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de este nego

cio.

lada á la edad; le hicieron las mayores instancias para que predicase en su Catedral: esto era justamente probarle por el lado mas sensible á su humildad. Sin embargo, hubo de obedecer. Predicó con tanta elocuen. cia y espíritu, y por otra parte fueron tan sensibles los progresos, que en aquel corto tiempo se esperimentaron en toda la ciudad, los anti. guos deseos de procurar fundar un colegio, que consiguió el año si guiente. Se ordenó con singular consuelo del Illmo. prelado, y él mis. mo no contento con haberle hecho el honor de ser su padrino en la primera misa, quiso aun con un exceso de benignidad predicar en ella, esplayándose en muchas alabanzas del nuevo sacerdote, y de la reli. gion que procuraba ministros tan dignos de los altares y tan útiles á la Iglesia.

Orden del rey Apto ya para los ministerios de la Compañía, volvió con sentimien para que no to bastante de todo aquel pueblo al colegio de México, donde nunca salgan los padres de la Ha- sobraban operarios, bien que en la primavera de este año se añadieron bana, y éxito dos, que valian por muchos en el espíritu y esperiencia. Dijimos como la ciudad de la Habana habia representado á S. M. para que no saliese de aquella isla la Compañía. La resolucion de la corte fué muy conforme al celo y amor con que procuró siempre consolar á sus pue. blos Felipe II. Escribió al padre Antonio Sedeño que se mantuviese con los demas padres y hermanos en la ciudad. En consecuencia de esto se dió órden al padre Juan Rogel para que en compañía de los dos hermanos volviese otra vez á la Habana, como lo ejecutó prontamente, y fué recibido con las demostraciones de estimacion que le habia profesado siempre aquella buena gente. Fuera del continuo ejercicio de sermones y confesiones que siempre hacian con nuevo fruto, tuvieron este año bastante en que ejercitar su caridad y su paciencia en la instruccion de muchos negros que se compraron de las costas de Guinea para el servicio de las obras públicas. Sensibles á la dulzura y caridad con que los trataban, recibieron con tanto gusto la doctrina, y echó en sus corazones tan hondas raices la semilla evangélica, que fueron dentro de poco tiempo un ejemplar de edificacion. Bautizados sub conditione con parecer del Illmo. D. Juan de Castilla, no se ocupaban jamas en el trabajo sino rezando á vocês el rosario de María Santísima que traian todos al cuello. Preguntados sobre esto de algunos religiosos que burlaban de su piedad como de una supersticiosa ceremonia, recibieron respuestas que les hicieron conocer, no sin confusion, que no está la virtud vinculada al

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color, ni es la gracia aceptadora de personas. Tal era la ocupacion de los jesuitas en la Habana, y tales las bondiciones que el cielo derramaba sobre sus trabajos. Entre tanto no se tomaba providencia al, guna ni de parte de los ministros de S. M., ni de parte de los vecinos, que no tenian facultades para tanto. Dió el padre Sedeño noticia exacta al padre provincial, y se determinó que todos los padres y herma. nos se retirasen á México. Los que habian quedado en la Habana eran los padres Antonio Sedeño y Juan Rogel, con los hermanos Francisco de Villa Real, Juan de la Carrera y Pedro Ruiz de Salvatierra. Los tres primeros eran hombres de muchos años de religion, envejecidos en las hambres, pobreza y necesidades, de que fué siempre muy fértil la mision de la Florida. Todos (dice un antiguo manuscrito) mirados siempre en esta provincia con grande admiracion y reverencia, por su altísima oracion y trato tan familiar con nuestro Señor, acompañado de una rara mortificacion de sus pasiones,

