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Carácter del
Sr. Villaseca.

pues de la esplicacion de la doctrina un fervoroso sermon el padre Pedro Sanchez, vinieron á casa dos diputados de la ciudad, y hablando en nombre del ilustre ayuntamiento dieron á los padres las gracias del trabajo que tomaban por el bien comun de la ciudad, en que ellos tanto interesaban como padres de la república. Solo sentimos (añadieron) que la grande distancia de esta habitacion, ó no nos dejará go. zar sino pocas veces del celo y doctrina de vuestras reverencias, 6 les hará añadir esta nueva incomodidad, á las muchas otras que tienen la paciencia de tolerar por nuestro provecho. En atencion á este doble motivo, nuestro cabildo ofrece á vuestras reverencias un sitio mas cómodo en el centro mismo de esta capital, de donde sin tanto trabajo participe igualmente rayos de tanta piedad y sabiduría toda su vasta circunferencia. Para su compra da de pronto veinte mil ducados, y nos obligamos á contribuir en lo de adelante cuantos sufrieren los prepios de la ciudad para una obra que la esperiencia nos ha mostrado, será de tanta gloria de Dios, y bien comun de todo el reino. El padre provincial dió á los diputados, y en ellos á su respetable cuerpo, las gra. cias de tan piadosa magnificencia, y añadió que para casa de estudios, donde se criase nuestra juventud, era bastantemente acomodado el lu gar que ocupaban algo retirado del bullicio. Que el que le hacian el honor de ofrecerle, podia servir para casa Profesa, que es, digámoslo así, la fuente principal de los ministerios de la Compañía. Que en dejar el que tenian podian incurrir en la desgracia del Sr. virey, que habia tenido la benignidad de ofrecerles tambien otro mejor sitio, y desairar al Sr. Villaseca que tanto se habia muchos años ántes intere sado en su venida, y que aunque no abiertamente, habia dado sin embargo señales nada equívocas de intentar la fundacion de este primer colegio.

En efecto, D. Alonso Villaseca habia comenzado con la vecindad á frecuentar nuestra casa. Tal vez enviaba algunas cargas de cal pa. ra algunas pequeñas fábricas que emprendian. Algunas semanas se hacia cargo de pagar á los operarios. Las principales fiestas de nues. tra casa eran siempre acompañadas de algun señalado don suyo. Ya un rico cáliz, ya un ornamento, ó alguna de aquellas otras cosas de que se hallaba la Iglesia ó la casa mas necesitada. Se observó que poco á poco y con mucho secreto, iba comprando ya uno, ya otro de los solares vecinos. Era hombre de estremada madurez, y de una prudencia consumada, de grande liberalidad; pero en su trato estremamente sece

y sombrío: gustaba de dar, pero su semblante no mostraba mucho gusto en que le pidiesen, y menos en que le diesen gracias por algun beneficio recibido. Siempre austero, y al parecer intratable. Vendia muy cara á los padres la confianza que habian concebido de su piedad, despedidos siempre con dureza; bien que luego les mandaba mucho ma s de lo que habian tenido la mortificacion de pedirle. Tal era para con los primeros jesuitas la conducta del Sr. Villaseca, y con tales dudas probaba el Señor la filial confianza de sus siervos, mucho mas heróica en la ocasion presente, en que con la comun aclamacion de nuestros ministerios habian comenzado á inclinarse muchos ánimos á seguir el mismo piadoso instituto. El primero que con edificacion de toda la ciudad pretendió entrar en la Compañía, fué el Dr. D. Francisco Rodriguez Santos, tesorero de la Santa Iglesia Metropolitana de México. Este ilustre anciano, de mas de sesenta años, postrado de rodillas á los pies del padre Dr. Pedro Sanchez, le pidió se sirviese la Compañía de su persona, casas, y caudal, que queria sacrificar enteramente al Señor. El padre Pedro Sanchez, admirado de tan profunda humildad y tan piadosas lágrimas, creyó sin embargo, deberlo disuadir. Díjole que su edad no estaba para los rigores de un noviciado como el nucstro: que en el estado presente de su salud, seria nuestro Señor mas servido de él en el distinguido lugar que ocupaba en el coro de aquella Santa Iglesia, en que era el ejemplar de todo el clero y el amparo de muchos pobres que vivian de sus limosnas. Instó el venerable tesorero, que ya que su edad no le permitia gozar tanto bien, se admitiese por lo menos la donacion que hacia de todos sus bienes: que señaladamente queria mas que alguna otra cosa, aceptase la Compañía unas casas vecinas á la plaza del Volador, de una situacion ventajosa para los estudios y ministerios.

