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tonio de 1572

que se tenia de su literatura, hicieron tanta impresion en los ciuda. danos de Jerez, que desde luego determinaron fundar en su ciudad un colegio de la Compañía, como en efecto lo consiguieron despues de pocos años.

Tal era el ejercicio de los misioneros en España por las costas de dia de S An, Andalucia, y del mismo modo y con igual fruto trabajaban en la Habana los padres Sedeño y Rogel con los hermanos que restaban de la mision de la Florida. Con la llegada de D. Pedro Melendez, y cartas que traia del padre provincial, pasó el padre Sedeño á Nueva-España á dar noticia al Sr. virey, y preparar hospedage á la mision. Llegó á México á fines de julio con el hermano Juan de Salcedo. Gobernaba en la Nueva-España D. Martin Enriquez, quinto virey de México, que habia muy bien conocido en Europa, y aun tenia alguna relacion de parentesco con S. Francisco de Borja. Oyó con gusto la noticia, y sabiendo que venia de provincial el padre Pedro Sanchez quedó dudoso si seria aquel célebre Dr. de Alcalá, que conocia, no persuadién. dose á que quisiese, ó la provincia de Toledo, ó la Compañía, privarse de un sugeto que podia hacer á la religion tanto honor en la Europa. La sede arzobispal vacaba por muerte del Illmo. D. Fr. Alonso de Montufar desde el año de 68. Pasó luego el padre Sedeño á presentarse al Sr. inquisidor mayor, y á la ciudad y cabildo eclesiástico, y desechando las grandes promesas que le hacian todos estos señores, á ejemplo de S. Ignacio y de nuestros mayores, no quiso otra cosa que el hospital de la Concepcion, bajo el nombre de Jesus Nazareno. Entretanto el padre Pedro Sanchez y sus catorce compañeros conducidos hasta la playa del Exmo. Sr. duque de Medina, Sidonia, y algunas otras personas de respeto, se habian embarcado el dia 13 de junio á bordo de la flota, divididos en dos navios. Un trozo de la flota no pudo partir hasta el siguiente dia. En todo el tiempo de la navegacion despues de comer se esplicaba cada dia la doctrina cristiana. De noche se rezaba el Rosario y cantaba la Salve, y se concluia con algu na conversacion provechosa, á que se añadia algun ejemplo. Todos los domingos y dias festivos, se predicaba con increible fruto de confesiones de aquella pobre gente. Asistian los padres al consuelo y alivio de algunos pocos enfermos, y en los puertos cuasi toda la tropa, tripu. lacion y pasageros, confesaban y comulgaban, siguiendo el ejemplo del general D. Juan de Alcega, y el almirante D. Antonio Manrique, que en la dignidad no menos que el cargo tenian el principal lugar.

coa y á Vera

Con este favor y religiosa distribucion llegó el primer trozo de la flo. Arribo á Cata á los ocho dias á la gran Canaria. No pensaba el general detener-narias, á O). se en la isla; pero le fué necesario hacerlo tres dias para que allí se le cruz. incorporase el resto de las naves que habian salido un dia despues con la Almiranta. Esta feliz contingencia fué de un increible consuelo á los isleños, que tuvieron la satisfaccion de volver á ver en su pais al padre Diego Lopez, de cuyos gloriosos trabajos en esta isla, en compañía del Illmo. Sr. D. Bartolomé de Torres, dejamos hecha mencion por los años de 1568. Todo el tiempo emplearon nuestros misioneros en oir confesiones hasta bien entrada la noche. El padre Lopez y sus compañeros tuvieron el sólido consuelo de ver despues de cuatro años tan fresca aun la impresion que la divina palabra y los heroicos ejemplos de virtud de aquel prelado incomparable, habian hecho en los ánimos dóciles de aquellos ciudadanos. Los colegios que el Sr. obispo habia deseado fundar en su diócesis, no habian tenido efecto, y sobre no se qué artículo se habia pretendido anular la donacion que de sus bienes habia hecho á la Compañía; sin embargo, consiguieron algunos se diese á la nueva provincia la librería de su ilustrísima. A los tres dias, sin haber obtenido noticia alguna del otro convoy que habia pasa. do al Este de las islas, partió la flota para Nueva-España, y el dia primero de agosto á la misma hora entraron con igual felicidad los dos trozos en Ocoa, puerto á la costa austral de la isla española, diez le. guas al Oeste de Santo Domingo. Aquí fué necesario detenerse algu. nos dias en que los navegantes, y á su ejemplo los moradores de la tierra tan sensiblemente asistidos del cielo, dieron grandes muestras de su piedad, frecuentando los sacramentos, repartiendo con mano liberal muchas limosnas, y aun saliendo despues del sermon que se hizo de mision todos los dias en trages y ejercicios de penitencia. Así merecieron que con la misma clemencia que hasta allí los trajese el Señor el resto de la navegacion que concluyeron con inaudita felicidad, arribando á S. Juan de Ulúa á los 9 de setiembre. Una tempestad, una muerte, un contratiempo no hubo entre tanta multitud de gentes, en tan diversos temperamentos, y en ochenta y nueve dias que estuvieron en el mar. Solo sucedió un principio de desgracia que no sirvió sino para aumentar el gozo y dar á conocer mas abiertamente la proteccion del Señor que los conducia bajo de sus alas. Una noche muy serena, con muy clara luna, y un viento como se podia apetecer, navegaban en conservar todos los navíos, cuando improvisamente cayó al agua un