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Poco despues de llegado á México este nuevo socorro de obreros evangélicos, vino de Guadalajara un capellan de aquella Santa Iglesia, encargado de llevar consigo algunos misioneros jesuitas para aquel obispado, donde habia llegado ya la fama del colegio de México, y del copioso fruto espiritual con que Dios bondecia sus trabajos. Era autor de esta embajada el Sr. D. Francisco de Mendiola, varon admira. ble, y cuya memoria vive aun en la veneracion y en el respeto de toda la Nueva-España. Vino á las Indias de oidor para la audiencia de Guadalajara, como D. Vasco de Quiroga habia venido á la de México. Tales ministros eran los que merecian la confianza del rey D. Felipe II, que como otro Ss Ambrosio, pasaron de los tribunales para ser de los mas santos y celosos prelados que ha tenido la Iglesia en estos últimos tiempos. Promovido á obispo de Guadalajara no juzgó que podia hacer servicio. mas importante á su nuevo rebaño, que procurarle algunos misioneros de, la Compañía. Oportunamente, para que por la escasez de sugetos no se faltase á la pretension de un pastor tan vigi. Jante, dispuso el Señor, que pasando por México el Illmo Sr. D. Antonio Morales promovido de Michoacán á la mitra de Tlaxcala 6 Puebla de los Angeles, ordenase á los dos hermanos Juan Sanchez y Pedro Mercado. El primero de estos con el padre Hernando Suarez de la Concha, fueron enviados á Guadalajara juntamente con el capellan de su Illma., que traia órden de no volver á la ciudad sin los padres. La ciudad de Guadalajara está al Poniente de México, en cuya estension

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Pretende mi sioneros el Sr. obispo de Gua dalajara.

Sus ministe. rios.

se comprenden no pocos pueblos del arzobispado, y muchos del obispa. do de Michoacán. Iban por todo este largo camino nuestros misioneros sembrando la divina palabra con tanto consuelo y provecho de aque. llas buenas gentes, que no pudiendo los padres detenerse en cada po. blacion cuanto deseaba su celo, y pedia la necesidad, los seguian por el camino confesándose y gustando de sus saludables instruciones, hasta que llegando á algun lugar donde habia oportunidad para celebrar el santo sacrificio, comulgaban y volvian llenos de regocijo y de serenidad á su trabajo.

La fama de este constante y fructuoso trabajo habia llegado á Guadalajara mucho antes que los padres. A su arribo, el venerable prelado con un exceso de humildad y benevolencia, acompañada de una amable sencillez que realzó siempre mucho su mérito, salió un largo trecho fuera de la ciudad. Los abrazó con muestras de mucho gozo, y escusándose con la grande estrechez de su palacio, que en efecto era una casa bastantemente incómoda, les dijo: que acomodándose á su gusto y religiosidad les tenia preparado hospedage en el hospital de la Veracruz. Dieron principio á la mision saliendo con los niños de las escuelas hasta la plaza mayor. Se cantó por las calles la doctrina, despues de cuya esplicacion hizo el padre Concha una exhortacion llena de fuego y de energía. Este era el hombre mas propio del mundo para este género de ocupacion. De un celo y caridad á prueba de los mayores trabajos, de un carácter dulce é insinuante en el trato con los prójimos, de un espíritu de penitencia, que tuvieron muchas veces que moderar sus superiores. Su rostro apacible y macilento, su vestido pobre y raido, su conversacion siempre al alma, todo respiraba humildad y compuncion. Bajo tal maestro se formó muy semejante á él el pa. dre Juan Sanchez. Los domingos predicaban en la Catedral, cuasi todos los dias en las calles y plazas ó en las cárceles y hospitales. Muy breve tomó toda la ciudad un nuevo semblante. Los prebendados y personas de distincion fueron, conforme á su dignidad, los primeros que dieron ejemplo á lo demas del pueblo haciendo los ejercicios de nuestro Santo Padre, frecuentando los sacramentos, repartiendo grue. sas limosnas, y entregándose á obras de piedad. Algunos dias de fies ta se repartian por caridad á decir misa en los pueblos vecinos, que de otra suerte no la oyeran por la cortedad de ministros. Notó el buen padre Concha la muchedumbre que acudia, y la devocion que mostraban en sus semblantes. Vivamente condolido de no poderles aprove

char por ser estraño su idioma, buscó un libro en que leerles, y lo hacia con tanto afecto y fervor, aunque sin entender una palabra, que cooperando el Señor á su industrioso celo, no se dejaron de esperimentar muy buenos efectos en los indios que le escuchaban.

