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tres mil indios con tanto fervor y alegría, que en tres meses, quedó per.
fectamente concluido, muy hermoso por dentro, aunque por fuera cu.
bierto de paja, lo que hizo se le diese por muchos años el nombre de Xa-
calleopan. Se fabricó el nuevo templo no sin especial disposicion del
cielo, en el lugar mismo donde hoy está la iglesia del colegio semina-pan
rio de S. Gregorio á quien se dió despues. *

tev

de desampa

Entre tanto el padre provincial, estendiendo á todas partes las miras Resolucion de su caridad, no pensaba sino en la Florida. Esta mision debia, por rar la Habaórden de S. Francisco de Borja incorporarse en la nueva provincia. na. Desde la venida del padre Antonio Sedeño no se habian tenido de ella nuevas algunas, ni podian tenerse por el poco ó ningun comercio que habia entonces de la Habana á Veracruz. El padre Pedro Sanchez habia venido encargado de nuestro padre general S. Francisco de Borja de visitar aquella mision y la residencia de la Habana. La esperiencia le mostró cuán difícil era cumplir con esta órden. En la carrera de España á las Indias no se hace ni puede hacerse escala en la Habana, y mucho ménos en la Florida, sin un grande estravío. Pasar de México allá, era dejar la nueva provincia en su cuna sin aquel materno abrigo de que tanto se necesitaba en el sistema presente de las cosas. Todos los padres consultores fueron de opinion que no convenia faltase un punto de México el provincial. En consecuencia de esta resolucion, encargó la visita de aquellas residencias al padre Antonio Sedeño. Volviendo este á la Habana halló enteramente arruinada la vice-provincia de la Florida. Los españoles habian desamparado la tierra, ni les quedaba mas presidio que el de S. Agustin. Los indios aborrecian cada dia mas á los europeos, y habian huido á los montes, de donde no salian sino para causar continuas inquietudes á los moradores del presidio. La residencia de la Habana no podia subsistir sin la mision de la Florida, único fin por el cual se habia procurado. Determinó, pues, el padre Sedeño que todos los padres y hermanos pasasen á la Nueva-España. No se pudo entender en la ciudad esta resolucion sin un grande sentimiento. El Illmo. Sr. D. Juan de Castilla y el ayuntamiento de la ciudad, suplicaron al padre Sedeño

Hoy es la iglesia de nuestra Señora de Loreto abandonada, aunque tan magnífica como una Basílica, por haberse hundido, inclinándose notablemente hacia el Oriente. Reedificóla por piedad el conde Basoco, gastando inmensas sumas de dinero sobre la iglesia antigua.-EE.

Representacion hecha sobre esto al

rey.

no quisiese privarlos de tanto bien como traia á su ciudad la Compa ñía, ó á lo menos sobresediese un tanto mientras daban cuenta á S. M. de cuya clemencia esperaban un suceso muy glorioso á la Compañía y muy saludable á su pais.

ya

En efecto, escribieron al rey D. Felipe II cuánto importaba en aque. lla ciudad un colegio de la Compañía. El fervor de espíritu incansa. ble con que predicaban, y la universal reforma de costumbres que se guia su predicacion: la grande oportunidad que allí tenian para hacer, conforme á su instituto, correrías y apostólicas espediciones por todas las innumerables islas vecinas llenas aun de indios bárbaros, cuconversion á nuestra santa fé por sí misma tan apetecible y tan digna del celo y cuidados de S. M. C. contribuiria no poco para hacerlos mas dóciles al suave yugo de la dominacion española, y acabaria de afianzar sobre sus sienes la corona de tantos y tan remotos pueblos cuya fidelidad vacilaba en los errores de su gentilidad: que sobre todo reconocian una suma necesidad de esta nueva religion para la crianza y educacion de la juventud, así en las letras como en virtud y política, para que parece los habia dotado singularmente el cielo, y de cuya aplicacion y esmero en esta parte podian ser testigos ellos mismos en todos aquellos años, en que con ocasion de la mision de la Florida, habian morado en su ciudad los jesuitas. Concluian pidiendo se dignase S. M. darles el consuelo que pretendian, interponiendo su autoridad y augusto nombre para que no desamparase la Compañía un pais tan dócil hasta entónces á sus instrucciones y ejemplos. El padre Antonio Sedeño escribió tambien de su parte al rey la comision de que se hallaba encargado. La ninguna esperanza que restaba de la Florida, que por lo que miraba á la Habana, la Compañía tenia mucho que agradecer á aquella ilustre ciudad, y estaba muy dispuesta á servir á la Santa Iglesia y á sus reyes en aquel ó en cualquiera otro lugar el mas bárbaro de la tierra; solo hacia presente á S. M., que aquella era hasta entonces una ciudad muy corta y de muy pocos caudales para poder mantenerse en ella de limosna. Que hasta allí lo habian pasado con trabajo de las que voluntariamente habian querido darles algunos piadosos, y sobre las cuales no se podia contar para una perpetua subsistencia. Que en seis años no habia tenido aquella residencia fondo alguno, ni aparecia alguna luz de fundacion para lo de adelante. Que si S. M. de sus reales cajas daba órden que se les proveyese de lo necesario, ó la ciudad se obligaba á mantenerlos, de muy buena gana se sacrificarian á cualesquiera trabajos é incomodidades,

