de la Concepcion, titular de nuestra hermita. Confesaba el padre hasta las nueve de la noche, con tanto fervor y constancia de aquella gente, no la mas dócil del mundo, que en los corredores mismos se quedaba á pa. sar la noche para tener lugar por la mañana, en que desde las tres volvia el misionero á su tarea, y aun habiéndole asaltado una recia calentura, en veinticuatro horas que le duró, no dejó de satisfacer á la pia. dosa importunidad de los penitentes, que por una ventana baja y mal guarnecida, se entraban á ponerse de rodillas ante su pobre lecho. Hablando en este asunto el vicario de aquella isla, escribe al padre provincial en estos términos:,,Con la de V. R. y el portador, recibí tan,,ta merced y regalo, que no sabré encarecer. Páguelo nuestro Señor ,,á V. R., que cuando no haya de hacer el padre mas fruto que el que ,,ha hecho estos dias, es de mucha consideracion, porque habiendo pre,,dicado el adviento y encomendado en uno de los sermones el santo ju,,bileo de la Concepcion, fué tanta la gente que acudió, que si como ,,eramos tres confesores, fuéramos treinta, habia gente para todos, y ,,con trabajar dia y noche, se quedaron muchos con el buen deseo. Al ,,fin le ganarian casi setecientas personas de mar y tierra, que no se ,,ha visto tal en este puerto, El padre Medrano ha quedado con mu,,chos alientos de servir á nuestro Señor, y hacernos merced á todos. ,,Dios le dé las fuerzas que son menester. Del trabajo de los dias de ,,confesion nos dieron á los dos sendas calenturas. No serán mas con ,,el favor de Dios. Lo que encarecidamente suplico á V. P., es que el ,,padre Medrano no salga de aquí á otra mision, ni á la Veracruz, por,,que será un gran desconsuelo para toda esta gente, &c."

Tal era la ocupacion de los jesuitas en el seno de la provincia. Pero ¿quién podrá contar las muchas almas que entre las tierras de infienes de este les salian cada dia de las tinieblas y sombra de la muerte á la admirable luz de la fé? A los muchos que copiosamente renacian en Sinaloa, se añadieron este año dos importantes establecimientos entre otras

continente.

naciones mucho mas bárbaras. Los chichimecas era una gente belicosísima que no habian podido domar setenta y tres años de guerras casi continuas con los españoles. Los vireyes de México, para asegurar los caminos á las minas de Zacatecas habian tomado inútilmente varios arbitrios. D. Luis de Velasco, el primero, habia fundado para este efecto los presidios de S. Felipe y S. Miguel el grande. D. Martin Enriquez, por los años de 1570, añadió la Concepcion de Zelaya para este mismo fin; pero estos presidios hacian poco ó ningun daño á una nacion que en la extension de muchas leguas no tenia asiento fijo alguno. Ellos, á la manera de los árabes, andaban siempre por aquellos arenales y campañas, haciendo una guerra tumultuaria, en tropas desbandadas á que no era posible resistir. No moraban en algun lugar, sino el tiempo que tenian en él frutas silvestres de que alimentarse, enteramente desnudos, ligerísimos en la fuga, y tan diestros y certeros en el manejo del arco al cometer, como al huir, lo que celebraban tan to los romanos en los antiguos Partos. Chichimecas habian ocupado el valle de México y poblado la Nueva-España ántes de los mexicanos.

Bien es verdad que á distincion de estos chichimecas incultos y sal. vages, habia otros de que descendian los reyes de Tescuco, mas racionales y mas políticos. Estos succedieron á los tultecas en la dominacion de la Nueva-España. Vestian martas ó pellejos, curtidos con bastante honestidad hombres y mugeres, y los capitanes y señores las pieles de leones, tigres, osos y lobos que habian muerto en la caza. Esto les daba el alimento y la materia de sus víctimas. A la primera ave ó fiera que mataban, cortaban la cabeza, y levantada la mano la tenian expuesta un rato á los rayos del sol, á quien adoraban, dejándola despues en el mismo lugar clavada en una pica. Estas con el arco y la flecha eran sus armas en la guerra, aunque para la caza los caciques y señores usaban tambien de cervatanas, de que se dice haber sido ellos los inventores en la América. No tenian sino una muger aun los príncipes, y la pluralidad de ellas ó el insesto con parientas cercanas, era entre ellos un crímen inaudito. Habia entre estas naciones su gerarquía y forma de gobierno, dividido en varias ciudades, provincias y señoríos, de los cuales permaneció hasta el tiempo de la conquista el de Ixtlilxuchitl, que bautizado despues se llamó D. Fernando, señor de Texcuco, que ayudó mucho á Cortés en la toma y sitio de México. Es muy verosímil que los bárbaros chichimecas, de que

« AnteriorContinuar »