Edificado el Sr. obispo, y gozoso de haber traido á su diócesis unos misioneros tan celosos, iba muchas veces á comer con ellos al hospital. Persuadido á que procurar un establecimiento de la Compañía en aquel pais, seria descargarse de una gran parte del peso de la mitra, comenzó á tratar sobre el asunto con los prebendados de su iglesia, y entre tanto señaló á los padres de la mesa capitular una gruesa limosna. El padre Concha juzgó conveniente pasar á Zacatecas, y á los otros reales de minas vecinos, mucho mas poblados entónces de españoles que Guadalajara. Aunque el venerable prelado y toda la ciudad sentian privarse de la presencia y provecho que traian los jesuitas, sin embargo, como era Zacatecas lugar de su jurisdiccion, se alegraron que participase de tanta utilidad. Esta espedicion no carecia de gravísimos peligros. Se habia de pasar forzosamente por las fronteras de los chichimecos, nacion belicosa y carnicera, y que parecia no haber de sujetarse jamas ni á la dominacion de España, ni al yugo de la fé. Pero el Señor que queria servirse de los padres para mucho bien de aquella cristiandad, dispuso, que pasando á Zacatecas por el mismo tiempo el capitan D. Vicente de Saldivar, los llevase con la mayor seguridad escoltados de una compañía de soldados que traía á sus órdenes. La ciudad de Zacatecas y los reales vecinos eran entonces la parte mas poblada despues de México, de toda la América Septentrional. La codicia del oro y la plata que atraia tanta gente, no ocasionaba ménos vicios. Los tratos usurarios, el juego, la disolucion, y sobre todo, la impunidad de todos los delitos, eran una consecuencia necesaria del oro que rueda aun entre las manos de la gente mas despreciable. Los padres llegaron en circunstancias en que pudieron muy brevemente hacerse cargo de todo el sistema del pais, que fué ácia los fi. nes de cuaresma. El confesonario les enseñó cuáles y cuán monstruosos eran los vicios que tenian á la frente. Comenzaron á atacarlos con viva fuerza en los sermones, en las conversaciones privadas, en los consejos que daban á los penitentes. Como los mas eran españoles, y habia mucho tiempo que no oian quien les hablase con tanta claridad y les descubriese las interiores llagas de sus conciencias, las voces de los misioneros hacian un éco saludable en cuasi todos los corazones.

Parten á Za.

catecas y pré

tende colegio

xico.

Comenzaron á deshacerse los tratos inicuos, se hicieron muchas restituciones de grandes cantidades, se quitó una gran parte del juego. Dia y noche eran continuas las confesiones y las consultas; no fiándose ya de su dictámen, y no atreviéndose á dar paso sin consultar el de los padres.

Pasa el padre Con tan bella disposicion de los ánimos publicaron los misioneros provincial á Zacatecas y el jubileo plenísimo, que con ocasion de su exaltacion al pontificado, vuelve á Mé- habia concedido á toda la universal Iglesia la Santidad de Gregorio XIII. Lo mismo, no con menor fruto, ejecutaron succesivamente en Pánuco, Sombrerete, S. Martin, Nombre de Dios y Guadiana, que todas pertenecian entónces á la mitra de Guadalajara. A la vuelta de estas apóstolicas correrías se comenzó á tratar de fundacion. Habian los de la ciudad ofrecido casa, y juntado entre todos algunas limosnas, y prometido otras que parecieron muy suficientes al padre Concha. Dió cuenta exacta al padre provincial, quien para examinar mejor la naturaleza y fondos del país, partió luego confiadamente á Zacatecas sin temor de los indios que infestaban el camino. Reconoció los fondos que ofrecian, que no le parecieron proporcionados. Por otra parte, creyó que siendo aquella, como son generalmente las de minas, una poblacion volante, precisamente vinculada al descubrimiento de los metales, no podia tener subsistencia alguna, y agotados estos, impedida 6 prohibida su estraccion, se acabaria tambien la ciudad. Se escusó, pues, con los habitadores pretestando la escasez de sugetos de la nueva provincia para poder ya estenderse á términos tan distantes, y mas que por aquel octubre pensaba abrir los estudios en México, para lo cual se necesitaba del padre Juan Sanchez, á quien tenia destinado á una de las clases. Que por lo tocante á la instruccion y cultivo de aquella region que tanto afecto habia mostrado á la Compañía, él tendria cuidado de enviarles la cuaresma quien les predicase y enseñase con igual fervor que lo habian hecho entónces los dos misioneros. Con esta promesa, y con haberles predicado algunos sermones con mucho espíritu y no menor fruto, dejó muy consolada y edificada la ciudad, y dió con sus dos compañeros la vuelta para México.

Pocos dias despues de su llegada, presidiendo en la real Universi dad unas conclusiones teológicas el Rmo. P. Mtro. Fr. Bartolomé de Ledesma, obispo despues de Oaxaca, y uno de los mayores hombres que ha tenido en la América la religion de Santo Domingo, quiso hacer á los jesuitas el honor de convidarlos para argüirles. Se hubo

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