México.

Interín que S. M. resolvia, determinó que el padre Juan Rogel y los Limosnas en hermanos Francisco Villa Real y otro compañero, partiesen á NuevaEspaña para dar cuenta de todo al padre provincial, y desahogar aquella residencia de tres sugetos que no podia mantener sin trabajo; pero en México no se pasaba con mas abundancia. D. Alonso de Villaseca, hombre anciano y demasiadamente recatado, no aventuraba un paso sin mucha consideracion. Dado el suelo y aquellos pocos edificios observaba en mucho silencio la conducta de nuestros padres. Nada de fundacion, nada de iglesia. El virey D. Martin Enriquez y algunos otros señores que en mucho pudieran aliviarlos, lo juzgaban poco necesario creyéndolos bajo la proteccion del Sr. Villaseca. Las pocas limosnas que este daba, y siempre con un aire de desden y de enfado, apenas bastaban para las necesarias obras de cerca y oficinas de casa que habia emprendido el padre Pedro Sanchez. En esta situacion se hubieran visto desde luego muy necesitados á pedir por puertas alimento, si la piadosa caridad de las religiosas de la Concepcion no les hubiese socorrido.

de la ConcepLas monjas

cion socorren á los padres

Este monasterio, el primero que se habia fundado en México el año de 1530, florecia entónces, y llena aun hoy en dia toda la América del suave olor de sus religiosas virtudes, Enviaban cada semana estas señoras una gruesa limosna de pan y carne, de que se mantuvieron jesuitas. nuestros religiosos hasta que tuvo el colegio suficientes fondos. Noticioso nuestro padre general de esta liberalidad, mandó las gracias á dicho monasterio, encargando á los de la Compañía que en todo procurasen servirlas con particular esmero, como lo ha hecho hasta aquí toda la provincia, testificando un eterno agradecimiento á tan singular beneficio. Hizo lo mismo despues que se divulgó la cortedad del nucvo colegio D. Damian Sedeño, abogado insigne de la real audiencia, y otros bienhechores, entre los cuales resplandeció singularmente el Lic. D. Francisco Losa, cura entónces de la Catedral. Este edificativo eclesiástico, no contento con gastar toda su renta en los pobres, recogia cada año de personas muy parecidas á él en la caridad gruesas limosnas que repartia á los vergonzantes de la ciudad, y pasaban algunas de catorce y quince mil pesos. Enterado de las necesidades que padecian nuestros religiosos habia tratado con varios de sus amigos de los medios de remediarlas, y para este efecto remitia cada semana setenta ó mas pesos, con que se podian pagar algunos operarios é ir poco á poco poniendo en forma regular de colegio nuestra incómoda ha.

1

Minist crios.

Dedicacion

bitacion. Así lo practicó por espacio de cinco años, hasta que renunciando el cargo de agenas almas, se entregó enteramente á cuidar de sí mismo en la Soledad de Santa Fé en compañía de aquel gran varon Gregorio Lopez, con quien vivió diez y ocho años, dejándonos escrita su admirable vida como testigo ocular, de que tendremos que hablar mas largamente en otro pasage de esta historia.

