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Primeros mi

sitio.

bien merece haber tenido en su cimiento, y haber dado al cielo por primicia sugeto de tan rara humildad, y tan acreditado fervor.

Intentaron nuestros padres, conforme á la modestia que usa la Compañía, y al estado presente de los negocios, se diese al cadáver sepultura sin aparato alguno, como á los demas pobres que mueren diariamente en los hospitales; pero divulgándose la nobleza del difunto, y lo principal, sus heroicas virtudes en la ciudad, no pudieron impedir que la providencia del Señor no glorificase los funerales de aquel humilde Padre, que por su amor habia tanto procurado abatirse. El entierro se hizo con la mayor solemnidad, se le puso un ornamento riquísimo. Cantó la misa uno de los señores prebendados, y la ofició la música de la Catedral. Esperan sus huesos la universal resurreccion en la Iglesia del mismo hospital. Entretanto, convalecidos los demas, dispuso el R. P. Fr. Agustin Farfan, pasasen á convalecer al pueblo de Sta. Fé, dos leguas al sudueste de México, perteneciente al obispado de Mechoacan. Habia allí fundado un hospital la caridad de aquel gran prelado D. Vasco de Quiroga, de cuyas virtudes tendremos que hablar aun en mas de un pasage de esta historia, y su administracion, como el curato del pueblo estaba vinculado á una de las prebendas de aquella Santa Iglesia, y lo obtenia entonces el noble caballero D. Diego Bazan: este, que como los demas ilustres miembros de aquel ca. bildo, habian heredado del Sr. D. Vasco un tierno amor á la Compañía, se ofreció á llevar y mantener allí á su costa á todos los enfermos hasta estar enteramente restablecidos,

Con la caritativa asistencia y regalo que allí tuvieron. connisterios en valecieron muy breve nuestros padres y volvieron á su antigua mo. México, y do. nacion de un rada del hospital de nuestra Señora. Predicaba frecuentemente el padre Diego Lopez, hombre de un raro talento y fervor, de que habia dado mas de una prueba en la Europa. Muy lejos de aquellas curiosi. dades y agudezas que entretienen el entendimiento, y no llegan jamas al corazon, eran sus exhortaciones de una fuerza y claridad admirable, de una doctrina llena de espíritu y verdad. Concurrian de todas partes de la ciudad y todo género de personas á escucharlo con ansia. La Iglesia, los patios vecinos y la calle, en todo aquel distrito en que podia oirse su voz, todo se llenaba. Como caia la semilla del Evange. lio sobre un terreno dócil se comenzó muy en breve á coger á manos llenas el fruto. Se estableció la frecuencia de los Sacramentos, á que se daba comunmente principio por una confesion general. Se vió la

reforma en los trages, las sinceras reconciliaciones de much os enemistados. Los jueces, los mercaderes, no daban paso sin parecer de aquellos que miraban por maestros. A estos felices principios, ayuda poco la necesidad de servirse de agenas iglesias y agenos púlpitos. Dos mcses habian ya pasado sin que hubiese algun fijo bienhechor sobre quien pudiesen contar seguramente los padres para su subsistencia en México. Esto es tanto mas notable, cuanto han sido siempre muy famosas, aun de los autores estrangeros, la piedad y liberalidad de los mexicanos para con las familias religiosas; pero el Señor con las enfermedades, con el desabrigo y la escasez de tantos dias, tentaba verosímilmente la confianza de sus siervos, y los enseñaba á descansar tiernamente en el seno de su Providencia. En silencio y paciencia, por no ser gravosos á la ciudad, determinaron encomendar á su Magestad el negocio, ni quedó burlada su esperanza. D. Alonso de Villaseca, el mas opulento ciudadano de México, que algunos dias antes habia enviado al hospital cien pesos de limosna, adoleciendo de no se qué leve indisposicion, llama una noche á su casa al padre provincial: propónele como allí cerca tenia unos solares despoblados que ocupaban un grande sitio, que si parecian á propósito los ocupasen los padres, á quienes hacia desde luego entera donacion. El lugar estaba en aquel tiempo cuasi fuera de la ciudad. Los pocos edificios arruinados, solo servian para los carros, y las récuas que le venian de sus haciendas, sin embargo, no se abria por otra parte brecha alguna: se debia mucho agradecimiento al Sr. Villaseca, y pareció no deberse agriar su ánimo ni de los demas que pudiesen aprovecharnos con una repulsa, que tuviera visos de soberbia.

