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veces Dios Espiritu Santo, por lo que habian oido predicar de la venida de este divino Espíritu el dia de Pentecostes. Antes de llevar á bautizar los párvulos conforme al rito de la Iglesia, les daban otra especie de bautismo sacrílego, bañándolos con agua en presencia del fuego, é imponiéndoles otro nombre profano, por donde fuesen conocidos en sus impías asambleas. Estas las celebraban siempre de noche y en los lugares mas remotos y solitarios, sin admitir á ellas jóven alguno 6 doncella que por flaqueza ó inconsideracion pudiese descubrir sus misterios de iniquidad. El diligente y celoso beneficiado quedó pene. trado del mas vivo dolor cuando supo las abominaciones con que era ofendido el Señor por aquellos mismos que él tanto amaba, y temiendo prudentemente que el temor les hiciese ocultar los lugares y los cómplices de aquella secta infame, se valió del favor del padre Meneses, á quien los indios singularmente amaban. No le engañó su confianza: el padre, prometiéndoles una entera seguridad, consiguió que le revelasen todos sus secretos y se confesasen todos los cómplices, trabajo, que cargando únicamente sobre el misionero por el respeto que debian al propio pastor, que era juntamente juez, lo hubiera gloriosamente agoviado si no se le hubiera enviado compañero que le ayudase á recoger una mies tan abundante. Los indios probaron bien la sinceridad de su conversion, entregando á los padres innumerables de aquellos idolillos, y haciendo por muchos dias públicas demostraciones de penitencia en procesiones de sangre y otros actos de mortificacion que les sugeria su fervor con sumo agradecimiento del piadoso beneficiado, que no cesaba de dar gracias en repetidas cartas al padre provincial y á los superiores de Tepotzotlán y del colegio

máximo.

Mis. á Huitzitzilapa у muerte del P.

Otra semejante mision al partido de Huitzilzilapa ocasionó la muerte al padre Francisco Zarfate. Los curas de muchos partidos, que por espacio de algunos años habia corrido en sus misiones, no le daban Zarfate. otro nombre mas que el de apóstol, y solian decir que en sus pueblos habia otras tantas semanas santas, cuantas estaba allí el padre Zarfate, tanto por la frecuencia de sus confesiones y comuniones, como por otros actos de piedad y ejercicios de penitencia, en que hacia entrar á cuantos oian sus sermones. Despidiéndose para salir á la mision, se percibió bastantemente que habia conocido seria aquella la última de su vida, y lo afirmó así despues en presencia de algunas personas. Efectivamente, llegando al pueblo de Xilotzingo predicó consecutiva

Célebres mi.

mente muchos sermones, preparando los ánimos de sus oyentes parı la cercana páscua de Espíritu Santo. En los tres dias precedentes oyó muchas confesiones. El dia de páscua dió la comunion á mas de quinientas personas, haciendo ántes y despues de la comunion fervorosas exhortaciones. Bajando del púlpito, mas fatigado que otras veces, le llamaron para una confesion á un pueblo algo distante. La estacion era rigorosa, la hora incómoda, el clima nada favorable. Todo esto, añadido á la interior fatiga y á una salud bastantemente quebrantada, le ocasionó una fiebre maligna de que se sintió herido luego que volvió á Xilotzingo. Le procuraron de la estancia vecina un colchoncillo (que aun de este pequeño alivio jamás usó el apostólico misionero); mas el dueño de aquella estancia, no contento con enviárselo, vino en persona á llevar al padre á su casa y curarle en su enfermedad. Hubo de condescender el siervo de Dios despues de alguna resistencia que le hizo hacer el amor de la pobreza. Se enviaron con diligencia del colegio de México un padre y un hermano que cuidasen de su salud, accion que aunque muy conforme á la caridad que con los enfermos prescriben nuestras reglas, el humilde padre la agradeció como un favor extraordinario; y abrazando lleno de gozo á sus hermanos, gracias á Dios, dijo, que no nos halla la muerte ociosos, sino ocupados en cosas de la obediencia y de tanto servicio de nuestro Señor, como es el bien de estos pobres indios. Al octavo dia de su enfermedad, viéndolo el padre que lo asistia enteramente agravado, y temiendo que muriese sin la extrema uncion, aunque ya habian partido á traerla de un pueblo vecino, le dijo con alguna congoja. Rucgue V. R. al Señor que no le lleve antes de recibir este último sacramento; y el padre Zarfate, con una serenidad admirable, le respondió: Esté V. R. cierto que Dios me ha de hacer esa'merced. En efecto, vivió despues dos dias dando grandes ejemplos de paciencia. Pocas horas ántes de morir pidió perdon al beneficiado de las faltas que pudiese haber tenido en las funciones de su ministerio, y que de limosna le diese un rincon en que ser enterrado; pero sabiendo que habia órden del padre rector de que fuese su cadáver llevado á México, se alegró mucho, y añadió: Yo rogaré á nuestro Señor morir á hora en que pueda hacerse sin notable incomodidad. Así fué, porque el dia 6 de junio á las tres de la tarde, entre actos fervorosísimos de fé, esperanza y caridad, entregó su alma al Criador á los treinta y cuatro años de edad y diez y seis de Compañía.