Aun esto no pareció deberse admitir. El padre provincial supo que en otros tiempos este piadoso señor habia intentado fundar un colegio de estudiantes pobres. El, como habia pasado toda su vida en Alcalá, sabia muy bien la utilidad que podia esperar el reino de tan noble proyec. to. Respondióle, que por lo tocante á nuestra fundacion, no podian admitirla sin faltar al debido agradecimiento á D. Alonso de Villaseca: que esto mismo habia sido parte para no admitir otras semejantes donaciones que el Sr. virey y la ciudad se habian dignado hacerles. Que á su caudal no faltaria empleo muy digno de su persona y de su piedad: que un colegio de estudios mayores para jóvenes pobres,

Pretende la

Compañía el

Dr. Santos,

ofrece caudal

y sitio.

No se admite y se le exhor

ta á la funda

cion del colegio de Santos

Primeros no

Saldaña.

bien nacidos, y de esperanzas en virtud y literatura, como se decia ha, bia pensado en otro tiempo, cederia en mucha gloria del Señor, y mu. cho provecho de la Nueva-España, y la Compañía miraria siempre como á su insigne bienhechor, á quien tanta parte tomaba en la educacion de la juventud, una de las mas principales de su apostólico instituto. Consolado el Dr. Santos, y animado con estas razones, que por el alto concepto que habia formado del padre Pedro Sanchez, le parecian dictadas del espíritu de Dios, desistió de su pretension, y dedicó la mayor parte de su caudal á la fundacion del colegio, que de su nombre, se llamó de Santa María de todos Santos. Dotó en él diez becas, que se hubiesen de dar por oposicion, cuatro de teología, cuatro de cánones, y dos de filosofía, á que se agregaron dos fámulos. Dióles muy sábias y prudentes constituciones con la direccion del padre Pedro Sanchez, que aprobó el Illmo. Sr. D. Pedro Moya de Contreras, arzobispo de México, á 16 de enero de 1574, (y quiso ser el mismo prebendado su rector mientras vivió, que fué poco, llamándolo Dios á gozar el prémio de sus grandes virtudes). Despues de su muerte le vino cédula de S. M. en que lo tenia presentado para obispo de Guadalajara. Esta noticia es de Gil Gonzalez Dávila en su Teatro Eclesiástico del Nuevo-Mundo; pero no concuerda muy bien con la cronología de aquella Iglesia.

El primero que fué efectivamente recibido en la Compañía en la Avicios. El lic. mérica, fué el Lic. D. Bartolomé Saldaña, cura beneficiado de la parroquia de Santa Catarina Mártir, hombre de extraordinaria piedad, y de quien se dice habia bautizado personalmente mas de quince mil adultos. Aunque muy avanzado en edad, que casi llegaba á los sesenta, fué recibido por lo mucho que podia servir á los indios, no habiendo aun entre nuestros misioneros alguno que hubiese tenido lugar para aprender su idioma. La presuncion de su habilidad y esperiencia para el grave y honroso cargo que ocupaba, lo hizo recibir sin el mayor exámen. En los dos años de noviciado descubrió una total insuficiencia: verosímilmente la escasez de cclesiásticos en los principios de la conquista en que pasó á las Indias, habia dado motivo á que obtuviese los beneficios y lustrosos empleos á que no habria subido en otras circunstancias. Estuvo cuatro años de novicio, mientras que consultado nuestro padre general, determinó que fuese admitido á los votos. Vi. vió despues otros cuatro, y murió el de 1581, sin haber tenido en la re. ligion licencias de confesar, edificando con humildad en los mas pe

queños ejercicios de casa á todo el pueblo de que era tan conocido y amado de todos por la suavidad é inocencia de sus costumbres.

Este ejemplo siguió despues con mas gloria de la Compañía y uti lidad del público D. Juan de Tobar, prebendado de la Santa Iglesia Metropolitana, y secretario de su ilustre cabildo, sugeto de grandes prendas, y excelente en la lengua mexicana, con que sirvió muchos años, y de cuyas grandes virtudes habrá mucho que hablar en ade. lante.