Se admitió la donacion, y con el mayor secreto se pasaron todos una noche á aquel sitio sin noticia aun del Sr. virey. Este piadoso caballero habia meditado dar á los padres mejor lugar en la plaza del Vo. lador, quiere decir, en el centro de la ciudad, cercano á su palacio; pero se declaró tarde. El tuvo la mortificacion de que otro le hubiese prevenido y algun amoroso sentimiento de la suma modestia y religiosidad de los jesuitas en no haberse declarado con S. E. sobre la cualidad del sitio que se les ofrecia, por no parecer que pretendian se les mejorase. Pasaron á su nueva habitacion á principios de diciembre: vivian con suma incomodidad, de cuatro en cuatro, y dedicaron para capilla la pieza menos mala, viniendo á quedar el altar debajo de una cscalera, justamente donde está ahora la puerta principal del colegio.

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Sentimiento del virey, y composicion de un pequeño pleito.

Luego que se divulgó la nueva morada, que ya ocupaban como propia los padres, comenzó á frecuentarse de todo género de personas nuestra pequeña hermita. Decian misa uno á uno, con ornamentos muy pobres, con cáliz y patena de estaño. D. Luis de Castilla, caballero del órden de Santiago y regidor de México, remedió luego esta necesidad, enviando todo el aderezo y muebles mas preciosos de su oratorio. Muchas piadosas señoras convirtiendo en sagrados los profanos adornos, nos proveyeron asimismo de palias, de frontales, manteles y toda la demas ropa necesaria para la decente celebracion de los divinos misterios. El primer cuidado del padre Pedro Sanchez, fué formar algun género de clausura de adobes ó ladrillos crudos, y que poco á poco se fuesen practicando nuestros ministerios. Aunque el sitio era tan escusado, pareció á los religiosísimos padres predicadores, que caia dentro de sus cannas 6 lindes, y modestamente espusieron su dicho á la real audiencia, para que tomásemos lugar en que no se perjudicase á sus excepciones. Noticioso el padre Pedro Sanchez de tan justa oposicion, pasó á verse con el R. P. Fr. Pedro Pravia, procurador que era entonces, é inmediatamente fué electo prior de aquel imperial convento. Propúsole con grande modestia, que la Compañía no recibia estipendio por misas, sermones, ni algunos otros ministerios: que sus colegios se mantenian de sus rentas propias, y no pedia limosna por las calles: que en consecuencia de esto, la Sede Apostólica habia concedido á la Compañía el privilegio de edificar intra cannas de los otros ór. denes religiosos, aun mendicantes, y sentenciado á su favor en la causa del colegio de Palencia, como constaba por las bulas de los sumos pontífices Pio IV, que comienza: Et si ex debito pastoralis officii, expedi. dida el año de 1561, que su paternidad M. R, se dignase pasar por ella los ojos, y que si no quedaba su religion enteramente satisfecha, que en el nombre de la Compañía cedia desde luego aquel sitio, y antepondria la paz y el respeto que debia al órden sagrado de predicadores, á todas sus comodidades é intereses.

Religiosa ca. La humildad y modestia del P. Pedro Sanchez, sostenida de la justicia ridad de los de la causa, hizo todo el efecto que podia esperarse en el ánimo de un padres predicadores, varon tan religioso y docto. Cesó luego la contradiccion, y para dar á conocer al público aquella observantísima familia que la justa representacion que habian hecho en fuerza de sus privilegios, no disminuia un punto el tierno amor que nos habian profesado y manifestado hasta entonces, vino el R. padre prior á ofrecernos su bella y magestuosa