Se hizo tambien mision á los pueblos de Teoloyuca y Huehuetoca, en

que fué muy semejante el fruto de las almas y el trabajo de nuestros siones á otros operarios. Fué muy singular en esta parte la que se hizo por peticion partidos. del Illmo. Sr. obispo de la Puebla á la provincia de Totonocapa. Hallaron los misioneros en los pueblos de Xonotla, Hueillalpan, Xuxupango, Chumatlan y Xontepec. Formaron desde luego de la lengua totonaca, que á mas de la mexicana se hablaba en aquel pais, un catecismo y un compendio de las cosas muy necesarias y mas frecuentes en la confesion, que fué de mucha utilidad á todos los pastores de almas. Publicaron el jubileo que á las misiones de la Compañía habia concedido la Santidad de Clemente VIII. No tenian aquellos indios dificultad alguna en la confesion de sus culpas. El trabajo de los padres fué persuadirlos á la santa comunion del cuerpo y sangre de Jesucristo. El demonio, bajo la hermosa apariencia del respeto debido á tan adorable Sacramento, les habia infundido un horror muy pernicioso á su salud. Decian que ellos eran unos idiotas criados entre los montes: que no sabian leer los libros, ni comprender la sublimidad de aquel misterio: que no tenian monedas que ofrecer cuando comulgasen, ni vestiduras blancas con que adornarse para parecer en la presencia del Señor: que en recibiendo una vez á su Magestad, si por su desgracia volvian á caer en alguna culpa, habian de condenarse sin remedio. No favorecia poco á este error la conducta que habian tenido hasta entónces los párrocos de aquellos pueblos. Estos, llevados de un celo santo (aunque no el mas discreto en lugares de muchos vecinos) apénas daban licencia de comulgar á cuatro ó cinco una vez al año. Los indios estaban mas obstinados en esta parte; mas querian levantarse sin absolucion de los pies del confesor, que obligarse á llegar á la sagrada

En realidad, la misma adhesion á sus vicios, singularmente á la deshonestidad y á la embriaguez, era la verdadera causa de su resistencia. Triunfó sin embargo la constancia de los padres de toda su dureza, y animados del ejemplo de algunos mas dóciles, llegaron á beber de las fuentes del Salvador y gustar el Pan de los Angeles con gran consuelo de sus almas, que aumentó el beneficiado de Hueitlalpan, haciendo un solemne convite en su casa, y sirviendo él mismo con el padre misionero á la mesa á todos los que habian comulgado. En Chumatlán, todos los hombres que habian de comulgar, se juntaron la víspera al ponerse el sol y tomaron en la Iglesia una disciplina. En Xonotlán, depuesta aquella falsa preocupacion, de que si comulgaban habian de condenarse infaliblemente porque no habian de poder abste

Frutos del co legio de Oa.

хаса.

nerse de las culpas, quedaron por el contrario muy persuadidos, á que no habia de volver jamás á la deshonestidad, quien habia tenido la felicidad de gustar el vino que engendra vírgenes. Esto lo confirma maravillosamente lo que dos años despues esperimentó y escribió agrade. cido á uno de los padres el cura de aquel pueblo. Confesaba á una india soltera y bien ocasionada, y examinándola con diligencia sobre el sexto, siempre respondió que en aquella materia no le reprendia cosa alguna su conciencia; porque despues (añadió) que recibí la sagrada comunion por consejo de un padre de la Compañía que predicó en este pueblo ahora dos años, propuse firmísimamente en mi corazon, no ofender mas á mi Dios y á mi padre con ese género de culpas, y por su misericordia así lo he cumplido.