Fué recibido en este mismo, D. Alonso Fernandez, natural de Segura de la Sierra, doctor en derecho canónico, provisor y visitador que habia sido de este arzobispado, y cura que actualmente era del partido de Ixtlahuaca. Pretendió ser admitido en unas circunstancias muy poco favorables á la Compañía: de cerca de sesenta años de edad, y cargado de achaques, no parecia poder llevar el rigor del noviciado, ni aun sobrevivir sino muy pocos meses á su recibo. Obró Dios que lo llamaba. Entró, vivió en la Compañía catorce años, con fuerzas suficientes para ser enemigo irreconciliable de sí mismo por su austera penitencia, y todo á todos en el apostólico trabajo. Murió en el colegio del Espíritu Santo de la Puebla, con grande opinion de santidad. Fuera de estos tres ejemplares sacerdotes, se escogieron entre muchos otros pretendientes, ocho estudiantes y algunos coadjutores de mayor esperanza. Entre los primeros fueron muy señalados por sus talentos y calidad, los padres Antonio del Rincon, descendiente de los antiguos reyes de Texcuco, su patria, y el padre Bernardino de Albor. noz. Era este jóven hijo único de D. Rodrigo de Albornoz, regidor de esta ciudad, alcalde de las reales Atarazanas, y tesorero de la caja de México, de amables costumbres y vivo ingenio. Despreciadas las gran. des esperanzas que le daba la nobleza y opulencia de su casa, y aun el extraordinario favor que debia su padre al rey católico, pretendió scguir nuestro instituto. Rehusó el padre Pedro Sanchez recibirlo sin la licencia de su padre. Este no era mas noble y rico, que piadoso. Pasó á nuestra iglesia con D. Pedro Moya de Contreras que acababa de recibir la noticia de su promocion al arzobispado de esta ciudad, y en presencia de los padres y mucho concurso, ofreció á Dios en las aras de la religion á su unigénito, con una devocion y grandeza de ánimo, que sacó lágrimas á muchos de los circunstantes. El cuidado é instruccion de los novicios se encargó, como de Roma estaba prevenido, al padre Pedro Diaz, hombre de trato muy familiar con Dios, y de un

Primeros fon.

espíritu de dulzura muy propio para este empleo, uno de los que mira. ba con mas celo y atencion la Compañía.

En estas circunstancias en que con los nuevamente recibidos habia dos del cole- crecido otro tanto la comunidad, movió el Señor muchos ánimos para gio máximo. hacernos bien. El Sr. virey D. Martin Enriquez dió al colegio una cantera con algunos sitios en el territorio de Ixtapalapa, grande y po. pulosa ciudad en tiempo de los antiguos mexicanos, y que hoy se ve con asombro hecha un monton de informes ruinas. Esta donacion fué de grande alivio para la obra que se emprendió de noviciado, y para las muchas otras que se continuaron en la série. Poco despues un honesto labrador llamado Llorente, 6 Lorenzo Lopez, aplicó una hacienda de campo, que tenia tres leguas al Sud Oeste de México, avaluada entónces, segun dejó escrito el padre Pedro Sanchez, en catorce mil pesos. La parte desmontada llevaba bellos trigos. Lo demas eran cortes de leña, á causa de los altos montes, en cuya falda misma está situada. La cercanía, la amenidad y la ventajosa situacion de esta hacienda, que domina todo el plan de México, y ofrece á la vista uno de los mas hermosos espectáculos, hizo que se destinase desde entónces para casa de recreo de nuestros estudiantes en tiempo de vacaciones, en que continúa hasta el presente. Dióle el padre provincial en me. moria de la que para el mismo fin tiene el colegio de Alcalá, el nombre de Jesus del Monte. Hizo al principio el buen labrador donacion de esta hacienda, reteniendo para sí el usufructo; pero despues viendo que el solo dominio de propiedad no aliviaba en nada las urgencias presentes del colegio, cedió tambien esta parte, quedándose él mismo de ad. ministrador, y tomando de ella lo necesario á su alimento, hasta que retirado al colegio murió tranquilamente, y yace en el mismo sepulcro de aquellos á quienes amó tan tiernamente. El ayuntamiento de la ciudad, dió tambien á la casa un sitió de huerta á su eleccion en las cercanías de México. Se escogió en un lugar muy fértil, entre la ciudad y el collado de Chapultepec, antiguo palacio de los emperadores mexicanos, junto á la arquería y convento de recoletos de S. Cosme, que allí se edificaron despues de muchos años.

Fundacion del colegio se

minario de S.

Pedro y S.
Pablo.

Con estos socorros y otros que hizo en dinero al colegio el Sr. Vi. laseca, cediendo varias acciones y deudas cobrables, que juntos, hacian la suma de veinte mil pesos, se edificó noviciado y algunos cuartos dehabitacion, muy capaces y acomodados, que se incorporaron tres años despues en la obra principal, que emprendió á su costa el mismo in

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