Acogida que se les hizo en

Veracruz vic

ja.

jóven y se avisó con una pieza á los demás navíos. De todos se echaron prontamente cables, boyas, barrilles como suele acontecer. El úl. timo venia el barco donde estaba el padre Pedro Sanchez. Mientras que los padres absolvian y oraban por aquel infeliz, uno del mismo na. vio echó un tonel atado á un cable. Al momento mismo que acabó de desenvolver toda la cuerda, sintió asirse el náufrago. Comenzó á cobrar con diligencia, llamó en su socorro á otros compañeros, y al mismo al subirlo á bordo en sus brazos reconoció á su hermano. Esta aven. tura llenó de júbilo á toda la gente y á los padres, que no dejaron de tomar ocasion para hablar del nuevo amor y obligaciones que tenemos á la sociedad, pues en efecto, á su hermano sirve, aunque sin conocerlo, quién sirve á su prójimo.

cruz.

El puerto ó rada de S. Juan de Ulúa se halla á los 19 grados de latitud boreal, y 280 pocos minutos menos de longitud. El año de 1572, de que vamos hablando, no tenia aun forma de ciudad la Nueva-VeraSolamente habia algunas bodegas y almacenes en la playa para la guarda de algunos efectos, que no podian tan prontamente transportarse á la Veracruz Vieja, y un hospital que poco antes habia hecho edificar D. Martin Enriquez. La descarga se hacia en la antigua Veracruz, cinco leguas mas al Norte, donde eran por el rio conducidos los efectos. Estuvieron los padres en dicho hospital que les habia preparado el padre Sedeño, bajado allí poco ántes con mucha pobreza, aunque con muy grande caridad. El Sr. virey é inquisidor ha. bian encargado á algunos sugetos el cuidado y regalo de los padres, que sin poderlo resistir se hallaron abundantemente abastecidos, y á no haber prevalecido en ellos el amor de la humildad y abatimiento, los hubieran sacado del hospital. Los pasaron luego á Veracruz, y aunque por no mortificarlos, hubieron de prepararles posada en el hospital de la ciudad, pero fué con tanta opulencia y comodidad en todo, que correspondia muy bien á la grandeza y dignidad de los aposentadores y á su amor á la Compañía. A la entrada de la ciudad salieron á recibirles con mucha fiesta y aparato, el gobernador, clerecía, regimiento, oficiales reales, y lo mas florido de la tierra, con no poca mortificacion de su religiosa modestia. Fueron conducidos á la iglesia á dar gracias al Señor de la felicidad del viage. Aquí se detuvieron nueve dias sin poder moderar en fuerza de sus representaciones los excesos de liberalidad y benevolencia con que se veian asistidos de parte de su excelencia y del Sr. inquisidor. A los dos ó tres dias de lle

gados celebraba la ciudad la fiesta de su titular la Santa Cruz, el dia 14 de setiembre. Y aunque estaba tan estrecho el tiempo, instaron al padre provincial, por la grande opinion que se tenia de su literatura, honrase el púlpito aquel dia. Predicó el padre, aunque cuasi de repente, con tanta elocuencia, doctitud y energía, que confirmados en el alto concepto que tenian de la erudicion y piedad de la Compañía, suplicaron se quedase allí alguno de los padres para principio de fundacion. El padre provincial respondió, que segun las órdenes de S. M. debia presentarse con todos sus compañeros al Sr. virey: que esperaba poderles dar gusto luego que estuviese en México establecida la Compañía, en cuya memoria viviria siempre la gratitud debida á tanta caridad y devocion.