Iglesia, para celebrar en ella la fiesta de la Circuncision del Señor, y titular de nuestra Compañía, trasladando entónces, y despues hasta ahora para la tarde, la solemne funcion de procesion de las huérfanas, que ese dia dota la archicofradia del Santísimo Rosario. En efecto, no pudiéndose resistir á tan afectuosas y sinceras instancias, se hubo de celebrar nuestra fiesta en aquel hermoso templo. Cantó la misa el padre provincial. Predicó el padre rector Diego Lopez, dando un elocuente testimonio de los grandes favores que en la Europa habia debido la Compañía desde su cuna, á tan esclarecida religion. El padre Dr. Pedro Sanchez pagó como podia aquella religiosa caridad, hacien. do que dos de nuestros estudiantes que no habian aun acabado la teología, pasasen á oirla á las escuelas de Sto. Domingo, con tanto afecto y esmero de aquellos sábios maestros, como se vió en varias públicas funciones con que los honraron. En la pobre casa crecia cada dia mas el concurso de gentes piadosas. La juventud, que por lo que oia decir á sus padres, esperaba tener algun dia por maestros los jesuitas, comenzó á aficionárseles mucho. En determinados dias salia por las calles una inocente tropa de niños cantando la doctrina cristiana. Gobernaba la procesion el padre rector Diego Lopez, con una caña en las manos, hasta la plaza mayor, donde con increible concurso y mucho provecho de un vulgo innumerable, esplicaba alguno un punto de la doctrina, y concluia otro con alguna exhortacion moral. Las primeras veces que se practicó este ejercicio, uno de los mas importantes y provechosos que usa la Compañía, muchas personas de todas calidades, refirieron á los padres como en los tiempos inmediatos á su venida, se habia escuchado cuasi diariamente por las calles de México, aquel to no mismo en que cantaban con los niños la doctrina, y como nadie habia podido descubrir al autor de aquellas voces, que sin duda, decian, eran angélicas.

Así lo hallamos uniformemente testimoniado en todos los antiguos manuscritos de la provincia, y escrito por autores gravísimos, dentro y fuera de la Compañía; y á la verdad, como este prodigio no tanto cede en alabanza de nuestros primeros fundadores, como en gloria de la santísima doctrina de la Iglesia católica, ¿quién no cree cuán agradable será al cielo, á los ángeles y al mismo Señor Autor y consumador de nuestra fé, que sus mas grandes misterios se cantasen públicamente por boca de niños inocentes, en una region que acababa de salir por su piedad de las tinieblas, y sombra de la muerte, á la admirable luz? ¿Y

Edifican la

sia de la Com

pañía los in

dios de Tacuba.

á quién no se le hará muy verosímil que los santos ángeles con una tan sensible demostracion, quisiesen mostrar su júbilo y no tanto aplaudir al celo de la Compañía, cuanto excitarlo á un ministerio tan glorioso, y que hace una de las partes mas sustanciales de su apostólico instituto?

Con la recomendacion de este prodigio era muy sensible á toda la primera igle- ciudad que no tuviésemos un fondo de templo capaz de los grandes concursos que prometian tan bellos principios; sin embargo, los padres no querian importunar á los vecinos, y de parte de estos no se daba paso á una obra que no podia dejar de ser muy costosa. En estas circunstancias se dejó ver cuanto las ideas de Dios son superiores á los consejos humanos. El Exmo. Sr. D. Martin Enriquez, D. Pedro Moya de Contreras, D. Alonso de Villaseca, sobre quienes podia fundarse la mas sólida esperanza, todos desparecieron, todos cedieron á la piedad y al tierno afecto que mostró á la Compañía un noble indio. Era este D. Antonio Cortés, cacique, y gobernador del pueblo de Tacuba, una legua al Oeste de México, entonces numerosísimo. Presentóse acompañado de los principales de su nacion, al padre Pedro Sanchez, y hablando en nombre de todos: „Bien habrás sabido, padre, (le dijo) como nuestros mayores, en agradecimiento de haberlos traido el Señor al seno de la Iglesia, edificaron á S. M. la Iglesia Catedral. Imitadores de su fé no queremos nosotros serlo menos de su reconocimiento y de su piedad. Persuadidos á que la vuestra es una religion enteramente consagrada á la pública útilidad, sin excepcion alguna de personas, hemos creido no podiamos hacer á nuestro Señor obsequio mas agradable, ni mas importante servicio á esta nuestra capital, que edificar el primer templo de la Compañía de Jesus. Movidos á este intento únicamente por la gloria de Dios y utilidad de nuestros hermanos, deberás hacernos la justicia de persuadirte, á que no esperamos mas paga que la que el Sr. quisiere darnos en el cielo. El templo, bien que no tan magnífico y suntuoso como nosotros querriamos, y como lo exige la grandeza de los divinos oficios; pero á lo menos conforme á nuestras fuerzas, será sólido, hermoso, y capaz para vuestros santos ministerios." El padre provincial agradeció, como debia, tan grande beneficio, y prometió tenerlo muy presente para procurar que toda la provincia lo correspondiese, dedicándose con particularidad al cultivo de los naturales. Abrieron luego los cimientos para un templo de tres naves y cerca de cincuenta varas de fondo. Trabajaban en la obra mas de

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