Cada dia crecia mas en los ánimos la estimacion y aprecio de nues. tros ministerios. En toda la ciudad se sentia el buen olor de tanta hu. mildad, de tanta paciencia en los trabajos, de tanto desinterés en todo, de tanta pobreza, y de tan religiosa afabilidad. Llegado el santo tiempo de cuaresma se hubieron de repartir aquellos pocos sugetos por todos los templos. Predicaba el padre Diego Lopez los domingos en el hospital de nuestra Señora. Los miércoles en el colegio de las niñas. Los viernes en el hospital del Amor de Dios. Los padres Pedro Diaz, Hernando Suarez de la Concha, y los demás que podian, hicieron lo mismo en el convento de la Concepcion y en todas las parroquias, con tanta ansia y aplauso de los oyentes, que muchos, dejada la estrechez de los templos, hubieron de hacerlo en los patios, en los cementerios y plazas vecinas. Una aclamacion tan general no pudo dejar muy breve de llegar á oidos del ilustre cabildo. Estos señores

que siempre se han distinguido en favorecer á la Compañía, determinaron que la nueva religion entrase con las otras tres en tabla para los sermones de Catedral. Juzgó la seráfica religion que en sede vacante no residia en el venerable dean y cabildo autoridad para innovar cosa alguna en esta parte, y obtuvo un exhorto de la real audiencia para que se suspendiese la asignacion hasta la promocion de nuevo arzobispo. Esta pequeña diferencia no sirvió sino para mayor lustre de la Compañía. Los señores del cabildo, obedeciendo por entonces, señalaron para Semana Santa, en que cesa la tabla, al padre Pedro Sanchez, y por muchos años despues no tuvieron otro predicador para los dias mas solemnes de Ramos y Mandato. Electo á fines de este mismo año por arzobispo de México el Sr. D. Pedro Moya de Contreras puso luego en tabla á la Compañía para el año siguiente de 1574. Obedeciera á S. S. I. algunos años, hasta que el amor de la paz le hizo renunciar este honor, cediéndolo á las otras religiones, y teniéndose entre todas por mínima, segun el espíritu de su santo fundador.

Concluida á fines de abril la fábrica de nuestra Iglesia, quiso el veprimer nerable dean y cabildo, ó por mejor decir, toda esta nobilísima ciudad, templo.

del

mostrar el sumo regocijo que les causaba nuestro templo. Dispúsose una solemne procesion, con asistencia del Sr. virey, audiencia real, inquisidores, religiones, y toda la flor de la nobleza. Concurrieron como á cosa suya los indios todos de la comarca, convidados por el cacique de Tacuba, con sus respectivas insignias. Uno de los vecinos habia dado para este dia un muy hermoso tabernáculo: otro una custo. dia de plata sobredorada, no sin alguna pedrería. El altar, ornamen. to y púlpito, se adornaron de rica tela de oro, sobre fondo carmesí, donde uno de los mas distinguidos caballeros regidores de la ciudad, D. Luis de Araóz, se trajo de la Catedral con este acompañamiento el Santísimo. El altar y el púlpito, se cedió al insigne órden de predicadores, y con su beneplácito entraron á la parte en Evangelio y Epístola las dos sacratísimas religiones de S. Francisco y S. Agustin. Predicó el Rmo. padre maestro Fr. Domingo de Salazar, sugeto de un elevado mérito, y de no inferior talento, electo despues arzobispo de Manila. Debióle la Compañía las mas grandes y mas honrosas espresiones, y la série del tiempo manifestó bien que era su corazon el que habia hablado. Despues de la funcion, honraron las mas de estas personas el refectorio, en que á pesar de las modestas representaciones del padre Pedro Sanchez, quiso hacer el mismo D. Luis de Araóz una pú. blica demostracion de cuanta parte tomaba en nuestro regocijo. Así se dedicó el primer templo que tuvo en la América la Compañía de Jesus, con universal júbilo de todos los órdenes de la ciudad, que parece presentian todo el provecho que de él habia de resultar al público. Con su mayor capacidad creció el concurso. Ocho sacerdotes en el trabajo incesante de oir confesiones la mayor parte del dia, y descuidados enteramente de las incomodidades de su pobre morada, no dejaban jamas el puesto sino para asistir á los moribundos, para servir á los enfermos en los hospitales, para consolar á los presos en las cárceles y procurarles el sustento, que no buscaban para sí mismos. De aquí se repartian por las calles, por las plazas públicas y los barrios de la ciudad, á predicar al pueblo y enseñarles los principales misterios de nuestra santa fé, de que habia en la ínfima plebe una extrema ignorancia. El espíritu de la caridad los traia siempre en un continuo movi. miento.

Acaso un dia en que con mas aparato se habian convidado todos los maestros de escuelas para acompañar con la respectiva juventud que fenian á su cargo á los padres hasta la plaza mayor, y hecho allí des.

TOMO I.

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Ofrece la ciu dad mejor si

tio.

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