El comisario del santo tribunal quiso costear á los padres el viage Su viage á hasta México, enviando con ellos alguno de los ministros, con cuya Puebla. autoridad hallasen lo necesario en el camino, entonces muy embarazado con las muchas gentes que atrae la flota. Esto pareció á los padres no poderse admitir sin contravenir á su amada pobreza. El ánimo generoso de S. M., dijeron, se ha dignado mandar á los oficiales de esta su real caja nos provean de todo lo necesario para el camino. Agradecemos la buena voluntad del Sr. inquisidor, y no podemos despreciar el honor que nos hace S. M., á cuyas órdenes hemos partido de la Europa. Admitir uno y otro seria desmentir de la pobreza que profesamos. Los oficiales reales por su parte aunque quisieran haber cumplido con las órdenes del rey, y enviar á los padres con la mayor comodidad que fuese posible, no se les dió lugar á ejecutarlo. Los misioneros quisieron por sí mismos proveerse de equipage y cabalgaduras de muy poca comodidad. Fletaron una recua ó árria, y el dia 18 de setiembre salieron de Veracruz para México, muy gozosos de sentir los efectos de la pobreza, y persuadidos á que esta era la piedra mas sóliy escogida que podian poner por cimiento de la nueva provincia. Caminaban los siervos del Señor en unas cabalgaduras de muy poca comodidad, algunos en medio de dos tercios, los que mejor acomodados iban, sin mas silla ni estribos que una dura enjalma, cubiertos con una pobre y grosera frazada, por no tener ó no haber habido tiempo para desembarcar los manteos. Una caravana como esta no parecia la mas propia para hacerse lugar en las ventas y poblaciones por donde pasaban, llenas entonces de muchos y ricos comerciantes que bajaban y subian de Veracruz á México. Sin embargo, descuidados enteramente TOMO I.

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Pretende csta ciudad detenerlos y pasan á México.

de sí mismos velaba en su cuidado la Providencia, de suerte que los hospederos, gente por lo comun interesada y grosera, los atendian mejor que á los mas ricos pasageros, y estos cuanto eran mas distingui. dos, tanto mas se edificaban y compungian de la pobreza y humildad de unos hombres, cuya piedad y sabiduría tenia en espectacion á todo este reino,

Así llegaron á la ciudad de la Puebla situada á los 279 grados 40 minutos de longitud, y 19 grados 30 minutos de latitud boreal 22 al Sur Este de México. Hospedáronse en un meson aquella noche; pero sabiéndolo á la mañana D. Fernando Pacheco, arcediano de aquella santa iglesia, los condajo á su casa, que poco ántes acababa de fabricar con ánimo de darla á la Compañía que ya se esperaba en Nueva España. O con alusion á este piadoso intento, ó por algun otro fin que ignoramos, se habian grabado sobre la puerta principal aquellas palabras del salmo 117. Justi intrabunt per èam. El piadoso arcediano creyó haberse cumplido la profecía de su inscripcion viendo entrar por sus puertas á los jesuitas. Lavó por sus mismas manos los pies á todos, con un ejemplo de benevolencia y humildad cristiana que mortificó no poco la modestia de los padres. Ofrecióles su casa, pidiendo que se quedasen allí algunos sugetos, á que concurrieron muchas otras personas de la ciudad. Y aunque por entonces no pudo el padre provin cial condescender como quisiera, prometió, sin embargo, atender como debia al buen efecto de aquella Cesarea ciudad, lo que como veremos tuvo efecto despues de algunos años. Pasaron de allí á México donde entraron conducidos por agua desde Ayotzinco el dia 28 de setiem. bre. El Exmo. Sr. D. Martin Enriquez, el Sr. inquisidor D. Pedro Moya de Contreras, y algunas otras personas del mayor respeto, habian prevenido se hiciese á la mision un honroso recibimiento. La prudencia del padre Pedro Sanchez previno un lance tan ageno de la humil. dad religiosa. Dispuso la jornada de suerte que entró en la ciudad á las nueve de la noche, sin saberlo mas que el padre Antonio Sedeño, que para prepararles el alojamiento, se habia adelantado desde Puebla, Fueron derechamente al hospital de que arriba hablamos, fundacion y monumento grande de la piedad de Hernan Cortés, primero marqués del Valle, de quien tomó el nombre. Allí en unas desacomodadas piezas, sin puertas ni ventanas, ni mas colchon que unas esteras de palma, que allí llaman pelates, pasaron con grande incomodidad y mucho júbilo de espíritu aquella primera noche.

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