En Oaxaca desde la mitad del año antecedente se habia ofrecido bastante cosecha de penalidades y merecimientos en el servicio de los apestados, á que se procuró asistir, singularmente á la gente pobre en todo género de espirituales y temporales alivios. Pero aun fué de mas edificacion y utilidad el importante obsequio que hicieron dos de nuestros religiosos á aquella ciudad en los principios de este año. Sobre no se qué competencia de jurisdiccion (fuente ordinaria de semejantes discordias) hubo alguna disension entre las dos cabezas eclesiástica y secular, como suele suceder: los partidarios de uno y otro gremio llevaban mas léjos los excesos de su pasion, coloreada bajo el nombre de justicia. Hervia aquella república en chismes é historietas indignas de la nobleza y de la cristiandad de sus cabezas. Despucs de varias tentativas, un padre de los nuestros ganando primero los ánimos con la suavidad y la dulzura, compuso entre si á los principales interesados, cuyo ejemplo siguieron fácilmente los demas. No tuvo que luchar con pasion tan débil, ni con espíritus tan racionales otro sugeto del colegio. Era muy pública y muy antigua la enemistad de un eclesiástico con un secular, de quien seis años antes habia recibido una injuria. El clérigo, hombre poderoso, habia seguido la demanda segun todo el rigor de la justicia: habia traido de México un juez pesquisidor: habia hecho pasar á su enemigo por la pena del tribunal eclesiástico, y dejá dolo inhábil para representar jamás algun papel en la república. Sin embargo, aun no se daba por satisfecha su cólera y mortal rencor. Tanto, es verdad que ningunos son mas obstinados en el vicio que los que por su profesion y su carácter están mas obligados á la virtud, cuando una vez han degenerado de su primer esplendor. Un religioso co

nocido en toda la ciudad por su eminente virtud encontrándolo en la calle, habia pedidole hincado de rodillas con lágrimas que perdonase á su enemigo y no diese al pueblo aquel escándalo. No bastando estas razones ni el crédito del suplicante, sacó un crucifijo representándole aquel grande ejemplar de la tolerancia y mansedumbre cristiana. Nada bastó, y aquel hombre endurecido, antes recibió como nuevo agra. vio un oficio de tanta caridad. El Sr. obispo habia emprendido la misma conquista, añadiendo á la razon todo el peso de la autoridad, pero por ciertas dificultades que sobrevinieron, hubo de ceder y encomendar á uno de la Compañía aquella negociacion. El padre comenzó por ganar la voluntad de aquel hombre protervo. Las veces que hablaba con él de este asunto, ó no contestaba á la conversacion, ó parecia favorecer á su pasion no contradiciendo; pero cuando se proporcionaba tratar de lo mismo en otra persona, le pintaba con los colores mas negros la dureza del corazon, haciéndosela ver como una pasion infame y muy agena, no solo de la religion, sino aun de la dignidad y nobleza del espíritu humano. Con este inocente artificio repetido siempre en aquellas ocasiones en que por no tocar inmediatamente á su persona le hallaba mas dócil, fué insensiblemente disponiéndole el áni. mo, hasta que hablándole abiertamente, consiguió de él cuanto pretendia, quedando muy agradecido á su benefactor, y toda la ciudad muy edificada de las demostraciones de benevolencia y de amistad con que procuró resarcir los pasados escándalos.

Frutos del

racruz.

Los ciudadanos de la Veracruz manifestaron bien por este mismo tiempo aquel sólido aprecio de la Compañía, en que se ha distinguido colegio de Ve despues tanto esta ciudad. Con la falta de las flotas se habia comenzado á sentir tanta pobreza y carestia de lo necesario, que los religiosos de otras dos religiones se vieron precisados á desamparar la tierra, dejando en sus conventos uno o dos sugetos. Las personas mas ricas y mas principales de aquella república, recelando que los de la Compañía, obligados de la necesidad no tomasen la misma resolucion, pasaron prontamente al colegio, ofreciendo á los padres, en nombre del cabildo todo lo necesario, no solo para los sugetos que habia al presente, sino para otros muchos que vinieran. Muy presto se presentó la ocasion en que los jesuitas mostrasen á la ciudad su agradecimiento. Habia á principios de aquel mismo año el pirata ingles Guillelmo Parker, sorprendido el puerto de S. Francisco de Campeche, como á ciento veinte leguas de Veracruz, en la península de Yucatán.

TOM. I.

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